13. Mariposa
Despertó con una correa en el cuello y las manos esposadas tras una silla que lucía vieja y sucia. Adam entró en pánico solo un segundo antes de sentir el peculiar y dulce aroma de su pareja, y lo pudo ver. Justo en la línea donde se acababa la luz de aquella lámpara, estaba su figura, sus ojos haciéndose notar como velas del cielo, una pierna sobre la otra y los brazos cruzados. No importaba su expresión, Adam volvía a sentir lo del guepardo y notaba lo asustado y triste que estaba.
Gruñó cuando vio qué a lado de Luka, Nick se notaba victorioso, pero aquella cicatriz en su garganta, una nueva, le indicaba que dio de pelear. Una nueva marca para aquella amistad que amenazaba con disolverse.
—¿Quién te dio mi ubicación? —Luka sonaba frío, evitaba el contacto visual y aquella camisa semitransparente que colgaba de sus hombros se mecía con cada respiración que no podía ocultar— No importa, no debiste venir, no te quiero acá.
—Pensaba que estábamos jugando a perseguirnos —Adam sorprendentemente tuvo el valor de reír con fuerza. Su respiración cortando el humor, y aquel dolor en la nuca empezaba a molestarle— que mal perdedor eres.
—Como sea —Luka se levantó de su silla y se dio la vuelta, dispuesto a dejar aquella habitación que parecía el sótano de algún lugar— no volveré a tu loca familia, estoy buscando la manera de que esto se rompa.
—Sabes que no puedes.
—Puedo.
—¿Entonces por qué no lo haces hasta ahora? —Adam se levantó de su asiento, con facilidad, la cadena que amarraba su cuello evitaba que se acerque demasiado a su pareja— ¿por qué sigues con este lazo?
—No es tan sencillo.
Adam rompió las esposas con facilidad, un solo clic le advirtió a Luka que debía salir de aquel lugar. Volteó a ver a Nick quien ya estaba acercándose para escoltarlo fuera, porque desde aquel instante Adam lucía peligroso, porque sus ojos se volvieron de un dorado intenso y perdieron el color blanco en ellos, incluso ya empezaba a tronar cuando los caninos crecieron. Los colmillos de Adam estaban ya expuestos. Luka debía salir en aquel instante, Nick tuvo suerte la primera vez que lo venció, pero no podría hacerlo otra vez.
Luka caminó con rapidez hasta la puerta, sus pies temblaron cuando tocó el picaporte y al mismo tiempo, tras él, un nuevo “clic” se escuchaba. No quería voltear, debía salir de aquel lugar lo más antes posible, había hecho enfadar a un lobo y aquello no acabaría bien.
El chillido de Nick lo sobresaltó y entonces se atrevió a voltear, a dejar de pelear con la puerta para que se abra y voltear encontrando a ambos lobos peleando y a Nick ya en el piso con la respiración irregular.
Un escalofrió recorrió su cuerpo al momento de chocar miradas con los ojos dorados de su pareja. Adam estaba enojado, y un lobo enojado perdía cualquier razón o sentimiento humano, ahora Luka estaba en peligro.
¡Cambia!
Luka obedeció, más por miedo que por otra cosa, en un segundo sus huesos tronaron hasta estar en su forma felina, con la espalda arqueada y los colmillos pequeños siendo mostrados con orgullo. Su pata delantera estaba elevada, dispuesto a arañar al lobo gris si es que este se acercaba demasiado.
¡ABAJO!
El guepardo gruñó con fuerza, su pata intentando arañar al veloz lobo que evitaba cualquier golpe que él daba. Estaba casi muerto, lo estaba en letras mayúsculas, pero Luka no iba a inclinar la cabeza, tenía demasiado orgullo como para hacerlo, incluso si aquel acto le salvara la vida.
El lobo empezó a rodearlo, como si estudiara su situación, Luka se mantuvo en la misma posición, siguiendo con la mirada al lobo que lo observaba desde la punta de las garras hasta su cola elevada que mecía con elegancia.
Y sintió el golpe, Luka cayó al suelo cuando el peso entero del lobo lo derribó. Adam lo tenía en el suelo con una pata en su cuello y la otra en sus patas traseras. Ya conocía la manera de atacar de su pareja y comprendía la posición que debía tomar para así evitar que el guepardo gane. En ese instante su lobo exigía respeto por parte del felino, necesitaba saber que el felino se inclinaría ante él. Muy contrario a Adam.
¿Sabes por qué te fuiste?
Preguntó Adam mediante su vínculo, mientras que por fuera le gruñía a un guepardo que lo miraba asustado.
Porque descubriste que no puedes mentirme, ya no.
Adam lo había descubierto hace poco y no le importó el momento en el que el guepardo bajo suyo invirtiera posiciones entre rasguños y mordidas. Sabía que dio en el blanco.
Basta, sal de mi cabeza.
Pidió Luka entre gruñidos y rasguños.
—Me costó darme cuenta —Adam cambió a su forma humana, su desnudez a todo su esplendor mientras sus manos tomaban al guepardo de ambas orejas y hacia que se acerque a él, sin importarle lo peligroso que llegara ser—. El primer día que te fuiste me la pasé culpándome, pero luego, ahora, entiendo cada aspecto retorcido en ti —Escupió un gran chorro de sangre y volvió la mirada fija a los ojos del guepardo sobre él—. No te fuiste por mi culpa, te fuiste porque descubrí tu verdad, porque ya sé cada cosa pequeña de ti, te conozco demasiado como para darme cuenta que tomaste el collar y fue por ello que pregunté aquello aquel día, porque en aquel instante muy en el fondo sabía la verdad.
—Ya basta —Luka también cambió a su forma humana, sus garras convertidas en manos ya no eran tan peligrosas— cállate.
—Te fuiste porque sabías que ya no podrías engañarme para conseguir lo que quieras. ¿No es verdad?
—¡Lo es!
Y es que era extremadamente difícil para Luka, haber crecido en un mundo hostil y aprender a engañar a todos de una manera sencilla y que de pronto llegue alguien a mover el piso bajo sus pies y ofrecerle cariño, a darle todo lo que quiera y a protegerlo. Le era difícil no poder engañarlo y que eso no le molestara, le irritaba haber caído en aquella trampa que el lobo le había puesto. Le molestaba, pero quería negarlo, no quería dar su brazo a torcer, quería seguir siendo aquel que nadie engaña, que nadie olvida y que consigue todo con una mirada.
Sabía que si se quedaba a lado del lobo iba a cambiar, porque poco a poco el lobo le daba seguridad y confianza, la suficiente para dejarse caer en él, en sus sentimientos y olvidar lo que algún día fue. Y le daba miedo, le aterraba cambiar demasiado como para volverse como aquellas personas que siempre había odiado.
—Incluso —Adam se atrevió a abrazar a Luka, lo hizo porque quería sentirlo a su lado, porque temía que no sea real—, incluso después de saber los lados más oscuros de tu personalidad, incluso conociendo tu pasado no puedo dejar de estar contigo, mi lobo llora tu ausencia y la luna ya no le parece tan atractiva como lo eres tú.
El momento era tan íntimo, tan cerrado que Adam tomó a Luka entre sus brazos y lo elevó para salir de la habitación y continuar en el pasillo. No quería a nadie más en aquel momento, ni siquiera a Nick que había pasado a segundo plano desde que cambiaron a su forma animal.
En aquel lugar las luces estaban apagadas y el tiempo se centró en ellos. La noche acarició sus cuerpos con delicadeza, temiendo romper el momento con su intromisión, porque si aquella relación funcionaba ambos debían dejar parte de ellos mismos para lograrlo. Debían voltear al futuro, un sacrificio que podría ser doloroso.
—No voy a decir que te amo —susurró Luka, su cabeza oculta en el cuello de Adam perdiéndose en aquel tatuaje enorme de mariposa. Grabándose cada línea y trazándola con los ojos—, tú tampoco vas a hacerlo, lo sé. Solo, lo siento, quizá no debí haberte dejado.
—¿Quizá? —Adam elevó su mano hasta los cabellos castaños de Luka y empezó a jugar con ellos, sintiendo aquel aroma dulce llenar sus sentidos y transportarlo a la más pura felicidad— ¿sabes? Intenté darte todo, tal vez no fui muy coherente en aquel momento, pero ahora, solo no quiero estar sin ti, ni siquiera hace falta pedir perdón.
—No es cierto —Luka se atrevió a elevar la mirada y encontrarse con Adam, con aquellos ojos dorados que lo estudiaban—, te estoy pidiendo perdón por todos los problemas que voy a darte. Si quieres un guepardo como pareja entonces vas a soportar el paquete completo.
Adam tomó a su pareja de la cintura y lo llevó hasta una mesa cercana, hizo que se sentara y le sonrió, sintiendo como ambos cuerpos cambiaban de temperatura, como cada uno de ellos parecía tener una cosa en mente.
Pero no era un buen momento. No debían apresurar las cosas, no ahora que recién logró hacer que se quedara a su lado. Porque todavía les faltaba un poco de camino que recorrer. Por eso tomó un saco café que estaba a lado de la puerta y cubrió al guepardo para evitar que aquello tome otro rumbo.
De algo estaba seguro, si quería conservar su manada solo había una opción. Porque Adam le temía tanto a estar sin ella, a estar sin la protección de la manada, que Luka solo lo apoyó a pesar de la incomodidad con la que iba a ser recibido.
Se encontraban en el auto blanco de Adam, a Luka dejó de molestarle ver al lobo obsesionado con aquel color. Él simplemente mantenía su cabeza ocupada en cualquier otra cosa que lo distraiga de un futuro cercano en el que volvería con la manada de su pareja para intentar ser aceptado cuando era más que claro que aquello sería casi imposible. No estaba escrito, pero era un regla ya entendida que un perro y un gato no se llevarían bien, eso no quería decir que no había casos contrarios, pero la generalización mostraba a la gran mayoría que tenía aquel efecto de desprecio hacia la otra raza.
—¿Por qué una mariposa? —preguntó Luka, viendo el tatuaje en el cuello de Adam.
—A los diez años me perdí —contestó Adam, sin quitar la mirada de la carretera, ni las manos del volante— en un lugar lo demasiado apestoso como para siquiera ubicar el lugar en el que me encontraba o que siquiera alguien me localizara— Los recuerdos estaban vivos, tan frescos. Adam incluso podía olfatear el lugar, lo recordaba bien—. Era un cachorro sin mucho sentido de la orientación en un lugar que nunca antes había pisado— Sus manos señalaron el horizonte, mientras empezaba a conducir con sus brazos, dejando sus dedos libres para poder conversar. De todos modos el lugar no estaba muy lleno—. Era al otro lado del lago, está prohibido pasar desde ese día. Pasé una semana entera muriendo de hambre en un bosque que no tenía ni un retazo de vida —El recuerdo del miedo podía invadir el auto con facilidad— luego vi una mariposa de alas celestes y café claro, tenía las alas más grandes que nunca volví a ver. No entiendo la razón, pero empecé a seguirla, en menos de un día ya había salido del bosque gracias a ella. Por eso. Es mi forma de recordarla.
Luka se mantuvo tan entretenido escuchando la historia que el tiempo le fue demasiado veloz a la hora de llegar a la manada de Adam.
—La semana ha acabado —el señor Falk los esperó en la puerta de su casa, su semblante tan serio como siempre—, veo que tu decisión no cambia.
Y es que esa era la única forma en la que podía conservar a su manada. Si quería ser el próximo Alfa como lo había venido soñando desde que era niño, esa era la única forma.
Adam salió del auto, indicándole a Luka que no salga, que se quede hasta que sea seguro. Porque no confiaba en su propia familia.
—La respuesta es clara —Adam se acercó a su padre, el ambiente se volvió tenso. Sus aromas se notaban agrios, picantes, un solo toque y la guerra se desataría.
—No voy a aceptar al gato, y si quieres quedarte con él vas a hacerlo fuera de mi manada, fue un acuerdo. Desde ahora te expulso de la manada. No serás el próximo alfa, ahora eres un paria que se volverá la presa de muchos otros lobos. Ya no tienes protección.
Adam asintió, sus ojos viajando a su auto donde Luka parecía encogerse cada vez más al momento del recibir las miradas de las varias personas que se acercaron a ver el espectáculo, la manera en la que el alfa botaba a su primogénito. Pero no acabaría ahí, no, Adam llegó al lugar con el único propósito de conservar su manada, pelear por ella.
—Mi único motivo para venir fue el simple hecho de seguir perteneciendo a la manada, la necesito para proteger a mi pareja. Si me destierra entonces me convertiré en blanco de caza. Pero, ya que no puedo permanecer en tu manada, no me que de otra que quitarte el trono.
Y ambos habían marcado el fin cuando padre e hijo se transformaron en lobos para dar la pelea. Aquella que definiría al próximo alfa. La regla era clara, uno de ellos debía morir en ella para que la paz vuelva o el cambio se haga.
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