11. Collar
Tenía que admitir que no era tan malo el ayudar en las tareas que mayormente hacían las hembras. Era algo degradante, sí, pero no malo. Porque a pesar de que le molestaba el hecho de haberse puesto en una situación en la que lo verían como la pareja femenina de un alfa, a decir verdad lo hacía bien.
No soportaba a los niños, eso era algo notable, pero era bueno con ellos; en cuanto no se les ocurriera gritar y chillar como si la vida se les fuera en ello. Luka simplemente se mantuvo quieto, y sonrió cuando tenía que hacerlo, incluso corrió por el lugar con los cachorros pues su energía era más que colosal. Los pequeños eran imparables y a Luka le hizo bien estirar las patas y pelear con lobos miniatura, teniendo la seguridad de no salir lastimado. Aunque los colmillitos de los cachorros eran delgados como agujas.
Adam se había rehusado a dejarlo ir a cualquier otro entrenamiento y el guepardo cedió, porque podía ver la preocupación en su lobo y quería ahorrarle la tarea de vigilarlo. Casi nunca daba su brazo a torcer, pero ahí estaba, obedeciendo al lobo gris y quedándose con las demás hembras para cuidar de los cachorros y preparar cualquier otra cosa.
Había un pequeño que le agradaba, era callado y quieto. El cachorro era un lobo albino cuyas energías se drenaban con facilidad, por eso siempre se mantenía quieto y observando. Sus ojitos eran soñadores, como si en cualquier momento se cayera dormido, y su sonrisa escasa era desapercibida. Era la cosa más pequeña y hermosa que Luka alguna vez conoció, dejando a un lado el hecho de que era lobo, pero el pequeño parecía entenderle y obedecerle sin que él se dignara a dictar la orden. Extraordinario.
La mujer que estaba a cargo parecía odiarlos a ambos. Media hora después supo la razón, la chica era hermana de Krista, algo que debió suponer cuando vio su cabello rojo y sus ojos casi blancos. Eso justificaba su odio hacia él, pero al pequeño no había razón para su odio contra el pequeño.
—Llevaré a los cachorros a la fuente de agua —Una de las mujeres que ayudaba de igual forma se apresuró a levantarse y empezar a caminar hacia el lugar indicado—. Mark se quedará acá, Luka se encargará de cuidarlo hasta que vuelva.
Y Luka no iba a oponerse, tampoco era una tarea difícil. No, en cuanto los demás cachorros se fueron, el rostro de Mark parecía más tranquilo, como si la presencia de los revoltosos niños le irritase, como a Luka. El pequeño lobo albino cayó dormido minutos después de que el lugar se quedara en silencio.
Eso dejó al pequeño fuera de la atención de Luka, y era como si estuviese a solas con la pelirroja que intentaba matarlo con la mirada. Por una de las otras mujeres supo que su nombre era Maya, sus padres tenían fama en la manada, pues eran conocidos como los que tomarían el poder si es que la familia del alfa fallara.
Maya se acercó a él con una sonrisa en los labios. Contrario a lo que cualquier otra persona hubiese pensado, ella le sonrió y se acercó, dispuesta a entablar una conversación con el guepardo. Y Luka, no queriendo causar problemas, hizo la conversación lo más amable que pudo.
Iban bien, la muchacha no lo atacaba con ironía o palabras de doble sentido, ella intentaba enseñarle como era que funcionaba la manada. Maya parecía amable, con su sonrisa perfecta y sus ojos que guardaban bondad, sí, parecía.
El ambiente ameno se rompió cuando ella se puso roja hasta las orejas y cayó al suelo con las rodillas temblorosas. Luka no era un gran conocedor de lobos, pero si de los cambia formas. Era claro que ella estaba pasando por su celo, y era peligroso, cualquier miembro de la manada podría aprovecharse de ella y podría lastimarla. Quizá Luka odiaba a los lobos, pero no eran tan cretino como para dejar que dañen a alguien.
Buscó en los demás cajones algunos supresores, era mejor apurarse, pero no encontró ni una sola pastilla que la ayude. Pronto Luka empezó a buscar más opciones, debía encontrar una manera de mantener a la loba a salvo. Quizá era la primera vez que ayudaba a alguien sin esperar algo a cambio, por eso no sabía muy bien qué hacer, y culpaba a su lazo con Adam por volverlo tan blando cuando en el pasado él la hubiese dejado en el suelo y hubiese salido de aquel lugar.
Decidió llevarla a su casa, la mejor opción en aquel momento. Tendría que cargarla porque la loba tenía las rodillas temblorosas y cualquier toque empeoraría su situación. Muy dentro de él, en su mente la regañaba por no haber previsto el día o la fecha y faltar al trabajo, estaba seguro que al día siguiente sus huesos tronarían por el dolor.
La puso en su espalda y empezó a correr por la dirección que la pelirroja le decía. Ella señalaba y Luka corría. No tenía mucha fuerza por eso debía apresurarse, antes de que su cuerpo ceda ante el peso. Él agradeció al cielo cuando vio la puerta de la familia de la loba. Al momento de bajarla, casi la bota con brusquedad, su cuerpo ya empezaba a quejarse por el esfuerzo que, anteriormente, él evitaba.
—Veo que ya te has acostumbrado a la manada —Una voz se alzó mientras Luka acomodaba a la muchacha en su sillón café—, no me sorprende —La reconocía, era Krista. La loba estaba en las escaleras, viéndole con seriedad, ignorando el estado de su hermana.
—Tu hermana necesita lo que sea que usen acá para calmar su celo —Luka decidió ignorarla, salvo para advertirle la situación de Maya.
—Bien —Krista parecía tranquila y enojada. Sus ojos delataban la ira que ardía en su interior—, su cuarto es la segunda puerta del piso de arriba, las pastillas deben estar en su cajón a lado de la cama. Ve tú, yo voy a verla hasta mientras. No quiero dejarla sola contigo un minuto más.
Luka debió irse de aquella casa.
Sin embargo, subió las escaleras hasta el segundo piso y entró a la segunda puerta viendo todo el cuarto de lujo que la muchacha tenía. Había varias joyas en cabezas de maniquí por todas partes. También manos de vidrio que sostenían varias sortijas con diamantes más grandes que un frijol. Luka negó con la cabeza y caminó hasta la cama.
No buscó mucho, cuando abrió el cajón lo primero que vio fue un frasco con pastillas, unas que él conocía a la perfección. Las tomó en seguida y se detuvo un segundo.
Luka se detuvo para ver sobre la mesa, un collar con varios diamantes y que haría que sus metas se cumplieran en un cerrar de ojos. Luka sonrió y acarició la joya entre sus manos antes de que una idea descabellada apareciera rápidamente en su cabeza.
Su cola se movía de un lado a otro, como todo un lobo feliz.
Adam parecía haberse comido un gato en el desayuno, y había una gran probabilidad de que en realidad lo hubiese hecho.
La relación con Luka había mejorado a pasos grandes y veloces. La noche anterior pudo sentir cada emoción suya, desde la preocupación hasta el alivio cuando el cambia formas felino escuchó la puerta de su habitación. Adam se sintió tan rebosante de felicidad por el avance, porque en algún punto también llegó a sentir aquellos sentimientos que florecían con lentitud en el corazón de Luka.
En ese momento se encontraba en su forma de lobo por lo que las emociones se notaban con más facilidad. Incluso perdonó al lobo negro que se atrevió a desafiarlo.
Algo que también había notado fue la mirada cambiante de Nick. Algo en su nueva actitud hacia el guepardo no le acababa de agradar. Parecía más atento a las necesidades de su pareja y eso solo lograba que la sangre le hirviera, pero como aquella mañana estaba de tan buen humor ni siquiera buscó pelea. Adam simplemente corría y jugueteaba con los otros lobos, comportándose como un cachorro.
Fue de esa forma de mañana al mediodía, hasta que su hermana llegó a su entrenamiento, con el semblante serio y las manos entrelazadas, un gesto que ella hacía cuando no sabía la manera de informar algo que de seguro eran malas noticias. Adam dejó de jugar y se acercó a su hermana que intentó mostrarle una sonrisa antes de darse la vuelta y sacar de su mochila un cambio de ropa.
Se vistió tan rápido como pudo y empezó a seguir a su hermana menor por toda la aldea. Sabía que lo que le esperaba no era bueno pues a medida que avanzaba algunos de los demás lobos le dirigían una mirada de desaprobación y solo algunos pocos de pena. Eso ya lo preocupó incluso más.
Luego sintió bastante miedo, uno que no era suyo sino uno que le pertenecía a Luka. Su lazo le dejaba sentir lo que su pareja sentía y solo entonces supo que estaba incluso más preocupado que antes. Algo muy malo le estaba pasando a su pareja y se abstuvo de correr cuando lo vio junto a Krista y su padre.
Adam avanzó a paso veloz hasta Luka y lo sostuvo de la cintura acercándolo a él e intentando relajarlo, porque el guepardo se notaba asustado.
—Los guepardos son ladrones y eso nunca va a cambiar —Empezó Krista, sin importarle la mirada asesina que Adam le dirigía—. Robó el collar de mi hermana.
—Es cierto —El alfa de la manada estaba a lado de Krista, su semblante serio y en sus manos un collar que lucía muy valioso—, encontré a Luka con el collar en uno de sus bolsillos, intentaba robárselo.
—¿Piensas convertir en tu pareja a un ladrón? —Su madre también hizo acto de presencia. Tras ella venían Luis, Kaspar y Nick, los tres preocupados por la situación—. Estaría robando a su propia manada.
—Tengo las pruebas en mis manos ¿necesitas algo más para abrir los ojos? —Falk devolvió el collar a Krista quien lo guardó de inmediato en su bolsillo trasero— ¿piensas poner a un ladrón por encima de tu manada?
—Luka —Adam tomó al mencionado de los hombros e hizo que se separé de él solo un poco para verlo a los ojos. Pensaba preguntarle si era cierto todo lo que habían dicho, iba a hacerlo, pero se equivocó— ¿por qué tomaste el collar?
Arruinó todo con eso.
Lo supo cuando sintió como Luka parecía haberse quebrado por dentro y sí que le dolió cuando lo vio partir. Porque Luka podía estar dolido, pero era demasiado orgulloso como para hacer notar su tristeza. Luka se alejó de él como si tuviese alguna enfermedad y caminó con la frente en alto, alejándose de él. Podía estar serio como un muro en aquel instante, pero Adam sentía la tristeza en él, sabía que había arruinado todo. ¿Por qué había arruinado todo? ¿Por qué justo en el momento en el que parecía que las cosas iban bien? Adam no lo siguió, sabía que él había cometido una equivocación igual de imperdonable.
Adam tan solo vio como Luis y Nick seguían a su pareja mientras que las demás personas le observaba con aprobación y quizá lo había hecho por eso. Porque le habían educado desde pequeño a depender de una manada y ser parte de una, que si lo rechazaban no entendería la razón de haberse mantenido al límite por tanto tiempo. Quizá fue por eso, pero debía arreglar las cosas
Debía hacerlo, pero no lo hizo.
En la noche, a la hora de la cena, la actitud de sus padres hacia Luka se hizo más hostil. Ya no se esforzaban en disimular su odio hacia la raza felina, simplemente seguían criticando, aprovechando que Adam no iba a hacer nada por impedirlo. Porque estaba demasiado avergonzado como para haber bajado a cenar.
La mañana siguiente fue en la que todo se hizo añicos.
Adam se había levantado con la esperanza de que la noche haya disminuido el enojo hacia su persona. Él se preparaba para salir al cuarto de su pareja y así empezar a hablar, el lobo incluso preparó un discurso de disculpas hacia Luka, dispuesto a recibir cualquier venganza por parte de su felino. Porque, aunque le costaba decirlo en voz alta, el guepardo se hizo dueño de su corazón en un parpadeo y perderlo lo destrozaría.
Tocó varias veces la puerta de su habitación, rindiéndose en seguida cuando escuchó ruidos en la sala de estar. Entonces bajó corriendo encontrando a su hermana con su madre y Kaspar. Las dos mujeres lucían alegres mientras que su amigo estaba preocupado, lo notaba en sus ojos grandes que siempre lograban ser expresivos.
—¿Vieron a Luka? —preguntó, obviando el saludo de buenos días.
La sonrisa de su madre le mandó un escalofrío a todo su cuerpo.
Volteó hacia su amigo quien solo negó con la cabeza y es en ese momento en el que Adam corrió hasta la habitación de su pareja una vez más. Esta vez sin tocar, golpeando la puerta con fuerza y logrando que ceda para así darse cuenta que el lugar estaba desierto.
No perdió tiempo y caminó hasta los armarios, los abrió de golpe y no encontró la ropa de su pareja, el guepardo tampoco estaba en la habitación y ni siquiera había señales de su maleta. Buscó su segunda esperanza, y encontró lo mismo, ninguna prenda o maleta de Luis estaba en el lugar.
Tal vez lo que más le dolió fue el hecho de que fue su culpa, porque pudo haber evitado aquello si tan solo hubiese arreglado las cosas, si no hubiese metido la pata. Abrió los ojos y caminó al otro lado de la habitación, entonces gritó al abrir el tercer armario, el bastardo de Nick tampoco estaba.
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