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Capítulo 7


Despertó al sentir como alguien la cargaba con ligereza.

Al abrir los ojos se encontró con ni más ni menos que oscuridad, al parecer seguía con los ojos vendados y no dudaba que el que la llevaba en brazos era ese irritante y patán secuestrador.

Sintió cómo la dejaba sentada en una roca y escucho la corriente de un riachuelo cercano, según parece la había llevado a un rio, al menos algo positivo era que no quería que muriese de hambre o por deshidratación.

Como hizo la otra vez su plan era fingir estar dormida hasta que bajara la guardia, pero esta vez el desconocido estaba preparado.

-Sé que estás despierta, esta vez no va a pasar como la anterior. Por cierto, te he quitado también el arma de tu cintura y la del fajín, quién iba a decir la princesita es precavida.

- ¿Puedes quitarme ya la venda de los ojos?

- ¿Por qué haría eso?

-Porque si no te arrancare los ojos a ti.

-No soy yo quien está atado, yo que tú en tu posición no amenazaría mucho.

-Cuando me libre de esto te...- una tela corto su frase, la había vuelto a amordazar.

-Mucho mejor.

Intento hablar, gritar o morder la tela, pero nada resulto.

-Te he traído aquí para que comas algo, así que cuando te quite esto te quedarás calladita, ¿verdad?

Ella asintió, queriendo librarse del bozal, ya que no la dejaba respirar.

Pero aprovechando se cercanía mordió sus dedos sin piedad en cuanto tuvo oportunidad.

-Ay- se quejó él apartando los dedos como si fuera el diablo- eres un mini demonio enfurruñado.

Molesta por su comentario intentó arrimarse para volver a morderle, pero esta vez precavido retrocedió varios pasos.

-Pequeña bestia.

-Pequeña tu...- tapó su boca con la mano para que no terminara la frase, grave error, una vez más mordió su mano hasta hacerla sangrar.

-Eres un animal- exclamó ya harto.

La levantó en brazos y sin esfuerzo alguno la ató contra un árbol.

- ¿Ahora qué? - preguntó burlón al ver sus intentos inútiles por desatarse.

-Suéltame pedazo de...- una vez más cortó su frase, pero con la lección aprendida después de tres atentados contra su mano lo hizo con el trozo de tela.

- ¿Ves como no es tan difícil?

Luego fue a por las bayas por las que había parado a mitad de camino.

No quería que muriera, así que fue recolectando una a una y quitando los restos de escarcha.

La nieve cuajada había ido despareciendo conforme pasaba la noche, el río aún estaba congelado en algunas partes, pero el agua era limpia y potable. En la cantimplora que trajo consigo fue llenándola.

El río cristalino era iluminado por los rayos del sol, el sonido del agua chocar con las pequeñas rocas que poblaban el río era algo que podría escuchar todo el día, y el pasto deshaciéndose de los rastros de la nieve estaba húmedo, desprendiendo un olor a tierra mojada único.

Le llevó un poco de agua a la chica, que para alivio suyo aún estaba atada al árbol, dando patadas al aire y gruñendo a nadie en concreto la muy desquiciada.

- ¿Te diviertes? - preguntó sonriente, aunque no le pudiera ver.

Le quitó la mordaza y esperó a que contestara.

- ¿Tú qué crees?

-Que en esta excursión te lo estás pasando de maravilla.

- ¿Excursión? - casi rio.

-Llamémosle vacaciones involuntarias.

-Creo que no conoces la definición de secuestro.

-Lo conozco perfectamente, pero esto no lo es. Digamos que es un favor que estoy haciendo.

- ¿Un favor a quién?

-Ya lo sabrás.

- ¿Si no es un secuestro por qué me tienes atada y no me dejas verte?

-Por seguridad.

Iba a seguir hablando, pero antes de siquiera abrir la boca la interrumpió.

-Bebe.

Luego sintió la cantimplora y el agua humedecer sus labios.

Bebió desesperada, decir que tenía sed sería poco. Él fue inclinando la garrafa hasta que no quedó ni una gota.

-Vaya, tenías sed.

De repente, hizo algo que la tomó por sorpresa.

Pasó con delicadeza un dedo por sus labios, limpiándola de cualquier resto de agua. No obstante, al sentir sus dedos notó algo, tenía guantes, y no unos cualquiera, eran de cuero.

Como los que tenía su famoso y querido guardaespaldas. 

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