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Capítulo 4


Llegó el medio día, y todavía seguía con el lastre a la espalda, por suerte se había mantenido callado durante el viaje después de su amigable charla.

Ella por su lado no podía dejar de darle vueltas al tema que más la preocupaba ahora mismo, y es que, ¿Qué haría cuando tenga que practicar sus poderes? Ya encontraría una forma de librarse de él, pero, ¿Y si perdía el control? Incontables veces se había tenido que esconder para que no la viesen arder en llamas, pero ahora era diferente, antes nadie la notaba, ni siquiera su padre la prestaba atención, algo que no dejaría de agradecer nunca, pero ahora tenía alguien vigilándola el día entero.

¿Qué pasaría cuando oliese a quemado?

Su olor habitual era a ceniza, o a hoguera en invierno, incluso a fogón encendido, era un olor cálido, que podía camuflar fácilmente metiéndose entre las ascuas de los fuegos que encendían.

Pero ahora no podría.

No podía estar más fastidiada.

Comieron en el comedor como habitualmente hacían, pero esta vez con compañía. Dejar que su guardaespaldas se sentara con ellos a la mesa del rey era algo de extrañar, pero tampoco opinó, no era de su importancia.

-Dime, hija, ¿Cómo te ha ido el paseo a caballo?

-Fantástico- dijo con venenosa ironía en su voz, removiendo su plato sin una pizca de hambre.

-Me alegra oír eso. Y dime, Caín, ¿Cómo se ha portado mi hija contigo?

¿Así se llamaba? Tres segundos después procesó lo que había preguntado al chico al lado suya y contestó por él con notable molestia en su voz.

-Es mi guardaespaldas, no niñero.

-La señorita Katherine se ha portado de una forma...peculiar- dijo pensando la palabra correcta con la que describirla e ignorando súbditamente su queja, además de usando su nombre completo, algo que odiaba que hicieran.

-Me llamo Kate.

-Lo tendré en cuenta, Kath- su ceño se frunció aún más cuando pronuncio su otro diminutivo burlonamente.

Parecía que nunca dejaba de bromear, o de sonreír de esa forma que la hacía querer tirarse de la colina más alta del reino.

-Si habéis terminado, tengo algo que anunciar- los dos, que se estaban mirando el uno al otro de forma retadora, se giraron a la vez, prestándole atención. - Caín, dormirás en la habitación de en frente a la suya, estas semanas está habiendo atentados contra la realeza y nobleza y no quiero que nada suceda. Si es necesario te quedaras a vigilar en su puerta toda la noche, pero no permitas que salga.

Y como si su día no pudiese ir peor se hundió en la silla, queriendo fundirse con el suelo.

Al llegar la noche sus ganas de probar si podía volar y lanzarse por la primera ventana que encontrase no hacían más que incrementar.

No podía creérselo, la guinda del pastel seria que su padre la obligase a ella, una joven con las hormonas al mil a dormir con un joven pedante y graciosillo, si sucedía directamente se cortaría las venas.

Al parecer sus instintos suicidas eran más serios de lo que pensaba.

Cambió su incómodo, asfixiante y apretado vestido por una camisola que le llegaba a las rodillas, ancha, cómoda, y lo más importante, transparente, esto último no era de su total gracia. 

Hizo su rutina diaria tranquilamente hasta que se encontró cara a cara con su tortura de turno.

- ¿Qué pasa? - preguntó sin molestarse en sonar amable, a esas horas de la noche estaba tan cansado que las ganas de ver a cualquiera eran nulas.

-Sólo venía a comprobar que todo estuviera en orden.

-Lo está, ya te puedes ir.

-Esas no son formas de tratar a un caballero.

-Lo que paso esta mañana no eran formas de tratar a una princesa.

-De todos modos...- le cortó con muy poco interés en escucharle.

-Ahí está la puerta.

-Vale- dijo rendido y con las manos en alto por si se le ocurría atacar de nuevo con cojines, o algo peor, las flechas- pero antes quería decirte que...

-Largo- le cortó de nuevo.

Cerró la puerta en su cara y se apoyó en esta, cansada, sabía que no era bueno tratar así a la gente, y que era irrespetuoso, pero esa persona en especial la sacaba de sus casillas con una facilidad que daba vértigo.

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