Capítulo 3
Después de aquel estrepitoso imprevisto, ella, como diariamente hacía, salió en su caballo negro como el carbón a dar su rutinario paseo por el bosque, solo que esta vez con una muy pesada y molesta carga.
Iba al lado suyo, pegado a ella, y para su suerte en otro caballo.
El crepúsculo ya había llegado a su fin por desgracia, pero las primeras horas de la mañana aún estaban recientes, y la escarcha en el rocío congelado todavía perduraba en las zonas donde no daba el sol.
Ella, como siempre, iba con su cinturilla y su simple vestido, con el arco a la espalda y las flechas colgando de su cintura. Además de un cuchillo que siempre guardaba en la malla bajo el vestido, con un tela flexible y fina rodeando y apretando su muslo para sujetar bien la navaja.
Por suerte, el vestido largo hasta sus piernas cubría el arma que siempre llevaba con ella por si las dudas. Mejor prevenir que curar, decía ella cada mañana que ocultaba la cuchilla.
El molesto caballero, ahora su pesadilla personal, la seguía de cerca caminando con clase y elegancia. Ella por su lado, repelía eso, la hartaba esa calma que lo rodeaba.
Así que tirando de las riendas y dándole a las espuelas emprendió el galope, dejándolo atrás.
Cabalgaba libre, con el pelo agitándose a su espalda, el aire azotando su cara, la adrenalina subiendo junto a la velocidad, esquivando ramas y saltando troncos caídos.
Tristemente la alcanzó más rápido de lo que desearía. Al menos, podría burlarse de él un rato por quedarse como pasmarote mirando cómo ella lo dejaba tirado. Se contentaba con eso.
- ¿Qué pasa? ¿el caballo no quería correr?
-Muy graciosa, zanahoria.
Se sonrisa victoriosa se borró al escuchar el terrible mote por el que la había llamado.
- ¿Qué has dicho?
-Zanahoria, ¿Qué pasa? ¿te molesta? - dijo ahora él con una sonrisa orgullosa.
Ella rodando los ojos aguantó un suspiro.
-No voy a caer en tu infantil juego- y dándole con el talón al caballo salió al trote.
- ¿No quieres pelear? ¿Tan rápido te asustas?
Ella freno el caballo de golpe, haciéndolo a él parar abruptamente.
-No me busques las cosquillas, porque las encontrarás.
-Perdóneme, princesa- contestó burlonamente.
Decidió simplemente ignorarlo y cargar con la presencia de un niño pequeño encerrado en el cuerpo de un hombre.
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