Capítulo 13
Una mano, en la oscuridad del océano, la rodeó la cintura tirando de ella hacia la superficie.
Alguien se tiró de cabeza al agua, buceando hasta encontrarla inconsciente bajo el agua, la abrazó la cintura y nadó con ella al exterior.
En cuantos salieron la llevó a rastras hasta el barco, donde se tiró al suelo con ella en brazos e intento reanimarla.
Su rostro era de color cenicienta, tenía los labios morados y no respiraba. Cogió su cuerpo, que temblaba, intentando que reaccionara. Y como no despertaba intentó hacerle el boca a boca a pesar de nunca haberlo probado.
Con una mano sujetó su cabeza, y la otra retiró el pelo mojado de su rostro.
Sin saber muy bien lo que hacía colocó ambas manos en su pecho, con miedo de hacer demasiada presión y que no volviese a despertar.
Repitió el procedimiento una y otra vez. Nada. No reaccionaba. Y al ver eso probó otra táctica con el tiempo corriendo en su contra.
Tapó su nariz, entreabrió su boca, y la unió a la suya. Dándole aire.
Y cuando volvió a presionar su pecho esta vez despertó, dando grandes bocanadas y escupiendo el agua en su garganta con aflicción.
Ella, al despertar, lo primero con lo que se encontró fue con la cara de la última persona que querría ver, pero no le dio mucho tiempo a asimilarlo antes de escupir toda el agua que había tragado, tosiendo sin parar.
El sentimiento de asfixia era algo que nunca le desearía a nadie.
Bueno, puede que a alguien sí, y esa persona estaba frente suya. Aunque no era momento de hablar de eso ahora.
Le llevó un buen rato recobrar la respiración. Pero en cuanto tuvo un momento de lucidez apartó como si de fuego tratase las manos de Jake que acariciaban su espalda con quietud, tratando de calmarla. Sin embargo, se trataba de Kate, era imposible nombrarla en una sola frase junto a la palabra tranquilidad.
Una vez pasado el susto, y como ya había esperado, la obligaron a entrar a su antigua y efímera habitación en la que tan solo había estado un día, encerrándola una vez más.
Hastiada y con el plan hecho pedazos se sentó en el borde de la cama, apoyándose en la cabecera.
Y, por si su día no pudiera ir a peor, alguien entró por la puerta. Pero no cualquier persona, ni más ni menos que el mismísimo e indeseado Jackie Jack, mote impuesto por ella para vengarse del pésimo apodo que le había puesto él al llamarla zanahoria.
Se sentó junto a ella, en la otra esquina, y también se apoyó en la cabecera, dejando sus cabezas una muy cerca de la otra.
Ella, incómoda, se removió hasta dejar un espacio entre ellos, el cual, por supuesto, el chico volvió a acortar.
- ¿Qué quieres? - preguntó de mala gana al ver que se acercaba de nuevo.
-Solo quiero hablar contigo.
-Tienes dos segundos.
Él antes de abrir la boca cogió aire, como si se estuviera preparando para una batalla campal con muerte inminente, y se giró hacia ella, mirándola directamente a los ojos.
-Hemos decidido entre todos que lo más...- se pensó la palabra- seguro es que uno de nosotros te vigile por las noches, al menos durante un tiempo, y como la última vez no funcionó han propuesto que sea desde dentro.
-Te refieres a que alguno duerma en la misma habitación que yo- le detuvo, queriendo que vaya directo al grano.
-Exacto, y como todos tiene miedo a que les... - al ver cómo se empezaba a enfadar la pecosa gruñona decidió no acabar lo frase- el caso es que quieren que sea yo, ya que hasta ahora ha sido quien más a convivido contigo y no he muerto.
-Todavía- volvió a interrumpir, entrecerrando los ojos en su dirección.
-Bueno, lo que quería venir a decirte era que no sé cómo haremos para dormir sin matarnos. Si nos turnaremos para dormir en el suelo, o...
No parecía capaz de terminar de decirlo, de hecho, desde que entró por la puerta había notado un ligero cambio en él, incluso un par de veces había tartamudeado. ¿Puede que estuviera nervioso? ¿Él? Era imposible, seguro que algo tramaba.
- ¿Qué planeas?
- ¿Yo?
- ¿Ves a alguien más en esta habitación? - preguntó con sorna.
-No planeo nada, solo intento llegar a un acuerdo sin tener que pasar la noche entera con un ojo abierto para que mañana no despierte muerto o a saber que más.
-Entonces duerme en el suelo, y no me molestes ni te me acerques.
-Espera- dijo pensando- yo soy el secuestrador, yo doy las órdenes, no tú.
-Eres un genio, has descubierto América.
-Te he salvado la vida, te hemos dado una buena habitación en la que dormir, te hemos dejado cenar con nosotros y tú has huido haciendo que te persigamos durante dos semanas por toda la mar. ¿Y ahora que te vigilamos para que no vuelva a suceder pretendes que duerma en el suelo como un perro?
- ¿Qué pensabas? ¿Que os recibiría con los brazos abiertos por haberme secuestrado? ¿Que dejaría que me llevéis a dónde sea que vayamos para hacer conmigo no sé el qué? ¿Que estaría callada y que quedaría quietecita en mi sitio? Pues no, en cuánto cierres un solo ojo o bajes una mísera barrera me iré todo lo lejos que pueda, me alejaré de ti, tu tripulación, de mi padre y de todo el maldito reino que alguna vez ha creído que podía hacer que estuviera callada para siempre. No más. Se acabó.
-Mira- su gran discurso le había dejado con la piel de gallina, la chica tenía agallas- entiendo que seas desconfiada, tienes buenos motivos para serlo. Y sé que no me creerás cuando te diga que nadie en este barco va a hacerte nada. Pero al menos podrías no pagar lo que has vivido en la isla con nosotros. No somos como ellos, ni siquiera su misma especie.
Con una última mirada perspicaz y con una pizca de confabula, se quitó las botas, la camisa y sin más y a medio vestir se metió bajo las sábanas.
Ella seguía ahí, dándole vueltas a lo último que le había dicho ¿misma especie? ¿puede que ellos también sean...? Era absurdo, las ultimas brujas supervivientes quedaron atrapadas en aquella isla que había dejado atrás, y los aldeanos se encargaron de no dejar ni una, o, al menos, casi ni una.
- ¿Vas a estar toda la noche ahí sentada? Porque así mejor, más espacio para mí.
Entonces, solo entonces, se dio cuenta de un pequeño detalle. A centímetros de distancia tenía al pesado sin camiseta y tumbado en la misma cama en la que pretendía que ella también durmiese.
Antes prefería perder una mano que dormir junto al insufrible y testarudo insoportable y tozudo.
Su lista de apelativos hacia él no hacía más que aumentar.
-No pienso dormir contigo. - dijo reacia.
-Bien, pues el suelo es muy amplio, ponte cómoda.
Poniendo los ojos en blanco apartó la colcha de su lado y se metió bajo ella, guardando la mayor distancia posible y dándole la espalda.
Esta sería una noche muy larga.
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