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Único

- ¡Mi amor! ¡¿QUE LE HAN HECHO?! -lloró con más fuerza, aferrándose al cuerpo inerte de la joven.

- Todo es por su bien, príncipe. -respondió fríamente el soldado.

- ¿Por mi bien? -preguntó seriamente.

- Si, príncipe. -asintió, en una reverencia.

- Yo he dejado a la mujer de mi vida... Le he roto el corazón para salvarla... -comenzó a explicar. - Y ustedes... La mataron igual, a sangre fría. -apretó sus puños. - No merecen seguir respirando. -

- ¿Príncipe...? -preguntaron estupefacto los soldados griegos, observando cómo este se incorporaba, y se giraba hacia ellos, con sus verdes ojos sin vida, vacíos, sombríos...

- Shh... -silenció, sonriendo de manera torcida, sujetando su espalda y cortarle la yugular al hombre quién se sujetó el cuello, sangrando.

- ¡Prin...! -quiso replicar el otro soldado, pero solo le clavó la espada en el ojo, para luego profanar su pecho.

- Sientan su dolor... -respiró profundo, comenzando a matar a todos, uno por uno, de la manera más sangrienta posible, disfrutando el sonido de su fiel espada cortar la piel de los hombres. - De ahora en más... Soy la peor pesadilla de todos. -murmuró de manera macabra, sin sentido común ni cordura.

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- ¡Espera...! Por favor... No... -suplico una vez más la jovencita griega, observando con pavor a toda su familia muerta a su alrededor.

- Ruegas por tu vida, idiota? -preguntó con desprecio. - Mi amada Lucette también rogó por su vida y aún así ahora está muerta... ¿por qué debería dejarte con vida? -

- Yo... Yo... -no supo qué decir, observando aquella ojos verdes tan fríos como el hielo, sin amor ni esperanza, sin brillo. - Por favor... Lord Páschei... ~sufrimiento en griego, "Πάσχει"~ Se lo súplico... -

- Eres tan ingenua. -y tan solo con un movimiento de su espada, desgarro la yugular de la joven. - Una asquerosa como tú no merece vivir. -le dijo fríamente, observando cómo se desangraba.

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- Así que quieres follar conmigo... -dedució con una perversa sonrisa, observando a la mujer quien se estaba ofreciendo a él, desnuda en la cama.

- Si... Por favor... -suplicó, intentando cumplir su fantasía con aquel perverso y sádico hombre.

- Veamos... -se acercó a ella, para luego atarla en la cama, dejándola inmóvil. - Hum... Nada mal. -dijo al observar su cuerpo. - Pero el de Lucette era mejor. -se encogió de hombros, comenzando a succionar el pezón con fuerza de la mujer, aún sin quitarse su traje de color negro.

- ¡Ahhh... Sí! -gimió encantada la pelirroja.

- Te gusta? -le preguntó, sugestivo

- Me encanta. -le contestó, sonriendo satisfecha.

- Uf... Tan fácil que das asco. -rodó los ojos, dejando el pezón a un lado y sacando su cuchillo. - Dile hola a mi amiguito. -le mostró el cuchillo, haciéndola sudar por el miedo. - Te aseguró que este clava más que yo. -sonrió con perversidad, clavando el cuchillo en el seno derecho de la mujer.

- ¡AHHHH! -soltó un grito desgarrador. - Porque... Porque haces esto? Yo te ofrecí mi cuerpo. -preguntó débilmente.

- Porque jamás estaría con otra mujer que no fuera mi amada Lucette, eres un asco, una rata inmunda a comparación de ella... No vales nada. -dijo seriamente, observando cómo la joven perdía fuerzas y entre lágrimas cerraba sus ojos, mientras él clavaba con más fuerza el cuchillo, bajándolo y cortando la piel a su paso, desgarrando todo en la joven ya muerta, gustoso de verla sangrar y ver que tan pálida de muerte estaba.

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- ¡Adrik! Por favor... Frena está locura... ¡Hace años que no he sabido nada de ti! -recriminó el que alguna vez fue el mejor amigo del príncipe de Grecia.

- Neil... Tienes que irte. -ordenó, aún sin mirar al moreno.

- ¡¿Cuantas personas has matado?! Adrik... Reacciona ¡este no eres tú! -suplicó, lanzándose al suelo de rodillas.

- Yo no soy Adrik... Soy Lord Páschei... -determinó dándose vuelta y observando a quien alguna vez fue su confidente. - No importa cuantas personas haya matado... No importa quienes sufran... Nadie entenderá el dolor de mi amada Lucette... -

- ¡Lucette no hubiera querido esto! -gritó entre lágrimas.

- ¡CÁLLATE! -se acercó a él con rapidez, sujetándolo del cuello. - ¡No hables en su nombre! -le ordenó, clavando su vacía mirada verde, llena de rabia y odio. - ¡Vete antes de que te estrangule y te mate a sangre fría! -amenazó.

- Venga... Hazlo... Por los viejos tiempos viejo... -desafió el moreno, valiente. - Si tengo que morir que sea en las manos de mi mejor amigo. -le sonrió con dificultad

- ¡YO NO SOY TU MEJOR AMIGO! -gritó rabioso, zamarreándolo.

- Tienes razón... No eres mi mejor amigo. -reconoció. - Eres mi hermano, hombre... -soltó una lagrima. - Hazlo, mátame. -

Lord Páschei sintió como su cuerpo se paralizaba, abriendo los ojos como platos, sintiendo las lágrimas correr de sus ojos.

Dolía tanto...

¡No debería dolerle! Pero de igual manera dolía...

- Vete... -pidió, soltándole el cuello. - ¡VETE DE AQUÍ Y NO VUELVAS! -le gritó, empujándolo lejos de él, observando cómo Neil lo miraba con dolor, para luego retirarse de allí con pesar.

No pudo matarlo... No pudo.

Después de todo... Neil no tenía la culpa de la muerte de una de sus mejores amigas.

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- Félix Agreste... Adrien Agreste... -leyó en los papiros que encontró en la guarida del último guardián. - ¡¿Quienes mierda son?! -preguntó alterado al maestro.

- Tus oportunidades de volver a vivir... Muchacho... Tienes muchas vidas por delante, pero en especial... Esos dos nombres son los que serán decisivos para tú destino. - le sonrió suavemente.

- ¡Maestro! Quiero el poder absoluto... ¡dime quién tiene los pendientes! -exigió, lanzando el papiro al suelo con ira.

- No lo sé. -mintió, pues los pendientes los tenía prácticamente en su bolsillo. - Lo lamento muchacho... Espero que nos encontremos en otra vida... Aunque te aseguro que si... -le guiñó un ojo, sonriéndole con melancolía y dolor. - Fuiste un chico muy bondadoso, sincero, con un corazón de oro... Hubieras dado la vida por tus seres queridos. -recordó con nostalgia, sonriendo débilmente y sintiendo su corazón partirse al darse cuenta que aquel chico tan dulce y bondadoso que portaba el prodigio de la destrucción ya no estaba, no quedaba nada. - Tú me enseñaste que la persona más dulce puede ser la más peligrosa... La dulzura es como una espada de doble filo, cuanto más dulce es, más dolor puede generar si se lleva por mal camino... -suspiró con pesar. - Adrik, has hecho un buen trabajo como superhéroe... Es hora que descanses en paz y esperes a tu nuevo ciclo que espero que sea feliz. -dicho esto, observó como los portadores de los otros Miraculous se preparaban para clavar la espada al rubio quien lo observaba expectante.

- ¿De qué hablas, anciano inútil? -preguntó con cinismo. - Si crees que por ese patético discurso yo... -no pudo completar su oración, sintiendo como era atravesado por una espada, saboreando el metálico sabor de su propia sangre en su boca.

Cayendo al suelo una vez que fue quitada la espada de su cuerpo.

- Hermano... -lo sostuvo entre sus brazos, llorando. - Has sido el mejor amigo que alguna vez pude tener... Nunca olvidaré tu amistad, tu cariño, ni nuestras risas. -

- Neil... -murmuró con dificultad. - Chicos... -habló ahora a los demás, quienes fueron sus amigos, observando como todos lloraban. - Gracias... -sonrió con dulzura, aquella que hacía años no podían encontrar en él. - Por todo... Jamás los olvidare... Gracias a ustedes podré encontrarme con Lucette. -comenzó a respirar con dificultad. - Viejo... -llamó a Neil. - Gracias por ser parte de mi vida a pesar de todo... -

- No digas eso... ¿si? -lloro con más intensidad. - Nos volveremos a ver... Te lo aseguro hermano... Nuestra amistad es eterna. -determinó, observando cómo con una sonrisa, el rubio dejaba de respirar, dando la última lagrima al mundo.

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- Presentante muchacho... -pidió el director de la escuela, en frente de todos los alumnos en el gimnasio del instituto.

El joven rubio de ojos grisáceos asintió, para luego observar al público con su seria y fría expresión.

- Buenas tardes... Me llamo Félix... Félix Agreste. -se presentó finalmente sin cambiar su seria y elegante expresión.


KalpanaRSaotome

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