CAPÍTULO 41
Alessia
Charlotte insiste en quedarse conmigo está primera noche, a pesar de mi constante negativa, no dio su brazo a torcer. Así que aquí estamos, cruzando juntas la puerta del departamento. Suelto un suspiro al dejar caes las llaves sobre la mesa, sintiendo un nudo en la garganta mientras repaso el lugar con la mirada.
—No es necesario que te quedes, tienes que acompañar a Dylan, él te necesita más que yo. —murmuro con un gesto cansado.
—Dylan me pidió que te acompañara, necesitas a alguien que esté contigo. Él se quedará con Jenna.
—No soy una niña pequeña. No necesito que me cuiden. —respondo enojada.
—No lo eres, pero pareces una. Hoy apenas comiste la mitad de ese sándwich; si no te cuidas por ti, hazlo por tu bebé. —La seriedad en la voz de Charlotte resuena en la habitación, y sus palabras penetran mi resistencia.
Ruedo los ojos, y Charlotte se pone seria. —Date una ducha, te preparé algo para cenar.
Sin pronunciar una sola palabra, me encierro en el baño.
Cierro los ojos con fuerza, permitiendo que las gotas resbalen por mi cuerpo. El sonido constante del agua enmascara mis sollozos. Lloro todo lo que me he aguantado durante toda el día, lloro sintiendo el miedo de perder nuevamente a alguien que amo, lloro sin parar.
Al salir de la ducha, siento una mezcla de fragilida e incertidumbre. El aire fresco acaricia mi piel húmeda, y mientras envuelvo mi cuerpo en una suave toalla, el peso del agua que caía sobre mí parece llevarse consigo una parte de la pesadez emocional. Camino hacia el lugar en que Elliot guarda sus sudaderas, tomo uno y la llevo hasta mi nariz, inhalando su aroma.
Me visto lentamente con su sudadera y un chandal. Una vez lista mis pasos, me llevan hacia la sala donde está Charlotte.
Charlotte ha preparado algo para cenar, y el aroma de la comida llena el aire. Mis pasos, aunque lentos, me llevan hacia la sala, donde Charlotte me aguarda con una media sonrisa. La mesa está dispuesta con cuidado.
—Come algo, Ale. Necesitas mantener tus fuerzas —insiste Charlotte con ternura.
Asiento débilmente, reconociendo la verdad en sus palabras. Siento la necesidad de nutrirme, no sólo por mí, sino por el pequeño ser que empieza a crecer dentro de mí. Mis pensamientos se entrelazan con la complejidad de la vida que llevamos en nuestro interior, una vida que ahora parece más frágil que nunca.
El primer bocado es un encuentro con sabores que apenas logró percibir. La comida, aunque preparada con cuidado, se mezcla con la amargura de la incertidumbre. Miro el plato sin verlo realmente. Cierro los ojos ante el plato de comida, el aroma se vuelve un eco lejano, y cada bocado se convierte en un acto mecánico más que en una experiencia sensorial.
Nos vamos hasta mi habitación, Charlotte camina a mi guardarropa.
—¿Dónde tienes un chándal que me pases? —pregunta asomando la cabeza.
—En el segundo cajón de la izquierda.
Mientras termino de cepillarme los dientes, Charlotte entra al baño, algo que para nosotras es completamente normal, reflejo de la confianza que compartimos al punto de utilizar el baño simultáneamente.
—Cómo en los viejos tiempos. —Dice sonriendo. —Se te nota una pequeña pancita.
Al alzar suavemente la tela de una de las sudadera de Elliot, vuelvo a inspirar profundamente el aroma de él, dejo que la luz del baño ilumine mi vientre, y contemplo con asombro y emoción el diminuto bulto que comienza a asomarse. Una risa suave escapa de mis labios, impregnada de una mezcla de felicidad y nerviosismo.
—No es nada, apenas se nota. —respondo sonriendo.
Charlotte se acerca y se inclina para hablarle a mi vientre. —Hola ahí adentro, soy tu tía aunque pude que me conozcas por la intensa como me llama tu papá. —intentó sonreír, mientras tragó con fuerza. —y te voy a consentir mucho y a malcriar. —ella sonríe poniéndose de pie.
Mis ojos se posan en la curva apenas perceptible, y mis dedos acarician instintivamente la diminuta barriga. La risa se desvanece, dando paso a una sonrisa más suave, cargada de un amor incipiente. Es un amor que va más allá de lo visible, conectando mi ser con el pequeño ser que crece en mi interior.
Se que intenta distraerme y arrancar una sonrisa de mi rostro. Por un momento, mientras debatimos entre risas si mi vientre es más grande o no, logra desviar mi atención de la angustia que me abruma.
Pero al mirarla, una sonrisa triste se dibuja en mi rostro y un nudo mucho más difícil de aguantar se forma en mi garganta.
—No quiero perderlo. —susurro con voz entrecortada, y mis ojos se llenan de lágrimas que amenazan con desbordarse. —No quiero que crezca sin Elliot, no quiero que experimente la soledad que yo sentí al carecer de un pilar en su vida. Puede que suene egoísta, pero no puedo concebir una vida sin él, y la idea de que nuestro hijo pase por lo mismo me llena de pesar y tristeza. —Una lágrima resbala por mi mejilla.
Charlotte acaricia mis mejillas con delicadeza, mirándome con ternura y comprensión.
—Cariño, eso no va a pasar. Elliot es fuerte y verás cómo día a día él va a ir mejorando. Van a estar juntos, viendo cómo el fruto de su amor crece y llena sus vidas. —Me abraza con fuerza y continúa con una sonrisa—. Mi niña enamorada... Él también está profundamente enamorado de ti.
Asiento, con pesar en mi corazón.
—Venga a descansar. —besa mi frente y caminamos hasta la cama. —¿Cuál es tu lado?
Apunto al lado izquierdo.
Nos acostamos y apago la luz sumiéndonos en la oscuridad y en el silencio; solo nuestras respiraciones se escuchan.
—¿Qué sientes que es, una niña o un niño? —pregunta Charlotte rompiendo el silencio.
Sonrío, apoyando mis manos en mi vientre. —Presiento que es una niña.
—¿Te imaginas cómo será de celoso Elliot con una niña? Será muy chistoso. —ríe— sí con Luciana es sobreprotector. Serán una familia hermosa. —añade.
Llegamos con Charlotte al hospital tras una pequeña lucha matutina: ella intentando asegurarse de que desayune algo y yo luchando con las náuseas constantes. El aroma del desayuno parecía tentador hasta que mi estómago decidió rechazarlo, y todo terminó en el retrete como muchas comidas últimamente. La noticia de que Elliot ha pasado la primera noche crítica nos da un alivio momentáneo, pero la ansiedad persiste. La unidad de cuidados intensivos parece un remolino de emociones contundentes y esperanzas frágiles. A pesar de las palabras tranquilizadoras del médico sobre la estabilidad de Elliot, su situación sigue siendo delicada.
Mis malestares se intensifican, pero decido mantenerlos en silencio, no quiero que Charlotte me este regañando por estar aquí y no descansando en casa. La noche la pasé prácticamente en vela, intenté descansar pero la preocupación me fue imposible. Sé que debo descansar, sé que tengo que alimentarme bien, pero no puedo. Simplemente no puedo.
Van tres días desde que Elliot permanece dormido y las visitas se reducen a familiares cercanos. Charlotte ha estado coordinando con Jenna y Dylan para no dejarme sola. Aunque nadie lo menciona abiertamente, están pendientes de mis horas de sueño, de mis comidas y de cualquier necesidad que surja. En estos días, Charlotte parece más mi madre.
En el quinto día Elliot es trasladado a una habitación individual, marcando un progreso significativo en su recuperación. Aunque sigue sin despertar y mostrarle al mundo esos hermosos ojos verdes, que tanto me gustan, el traslado de la unidad de cuidados intensivos a una habitación más tranquila ha hecho que el ambiente del hospital sea más sosegado.
Desde que lo trasladaron a la habitación individual, he optado por quedarme a su lado cada noche. Los sonidos de las máquinas y el constante ir y venir del personal médico se han convertido en una especie de banda sonora que resalta la vulnerabilidad de este lugar. A pesar de que Charlotte está más que molesta con mi decisión de quedarme en el hospital, ella entiende que aquí, entre estas paredes blancas y la luz fluorescente me siento cerca de él, sé que no podré descansar adecuadamente. Pero mi necesidad de estar cerca de Elliot parece más fuerte.
—Eres terca. —afirma Charlotte, su voz llena de frustración.
—Si fuese Dylan quien está en esa cama estarías igual que yo. —le respondo con molestia.
—Si no estuviera embarazada, sí. Pero estás embarazada, entiende que debes descansar, dormir bien y alimentarte adecuadamente. Y no haces ninguna de las tres cosas.
Niego con la cabeza, arrugando la nariz en señal de desacuerdo. —Sabes que mientes. Estarías aquí día y noche con él, estuvieras o no embarazada.
—Comenzarás a comer mejor, sin peros ni malas caras, y solo vas a quedarte una noche sí y otra no. —Intento interrumpir, pero chista. —Estoy hablando. Si quieres cuidar a Elliot, empieza cuidándote a ti primero. Todo debe ser por partida doble ahora. Ya no eres solo una, tienes que velar por ese bebé que viene en camino. ¿Tenemos un trato?
Las siguientes noches se vuelven más llevaderas cuando comparto la habitación con Elliot. Su presencia, aunque inconsciente, me reconforta. Me sumerjo en los recuerdos de momentos compartidos, recordando su risa y la forma en que siempre me hace sentir amada.
Jenna y Dylan continúan viniendo cada día, compartiendo turnos para que ninguno de nosotros se sienta solo en estos momentos críticos.
Charlotte, aunque acepte su trato, a cada momento insiste en que me vaya a casa a descansar y que me llamara si sucede algo, pero todas una de esas veces son sin éxito.
—No, Charlotte. Anoche me fui a dormir a casa, hoy me quedare aquí.
La salud de Elliot sigue siendo la prioridad, pero la vida dentro de mí también requiere atención. Entre visitas al hospital y chequeos médicos, el cuidado de Elliot y la vida que crece en mi interior se entrelazan, creando una danza delicada entre la preocupación y la esperanza.
Durante una de las visitas del médico, se discuten los próximos pasos en el tratamiento de Elliot. Se plantea la posibilidad de comenzar a reducir la sedación para evaluar su respuesta. La perspectiva de que Elliot despierte llena la habitación de una mezcla de esperanza y ansiedad.
—Será un proceso gradual, y no podemos anticipar cómo reacciona. Pero es un paso positivo hacia su recuperación. —explica el médico, reconociendo la tensión palpable en la habitación.
La noticia se esparce entre nosotros como un hilo de luz en medio de la incertidumbre. La idea de ver a Elliot abrir los ojos genera emociones encontradas. La esperanza y la precaución bailan en nuestros corazones, recordándonos que, aunque el camino aún es largo, estamos avanzando.
El octavo día se despliega ante nosotros con destellos de esperanza. Las noticias sobre Elliot son más alentadoras; el médico nos informa que ha mostrado signos de conciencia, un pequeño destello de luz en la oscuridad que nos envuelve.
—Venga, vamos a almorzar —dice Charlotte, colocándose su abrigo.
Niego sin despegar la vista de Elliot.
—Alessia —me reprime Charlotte—. ¿Qué hablamos de cuidarte? Cada día pareces más cansada. No debes ni dormir aquí por las noches.
Suspiro cansada; esta charla es pan de cada día.
—No puedo comer nada. Todo lo devuelvo —murmuro acariciando la mano de Elliot.
—Te espero afuera. Si te demoras más de diez minutos en salir, volveré a entrar y pediré que no te dejen entrar.
Me giro, frunciendo el ceño y dejando mi boca en una expresión de sorpresa ante sus palabras.
—Diez minutos —repite antes de salir de la habitación, sin darme oportunidad de responder.
Suelto el aire pesadamente y tomo la mano de Elliot entre las mías.
—Despierta, mi amor.
Mis pensamientos se entrelazan con los latidos del monitor, creando una melodía de esperanza y preocupación en la habitación. La tenue luz del hospital destaca la palidez de su rostro, y mis ojos se encuentran con los suyos cerrados, anhelando verlos abrirse una vez más.
Me acerco y deposito un suave beso en su frente, murmurando mientras acaricio su mejilla. Si no salgo ahora, Charlotte volverá a entrar.
—Te necesitamos, amor. Nuestro hijo te necesita. Tienes que estar aquí, verlo crecer. —Mis palabras se entrecortan con la emoción, el deseo de que despierte.
Siento un ligero apretón en mi mano, un gesto apenas perceptible pero suficiente para detenerme en seco. Mis ojos se elevan y encuentran los suyos, abiertos, buscando los míos.
—Es verdad ¿no lo soñé? —pregunta con una voz y sonrisa débil.
Sonrío con lágrimas rebosando de alegría. La luz en sus ojos hace que mi corazón dé saltos de emoción. Elliot, con esfuerzo, levanta la mano y seca mis lágrimas con dulzura.
—¡Despertaste! Amor, despertaste —Murmuro con alegría depositando un beso suave en sus labios.—Estoy embarazada. —confieso, apoyando mi mejilla en su mano.
Elliot parpadea, sus ojos brillan con una mezcla de asombro y emoción contenida. Sus labios, apenas esbozando una sonrisa débil, revelan el torbellino de sentimientos que está experimentando en ese preciso instante. Es como si un rayo de luz atravesara la neblina que lo había mantenido alejado de mí durante días.
—Estoy embarazada —reafirmo, con un nudo de emoción en la garganta. Mis palabras parecen resonar en la habitación, llenando el espacio con la fuerza de la revelación.
El brillo en sus ojos se intensifica, y una oleada de emoción recorre su rostro. Su mano, aún débil, se desplaza hacia mi vientre como si quisiera acercarse a esa pequeña vida que late dentro de mí. Es un gesto lento pero cargado de un amor inmenso.
—Un hijo —exclama con un susurro entrecortado, sus ojos centelleando con una mezcla de incredulidad y dicha.
Seco mis lágrimas con el dorso de mi mano. —Iré por un doctor.
Él asiente con una sonrisa y cierra los ojos.
—Vuelvo enseguida —me acerco para depositar un beso en sus labios.
La puerta se abre de nuevo.
—Ya pasaron los diez minutos —murmura Charlotte enojada.
Me separo de Elliot con una sonrisa, y él abre los ojos lentamente para mirar a quien acaba de entrar.
—¡Elliot! Despertaste —habla bajito pero emocionada. —Vaya, parece que alguien decidió regresar del otro lado. —Dice con humor mientras se acerca a nosotros con una sonrisa. Charlotte toma su mano y lo mira con felicidad. —¡Te extrañamos amigo! Ahora iré por un doctor y luego iremos a almorzar —me mira y asiento. —Y Elliot... —nos sonríe cuando ve la mano de él en mi vientre. —¡Felicitaciones a ambos! serán unos maravillosos padres.
—No puedo creerlo. Un hijo nuestro. —murmura, sus ojos aún fijos en los míos.
Las palabras se quedan cortas para expresar la emoción que nos envuelve. Elliot acaricia suavemente mi vientre como si pudiera sentir la presencia del pequeño ser que crece dentro de mí.
Asiento con una sonrisa.
—Amor acércate quiero besarte nuevamente, debo recuperar los días que estuve sin besarte... —murmura.
—Debes descansar. —le hablo sobre sus labios.
—Solo un par de besos, no me harán daño... al contrario —sonríe —me ayudarán a mejorar más rápido.
☯
Holaaa!!! ✨
¿Qué les parece?
Estamos llegando ya casi al final del camino de está historia, quedan 2 capítulos + el Epílogo 🥺
Espero que sigan disfrutando de está historia.
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Gracias por leer, un abrazo 🧡
Nos vemos en el próximo capítulo 🫶🏻
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