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CAPÍTULO 35

Alessia

Nos encaminamos hacia el bullicioso mercado, inmersos en la maraña de sonidos y colores vibrantes. El aire se impregna del irresistible aroma de especias y productos frescos, creando un ambiente que nos sumerge de inmediato en la esencia auténtica del lugar. Los puestos coloridos destilan vida y nos invitan a explorar cada rincón del mercado.

Elliot y yo nos deslizamos entre la multitud, cautivados por la animación que nos rodea. Los vendedores locales ofrecen degustaciones generosas de quesos y dulces, creando una sinfonía de sabores que acaricia nuestros sentidos. La gente charla y ríe, formando parte de un cuadro pintoresco que encapsula la vida del mercado.

—Prueba este chocolate artesanal —invita Elliot, sosteniendo un pequeño trozo de chocolate frente a mis labios.

Sin dudarlo, acepto la oferta. El chocolate, rico y decadente, se deshace en mi boca, liberando una explosión de sabores que despiertan una sensación de placer. Un suspiro involuntario escapa de mis labios, y mi rostro se ilumina con la delicia que experimento.

Elliot sonríe al notar mi reacción ante el exquisito sabor del chocolate. La atmósfera bulliciosa del mercado parece desvanecerse por un instante, dejándonos a solas en nuestro propio universo de placer.

—¿Te gustó? —pregunta, sus ojos centelleando con complicidad.

Asiento con una sonrisa, disfrutando no solo del chocolate, sino también de la conexión íntima que compartimos en medio del mercado vibrante. Elliot acaricia suavemente mi mejilla con el dorso de sus dedos, dejando una estela de calor en mi piel.

—Tienes algo de chocolate en los labios. —susurra, acercándose lentamente.

Siento el roce suave de sus labios sobre los míos, un beso delicado que captura la esencia misma de nuestro momento compartido. La mezcla de sabores, el bullicio de la gente a nuestro alrededor y la sensación de los labios de Elliot contra los míos, crean una sinfonía sensorial que se queda grabada en mi memoria.

—Y a ti ¿te gusto el chocolate? —pregunto cuando nos separamos.
—Tus labios mejoran el sabor del chocolate. —murmura sobre mis labios.

Suelto una risa suave, saboreando la intimidad efímera que creamos en medio de la multitud. Seguimos explorando el mercado, deteniéndonos en puestos que ofrecen productos locales. Cada rincón revela algo nuevo: desde quesos envejecidos hasta mermeladas artesanales.

—Este mercado es increíble. —comento, admirando la diversidad de productos a nuestro alrededor.

Elliot asiente, apreciando la belleza caótica del lugar. —Y aún más increíble es compartirlo contigo.

A medida que avanzamos, la sensualidad del entorno se intensifica. Los vendedores presentan sus productos de manera tentadora, ofreciendo muestras que despiertan nuestros sentidos. Nos detenemos frente a un puesto de especias exóticas, y Elliot sugiere explorar juntos los aromas cautivadores.

—Vamos a poner a prueba tu olfato de chef. —murmura con una sonrisa juguetona. —Cierra los ojos y dime qué aroma reconoces. —me dice, sosteniendo una pequeña bolsa entre sus manos.

Cumpliendo su sugerencia, inhalo profundamente. El aroma embriagador de las especias se mezcla con el aire, creando un perfume irresistible. Elliot se acerca, su aliento rozando mi cuello mientras aguza mi sentido del olfato.

—¿Lo reconoces? —pregunta, su voz suave y sugerente.

—Canela, vainilla... y algo más que no logro identificar. —respondo, disfrutando de la cercanía y la conexión sensorial. —espera... no lo alejes.... —vuelvo a inhalar el aroma, permitiendo que la fragancia inunde mis sentidos. —Cardamomo. —añado con una sonrisa triunfante abriendo los ojos.

Elliot sonríe, complacido. —Tienes un buen olfato.

—¿Qué me gané? —Pregunto con una sonrisa juguetona.

Elliot acerca sus labios a los míos y me obsequia un beso tierno pero apasionado. Al separarnos por la falta de aire, paso la punta de mi lengua por mis labios, saboreando la dulzura de ese instante mientras no dejo de mirarlo con deseo. La conexión entre nosotros se vuelve palpable, y el juego sensual que compartimos se intensifica con cada gesto y mirada.

Continuamos explorando el mercado, sumergidos en un juego de seducción sensorial. Cada rincón ofrece una oportunidad para conectar de manera más íntima, ya sea probando delicias locales o compartiendo susurros cautivadores entre los puestos bulliciosos. La experiencia se vuelve un viaje no solo de descubrimiento culinario, sino también de complicidad y deseo compartido en medio del mercado vibrante de sabores y sensaciones.

Caminamos entre los puestos, dejándonos llevar por el bullicio y la energía del mercado. Los colores vibrantes de las frutas y verduras frescas nos rodean, creando un telón de fondo lleno de vida. Los vendedores llaman nuestra atención, ofreciendo muestras de delicias locales y provocando risas cómplices entre nosotros. El aire fresco de la montaña acariciando nuestros rostros. Las casas de madera y las tiendas decoradas para la temporada navideña crean un ambiente acogedor a nuestro alrededor.

Decidimos detenernos frente a un rústico puente de madera, donde la nieve se acumula en los barandales y los copos caen suavemente del cielo. Elliot saca su teléfono y, con una sonrisa, propone tomar algunas fotografías juntos para capturar estos momentos especiales. Nos acercamos al puente y nos posicionamos frente al lente, compartiendo risas y gestos cómplices mientras congelamos en imágenes nuestra felicidad.

—Es increíble como la vida puede unir caminos de una forma tan inesperada. —comento con una sonrisa admirando la fotografía.

Elliot asiente colocando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

—Sí, si no hubieras ocupado mal los intermitentes no nos hubiéramos conocido. —responde con diversión.

Me alejo de él con una mirada incrédula. —Sabes perfectamente que yo no fui la culpable.

—¿Estás segura? —pregunta tomándome de la cintura para que no me aleje.

Me quedo en silencio recordando aquella noche del incidente, jamás pensé que estaría en esta situación con él, ni siquiera pensaba en volver a verlo, pero el destino tenía preparado algo para nosotros dos que claramente no me arrepiento de nada. El incidente del choque fue resuelto por los seguros de nuestros autos y hasta allí quedó el tema, ese día fue un caos en el restaurante estuve trabajando desde temprano y todo el día fue un caos.

Tal vez tenga razón y haya sido yo la causante del pequeño choque, no señalando que iba a doblar, bueno él también tiene un poco la culpa por no ir atento a la conducción. Sí ambos tenemos la culpa. Pienso.

Elliot me observa detenidamente mientras pienso, comienzo a sonreír poniéndome nerviosa.

—De todos modos, igual nos hubiéramos conocido. Fuimos los padrinos del par de intensos. —le recuerdo.

—No respondiste mi pregunta. —dice con sus labios muy cerca de los míos.

—¿Y eso importa?

Niega con una sonrisa. —No, la verdad es que no.

Elliot se acerca un poco más, su mirada fija en la mía, y puedo sentir el calor de su aliento rozando mi piel. Hay una electricidad en el aire que parece intensificarse con cada segundo que pasa.

—¿Sabes? —susurra, su voz suave como un suspiro—. A veces pienso que el destino nos jugó una buena pasada.

Mi corazón late un poco más rápido, y no puedo evitar sonreír ante su comentario.

—¿Por qué dices eso? —pregunto, tratando de mantener la calma a pesar de la creciente emoción que siento en mi pecho.

Elliot se queda en silencio por un momento, sus ojos buscando los míos con una intensidad que me deja sin aliento.

—Porque desde el momento en que te vi, supe que cambiarias mi mundo. Y ahora, aquí estamos, en medio de la nieve, compartiendo momentos que nunca quiero olvidar.

Sus palabras me llegan directo al corazón, y me encuentro incapaz de apartar la mirada de la suya. Hay algo en su expresión, en la forma en que me mira, que me hace sentir como si estuviéramos solos en el mundo, aunque estemos rodeados de gente y de la ciudad que nunca duerme.


El reloj en la mesita de noche marca las horas que se escapan a toda velocidad. Elliot y yo nos preparamos para recibir el año nuevo aquí en Vermont, donde ha sido testigo de nuestros encuentros mágicos. La suite del hotel nos acoge con su atmósfera cálida.

La nochevieja se despide ante nosotros en una noche estrellada. Desde la ventana de la suite, la ciudad se ilumina con luces festivas, creando una postal encantadora. Las montañas se presentan en la distancia, cubiertas de nieve brillante que refleja la luz de la luna.

—La vista simplemente es espectacular. —murmura Elliot regresando del baño.

Giro sobre mis talones lentamente para mirarlo, y luce impecable con un traje oscuro.

Para la ocasión escogí un vestido rojo carmesí largo con abertura en la pierna derecha, el vestido tiene un escote en v. Sus ojos recorren lentamente mi cuerpo, observando cada detalles del vestido. Sus ojos brillan con lujuria, su mirada se oscurece y mi boca se seca.

—Estás deslumbrante, amor.

Sonrío, agradecida por sus palabras, mientras él se acerca y me toma de la mano con suavidad.

—Tú tampoco te quedas atrás. —murmuro enderezando levemente su moño. —Estás muy guapo. Te robarás todas las miradas.— murmuro juguetona.

—La única mirada que me interesa robar es la tuya.

Ladeo mi cabeza levemente y sonrió mirándolo directamente a los ojos. —Siempre tienes mi mirada en ti.

—No podré quitarte la vista de encima.

—No quiero que lo hagas.

Caminamos hacia el patio del lugar, donde la música festiva y las risas de otros huéspedes deciden pasar las fiestas con la celebración que Crested Butte ofrece a sus huéspedes. El ambiente se carga con la expectativa por la llegada del nuevo año. Intercambiamos algunas charlas con los otros huéspedes que están disfrutando de esta velada al igual que nosotros.

La medianoche se acerca, y con Elliot nos encontramos en una conversación que parece elevar la temperatura ambiente. Nos encontramos frente a frente, sumergidos en una conversación que se convierte en el preludio de algo más intenso. Mis ojos escudriñan cada uno de los rasgos de Elliot, y noto que sus ojos brillan con una intensidad que nunca antes había presenciado. Su expresión, ahora más relajada, revela una transformación que me llena de satisfacción; sus rasgos adquieren una suavidad que despierta una sonrisa en mi rostro al darme cuenta de que soy la responsable de ese cambio.

—¿Por qué me miras así? —pregunta Elliot, su voz ligeramente ronca, como si la tensión en el ambiente hubiera alcanzado también sus cuerdas vocales.

—¿Así cómo? —respondo, parpadeando varias veces en un intento de procesar la intensidad del momento.

—De la misma forma en que te miro yo a ti.

—¿Y cómo me miras tú? —pregunto con una sonrisa en mis labios, consciente de que mi pulso se acelera con cada latido de mi corazón.

—Como si estuviera enamorado.

Mis emociones se agitan al escuchar esas palabras, y mi corazón comienza a latir con una rapidez que amenaza con salirse de mi pecho. La atmósfera se carga con la promesa de algo más profundo, algo que va más allá de las palabras.

—¿Y... lo estás? —pregunto, encontrando sus ojos nuevamente, buscando respuestas en esa mirada intensa.

Elliot susurra con convicción. —Más de lo que alguna vez pude imaginar.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal al absorber la intensidad de sus palabras. La conexión entre nosotros se intensifica, y un cálido cosquilleo se apodera de mi ser. La transformación en su mirada revela no solo el deseo, sino un profundo sentimiento que va más allá de las palabras. En este momento, somos cómplices de una complicidad que trasciende el tiempo y el espacio.

—Pues... yo también lo estoy—mi voz se eleva en un susurro.

Sus ojos, ahora más brillantes que nunca, sostienen los míos con una intensidad que me hace perderme en su profundidad.

Une nuestros labios y me besa con pasión, con intensidad suficiente como para hacer que la realidad desaparezca por un momento. Siento la calidez de su boca contra la mía, y nuestras lenguas se entrelazan en un baile íntimo que deja claro el deseo que arde entre nosotros.

Elliot se separa ligeramente, toma mi mano y susurra en mi oído. —Ven, tengo una mejor idea para recibir el año nuevo.

Asiento con una sonrisa, y juntos nos dirigimos hacia nuestra suite para dar la bienvenida al año nuevo de una manera más íntima. Entramos a la cabaña, y Elliot me guía hacia el baño. Un ambiente mágico nos envuelve, con velas que destilan su luz tenue, iluminando la habitación con destellos suaves, y pétalos de rosas que guían el camino hacia un jacuzzi situado junto a las amplias ventanas, creando un escenario romántico que me deja sin aliento.

—¡Vaya sorpresa! —exclamo, sorprendida y emocionada.

Elliot sonríe, disfrutando de mi reacción.

—Pensé que podríamos recibir el año nuevo de una manera especial e íntima. —explica, su mirada llena de sugerencia.

Nos despojamos de la ropa, con una lentitud y sensualidad que podría encender cualquier nuestro alrededor. Elliot toma mi mano para ayudarme a entrar al jacuzzi, y nuestros ojos permanecen fijos el uno en el otro. Antes de sumergirse a mi lado, Elliot vierte con gracia el contenido de una botella de champaña en dos copas, que coloca estratégicamente a nuestro alcance.

El agua acaricia nuestra piel, creando una sensación de bienestar que se mezcla con la anticipación del año que está por comenzar.

Elliot está sentado detrás de mí en el jacuzzi, su cuerpo firme contra mi espalda, y las burbujas suaves acarician nuestra piel. La conversación fluye de manera natural, pero la complicidad entre nosotros se intensifica, llevando el ambiente hacia una atmósfera más íntima.

Las luces tenues del baño proyectan destellos dorados sobre el agua, y el sonido de la música suave crea una sinfonía sensual. Elliot, con sus manos fuertes, comienza a acariciar suavemente mi espalda, siguiendo la curva de mis hombros. La sensación de su cercanía provoca un estremecimiento en mi piel, y mi respiración se vuelve más profunda. Elliot comienza a deslizar las yemas de sus dedos por mis hombros, trazando círculos suaves que envían escalofríos a lo largo de mi columna vertebral. La calidez del agua se mezcla con el tacto sensual de sus manos, creando una combinación embriagadora.

Las caricias de Elliot se deslizan lentamente hacia abajo, explorando la curva de mi espalda antes de detenerse en la base de mis lumbares. Un suspiro escapa de mis labios cuando sus dedos inician un juego de caricias que aumenta la tensión en el aire. La yema de sus dedos, en un gesto provocador, desciende por el centro de mi espalda, trazando una línea delicada que me hace estremecer.

Elliot, con destreza, continúa su exploración, bajando sus manos por los lados de mi torso hasta llegar a mis caderas. Su tacto es firme pero gentil, y la conexión entre nosotros se intensifica con cada caricia.

El ambiente en la habitación se carga de un magnetismo sensual. Las luces tenues resaltan los contornos de nuestros cuerpos, y el sonido suave del agua del jacuzzi se mezcla con susurros y gemidos ahogados.

—¿Cómo te sientes, mi amor? —pregunta Elliot en un susurro, su aliento cálido rozando mi cuello.

—Bien, muy bien. —respondo con voz entrecortada, sintiendo la anticipación crecer en el aire.

Elliot, con suavidad, lleva una mano hacia adelante, descendiendo por mi estómago en un recorrido lento y deliberado. La yema de sus dedos explora mi piel con sensibilidad, dibujando patrones que provocan sensaciones intensas. Su mano se detiene sobre mi abdomen, mientras su otra mano continúa acariciando mi espalda, creando una sinfonía de placer que me deja sin aliento.

—Eres tan hermosa. —murmura Elliot, su voz ronca resonando en mi oído. —Tan perfecta.

Sus labios encuentran el lóbulo de mi oreja, y un suspiro escapa de mis labios. La tensión sexual entre nosotros se vuelve palpable, y la expectativa de lo que está por venir aumenta mi deseo.

Elliot continúa sus caricias, ahora deslizando sus manos hacia delante, explorando la suavidad de mi piel mientras sus dedos se entrelazan con la curva de mis pechos. La intensidad del contacto aumenta, y mi respiración se vuelve irregular. Sus caricias son una danza erótica que enciende una llama ardiente entre nosotros.

—¿Te gusta, amor? —pregunta Elliot, su voz cargada de deseo.

—Sí, mucho. —respondo en un susurro, entregándome al éxtasis que sus caricias provocan en mi cuerpo.

Elliot, percibiendo mi deseo mi deseo, gira suavemente mi cuerpo en el jacuzzi, dejándome sentada a horcajadas sobre él. La proximidad de nuestros cuerpos crea una conexión eléctrica, y la anticipación del contacto inminente hace que mi piel se erice.

Nuestras bocas se buscan con ansias, explorándose en un beso ardiente y hambriento... 


El cielo nocturno se ilumina con los primeros destellos de los fuegos artificiales, proyectando destellos de luz sobre nuestras pieles entrelazadas. La habitación se sume en una mezcla de sombras y luces, creando un ambiente íntimo y cargado de sensualidad.

—Feliz Año Nuevo, hermosa. —Dice Elliot, sus palabras se entrelazan con nuestros jadeos y gemidos, guiando nuestros movimientos en esta danza de deseo.

—Feliz año nuevo, amor. —mi voz, entre jadeos, resuena en la habitación, cargada de deseo y excitación. La combinación de sus movimientos y las explosiones de luz en el cielo crea un espectáculo tanto fuera como dentro de la suite.

La fusión de nuestras pieles en el jacuzzi se convierte en una danza erótica, acompañada por el ritmo de nuestros cuerpos que se entregan sin restricciones. Cada movimiento de Elliot es una sinfonía de placer, llevándonos a la cima de la lujuria compartida. Los fuegos artificiales pintan el cielo con destellos de colores, reflejando la explosión de emociones que vivimos en ese momento.

La intensidad del momento se refleja en la mirada ardiente que intercambiamos, sellando nuestra conexión en el lienzo del nuevo año que comienza.

Los fuegos artificiales culminan en un estallido de luz y color en el cielo, simbolizando el clímax de nuestra unión íntima. Nos perdemos en la vorágine del placer, donde el tiempo se desdibuja y solo existe el presente efímero de nuestra pasión desenfrenada.

—Eres mi mejor regalo de año nuevo. —afirma Elliot, su voz cargada de admiración y deseo.


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