CAPÍTULO 3
Narra Alessia
Por fin, hoy tengo un día libre en el restaurante, y he quedado con Charlotte para acompañarla en la elección de su vestido de novia. Charlotte es más que una amiga; es mi hermana de corazón. Nuestros lazos se forjaron en la infancia, llena de travesuras compartidas y secretos compartidos. A pesar de tener diferentes padres, nos consideramos hermanas en todos los sentidos que importan.
Tras la trágica pérdida de mis padres en un accidente automovilístico cuando solo tenía diez años, me vi forzada a mudarme a Italia con mis tíos. Aquel doloroso acontecimiento marcó el comienzo de una etapa difícil en mi vida. La pérdida de mis padres y la separación de mi mejor amiga fue un doble golpe que me costó superar. Pero, a pesar de la distancia, Charlotte nunca dejó de estar a mi lado. La constante comunicación entre nosotras se convirtió en mi salvavidas en medio de la tormenta. Charlotte ha sido mi roca, mi apoyo constante en los momentos más oscuros de mi vida.
Ese fatídico día en que ocurrió el accidente, el destino se mostró despiadado. Mis padres se dirigían a una escapada de fin de semana para celebrar su aniversario de bodas, algo que habían planeado con tanta ilusión. Un camión descontrolado invadió su carril y los chocó de frente. Mis padres perdieron la vida en el acto, y mi mundo cambió de manera irreversible en un instante. El accidente dejó un vacío inmenso en mi vida. Mis tíos en Italia hicieron todo lo posible por cuidar de mí, pero la ausencia de mis padres fue como un agujero negro que amenazaba con absorber toda la luz de mi existencia. La tristeza y la melancolía se convirtieron en mis compañeras constantes, y aunque intentaba sonreír por fuera, por dentro me sentía completamente perdida. Cada día fue una lucha, una batalla contra la desolación que amenazaba con consumirme. La distancia con Charlotte solo intensificó el dolor, pero nuestra amistad se mantuvo fuerte a pesar de los kilómetros que nos separaron. La tristeza persiste en mi interior, como una sombra que se niega a desvanecerse con el tiempo. Dicen que el tiempo cura todas las heridas, pero eso no es del todo cierto. El tiempo no puede sanar la herida profunda que siento por no tener a mis padres a mi lado. Jamás podrán conocer la persona en la que me he convertido, no estarán presentes en el día de mi boda para verme vestida de blanco, mi padre no podrá entregarme en el altar al hombre que amo, y no podrán jugar con sus nietos cuando llegue el momento.
Esta sensación de vacío, esta ausencia palpable de momentos compartidos, es una herida que nunca sanará por completo. El simple pensamiento de todo lo que me han arrebatado me hace derramar una lágrima solitaria por mi mejilla. El duelo es un proceso complicado y doloroso, y aunque hoy estoy bien, sé que la pérdida de mis padres siempre será una herida abierta en mi corazón.
Entré al estacionamiento de la tienda y me encuentro con Charlotte esperándome. Su sonrisa deslumbrante irradia entusiasmo y alegría, lo que inmediatamente iluminó mi día.
—Hola, guapa —me saludó con un abrazo afectuoso—. ¿Qué le pasó a tu auto?
—Hola a la novia más hermosa —respondí, correspondiendo a su abrazo antes de examinar los daños en mi auto—. Un idiota arrogante me chocó la otra noche y, para colmo, quería echarme la culpa.
«Pero que está bastante bueno». Hablo mi subconsciente.
Le cuento la historia con lujo de detalles mientras caminamos hacia el interior de la tienda de novias.
—Elliot Blackwood, es él compañero de Dylan. —me reveló Charlotte mientras admira los hermosos vestidos que nos rodean.
—¿Qué? —mi sorpresa se hizo evidente.
—Sí, son compañeros de equipo y es su mejor amigo —contestó mientras contempla un vestido con escote en forma de corazón.
—¿Y está invitado a la boda? —pregunto con aparente desinterés, aunque mi curiosidad aumenta.
—Sí, es el padrino de bodas de Dylan... —Charlotte asintió, y su mirada se llenó de complicidad.
—Pensé que no tendría que verlo jamás. ¿Siempre es tan encantador? —añado con sarcasmo.
Charlotte me muestra una hermosa pieza con un escote en V y detalles de encaje, su espalda al descubierto era impresionante. Mi rostro se ilumina de emoción.
—Charlotte, es hermoso, deberías probarte el vestido —le dije con entusiasmo.
Asintió, entregando el vestido a la asesora de la tienda antes de dirigirnos al probador. Mientras lo hace, continuamos nuestra charla sobre Elliot.
—Elliot es un hombre serio y de pocas palabras. Le encanta el control y es muy bueno en su trabajo. Sus misiones siempre son exitosas. Pero cuando está con su grupo de amigos, se relaja un poco, aunque nunca abandona su apariencia seria. Espero que algún día llegue esa chica que lo haga sonreír y sea el Elliot que conocí hace cinco años atrás.
Ruedo los ojos —Y machista...
Charlotte rie y continuó explicando—. Elliot, en realidad, es la persona menos machista que conozco. Sí, puede ser un poco rudo, pero no es machista en absoluto. Incluso ha declarado que prefiere trabajar con mujeres antes que con hombres. Dice que las mujeres son mucho más organizadas y ese tipo de cosas... ¿Cuál de sus autos chocó?
—Un hermoso McLaren negro.
—Ahora entiendo su enojo. Es nuevo, lo compró hace apenas dos meses.
Me encogí de hombros—. No es mi problema que el seudo agente cavernícola no sepa cuidar a ese bebe.
Nuestra conversación animada continua mientras exploramos más vestidos, cada elección desencadena una charla apasionada sobre detalles y preferencias. Pronto, estamos sumergidas en un mundo de encajes, perlas y tul. Mientras miramos los vestidos, la madre de Charlotte, Susan, se une a nosotros junto a su hermana menor, Elena.
—Alessia, cariño ¿cómo estás? —me preguntó Susan.
—Hola Susan, ¿bien, y tú? —La saludo con un beso en la mejilla—. Elena, ¿qué tal todo?
—Hola Ale, todo va muy bien —responde Elena con una sonrisa.
Nuestras conversaciones se entrelazan y fluyen. Susan siempre ha sido excepcional. Después de la trágica pérdida de mis padres y mi mudanza a Italia, ella nunca dejó de mantenerse en contacto conmigo. Siempre me llamaba, me enviaba regalos y se preocupaba por mí, incluso hasta el día de hoy. En muchos sentidos, se había convertido en una figura materna para mí aquí en Estados Unidos. Cuando regresé, fue ella quien me ayudó a encontrar un buen departamento, aprovechando su experiencia como corredora de propiedades.
—Entonces, ¿cómo van los preparativos de la boda? —le pregunto a Charlotte mientras admiramos un vestido de encaje que cuelga en una percha dorada.
Ella suspiró, sus ojos brillaban con emoción.
—Está siendo una locura, Ale, pero una locura maravillosa. Mi mamá y Elena —las mira con una sonrisa —están planeando cada detalle, y Dylan está más emocionado que yo, si eso es posible —suelta una carcajada—. Y bueno, tener a mi persona aquí conmigo de vuelta es todo lo perfecto para ese día —dijo mientras me abrazaba.
Siento un nudo en mi garganta ante las palabras de Charlotte, y le devuelvo el abrazo con más fuerza.
Un nudo se forma en mi garganta, y respondo al abrazo de Charlotte con un afecto igual de sincero. Cuando nos separamos, seguimos admirando los vestidos con entusiasmo. Exploramos una variedad de estilos, desde los que tienen un aire de princesa hasta los que tenían un corte en forma de corazón. Charlotte se prueba varios vestidos, y mientras espero, aprovecho para mirar mi celular y responder algunos mensajes. Mi sonrisa no pasó desapercibida cuando Charlotte sale del probador, luciendo un vestido impresionante.
—¿Alguna noticia emocionante en tu mundo, Alessia? —preguntó con curiosidad, mientras contemplamos el vestido que tiene puesto, que parece sacado de un cuento de hadas.
—Nada que se compare con lo que estás viviendo en este momento, amiga mía —respondí con una sonrisa cálida. —Ese vestido te queda increíble. —Dije con una sonrisa emocionada.
Susan y Elena también asistieron aprobando el vestido.
El vestido de sus sueños. Es un diseño elegante y atemporal que resalta su belleza natural y su personalidad radiante. La miré con admiración y alegría.
—¿Les gusta? —preguntó Charlotte mirándose en el espejo..
El escote en forma de V realza su feminidad de manera sutil, y el encaje meticulosamente bordado a mano adorna su cuerpo, creando un patrón de flores y hojas que parecen cobrar vida. Cada detalle del encaje está diseñado con precisión para realzar la belleza natural de Charlotte. La espalda del vestido es un espectáculo por sí solo, revelando una porción cuidadosamente medida de piel y añadiendo un toque de sensualidad y misterio con sus decoraciones de perlas y cristales que centellean con cada movimiento. La falda del vestido fluía con gracia y cae en una cola elegante que se extiende por el suelo, permitiéndole moverse con facilidad y comodidad en su gran día.
—Este es el indicado, Charlotte. Cuando camines hacia el altar con este vestido, todos estarán sin palabras. —Le sonreí sinceramente. —Si Dylan no se casa contigo, lo haré yo. Eres la novia más hermosa que jamás haya visto —dije riendo.
Charlotte suelta una risa contagiosa que llenó la tienda. —Tenemos que buscar tu vestido de dama de honor. —Mira su celular que acaba de sonar —Las chicas están por llegar. Quieren ver el vestido que elegí para mi y obviamente el que tendrán ustedes.
Después de saludar a las chicas y ponernos al día, comenzamos con la búsqueda de nuestros vestidos de dama de honor.
—Nuestros vestidos deben ser negros, porque estaremos de luto. —Dice Grace.
Charlotte se giro sosteniendo un vestido y miro a Grace curiosa — ¿Por qué quieren vestirse de negro?
Sonreí y respondí—. Porque nuestra amiga deja la soltería para siempre.
Todas comenzamos a reír, es la primera del grupo de amigas que se casa. Este es el grupo de amigas de Charlotte pero cuando llegué hace cuatro meses, ella me las presentó y congeniamos todas tan bien que me fue fácil adaptarme e incluirme en el grupo.
—Con las chicas queremos irnos a Las Vegas como nuestra última fiesta y salir todas juntas solteras —me dice Maddie—, y necesitamos coordinarnos contigo y saber tus días libres porque debes acompañarnos.
—Nuestra última salida y fiesta todas juntas solteras. Será un desmadre esa fiesta. —Comenté riendo.
Grace agregó—. Tenemos que hacer una despedida de soltera épica.
Rio y asiento—. Claro que iré. No me la perdería por nada. Díganme cuándo planean ir y así coordino mis horarios en el restaurante.
—Queremos ir a principios del próximo mes. ¿Te acomoda?
—Mmm.. —musito sacando mi teléfono para revisar mi horarios —tengo libre el cuatro pero hablaré con Antoni para pedir el cinco libre.
—Perfecto.
Salgo de la tienda de vestidos y me dirijo a una florería cercana. Allí, elijo un hermoso ramo de girasoles. Los girasoles siempre me llenan de alegría y me recuerdan la felicidad de mi infancia, antes de que todo cambiara.
Mientras salgo de la florería con los girasoles en mano, un hombre me llamó.
—Alessia, ¿eres tú? —preguntó.
—Sí, soy yo. ¿Y tú eres...? —contesté.
Si, fui un poco directa, pero prefiero vivir ese incómodo momento de no recordar a la persona y que ella me diga quien es a que estar fingiendo que lo conozco y sé quien por quizás cuanto tiempo, y que finalmente nunca sabrás quién fue esa persona.
La pregunta pareció sorprenderlo, pero se recuperó rápidamente. —¿No me recuerdas?
Intenten no poner los ojos en blanco.
No amigo no te reconozco. Pensé.
—Soy Simón, de la secundaria —dijo, tratando de refrescar mi memoria.
Me muerdo el interior de la mejilla, esforzándome por recordar. —¿Simón que usaba lentes?
El Simón de la secundaria que recuerdo era bajo, con lentes y frenos. Sin embargo, el hombre frente a mí es alto, de piel canela, ojos verdes cautivantes, nariz recta, labios perfectamente definidos y besables, y un cuerpo bien trabajado. Había cambiado muchísimo.
—Sí, ese soy yo —responde con una sonrisa, mostrando una dentadura perfecta.
«Hicieron efecto los frenos»
Habla mi subconsciente y tuve que esforzarme para no reír en voz alta, por mis pensamientos. Simón se convirtió en un hombre sorprendentemente guapo.
Sin darme cuenta, pasó la lengua por mis labios y noto su mirada se centraron en mis labios. Me puse un poco nerviosa ante su atención repentina.
—¿Cómo has estado? ¿Hace cuánto regresaste? —me preguntó.
Sonrió mientras le respondo—. Volví hace cuatro meses. Pero he estado súper bien. ¿Y tú? ¿Qué ha sido de tu vida?
—¿Tienes tiempo? Podríamos ir a un café o a tomar un helado —propuso, con una sonrisa coqueta.
—Por supuesto, vamos. —Acepto encantada.
Caminamos juntos hasta una heladería cercana, donde pedimos dos helados, uno de fresas y otro de vainilla.
—... Bueno ahora lideró la cocina del restaurante Le Château de Luxe y ya he creado dos platillos nuevos para el restaurante y estoy perfeccionando el tercer platillo. —Digo con una sonrisa orgullosa.
—Sigues siendo igual de sorprendente que hace quince años. Soy Director de Información en la empresa de análisis de datos y gestión, Metrópolis Data Insights.
Simón y yo seguimos nuestra conversación mientras disfrutamos de los helados en la acogedora heladería. Las risas y los recuerdos fluyen de manera natural, como si el tiempo no hubiera pasado desde nuestros días de secundaria.
Simón parece interesado en seguir la conversación y propuso con una sonrisa inocente—. Podríamos ir a cenar algún día de estos.
—Claro, me encantaría. —Respondo con una sonrisa, sintiéndome intrigada por descubrir más sobre el hombre en el que se había convertido.
Terminamos nuestros helados, pero la conversación continuó. Hablamos de nuestros planes para el futuro, nuestras pasiones y nuestros sueños. Descubro que compartimos muchas afinidades, como el amor por la cocina, la música y los viajes.
Finalmente, llegó el momento de despedirnos. Nos intercambiamos los números de teléfono y acordamos encontrarnos para cenar en un futuro cercano. Cuando me despido de Simón y camino de regreso a mi auto. En mi departamento, mientras preparo la cena no puedo dejar de pensar en Charlotte y en su boda. Es un momento único y especial en su vida, y estoy emocionada por ser parte de ese día. Mientras mezclo los ingredientes en un tazón, mi mente divagó aún más, evocando la imagen de Elliot Blackwood.
Su voz profunda resonando cerca de mí, sus ojos intensos mirándome con deseo, su cuerpo fuerte y musculoso presionando contra el mío. Mis mejillas se calentaron ante la idea de sentir su aliento en mi oído, sus labios recorriendo mi cuello, y sus manos explorando cada centímetro de mi piel.
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