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CAPÍTULO 29

Alessia

En medio del vapor y el calor que emana del agua tibia y nuestros cuerpos, Elliot toma mi barbilla con suavidad, su mirada intensa se encuentra con la mía en medio del vapor y el calor que envuelve el baño. Las palabras que salen de sus labios son como una cálida caricia en medio de la intimidad compartida.

—Te debo una disculpa por lo que sucedió el otro día. —Su pulgar se desliza con ternura por mi nariz, generando un escalofrío placentero. —No me arrepiento de haberte dejado entrar en mi corazón. Tú derribaste muros, me hiciste ver que otra persona puede quererte y hacerte sentir vivo como tú lo haces conmigo.

Bajo la mirada, una mezcla de emociones se agita en mi interior al recordar lo que ocurrió hace unos días en este mismo lugar. Elliot vuelve a levantar mi mentón, sus ojos buscando los míos con determinación.

—Sin ti estaba bien, pero contigo estoy mil veces mejor. —deposita un beso en mis labios. —Te contaré todo...

Interrumpo sus palabras, sintiendo la necesidad de preservar la magia y la intimidad del momento.

—No lo hablemos aquí, no arruinemos la magia y el ambiente.

Elliot asiente con comprensión y una chispa de gratitud en sus ojos.

—Tienes razón. Este lugar merece algo más que una conversación incómoda. Pero prometo que compartiré todo contigo, Alessia. Quiero que confíes en mí. Ahora déjame consentir a mi hermosa novia.

Mi pecho se expande con cada latido, como si mi corazón estuviera reclamando su espacio, recordándome que está vivo y palpitante. Es una sinfonía interna, una melodía que marca el compás de mis pensamientos y sentimientos.

Una sonrisa nerviosa asoma en mis labios. —¿Novia? no recuerdo que me hayas preguntado tal cosa.

Elliot sonríe. —Eso es algo que podemos solucionar después, ahora déjame consentirte.

El suave roce de los labios de Elliot despierta sensaciones eléctricas en mi piel. Su aliento cálido se mezcla con el aroma del vapor, creando una atmósfera envolvente. Cada beso es una caricia cargada de intenciones, una danza íntima que aviva la chispa entre nosotros.

Sus labios encuentran los míos en un beso apasionado, sellando el pacto silencioso de complicidad y amor. El agua cae sobre nosotros, pero el calor de su abrazo contrarresta la frescura del líquido que desciende del techo.

—Eres mi perdición, Alessia. —susurra Elliot entre besos, como si sus labios fueran mensajeros de sus sentimientos más profundos.

Cierro los ojos, entregándome a las suaves sensaciones que nos envuelve. Cada caricia es un eco del deseo compartido, y en ese momento, en medio de la ducha, nos perdemos en la magia de nuestro propio mundo.

Lo veo tan entregado a cada roce, sus manos explorando mi piel con una suavidad que enciende la pasión. Sus dedos dibujan líneas invisibles sobre mi cuerpo, deslizándose con maestría y despertando cada centímetro de mi ser.

Nuestros labios se encuentran en un baile ardiente, una melodía de deseo que se intensifica con cada beso. El vapor de la ducha se convierte en un cómplice silencioso de nuestras caricias, y el agua que cae sobre nosotros parece avivar el fuego de nuestros cuerpos entrelazados.

La cercanía con Elliot desencadena una explosión de sensaciones, un torbellino de emociones que nos sumerge en un éxtasis compartido. En ese instante, somos uno solo, conectados por la pasión que nos envuelve y nos lleva a explorar los límites de nuestra entrega mutua.

Elliot termina de vestirse con ropa cómoda y me sonríe antes de salir de la habitación dejando que me vista con su ropa a mi ritmo. Después de unos diez minutos salgo de su habitación dirigiéndome por el pasillo hasta la sala. La atmósfera se comienza a transformar a una más íntima. Elliot aprovechó el tiempo y encendió la chimenea de la sala.

La luz tenue de la chimenea juega en su rostro, destacando sus rasgos suavemente. Me acerco a él, y nuestras miradas se encuentran en un silencio que habla volúmenes. La tristeza que llevo conmigo es como una sombra, y en sus ojos veo el deseo de disipar mi semblante triste. Estira su mano para tomar la mía y sentarme a su lado. Los latidos de mi corazón crecen.

—¿Estás bien? —preguntó suavemente, estrechándome a su cuerpo.

Asiento, me envuelve en un abrazo reconfortante, siento el latido de su corazón junto a mi oído. El calor de la chimenea y el roce de nuestras manos forman un consuelo silencioso.

—¿Te gustaría algo caliente? Tal vez un té, café o chocolate caliente para reconfortarnos —ofrece, queriendo brindarme un pequeño consuelo después de la intensidad del día.

—Un chocolate caliente me parece perfecto. —Respondo con una sonrisa.

Deja un suave beso en mi frente y se pone de pie para preparar las bebidas, me giro en el sillón para no perderlo de vista.

—Sabes, preparo mejores bebidas que el desayuno —bromea, recuerdo el incidente con la tostada.

Suelto una suave carcajada, y la expresión en su rostro es una mezcla de diversión y frustración ante mi carcajada..

—Eso no es muy difícil, considerando que quemaste una simple tostada. Pero sí, me encantaría probar tu chocolate caliente..

Nos sumergimos en una liviana conversación mientras prepará dos tazas de chocolate caliente.

Se vuelve a sentar a mi lado nuestras tazas humeantes entre las manos. La conversación fluye, y en cada palabra compartida, siento que nos acercamos un poco más.

Lo cálido de la chimenea y el aroma del chocolate caliente se mezclan con nuestras risas. Los detalles de una conversación sincera parecen desdibujar las sombras que aún persisten en su mirada.

—Admito que mi habilidad culinaria no es precisamente mi mejor carta de presentación —confiesa con una sonrisa.

Sonrío. —Al menos tienes otros talentos ocultos por demostrar. —respondo con picardía, tomando un sorbo de mi taza.

La calidez del momento nos envuelve, creando una especie de complicidad que parece expandirse con cada palabra compartida. La taza de chocolate entre mis mano ofrece un consuelo reconfortante a mi día cargado de emociones.

—¿Por qué Luciana no te llama tío? —pregunto, disfrutando de un sorbo de mi chocolate.

Niega divertido. —Porque no le gusta la palabra tío. Según ella, hace que la gente se vea más vieja y fea, y yo soy un hombre joven para que me llame tío.

Río con una carcajada sonora. —En eso tiene razón, eres joven y también eres guapo. —sonrió junto con él. —Luciana es muy adorable, me gusta cuidarla.

—Lo es. Me contó que le enseñaste a hacer galletas.

Asiento con una sonrisa. —Si, galletas con chispas de chocolate.

Elliot suspira y nos sumergimos en un silencio agradable.

—Quiero que sepas que me cambiaste y no me arrepiento de haberte dejado entrar a mi vida. Los días contigo son maravillosos porque tú eres maravillosa. —Sonrío ante sus palabras, y él continúa. —Quiero seguir conociéndote y que tú me conozcas. —Guarda silencio antes de continuar. —Sabrina... era...

Noto la lucha interna en sus ojos. —Si no estás listo, lo entenderé. Disculpa por lo del otro día; soy yo quien te debe las disculpas. Intenté forzarte a hablar de un tema que te cuesta. —Hago una mueca de arrepentimiento.

Elliot deja su taza en el posavasos y toma la mía para colocarla a un lado. Se gira hacia mí y toma mi mejilla con delicadeza. —Estoy listo para contarte quién era Sabrina. —Guarda silencio unos segundos. —Ella era mi prometida. —Expresa con una calma que apenas oculta la tormenta de emociones en su interior. En esos segundos de silencio, percibo la tristeza en sus ojos, como si reviviera aquel capítulo doloroso de su pasado.

—¿Era? ¿qué pasó? —me doy un golpe en la frente mentalmente.

«¿No es obvio? Terminaron». Comenta mi subconsciente.

Carraspeo —Me refiero a ¿Por qué terminaron?

La expresión de Elliot se vuelve un caleidoscopio de emociones, desde la tristeza hasta la rabia, reflejadas en sus ojos oscuros. Respira hondo, como si el simple acto de recordar le pesara en el pecho.

—Ella me estaba engañando con Zack. —Su voz lleva consigo el peso de la traición.

Mi boca se abre ante la sorpresa. —Zack... —titubeó —¿Tú hermano?

Asiente. —Si, me estaba engañando con mi hermano.

—Pero... ¿Zack no estaba casado con Emma? —Pregunto, buscando armar las piezas de un rompecabezas que se vuelve cada vez más intrincado.

—Es difícil de creer, ¿verdad? —Responde Elliot con un suspiro, como si la incredulidad aún resonara en su interior.

Elliot asintió lentamente, como si confirmar la realidad le costara un esfuerzo sobrehumano. Un nudo se formó en mi garganta al imaginar el torbellino de emociones que debió haber experimentado en aquel fatídico día.

—Sí, lo estaban. —Su voz resuena con una mezcla de tristeza y resignación. —Pero descubrí la verdad el mismo día en que planeaban escaparse juntos. Era una escena de no creer, escuchar a mi prometida decir que estaba enamorado de mi hermano, dolió, pero no dolió tanto como escuchar a tu hermano decirte que está enamorado de tu prometida. Eso dolió, una puñalada directa al corazón. —Hace énfasis en la última frase.

Su historia me tiene en un estado de desconcierto absoluto. ¿Quién podría ser capaz de hacer algo así, de meterse con la novia de su propio hermano? Es como si los cimientos de la confianza y el respeto mutuo se derrumbaran en un segundo. Me invade una sensación de incredulidad y malestar profundo ante la idea de traición y engaño entre personas tan cercanas, que se supone deberían protegerse y apoyarse mutuamente. Es una historia que desgarra, que muestra lo inesperado y oscuro que puede llegar a ser el comportamiento humano, y me deja sin palabras ante el nivel de deslealtad y engaño entre aquellos que deberían cuidarse y protegerse mutuamente.

»Recuerdo que esa tarde Emma me llamó pidiéndome que fuera a buscar unas cosas que se le quedaron de Luciana en el antiguo departamento que compartían con Zack, ya que había estado intentando comunicarse con Zack. Había estado intentando comunicarse con él, pero era inútil. Así que me entregó las llaves y me dirigí allí. Cuando entré al departamento, la voz de Zack me sacó de mis pensamientos. Comenzó a hacerme preguntas de qué estaba haciendo aquí, su actitud extraña me llamó la atención, miraba a cada rato su celular y él solo buscaba la forma en que me fuera del lugar. —Hace un silencio mientras mira un punto fijo— Le contesté que fui por unas cosas de Luciana que se quedaron y que si no le molestaba iría por ellas, al parecer sí le molestó pero no lo demostró, al pasar por fuera de la habitación que era suya y de Emma, vi un par de maletas cerradas y otra abierta sobre la cama. Recuerdo que me giré y le pregunté qué pasa, lo típico. ¿De quién son esas maletas? Y la pregunta más importante ¿Qué esconde? —Suspira— Cada segundo que pasaba se empezaba a poner más nervioso, y lo primero que sale de su boca es un "Elliot... hermano, perdóname. Me enamoré". Quizás las cosas con Emma no estaban bien, no sé, yo no me entrometía en su relación. Pero su frase me llamó la atención. Comenzó a explicarme cómo habían sucedido las cosas, pidiendo que lo cubriera con Emma, diciendo que estaba en Afganistán y luego él solucionaría sus problemas, pero me negué rotundamente.

Mientras Elliot relata su historia, mis manos se agitan nerviosas, incapaces de permanecer quietas. Siento un impulso instintivo de buscar su mano, como un gesto de apoyo y comprensión, pero algo me detiene a medio camino. Mis manos regresan rápidamente a mi regazo. Es entonces cuando Elliot parece darse cuenta de mi inquietud. Con gentileza, él extiende su mano hacia la mía, entrelazando nuestros dedos en un gesto reconfortante y cercano. Sus dedos se entrelazan con los míos,

—Zack solo repetía perdóname hermano. Hasta que la puerta de entrada se abre y escucho la voz de Sabrina. Todo comenzó a encajar como piezas de rompecabezas. Mi hermano y mi prometida estaban juntos. Todas esas veces que Sabrina me decía: "Cariño, salgo con las chicas. Cariño me quedo hasta tarde en el trabajo. Cariño esto, cariño esto otro", la mayoría de las veces estaba con mi hermano y algunas de esas ocasiones coincidía con que Emma me llamaba preguntando si sabía algo de mi hermano, ya que intentaba comunicarse con él pero no lo lograba. —Acaricio el dorso de su mano con mi pulgar y él aprieta el agarre. —Sabrina, al verme de pie en la habitación principal, se pone pálida. Ambos intentaban hablarme, explicarme lo que sucedió y pidiendo perdón. Yo solo les dije que se fueran al infierno juntos, y a Zack le di un golpe en el rostro. Tomé las cosas de Luciana y salí del lugar. De camino a casa de Emma, me fui todo el trayecto pensando en cómo le iba a contar de ellos, ella no merecía esto. Solo merecía amor. Emma tenía sospechas de que Zack podría estar siendo infiel, pero nunca pudo comprobarlo. En cuanto llegué a su departamento y me vio, todas sus sospechas se confirmaron, y además supo quién era su amante.

—No me lo puedo creer... —Murmuro en voz baja.

Elliot hace una mueca, mientras que yo sigo jugando con sus dedos. —Emma me abraza y llora en mis brazos, estuvo un buen momento llorando hasta que se recompuso. Esa misma noche, Emma recibe un llamado en el que le comunicaban de un accidente. Zack perdió el control de su auto y él perdió la vida al instante; en cuanto a Sabrina, ella quedó en coma. Yo no fui a verla ningún día. Para mí, la relación había terminado en el momento en que me enteré. Después de dos meses en los que yo me encerré, centrándome en surgir en mi trabajo y convirtiéndome en la persona que conociste. Luego de dos meses, los doctores comunicaron que Sabrina no estaba teniendo ninguna mejora y sus padres me pidieron que tomara la decisión, pero me negué. Yo no tenía derecho a elegir si vivía o no, menos cuando no era nada mío.

—¿Y sus padres sabían que ella y Zack...?

Elliot niega. —No. No lo sabían o eso creo. Después del accidente y algunos meses después, Emma decidió perdonarlos. En cambio, para mí, ellos dejaron de existir

—Gracias por compartir esto conmigo —murmuro, sintiendo que mis palabras apenas rascan la superficie de la comprensión que intento transmitir.

El reloj marcaba su curso sin prisa, sumergiendo la sala en una quietud que se veía interrumpida por el titilar de las llamas danzantes en la chimenea. La tenue luz proyectaba sombras fugaces sobre las paredes, tejiendo un escenario íntimo y acogedor.

En este ambiente, como envuelta en un abrazo de emociones, me hallaba yo, intentando procesar la complejidad de la historia que Elliot acababa de compartir conmigo.

Decidí romper el silencio que parecía abrazarnos, y las palabras escaparon con una mezcla de curiosidad y emoción contenida. —¿Por qué conmigo fue diferente?

Elliot, sumido en sus propios pensamientos por un instante, se sumergió en mis ojos, como buscando la respuesta en el reflejo de los míos. —Porque eres diferente. Admiro tu perspectiva de la vida, esa forma en que enfrentas los desafíos con luz, a pesar del dolor que llevas. Sé que duele y que es un dolor que nunca se va del todo, pero a pesar de eso, sonríes, encuentras la alegría en las cosas simples.

Muerdo mi labio inferior, conteniendo esa lágrima que amenazan con asomarse. —No es fácil —confesé con sinceridad.

—Me imagino que no lo es. Pero aún así, estás aquí, vives la vida. Ayudas en el refugio de animales, te deleitas con las pequeñas maravillas. Aún recuerdo cuando fuimos a cenar por primera vez y tus ojos se iluminaron al ver la decoración del lugar, o cómo se llenaron de emoción cuando esa perrita se acercó y permitió que la acariciaras. Eres maravillosa y por eso me atraes, por eso fue y es distinto contigo. Eres diferente a todas las demás. Eres esa mujer que merece que uno derribe sus muros y permita que los sentimientos escondidos afloren. Aunque, debo admitir, mis muros no tuvieron mucha resistencia —añade con una sonrisa, aunque su tono se vuelve un poco más serio—. No sé cómo hacerlo en una relación... Sé que cometeré errores.

—Para mí, lo estás haciendo de maravilla —respondo con una sonrisa amplia.

Elliot devuelve mi sonrisa, y sus ojos expresan gratitud. La complicidad entre nosotros se intensifica con cada palabra compartida en ese rincón iluminado por las llamas.

—Aprecio tus palabras, Alessia. Pero quiero que sepas que aún estoy aprendiendo, y cada día contigo es un nuevo capítulo. —Su voz, suave como un susurro, resuena en la quietud de la sala.

La atmósfera adquiere una dimensión más íntima, como si el tiempo se hubiera detenido para permitir que este momento especial se desplegará. Elliot se acerca lentamente, sus ojos fijos en los míos, como si la conexión entre nosotros fuera un imán irresistible.

—Quiero que sientas lo que significas para mí, Alessia. —Sus dedos rozan suavemente mi mejilla, una caricia ligera que envía un estremecimiento a través de mi piel.

Mi corazón late con fuerza, capturado en el encanto de ese gesto tan delicado. Las palabras se desvanecen, dejando espacio para el lenguaje silencioso de las miradas y los roces.

Elliot se inclina lentamente, cerrando la distancia entre nosotros, y nuestros labios se encuentran en un beso suave pero cargado de significado. Fue un momento mágico, donde el tiempo y las preocupaciones se desvanecieron, dejándonos inmersos en la calidez de ese beso.

Nos separamos lentamente, pero la conexión persiste en la mirada compartida. Elliot acaricia mi mejilla una vez más, como si quisiera atesorar ese instante en su memoria.

—Alessia, desde el momento en que entraste en mi vida, supe que algo había cambiado. Me has mostrado un camino lleno de luz, y no quiero dejar de caminar contigo. —Sus ojos, profundos y sinceros, buscan los míos en busca de complicidad.

Mis labios responden con una sonrisa emocionada, y siento cómo el corazón late con fuerza en mi pecho.

—Elliot, cada momento contigo es especial, y no cambiaría nada de lo que hemos vivido juntos. Quiero seguir caminando a tu lado, descubriendo lo que el futuro nos tiene reservado.

El brillo en sus ojos se intensifica, reflejando una complicidad palpable entre nosotros. Un silencio cargado de significado se cierne en el aire, un entendimiento mutuo que supera las palabras.

Elliot acaricia mi mejilla con delicadeza, su tacto era suave y cálido, enviando escalofríos que se deslizan por mi piel. Cada gesto, cada contacto, parece tejer un hilo invisible entre nosotros, fusionando nuestras almas en una sinfonía de emociones.

Nuestros ojos se encuentran en un baile íntimo y cómplice. En ese instante, la tensión en el ambiente es palpable, una atracción mutua que trasciende lo evidente. Sin necesidad de palabras, comprendimos lo que viene a continuación.

El calor de su aliento rozando mi piel, la proximidad de su cuerpo, crearon un aura cargada de expectación y deseo. Sus labios se acercaron a los míos con una lentitud deliberada, como saboreando cada centímetro de la distancia que los separaba.

El roce inicial fue sutil, apenas un encuentro fugaz que desencadenó una corriente eléctrica a través de mi ser. Nuestros labios se unieron en un beso suave y tentativo, explorando con delicadeza en un torbellino de sensaciones.

La suavidad de sus labios contra los míos me inundó de una sensación embriagadora. Una mano se desliza con ternura por mi espalda, atrayéndome más hacia él, mientras la otra acaricia con suavidad mi mejilla.

El beso tomó fuerza y pasión, un intercambio ardiente de emociones que se desataron en un torbellino de sensaciones. Cada caricia, cada roce, despierta una conexión más profunda entre nosotros, sumergiéndonos en un momento de intimidad exquisita.

La calidez de sus manos acariciando mi piel, el aroma embriagador que flota entre nosotros, crean un ambiente ardiente y cautivador. 



Holaaa!!!

Elliot se abrió y contó su pasado. ¿Se esperaban una confesión así? ¿Qué piensan de Zack y Sabrina?  

Sigan disfrutando de esta historia.

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Gracias por leer y por su apoyo, un abrazo 🧡

Nos vemos en el próximo capitulo 🫶🏻

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