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CAPÍTULO 25

Alessia

Estoy absorta en la cocina del restaurante, dedicada a la elaboración de los platos que saldrán en breve, cuando Carla entra con el ceño fruncido y se acerca a mi lado.

—¿Qué pasa?— pregunto sin mirarla.

—Uno de los comensales quiere hablar contigo, Alessia. Dice que su filete está seco y... —se detiene, y con una sonrisa traviesa añade—, por cierto, insiste en verte. Es guapísimo y tiene unos ojos verdes hipnotizantes. —eleva una ceja curiosa mientras habla de Elliot— Ese hombre está para pecar y seguir pecando. Debe ser increíble en la cama. —susurra con un brillo juguetón en los ojos.

Suelto una carcajada y Carla me mira confundida.

—Termino este platillo y salgo a hablar con él, ¿puedes decirle que en cinco minutos salgo?

Carla asiente dudosa y sale de la cocina.

Me vuelvo a concentrar en el plato para terminarlo a la brevedad e ir a hablar con él. Quito mi solapa junto con el gorro, colgándolos en una de las perchas, y atravieso las grandes puertas que separan la cocina del comedor.

—¿Cuál es la mesa, Carla? —pregunto en voz baja mientras observo a los comensales.

—¿Qué mesa? ¡Ahhh! La del hombre guapísimo. Es la mesa diez.

—Gracias.

Comienzo a caminar en dirección a la mesa diez, y ahí está él con cara de pocos amigos, bebiendo de su copa de vino. Nuestras miradas se encuentran, y me guiña un ojo, enviándome una agradable corriente eléctrica que estremece todo mi cuerpo.

—Buenas noches. ¿Cuál es el problema? —pregunto al llegar a su mesa.

—El problema sería que se pierdan las buenas costumbres, ¿verdad, amor?

Niego divertida. —Las buenas costumbres nunca deben perderse. Oficial. —sonrió. —Hola. —susurro.

—Hola, hermosa.

—¿Qué tiene el plato?

—Nada realmente —sonríe—, solo tenía ganas de verte, y hacerte enojar por devolver tus platos. Porque enojada te ves realmente sexy.

Aquellas palabras suyas, acompañadas de esa sonrisa pícara, desataron una cálida sensación en mi pecho.

—Elliot...

Él eleva las manos —Prometo que será la última vez que devuelva un plato, no quiero causarte problemas. —entrecierro los ojos sin creerle—. Palabra de boy scout. —añade haciendo el gesto que ellos hacen.

Lo miro sorprendida. —¿Fuiste boy scout?

Niega con una sonrisa. —No. Pero no devolveré ningún plato más —sonríe con inocencia. —¿A qué hora termina tu turno?

—Salgo a la una. —le respondo con un suspiro cansado.

—¿Viniste en auto?

Asiento.

Mira el reloj en su muñeca. —Dame tus llaves, lo llevaré al estacionamiento de mi edificio y luego vendré a buscarte, nos vamos juntos.

La sonrisa en mi rostro refleja no solo la alegría ante su oferta, sino también la chispa de anticipación por el tiempo que pasaremos juntos.

—Vale, te las enviaré con Carla.

—Perfecto. Nos vemos en —verifica su reloj— dos horas y media.

—Te estaré esperando. —respondo.

Nos quedamos mirando unos segundos, miro hacia ambos lados verificando que nadie esté observando y le lanzo un beso antes de comenzar a caminar de vuelta a la cocina.

Justo antes de cruzar las puertas, me vuelvo para mirarlo una vez más y noto que su atención sigue puesta en mí. Entro en la cocina y me acerco a Carla, quien está charlando animadamente con Daniel, otro de los camareros.

—Carla, ¿te puedo pedir un sabor?

—Chef... Necesitamos un Carpaccio de Langosta con Salsa de Maracuyá y Caviar —me llaman desde la cocina.

—Voy en dos segundos. —Anuncio, mientras mi mente ya comienza a trabajar en el plato solicitado.

—Si, dime. —responde Carla.

—Puedes ir a mi locker y sacar las llaves de mi auto y entregárselas al de la mesa diez.

Carla abre sus ojos. —¿Al guaperas de la mesa diez?

Asiento con una sonrisa.

—Tienes que contarme quién es él. —Dice Carla caminando en dirección hacia los lockers.

El pedido del Carpaccio de Langosta con Salsa de Maracuyá y Caviar es un desafío que, sin embargo, abrazo con entusiasmo. Me sumerjo en la elaboración del plato, seleccionando con precisión los ingredientes más frescos y exquisitos.

—Marco, ¿puedes ayudarme a preparar la base del Carpaccio? Necesito que las láminas de langosta estén impecables para esta presentación —llamo a mi soul chef mientras organizo los utensilios necesarios.

Marco se acerca con su característica sonrisa y comienza a trabajar junto a mí. Entre la camaradería y la concentración en el trabajo, intercambiamos algunas palabras triviales:

—¿Has visto la última serie que salió en Netflix? Es alucinante —comenta Marco, mientras separa con destreza las láminas de langosta.

—Sí, la escuché el otro día. Dicen que es increíble.

La mezcla de la salsa de maracuyá con el caviar requiere una atención especial, y nos sumergimos en la tarea, dedicados a alcanzar la perfección en cada detalle. Las conversaciones triviales con Marco dan un respiro a la tensión del servicio y me ayudan a mantenerme centrada, aunque mi mente divague hacia lo que está por venir.

Dos horas después, la agitación en la cocina comienza a disminuir. Las últimas órdenes han sido atendidas, y la calma se instala gradualmente en el restaurante. Marco y yo finalizamos nuestras responsabilidades, asegurándonos de que cada plato sea servido con la excelencia que caracteriza a nuestro equipo.

—Gran trabajo hoy, Equipo. Fue una noche exitosa, como siempre. —comento, sonriendo mientras revisamos la cocina.

—Siempre es un placer trabajar contigo, Alessia. Y ya sabes, cualquier cosa que necesites, estoy aquí. —responde uno de los muchachos en la cocina.

Aprovechó un breve momento de tranquilidad para revisar mi celular. Un mensaje de Elliot avisándome que ya está afuera y sonrío.

—Marco, gracias por tu ayuda hoy. ¿Puedes encargarte de cerrar la cocina? Tengo una pequeña gestión que atender. —le pido a mi fiel compañero.

—Por supuesto, Alessia. Ve y disfruta de tu noche. Nos vemos mañana.

Con una sonrisa agradecida, me encamino hacia el estacionamiento. La atmósfera de la noche está templada, y la ciudad parece envuelta en una serena calma. Al llegar al estacionamiento, encuentro a Elliot esperándome junto a su auto.

Nuestros ojos se encuentra, y un gesto cómplice se dibuja en sus labios. Elliot se endereza cuando me acerco dejando un beso en mi mejilla.

—¿Lista para irnos?

Asiento con una expresión juguetona, y nos dirigimos hacia su auto. El trayecto se desliza entre risas y conversaciones ligeras. Cada palabra, cada risa, parece tejida con la promesa de una velada única. El ruido de la ciudad de fondo se desvanece mientras nos sumergimos en nuestro propio mundo.

Al entrar en el ascensor, la tensión sensual del momento se intensifica. La proximidad entre nosotros crea una conexión eléctrica, y nuestras miradas hablan un lenguaje propio. El ascensor se detiene, las puertas se abren, y nos adentramos en la privacidad de su apartamento.

Elliot cierra la puerta tras nosotros, sumiendo el espacio en una atmósfera íntima. La luz tenue resalta su figura, y la sensualidad de la situación se vuelve palpable. Nos enfrentamos, sin palabras, pero con un entendimiento profundo que va más allá de lo que pronunciamos.

Despierto y la habitación aún se encuentra a oscuras, miro la hora en mi celular tres cuarenta y cinco. Aún es temprano, y Elliot duerme plácidamente a mi lado. Me acomodo nuevamente para retomar el sueño, pero sus murmullos comienzan a llenar el silencio nocturno. Me giro hacia él y acarició suavemente su mejilla. Un suspiro escapa de sus labios al sentir mi tacto, sonrío y me vuelvo a acomodar para continuar durmiendo.

—No te detengas.... —murmura entre sueños— Necesito más ... Sabrina.

¿Sabrina?, ¿Dijo Sabrina? La confusión se entrelaza con la intriga, y mi mente comienza a tejer especulaciones en un intento de descifrar si realmente escuche bien. El nudo en mi vientre se comienza a formar.

—Sabrina... — continúa, sus palabras se entrelazan en un murmullo ininteligible, pero el nudo en mi vientre se aprieta con cada sonido. El tono en su voz, a pesar de la somnolencia, lleva consigo una carga emocional. Un susurro apenas audible atraviesa la oscuridad de la habitación: —No te vayas... te...

Un escalofrío recorre mi espalda, una mezcla de incertidumbre, tristeza y escepticismo. Los latidos resuenan fuertes en mis oídos, desafiando el silencio.

No quise terminar de escuchar su frase y me levanto, tomo mi ropa y me encamino hacia el baño. Cierro la puerta tras de mí, sumida en un silencio que solo es interrumpido por el suave murmullo de la lluvia que golpea la ventana. Mi reflejo en el espejo revela unos ojos llorosos, atrapados entre la confusión y la tristeza. Estoy atrapada entre la curiosidad de saber más y el miedo a lo que aquel descubrimiento pudiera desencadenar.

Mientras me visto, mis manos tiemblan ligeramente, y la fría superficie del lavabo parece absorber la calidez que aún me queda.

Escucho dos golpes en la puerta y luego su voz... —Amor... ¿estás ahí?

El eco de su voz atraviesa la puerta del baño, y una punzada de dolor se mezcla con mi desconcierto. Su llamado cariñoso suena hueco en mi interior, y una chispa de enojo comienza a arder dentro de mí. Respiro profundo, intentando calmar la tormenta emocional que se desata.

—Sí, estoy aquí —respondo con voz firme, aunque mi tono refleje la turbulencia de mis pensamientos.

Con el corazón latiendo más rápido de lo normal, cada movimiento para vestirme es como un intento de reprimir la agitación que me consume. Elimino con cuidado cualquier rastro de lágrimas que pudiera haber en mi rostro, forzando una especie de calma. Antes de abrir la puerta, respiró profundamente, tratando de calmar el torbellino emocional que parece devorarme. Los golpes de Elliot resuenan y, al ver su expresión confundida, mi interior se retuerce, el nudo en mi garganta apretándose un poco más.

—¿Por qué estás lista? ¿Te vas al trabajo tan temprano? —pregunta, perplejo.

Paso junto a él, sin darle respuesta, sintiendo su presencia detrás de mí mientras ignoro cada una de sus preguntas.

—¿Se puede saber que te pasa? —Intenta agarrar mi brazo, pero me libero con brusquedad.

Lo miro con ojos entrecerrados, la amargura se apodera de mis palabras. —¿Quién es Sabrina? —exijo, dejando que la pregunta corte el silencio como un cuchillo afilado.

Su rostro palidece instantáneamente, como si el color se drenara de su piel al instante en que menciono ese nombre. Veo cómo su mandíbula se tensa con fuerza, cada músculo de su cuerpo parece contraerse en respuesta a mi pregunta. Los ojos, que antes irradiaban confianza, ahora reflejan una mirada fría y dura.

Sigo mirándolo, esperando una respuesta que no llega. La tensión en el aire se corta con un cuchillo invisible, y puedo sentir la electricidad entre nosotros, cargada de preguntas sin respuesta.

Finalmente, rompo el silencio, mi voz temblando ligeramente. —Elliot, te hice una pregunta.

—No es nadie.—responde sin mirarme.

Con una mezcla de determinación y preocupación, decido presionar más. —No es nadie, dices. Pero tu silencio dice lo contrario. ¿Quién es Sabrina, Elliot?

—No es nadie. —responde con voz firme.

Suelto un suspiro frustrado, sintiendo cómo la impaciencia se mezcla con la confusión. Mis ojos buscan respuestas en los suyos, pero en lugar de abrirse, los de Elliot evitan los míos, cerrándose más en sí mismo. —¿Y eso es todo lo que vas a decir? ¿Que no es nadie, Elliot? —Mi voz refleja la mezcla de emociones que recorren mi ser. La frustración se convierte en confusión, y mis palabras buscan una conexión que parece estar esquivándome. —Me voy. Si no vas a hablar, me voy.

—Alessia, te dije que no es nadie. Por favor volvamos a la cama.

—Vuelve tú. Yo me voy.

Suelta un gruñido y se acerca a mí con precaución, como si temiera que cada paso que dé pueda hacer que me aleje más. —No te vayas.

—Entonces responde a mi pregunta y me quedo.

La atmósfera se tensa como una cuerda a punto de romperse. Elliot me sigue con la mirada, y sus ojos esquivan los míos mientras intenta evitar la pregunta que pende en el aire. El silencio se vuelve más pesado con cada segundo que pasa.

—Amor, por favor. No quiero hablar de esto ahora. —su voz suena ronca, pero hay un deje de súplica que no puedo ignorar. —No es el momento, Alessia.

La frustración y el dolor se entrelazan en mi pecho, el enojo me envuelve—¿Cuándo será el momento, Elliot? ¿Cuándo decidirás abrirte y compartir todo conmigo?

Él, irritado por mi insistencia, busca desviar la conversación, evitando dar respuestas claras. Sus ojos se endurecen, un velo de frialdad los cubre, pero puedo sentir la tormenta emocional que lo agita por dentro.

—Alessia, no es el momento ni el lugar para discutir sobre esto. — trata de controlar su tono, pero la tensión es palpable, como electricidad cargada en el aire.

—¡No te atrevas a evadir la pregunta, Elliot!—, mi voz resuena con frustración y decepción. Cada palabra no pronunciada se convierte en un peso que se interpone entre nosotros.

—No hay nada que debas saber. Es mi asunto, no el tuyo —, su respuesta cortante hiere más de lo esperado. La brecha entre nosotros se amplía, y la sensación de no ser parte de su mundo se vuelve más intensa.

—No soy "nada" para ti, ¿verdad? —El dolor se refleja en mi mirada, y mi voz apenas logra ocultar la tristeza que siento. Cada palabra que pronuncio parece resonar con la vulnerabilidad que se ha instalado en mi interior.

Elliot me mira con ojos duros, como si estuviera midiendo cada palabra. La habitación se siente más pequeña, con la tensión flotando en el aire

—No es eso, Alessia. Solo quiero que respetes mi privacidad. —Su tono se vuelve más áspero, y sus palabras llevan consigo un peso que pesa en el ambiente.

Siento cómo mi sangre comienza a hervir. —Si yo —,me apunto,— hubiera mencionado a otro hombre en mis sueños... ¿respetarías mi privacidad? — la amargura y el enojo laten en cada palabra.

Mi pregunta cae en el vacío, sin respuesta. Elliot persiste en su argumento. —Si no puedes aceptar que hay cosas que prefiero dejar atrás, entonces tal vez esto no funcione entre nosotros.

Sus palabras son como un golpe directo a mi corazón. El dolor se refleja en mis ojos mientras lo miro.

—No puedo creer que seas tan insensible, Elliot—, mi voz tiembla con tristeza y enojo.

Elliot me escruta con ojos gélidos, como si estuviera evaluando cada ápice de mi ser. La habitación parece encogerse aún más, la tensión se intensifica, palpable y cargada.

—¿Insensible? ¿Es eso lo que piensas de mí? —su voz suena cortante, y su expresión se vuelve aún más fría.

—No es lo que pienso, es lo que siento en este momento. —, mis palabras son tan duras como su tono, siento mis ojos inundarse nuevamente. La rabia se mezcla con la tristeza, me siento atrapada en un torbellino de emociones. —No se trata de lo que quieras dejar atrás. Solo muestras tu lado duro cuando las situaciones no van por donde tú quieres.

Elliot suelta una risa sarcástica. —No entiendes nada.

La temperatura de la habitación parece subir, y mi corazón late con fuerza, alimentado por una mezcla de dolor y enojo. —No sé quién eres realmente, Elliot Blackwood, agente del FBI. —rememorando su forma de presentarse cuando nos conocimos. —Guardas todo tan celosamente que no dejas que nadie se te acerque.

—¿Conocerme de verdad? No sabes nada de mí. —Su mirada intensa me perfora como dagas afiladas.

—¡Por supuesto que no sé nada de ti! Siempre evitas hablar de tu pasado. ¿Qué estás ocultando, Elliot? ¿Por qué te cierras tanto? —, mi voz se eleva, la desesperación se filtra en mis palabras.

La chispa de la discusión se enciende, y los reproches vuelan entre nosotros. La distancia emocional entre Elliot y yo parece insalvable, y la fisura que se ha formado amenaza con romper todo lo que hemos construido hasta ahora.

Elliot me mira con una intensidad gélida, como si tratara de congelar cada palabra que sale de su boca. La habitación parece encogerse, y la atmósfera se carga de electricidad negativa.

—No sé cómo dejé que te acercaras tanto. —la amargura resuena en su voz, pero también hay un atisbo de vulnerabilidad que se oculta tras la fachada de dureza. —Había construido murallas a mi alrededor, y tú lograste derribarlas sin esfuerzo.

Cierro los ojos por un instante, tratando de contener la avalancha de emociones que amenaza con desbordarse. La confesión de Elliot es como una bofetada, y la sala se llena de un silencio tenso.

Me observa en silencio y algo en su expresión cambia. Un destello de arrepentimiento cruza sus ojos, pero es fugaz, reemplazado rápidamente por un endurecimiento de sus rasgos.

—Sin un maldito esfuerzo. —, repite, su voz más cortante, más fría.—Nunca debiste haber venido a mi vida. Estaba bien así.

Elliot, cierra los ojos por un instante, como si quisiera contener la tormenta que se desata en su interior. La frase pesa en el aire, dejando un rastro de amargura y desencanto.

—Estaba bien así. —musita para sí mismo—, mi vida... mi vida, estaba meticulosamente controlada y disciplinada.

Mi presencia, un intruso en su mundo meticulosamente organizado, parece hacer desencadenado una tormenta en su universo cuidadosamente controlado. Cada capa de su vida, meticulosamente estructurada y disciplinada, se ha visto sacudida por mi llegada. Y ahora, mientras pronuncia esas palabras, siento cómo se desliza hacia la orilla de la desesperación.

Su vida estaba ordenada, bajo control, y yo irrumpí como un huracán, barriendo la calma que él tanto valora. La disciplina que gobierna sus días, la fachada de fortaleza que mantenía en alto, todo comenzó a tambalearse cuando yo, con mi presencia, desencadené la perturbación que su alma no estaba preparada para enfrentar.

Y ahora, en medio de este caos originado por el simple hecho de haber preguntado por Sabrina, nos envuelve, esas palabras resonantes revelan su resistencia, la defensa ante la realidad que se despliega.

—Tal vez debería irme. —mi voz resuena en la habitación, firme pero temblorosa. El latido descontrolado de mi corazón resuena en mis oídos.

Elliot me observa con una mezcla de incredulidad y desdén. —Tal vez tienes razón. —Su tono es cortante, y la tensión en el aire se vuelve casi tangible.

La determinación me impulsa a tomar mi bolso y caminar con pasos decididos hacia la puerta, aunque cada paso se siente como una herida abierta. La lágrima que se escapa se desliza por mi mejilla, pero limpio cualquier rastro antes de alejarme. No escucho el golpe de la puerta; mi cuerpo lucha por girarse y verlo parado en la puerta disculpándose, pero yo aún tengo dignidad.


Holaaa!!!

¿Cómo están?

Espero que sigan disfrutando de esta historia.

¿Se acabaron los días color de rosa?

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Gracias por leer, un abrazo 🧡

Nos vemos en el próximo capitulo 🫶🏻

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