CAPÍTULO 23
Alessia
—¿Estás cansada? —me pregunta Elliot, con una sonrisa mientras abre la puerta de su departamento.
—No, para nada.
Enciende todas las luces y el cálido resplandor dentro de su hogar nos envuelve, creando un ambiente acogedor impregnado de complicidad. Elliot cierra la puerta detrás de nosotros, acercándose con su presencia que irradia seguridad. Un cómplice silencio se forma entre nosotros, y sin necesidad de palabras, sus labios buscan los míos en un beso que trasmite la profunda conexión que compartimos. La suavidad de sus labios se entrelaza con la firmeza de su abrazo, creando una armonía de sensaciones que aviva la chispa de nuestro deseo latente.
—¿Te gustaría algo de beber? —ofrece, su voz resonando con un tono sugerente.
Asiento con una sonrisa, dejándome llevar por la sensualidad palpable en el ambiente. Nos dirigimos hacia la sala, y en el trayecto, nuestros cuerpos se rozan intencionalmente, como si cada contacto fuera una invitación a explorar más allá de las formalidades de la noche.
Elliot regresa con dos copas de vino blanco, y al ofrecerme la mía, nuestros dedos se rozan en un gesto que despierta una corriente eléctrica. La tensión sexual entre nosotros se intensifica, y en sus ojos encuentro el reflejo del deseo compartido.
—El vino es delicioso. —Le comento bebiendo un sorbo.
—¿Te gustó el vino? Lo escogí pensando que podría estar a la altura de tu buen gusto. —Dice con una sonrisa pícara.
Sonrió ante sus palabras. —¡Mmmh! definitivamente acertaste. Pero no te preocupes, no juzgaré tus elecciones vinícolas.
Elliot ríe. —Eso espero, no soy un experto, pero intento impresionar-te de vez en cuando. —Dice mientras coge mis piernas y las acomoda sobre su regazo, acariciandolas con ternura, generando un cosquilleo agradable que enciende un fuego sutil entre nosotros.
Su mirada intensa no abandona mis ojos, sus caricias siguen ahí enviando corrientes eléctricas por todo mi cuerpo.
Arqueo una ceja. —¿Ah, si? ¿Qué más intentas?
Jala mis piernas acercándome más a él provocando que mi vestido se enrolle y muestre más piel. —Intento conquistarte.
Mi boca se seca sintiendo un fuerte cosquilleo en mi vientre.
Elliot me mira intensamente, sus ojos verdes centelleando con determinación mientras sus manos exploran mis piernas con una delicadeza que contrasta con la pasión que arde en su mirada.
—Creo que lo estás logrando. Me está siendo difícil resistirme a tus encantos seductores —murmuro, mordiendo mi labio inferior con coquetería.
Elliot, con una sonrisa cargada de complicidad, acoge mi comentario como un desafío. Sus ojos, chispeantes de deseo, exploran cada rincón de mi rostro como si estuviera desentrañando los secretos más íntimos. La habitación se llena con la electricidad de la conexión compartida, y puedo sentir el pulso acelerado de mi corazón resonando en el silencio.
Con un gesto lento y deliberado, Elliot pasa delicadamente su pulgar sobre mi labio inferior, liberando mi labio de entre mis dientes, enviando corrientes de electricidad a través de mi cuerpo. Mi piel reacciona a su toque, y mi respiración se vuelve más profunda ante la anticipación de lo que está por venir.
—Seductor suena algo más informal. Prefiero ser un caballero que te hace sentir como la única mujer en la habitación.
—Lo logras a la perfección. —me pongo de pie y estiro mi mano hacia él. —¿Bailarías conmigo?
Me mira dejando su copa sobre la mesita. —No bailo.
—Corrección... mi amor. —sonrió y sus ojos brillan al escuchar el apodo. —Tú no bailas con las demás, tú bailas solo conmigo.
Sus ojos destilan una chispa de complicidad mientras toma mi mano y me guía hacia el centro de la sala. La música suave, ahora el único acompañamiento de nuestra danza, llena el espacio con una melodía sensual. La proximidad entre nosotros se intensifica, y la energía entre nuestros cuerpos se vuelve casi palpable.
Elliot sostiene mi mano con firmeza mientras su otra mano descansa en mi cintura, guiándome con la danza íntima que compartimos. Cada paso está lleno de gracia y seguridad, como si estuviéramos creando nuestro propio compás en respuesta a la melodía envolvente.
—Alessia. Tú has desbloqueado algo que creí perdido. —susurra Elliot, su voz ronca rozando mi oído.
La sinceridad en su voz resuena en mis oídos, y siento el latido de su corazón contra el mío mientras seguimos bailando. Sus manos se deslizan por mi espalda, provocando escalofríos que recorren mi piel.
—Elliot, no sé qué decir...
—No digas nada, solo déjame mostrarte cómo me haces sentir. —Sus labios encuentran los míos en un beso apasionado, y el calor entre nosotros se intensifica.
Cada caricia, cada movimiento, es una expresión de un deseo que se ha liberado después de años de contención. La música se convierte en el telón de fondo de nuestra conexión creciente, y la habitación parece encogerse para dejarnos solos en nuestro mundo compartido.
—He estado luchando contra esto, contra lo que despiertas en mí, durante demasiado tiempo. Pero ya no puedo resistirme. —Susurra Elliot entre besos, sus manos explorando con audacia los contornos de mi cuerpo.
El deseo fluye entre nosotros como una corriente imparable. La intensidad de sus caricias aviva la llama que nos consume, y cada suspiro se mezcla con el susurro de la melodía que nos envuelve.
—Elliot, no sé qué estás buscando, pero yo...
—Estoy buscando mucho más que una noche, Alessia. Estoy buscando todas las noches contigo.
Las palabras de Elliot reverberan en la penumbra, impregnadas de una intensidad que despierta mis sentidos. La conexión entre nosotros se convierte en algo más profundo, más íntimo, mientras continuamos bailando.
Nuestras respiraciones se entrelazan, y la melodía suave parece fundirse con el latir acelerado de nuestros corazones. Las palabras de Elliot, susurradas entre besos apasionados, resuenan en el aire cargadas de promesas y anhelos que despiertan algo profundo en mí.
—Y yo quiero que entres. —Mis labios encuentran los suyos en un beso que sella nuestra complicidad creciente. Cada caricia es un eco de la voz de Bruno Mars cantando Versace On the Floor, y nuestros cuerpos se mecen al ritmo de una conexión que va más allá de lo físico.
Elliot se aparta ligeramente, sus ojos verdes buscando los míos con intensidad. La vulnerabilidad en su mirada revela capas ocultas, emociones que han estado bajo llave durante demasiado tiempo.
—No soy bueno en esto, Alessia. No soy bueno en expresar lo que siento, pero contigo... contigo quiero intentarlo. No solo quiero las noches, Alessia. Quiero las mañanas, las tardes, cada instante que podamos compartir. Quiero ser el hombre que te despierte con un beso suave al amanecer y el que te acompañe en cada paso del día.
Sus palabras resuenan en mi corazón, creando un eco de emociones que van más allá de la mera lujuria. La verdad en sus ojos revela un deseo genuino de construir algo más allá de la pasión del momento. Una sonrisa juguetona se forma en mis labios.
—¿Acaso estás diciendo que este agente rudo tiene un lado romántico?
Él asiente con una mirada cómplice. —No te acostumbres a ello, pero contigo estoy dispuesto a intentar cualquier cosa.
La risa suave se mezcla con la melodía, y siento una conexión más allá de la física, una conexión de almas que se reconocen en la oscuridad. Sus labios buscan los míos en un beso, en donde las palabras se desvanece, y nos sumergimos en la intensidad de lo que estamos creando juntos.
Su rostro se pone serio y veo su lucha interna entre hablar o no. —Alessia, hay algo más que necesitas saber... sobre...
Lo interrumpo con una sonrisa. —Elliot, si hay algo que deseas contarme, lo escucharé. Pero solo si es algo que estás listo para compartir. No quiero que te sientas obligado —le digo, tratando de transmitirle que estoy aquí para él, sin presiones.
Mis palabras parecen disipar la tensión en su rostro, y lo veo soltar el aire lentamente.
La curiosidad bulle dentro de mí. Saber que estuvo a punto de revelarme los detalles que lo atormentan y explican quién es, despierta en mí un deseo insaciable de conocerlo a un nivel más profundo. Sin embargo, también reconozco la importancia de respetar su espacio y no forzar nada. No quiero que se sienta obligado a confiarme sus secretos más oscuros.
Elliot se recupera de su momento de reflexión y me observa intensamente. La atmósfera entre nosotros se carga de un magnetismo especial, como si nuestras almas estuvieran a punto de desnudarse ante el otro.
—Alessia... —susurra mi nombre con una mezcla de deseo y determinación. Sus manos, grandes y seguras, se deslizan desde mis piernas hasta mi cintura, atrayéndome más hacia él.
Siento la firmeza de su abrazo, y un cosquilleo de anticipación recorre mi piel. La habitación parece contraerse, reduciéndose a la conexión intensa entre nosotros.
—Elliot... bésame. —Mi voz, apenas un susurro cargado de anhelo, desata la pasión contenida.
Elliot responde a mi solicitud con una pasión desbordante. Nuestros labios se encuentran en un beso ardiente, una fusión de deseos que se entrelazan con cada movimiento. Sus manos, fuertes y decididas, recorren mi cuerpo con la familiaridad de quien conoce cada rincón de su amante.
La habitación se impregna de un calor sensual mientras nos entregamos al placer compartido. Elliot me guía hacia su habitación, donde cada caricia es como una promesa susurrada al oído. La música de fondo parece ser la banda sonora de nuestra conexión, acompañando cada gemido y suspiro que se mezcla con la melodía envolvente.
Mis manos exploran su cuerpo con avidez, sintiendo la tensión y el deseo que se refleja en cada músculo. Elliot responde con movimientos calculados, cada toque es una respuesta a la sinfonía de nuestros cuerpos danzando en un vaivén de pasión.
La luz tenue que se filtra por las cortinas juega en nuestros cuerpos entrelazados, creando sombras y resaltando cada contorno. Elliot y yo nos sumergimos en un mundo donde solo existen nuestras pieles, hambrientas de caricias y entregadas a la lujuria desenfrenada.
—El vestido te queda realmente hermoso... —susurra girando mi cuerpo para quedar de espaldas a él. —Pero, no lo vas a necesitar más.
Con sus dedos coge el zipper de mi vestido para deslizarlo con extremada lentitud, mientras besa mis hombros y mi cuello. El vestido cae con lentitud deslizándose por mi cuerpo.
Me giro para quedar frente a él. —No estamos en igualdad de condiciones. —murmuro deshaciendo el nudo de su corbata para luego desabrochar lentamente cada botón de su camisa.
Nuestros labios se buscan como imanes desatando el fuego en nuestro interior. La textura de su piel bajo mis dedos es un mapa que recorro con ansias, explorando cada centímetro con la delicadeza de quien descubre un tesoro oculto.
Elliot, con destreza y deseo, me guía hacia la cama, y la suavidad del colchón se convierte en el escenario donde nuestra conexión se profundiza. Sus labios bajan por mi cuello, dejando una estela húmeda que aviva la excitación. La música de fondo se vuelve un susurro erótico que acompaña el compás de nuestros cuerpos fundiéndose en una danza desenfrenada.
La habitación se llena de gemidos, susurros y el sonido de la respiración entrecortada. Cada movimiento es una expresión de deseo compartido, y la pasión se eleva como una llama devoradora que consume todo a su paso. Las caricias se intensifican, explorando territorios con la destreza de amantes que se descubren una y otra vez.
La lujuria nos envuelve como una espiral, llevándonos a un éxtasis compartido. Cierro los ojos, entregándome por completo al torbellino de sensaciones que nos embriaga.
Cada roce, cada suspiro, es una sinfonía de placer que se expande en el aire. El éxtasis se convierte en nuestra única realidad, y nos entregamos al deleite que solo el otro puede proporcionar. En este momento, somos la personificación misma de la lujuria y la conexión carnal que nos ha consumido por completo.
Nuestros cuerpos se entrelazan con una conexión, y la habitación se convierte en el epicentro de una tormenta de pasión. La piel de Elliot contra la mía es la frontera difusa entre el deseo y la realidad. Cada movimiento es una respuesta coreografiada por la intensidad de la atracción que nos consume.
Mis manos exploran los relieves de su espalda, sintiendo cada músculo tenso y liberando la tensión con caricias que buscan perpetuar el éxtasis. Elliot, con destreza innata, responde a cada toque, sus labios siguen el rastro de mi piel como si quisieran descifrar los secretos más íntimos de mi ser.
El susurro de sus palabras lujuriosas se mezcla con el susurro de la melodía que sigue flotando en el aire, creando una armonía que eleva nuestra conexión a niveles inexplorados. La cama se convierte en un campo de batalla donde la rendición es la única victoria, y nos entregamos al deseo con la voracidad de dos amantes hambrientos.
Cada gemido es un eco de la pasión desenfrenada que nos envuelve, y la tensión sexual alcanza su clímax como una ola incontrolable que nos arrastra hacia la cima del placer compartido. En este momento, no hay espacio para el mundo exterior; somos dos seres fusionados en una danza sin fin, donde el tiempo se desvanece y solo queda el presente ardiente.
La piel húmeda por la pasión, la respiración entrecortada, y la mirada ardiente que compartimos son testigos mudos de la conexión carnal que hemos forjado. Elliot y yo somos dos almas que han convergido en la búsqueda del otro, y en este éxtasis, encontramos la plenitud de la entrega compartida. La lujuria se desliza por la habitación como una melodía decadente, dejando en su estela la huella de dos cuerpos que han alcanzado la comunión total.
Después del frenesí del éxtasis, nos encontramos acurrucados en la calidez reconfortante de las sábanas. El silencio entre nosotros es cómplice, cargado de la intensidad que aún reverbera en el aire. Elliot me rodea con sus brazos, formando un abrazo que parece sellar nuestra conexión más allá de lo físico.
Nuestras respiraciones entrelazadas son el único sonido que rompe la quietud de la habitación. Cierro los ojos, dejándome envolver por la sensación de su piel contra la mía. En este momento, no hay palabras que puedan expresar la profundidad de lo compartido, solo existe la dicha del después, el eco del placer que nos envuelve como un suave susurro.
Elliot desliza su mano por mi espalda con una ternura que contrasta con la pasión desenfrenada que acabamos de experimentar. Cada caricia es como un eco del amor que va más allá de lo físico, explorando la conexión de nuestras almas.
—¿Tienes libre el viernes por la noche? —me pregunta.
Abro los ojos, encontrándome con su mirada intensa.
Muerdo mi labio inferior recordando mis turnos de este mes —No, tengo libre el jueves y después no paro en todo el fin de semana.
—¿Trabajas todo el fin de semana?
—Si, ¿por qué?
—Porque estoy planeando algo especial para nosotros, y quiero asegurarme de que estés disponible. —Su tono es una mezcla de picardía y anticipación.
Levantó mi rostro, mirándolo con una sonrisa juguetona en mis labios. —¿Algo así como una cita, dices?
Elliot sonríe, y sus dedos encuentran su camino entrelazados suavemente con los míos. —Es una sorpresa.
La chispa en sus ojos aviva la intriga en mi interior. —Estoy intrigada, agente Blackwood. ¿Qué me tendrá preparado el agente no romántico? Creo que necesitaré un adelanto, ¿no crees?
—Hmm, podría darte un pequeño adelanto. —Sus labios rozan los míos repartiendo besos por el borde de mi mandíbula hasta llegar a mi cuellos.
—Eso es trampa. —murmuro.
—No. No lo es, me pediste un adelanto. —sonríe sobre mi piel.
—No me refería a este tipo de adelanto.
—No especificaste. Ahora descansa ya es muy tarde y tienes que trabajar mañana.
Me acomodo entre sus brazos.
—¿Me acaricias el cabello? —pregunto con una sonrisa inocente.
Entrecierra los ojos y luego sonríe. —Ven aquí, pero no te acostumbres.
—No te preocupes, no olvidaré que eres un hombre rudo.
Sus caricias van adquiriendo un ritmo relajante cierro los ojos, dejándome llevar por la calidez de sus caricias, mientras el sueño se apodera de mi cuerpo.
☯️
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Nos vemos en el próximo capitulo 🫶🏻
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