CAPÍTULO 20
Narra Alessia
Vengo de un día agotador en el restaurante, sumergida en las interminables jornadas de caos y desafíos. Cada minuto ha sido una batalla, entre platos, pedidos y la vorágine constante del servicio. El estrés se refleja en mi cuerpo cansado. No todo mi cansancio es por el restaurante sino que también están acumuladas las tensiones del fin de semana que terminó abruptamente para mi. Busco las llaves de mi departamento en la cartera mientras salgo del ascensor.
—¡Alesiaaaaaaaa! —gritan dulcemente.
Escucho mi nombre y levanto la vista buscando a la dueña de esa dulce voz. Detrás de Luciana, veo a Elliot y Emma, abrazándose. La escena me deja pálida, sorprendida por las preguntas inquietantes que comienzan a surgir en mi mente. Mi corazón late con una mezcla de curiosidad y aprensión al observar la interacción entre Elliot y Emma. Cuando se separan, Emma me saluda con una sonrisa cálida, pero la mirada de Elliot, en cambio, me mira con una mirada penetrante.
—Hola hermosa— Saludo a Luciana, ocultando mi incomodidad, dejando un beso en su cabeza.
—Las galletas que me hiciste el otro día para llevar a mi clase, estaban deliciosas, gracias de nuevo —sonríe—. A todos mis amigos les gustaron. ¡Muchas gracias! —me agradece con un abrazo.
Luciana es una niña muy dulce y estos días que me ha visto, me da las gracias por las galletas que le prepare, o por algunos postres que le traigo de vez en cuando del restaurante.
Sonrío —No me agradezcas, cuando quieras podemos volver a preparar más.
—Elliot... Ella es mi amiga. El otro día me cuido e hicimos galletas. —le dice Luciana acercándose a Elliot con una sonrisa.
Él le entrega una sonrisa cálida, pero su mirada hacia mí permanece inmutable. Mi atención se desvía a la familiaridad con la que Luciana se dirige a él, como si se conocieran de toda la vida.
Elliot me mira por última vez y se dirige a Emma. —¿Por qué dejas que una desconocida cuide a Luciana?
Abro los ojos sorprendida ante sus palabras, yo soy la que está enojada y herida con él por su comentario mordaz del fin de semana, y aquí estoy como gente normal aguantando su indiferencia y frialdad.
—Elliot, es mi vecina. No es ninguna desconocida, además no es primera vez que la cuida.
—Pues para la otra me llamas. —dice con un tono duro.
Observo sus gestos y noto un sorprendente parecido entre él y Luciana, lo que provoca que mi respiración se acelere.
—Adiós— me despido incómoda y entro a mi casa rápidamente.
Cierro la puerta, apoyo mi espalda en ella y dejo escapar el aire de mis pulmones con fuerza.
El evidente parecido entre Luciana y Elliot va más allá del color de ojos; comparten el mismo tono de piel y algunas facciones son prácticamente idénticas. Una pregunta inquietante comienza a formarse en mi mente: ¿Elliot es padre de Luciana? Aunque también podría ser el tío, pero ella no lo llamó así, y Elliot me dijo que no tiene hermanos. Mi cabeza se llena de estos pensamientos y otros, como la posibilidad de que sean pareja desde hace tiempo, pero desechó esa idea rápidamente.
Él mencionó que hace cinco años que no duerme con una mujer en la misma cama, y Luciana debe tener alrededor de esa edad. Mis pensamientos no solo se quedan ahí, sino que repasan todo lo que hemos compartido, su confesión del fin de semana... tanto lo bueno como lo malo. Frustrada, me paso las manos por el cabello; los pensamientos siguen llegando, y mi cabeza comienza a doler.
Me encamino a la cocina y sirvo un vaso de agua para aliviar la tensión que siento en mi cabeza. El líquido frío parece calmarme, al menos momentáneamente. Me dirijo al sofá y me dejo caer en él, sintiendo la suavidad del tapizado contra mi espalda.
Mis manos encuentran el teléfono móvil en mi bolsillo, y me asalta la tentación de llamar a Elliot para abordar lo que sucedió. Pero una vocecita en mi cabeza me frena recordándome sus palabras del fin de semana. El nudo en mi garganta se vuelve a instalar, sintiendo el vacío y la oscuridad nuevamente que hay en mi pecho. Dejo el celular a un lado y decido que lo mejor es ir a darme una ducha.
☯
Me encuentro sentada en mi sala, disfrutando de una taza de té de melisa, mientras suena la voz de Bruno Mars. Las sugerencias de Carla y Marco para relajarme, cargadas de ironía, resonaron en mi mente. Carla me aconsejó amablemente preparar un té de melisa, mientras que Marco sugirió otra hierba para alcanzar niveles superiores de relajación. Estos dos días en la cocina han sido intensos debido a mi mal humor, y mi equipo ha soportado tanto retos cargados de tensión. La inminente boda y la posibilidad de volver a ver a Elliot con Maia u otra mujer me generan celos evidentes de las que no puedo escapar.
El timbre rompe mi tranquilidad, y dejo la taza en el posavasos sobre la mesita. Me pongo de pie y abro la puerta. Al otro lado, me encuentro con Elliot. Lo miro anonadada y, al bajar la vista veo una rosa en sus manos, lo que mi sorpresa se intensifica, pero mantengo mi frialdad con él. La misma frialdad que me mostró hace unos días.
—¿Qué haces aquí? —pregunto, con voz dura.
—Hola. —saluda él.
Lo miro en silencio, sin ceder ante la sorpresa que me genera su presencia. Después de todo lo sucedido en el pasillo y el complicado fin de semana, no esperaba verlo en mi puerta
—¿Puedo entrar?
Parpadeo rápidamente y asiento, apartándome para darle paso. Cierro la puerta y me giro para enfrentarlo. El ambiente se carga de tensión, ninguno de los dos dice una palabra, solo nos observamos en silencio.
Carraspeo, rompiendo el momento. —Ya estás adentro. Ahora habla. ¿A qué has venido?
Elliot se toma un instante antes de responder, como si buscara las palabras precisas. —Creo que debemos hablar...
Mi corazón late con fuerza, interrumpiéndolo. —¿Y de qué sería? —digo con indiferencia mientras me dirijo y me siento en mi lugar habitual.
Elliot me sigue y se sienta en el sillón a mi derecha.
Toma aire y habla —El fin de semana, pasaron muchas cosas entre nosotros y dije otras que no debí...
El latido de mi corazón resuena en mis oídos. —No era necesario que vinieras a decirme que te arrepientes. Con tu lejanía, me hubiera dado cuenta sola. —espeto con brusquedad, aunque por dentro se forma un nudo en mi garganta.
Me mira sorprendido —¿Por qué piensas que me arrepiento?
Ruedo los ojos. —Entiendo que hay algo con Emma o alguna otra, y listo. No tienes que explicarme nada, porque no somos nada. Además... entre nosotros no habrá nunca nada. Quedamos en que somos distintos y buscamos cosas distintas. Jamás debimos cruzar esa línea.
Con un gesto, hace el número uno con su dedo. —Punto número uno y el más importante. No debí haber dicho ese comentario sobre tus padres. Fui estúpido e insensible. Lo siento de verdad. —siento mi labio inferior temblar.
Elliot se da cuenta, acercando su mano para acariciar mi mejilla, pero me alejo antes de que su mano toque mi rostro provocando que él la alejé rápidamente.
—No debí haber mencionado a tus padres. Fue una falta de respeto total y... no tengo excusa. —sus palabras se mezclan con un atisbo de desesperación que no había visto en él..
Giro mi rostro hacia él. —No era necesario que vinieras, lo que pasó en Miami se queda en Miami, y ya está. Y con respecto a mis palabras, no lo sabías.
—No importa si sabía o no. Fue cruel e injusto. —Se acerca un poco a mí, pero sin atreverse a tocarme nuevamente.
Muerdo mi labio inferior, luchando contra mis propias emociones. —Quizás deberíamos dar un paso atrás, Elliot. Esto... esto es demasiado. Todo lo que ocurrió allá no debió haber pasado.
Me mira sorprendido, pero continua. —Punto número dos: también debo disculparme por cómo te trate en el pasillo hace unos días.
Lo miró confusa y murmuro. —No me trataste de ninguna forma. Solo me miraste con indiferencia. Y fingiste que era una desconocida para ti. —Digo esto último tratando de restarle importancia, cuando de verdad me hizo sentir mal.
—A eso me refiero. —su rostro muestra arrepentimiento, una emoción que jamás pensé ver en él.
—Punto número tres: No vayas con Philips a la boda, ven conmigo como mi pareja, o al menos déjame llevarte yo.
Mi mente está aturdida. ¿Estoy escuchando bien o esto es producto de mi imaginación?
«¿Seguro que es té de melisa y no te confundiste de hierba?». Pregunta mi subconsciente.
En estos momentos, no lo sé, respondo interiormente.
Estoy confundida, este es un Elliot distinto al de hace dos meses. No es el agente duro e intimidante que conocí. Y que se venga a disculpar y con una rosa en su mano. Me deja aún más sorprendida—¿Y Emma? —pregunto, confundida.
Frunce el ceño —¿Qué tiene que ver Emma en todo esto?
—Los vi abrazarse el otro día.
Antes de que Elliot responda, lo interrumpo: —¿Luciana es tu hija? —Es la pregunta que lleva rondando mi cabeza.
Elliot se tensa ante mi pregunta, niega con la cabeza. —No. Es mi sobrina.
—¿Emma es tu hermana? Pero me dijiste que no tienes hermanos. ¿Cómo va a ser tu sobrina? Por hermanos me refería a hermanos y hermanas. —digo con tono obvio, Elliot solo me mira —Ay, por qué no me puedo callar. —murmuro cuando me doy cuenta de que no dejo de hablar.
—Sé que te referías a hermanos y hermanas, y la respuesta sigue siendo la misma. No tengo hermanos ni hermanas. —Su tono es firme y serio.
La confusión me abruma, una molestia crece en mi cabeza. Suspiro profundamente. —¿A qué viniste? No entiendo nada de lo que dices y no estoy de humor para discutir contigo.
—Ya te dije por qué vine. —se queda en silencio —Esta es para ti. —dice entregándome la rosa. —No creo que remedie todo lo que pasó el fin de semana, pero espero que sea un buen comienzo. La vi y me recordo a ti.
El silencio pesa en la sala mientras sostengo la rosa entre mis manos. Los ojos verdes y enigmáticos de Elliot permanecen fijos en mí, mientras que en mi cuerpo hay millones de mariposas queriendo salir dentro de mi.
—Gracias. —mi voz es un murmullo, y nuestras miradas se encuentran. —Elliot, no entiendo nada.
—¿Me dejarás llevarte a la boda? —me pregunta, cambiando abruptamente de tema.
—Elliot...
Él suspira. —Es complicado pero... te contare si respondes mi pregunta.
Tomo mi taza de té, intentando ocultar mi nerviosismo. —Eso es chantaje.
—Tú decides.
Suspiro pesadamente. Me hubiese gustado que me pidiera esto en otro momento, quizás cuando estábamos en la cama o antes de se enterara que Phillips se ofreciera a llevarme. —No. No iré contigo.
Aunque, tampoco iré con Phillips, iré sola. Está mañana lo decidí y le escribí.
Elliot baja la mirada unos segundos, pero su rostro es indescriptible.
Elliot asiente lentamente. Me observa y logró ver una pizca de su batalla interna entre hablar o marcharse. Habla con parsimonia. —Te mentí.
Lo miro sorprendida y mi corazón late con fuerza, ¿con que me mintió?
Continúa hablando sin expresión alguna. —Tenía un hermano, pero él murió hace cinco años.
—Lo siento mucho...
Él niega. —No, no lo sientas. No fue un buen hombre.
Mi mirada se queda fija en la suya, esperando a que continúe. ¿A qué se refiere con que no fue un buen hombre? ¿Acaso cometió algún crimen y por eso Elliot se convirtió en agente?
—Pero es tu hermano, como no vas a sentir su pérdida. —Elliot no dice nada, y le hablo rápidamente. —Tu hermano... ¿asesinó a alguien y por eso quisiste ser agente?
Él niega. —No, nada de lo que estás pensando. Él, al igual que mi padre, eran militares. Me estoy desviando del tema. —murmura. —Mi hermano estaba casado con Emma, y cuando él murió, Luciana recién había nacido. Obviamente, no podía dejar a Emma y a Luciana solas.
Mi mente intenta asimilar toda la información que Elliot suelta, pero todo es tan ambiguo que me estresa al no comprender todo.
—Emma estaba devastada, no solo por la pérdida de su marido, sino porque... —se queda en silencio y su mirada se vuelve gélida y dura. —Él llevaba dos años engañándola...
Mi corazón late más rápido, intentando procesar la revelación que acaba de hacer Elliot. La habitación se llena de una tensión palpable, como si el aire se volviera más denso con cada palabra.
—Él llevaba dos años engañándola con quien era... —Elliot guarda silencio y no termina de decir lo que estaba diciendo. —Emma descubrió la verdad el mismo día de su muerte. —La voz de Elliot resuena en la habitación, cargada de una mezcla de enojo y desprecio.
—¿Tú conocías a esa mujer?
Sus ojos evitan los míos por un momento, como si cargar con ese conocimiento fuera una carga adicional que no está dispuesto a compartir.
—Ese no es el punto. —dice con un tono duro sin mirarme.
«O sea que si la conoce». Habla mi subconsciente.
La habitación se llena de un silencio incómodo, y la tensión entre nosotros se disipa lentamente.
¿Pero qué tiene que ver su forma de ser de ahora a cómo era antes?, ¿la muerte de su hermano le provocó que se convirtiera en una persona fría?, ¿Por qué le teme al amor?, ¿Por qué no se abre al amor? Sus palabras me dejaron con más preguntas que respuestas. ¿Algo le pasó a él y por eso es así?
Mi cerebro trata de procesar y entender su forma de vivir y de comportarse; las palabras de Charlotte vuelven a mi mente diciéndome que este Elliot es completamente distinto al de cinco años atrás. ¿Qué fue lo que le pasó? Una pregunta que al parecer no piensa aclarar y yo tampoco indagaré. Si él no quiere hablar, no lo obligaré, yo tampoco hablo del día en que mis padres dejaron este mundo, y él tampoco hizo preguntas, quizás respetando mi decisión de no hablar o tal vez no le interesa saber. Sea cual sea el por qué, sus motivos tendrá.
—Entonces, ¿Emma no es tu pareja? —es lo primero que sale de mi boca en forma de balbuceo.
Elliot niega con la cabeza mientras se acerca a mí. —No, Alessia, Emma es como una hermana para mí. Mi conexión con ella y Luciana son mi familia, y haría cualquier cosa por ellas. Cómo lo haría por ti.
Mis ojos se abren grandes ante sus palabras y un cosquilleo junto con una corriente eléctrica atraviesa todo mi cuerpo.
—Creí que tú y.... —mis palabras comienzan a brotar pero guardo silencio rápidamente.
Elliot toma mis mejillas con ternura. —¿Te pusiste celosa de Emma? —pregunta con una sonrisa juguetona.
—Borra esa sonrisa. No me puse celosa. —respondo, tratando de mantener mi tono firme, aunque una risa nerviosa escapa de mis labios.
La atmósfera se relaja gradualmente, y ambos compartimos una risa que rompe la tensión acumulada.
—Me gusta cuando te pones celosa. —me dice acariciando mi mejilla con su pulgar.
—Te dije que no estoy celosa.
—Está bien, no estás celosa —dice con una sonrisa. —Pero te ves hermosa así.
La suavidad de sus pulgares acariciando mis mejillas envía corrientes eléctricas a través de mi piel. Sus ojos intensos revelan una complicidad que no puedo ignorar, y siento cómo la atmósfera se carga de deseo.
—Llama a ese idiota de Phillips y dile que no te irás con él a la boda. —susurra, sus labios rozando los míos con una delicadeza que envuelve el ambiente en una sensualidad creciente.
—No iré con él.
Elliot sonríe con un gesto travieso. —Excelente, porque tengo otros planes para ti ese día, antes de irnos a la boda.
Mis mejillas se calientan al escuchar sus palabras. La insinuación en su tono enciende una chispa en el aire. Nuestra complicidad se vuelve palpable, creando una atmósfera cargada de anticipación.
—No he dicho te iré contigo.
Elliot suelta el aire con frustración. —¿Qué debo hacer para que vayas conmigo? Haré lo que sea.
Giro mi rostro hacia los grandes ventanales y miró hacia afuera, mientras pienso que podría pedirle.
—Invítame a una cita. Te pediría conducir tu precioso auto, pero sé que no me dejarás. — sonrió mirando su rostro sorprendido.
—Yo no tengo citas.
—Entonces déjame conducir tu bello McLaren. —sonrió.
—Ni en tus sueños. —dice serio.
—¿Quieres que vaya contigo o no? Ya sabes que hacer.
—Si vas conmigo a la boda podemos considerarlo como una cita. —me dice.
Niego con una sonrisa. —No. Una cita de verdad. Llévame al cine, a jugar bolos o a un picnic en el parque. Quiero una cita de verdad.
Suspira. —¿También quieres flores y que te venga a buscar?
—Una cita de verdad.
Vuelve a suspirar —Vale, pero yo elijo dónde y cuándo. Pero, ¿Te irás conmigo a la boda? —Elliot se acerca un poco más, su aliento rozando mi mejilla.
Asiento lentamente. —Nadie puede saber lo que está pasando. Iremos como los padrinos de la boda.
—Vale, lo captó nada de interacciones e insinuaciones sexuales. Será aburrida esa boda si no puedo ni besarte. —murmura por lo bajo, su pulgar sigue acariciando mi mejilla.
Suelto una carcajada. —Las bodas no son aburridas.
—Lo son si no puedo hacer esto.
Elliot desliza su mano por mi espalda, colocándome a horcajadas en su regazo. La proximidad entre nosotros crea una conexión eléctrica, una anticipación que se refleja en nuestros ojos. La atmósfera cambia, cargada de un deseo latente.
—¿Esto? —pregunto con una mirada cómplice.
Sin decir palabra, Elliot captura mis labios en un beso lento y apasionado. El mundo a nuestro alrededor desaparece por un instante, dejando solo la intensidad de este encuentro. Sus labios son cálidos, suaves, y cada roce envía una corriente eléctrica que recorre mi cuerpo.
Nos separamos, pero la conexión persiste en la mirada intensa que compartimos. La risa cómplice se mezcla con el deseo, creando un ambiente cargado de sensualidad.
—Eso es lo que las hace menos aburridas —afirma Elliot con una sonrisa traviesa.
☯
Holaaa!!! ✨
Espero que sigan disfrutando de esta historia.
¿Qué les parece?
Tu apoyo es esencial para mi, así que no olvides comentar y votar 😊
Gracias por leer, un abrazo 🧡
Nos vemos en el próximo capitulo 🫶🏻
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro