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CAPÍTULO 17

Narra Alessia

—Lamentó lo de las habitaciones. —murmura Charlotte bebiendo de su cóctel.

Me encojo de hombros, restándole importancia. —No fue tu culpa.

—Lo sé, pero es que me siento culpable... se que ustedes se llevan re mal y ahora deben compartir habitación. Podría decirle a Dylan que cambie de habitación contigo y compartimos la mía —termina de decir con una sonrisa.

Bebo mi cóctel y sonrío agradecida ante su idea —No amiga, no es necesario. Este es su viaje para distraerse y relajarse; y es lo que haremos.

Mis ojos se pierden en el horizonte. Charlotte y yo estamos recostadas en las tumbonas, disfrutando del sol y de nuestros cócteles. Dylan y Elliot se fueron a trotar por la playa, pero nosotras preferimos quedarnos aquí.

—¿Cómo lograron descansar esta mañana? —pregunta con curiosidad.

—Una moneda decidió por nosotros.

Charlotte suelta una carcajada —Cara o cruz, buena forma de decidir...


—Elliot no pienso dormir en el sillón.  —dije cruzándome de brazos.

—Bueno, entonces ven a dormir conmigo. —palmea el lado vacío de la cama —aquí hay mucho espacio.

—Ni lo sueñes. Te dije que no dormiríamos juntos. Lo dejaremos al azar. —digo sacando una moneda. —Cara o cruz.

—Dejémonos de juegos de niños pequeños. Actuemos como adultos y ven a dormir aquí.

Enarcó una ceja. —¿Acaso tienes miedo de perder y tener que dormir en el sofá?

Carraspea y se pone de pie acercándose a mi —Si yo gano, compartimos la cama. —lo miro con el ceño fruncido— y si tú ganas duermo en el sillón. ¿Vale? —yo asiento sin muchas ganas y él continúa hablando. —Cara yo gano, cruz tú pierdes. —dice con una mirada desafiante.

Ladeo la cabeza, se lo que trama y no caeré en ese juego. —¿Cara tú ganas; y cruz yo pierdo? —pregunto con ironía repitiendo sus palabras. —No soy idiota Elliot. Cara yo gano y cruz tú ganas. ¿Estas de acuerdo?

Elliot sonríe —¡Vale! Lanza esa moneda.


—¿Quien perdió?— preguntó Charlotte con su cóctel en sus labios.

Obviamente omití la parte de compartir la cama, mientras le contaba a Charlotte.

Sonrió victoriosa —Elliot.

Suelta una carcajada respondiendo con sarcasmo —Debe estar súper feliz, el grandote durmiendo en el pequeño sofá.

—Gane limpiamente.

—Mira, ya volvieron —señala con su cabeza a un lugar detrás de mí.

Giro mi cuerpo, veo cómo ambos se acercan a nosotras. Mi corazón da un vuelco al posar mi mirada en Elliot, vestido con unos pantalones cortos blancos y un sweater de hilo veraniego en tono beige, junto a sus zapatillas blancas, sus accesorios habituales y sus gafas de sol. Trago nerviosamente cuando su mirada se cruza con la mía. Mi boca se seca de repente.

—¡Hola chicas! ¿Qué tal su tarde? —saluda Dylan al llegar a nuestro lado.

Dylan se acomoda junto a Charlotte, mientras Elliot, un poco rezagado por su teléfono, se une a nosotros. Cuando levanta la vista, nuestros ojos se encuentran brevemente, y siento su escrutinio recorrer cada centímetro de mi cuerpo. Estoy vestida con un traje de baño de dos piezas azul marino, un desordenado rodete con mechones sueltos y mis gafas de sol.

Él se queda de pie a cierta distancia, respondiendo a Charlotte con una sonrisa burlona. Para darle espacio, muevo ligeramente mis piernas hacia un lado.

—Puedes sentarte ahí si quieres.

Él me mira y se acerca a sentarse en el espacio que le dejé, sus dedos rozan la parte externa de mi pierna izquierda provocándome un escalofrío. Mi vista se desvía a esa zona de mi pierna donde su pulgar acaricia disimuladamente. Trago secamente, cada roce envía corrientes eléctricas por todo mi cuerpo de una forma muy intensa. Su pulgar no deja de acariciar lentamente mientras conversa relajadamente con sus amigos.

—¿Chef, estás de acuerdo? —me preguntó con una sonrisa maliciosa, sabiendo que no estaba prestando atención a la conversación.

Miró a Charlotte sin entender nada.

—Queremos ir a un bar esta noche y mañana por la mañana podríamos ir a jugar tenis. —Repite Charlotte.

—No juego tenis desde hace muchos años.

—No ha cambiado mucho, debes golpear la pelota y lograr que atraviese la red.—dice Dylan con diversión.

—Me parece bien. —digo restándole  importancia.

No es que me de igual, sino que Elliot no deja de acariciar mi pierna con su pulgar enviando corriente eléctricas por todo mi cuerpo.

—Entraré al agua, ¿alguien se une? —pregunta Charlotte.

Niego con una sonrisa, al mismo tiempo en que Dylan le respondía que sí. Charlotte sonríe y entrelaza los dedos con Dylan para irse ambos hasta la piscina.

—Iré por una tumbona —dice Elliot colocándose de pie.

Asiento y lo veo alejarse.

Esta mañana, al despertar, noté la ausencia de Elliot en el sofá donde le tocó dormir. Ni un solo cojín estaba fuera de lugar, lo que me hace sospechar que realmente se fue a la habitación de esa mujer. Muerdo mi labio inferior, sintiendo una punzada de celos en mi vientre.

—¿Descansaste bien? —preguntó Elliot sacándome de mis pensamientos.

Lo miro y está acomodándose sobre una tumbona que ahora está a mi izquierda —Si, algo ¿y tú?

—Sí también. —dice sin mirarme.

Esa fue nuestra conversación; el silencio se volvió incómodo. Todas las mujeres que pasan le sonríen coquetamente a él, y Elliot parece ni siquiera darse cuenta de cómo lo miramos las mujeres. Está con su celular en mano, despreocupadamente sexy. No puedo evitar fijar mi mirada en él, recorriendo cada centímetro, desde sus pies hasta su cabeza, deteniéndome de manera involuntaria en sus labios.

—¿Se te perdió algo?

Sacudo la cabeza, tratando de recuperar la compostura, y lo miró directamente a los ojos. Él sigue absorto en su celular, pero una sonrisa juguetona juega en sus labios.

Carraspeo. —No te estaba mirando a ti, no seas tan egocéntrico.

—Bueno, avísale a tus ojos porque me estás comiendo con la mirada.

Ruedo los ojos. —Ya quisieras. No te estaba mirando a ti. Estoy mirando al guaperas de ahí atrás —señalo con la cabeza el lugar y le sonrío coqueta al hombre que no despega su mirada de mí.

Elliot tensa la mandíbula y levanta rápidamente la vista de su celular para mirar a quien estoy apuntando.

Me pongo de pie —Te dejo, alguien me espera. —y añado mirándolo con una sonrisa maliciosa.

Mientras me alejo, siento su mirada ardiente clavada en mi espalda. La tensión sexual entre nosotros es palpable, flota en el aire como una corriente eléctrica que hace que mi piel se erice.

Caminando hacia mi destino, la mezcla de emociones se agita en mi interior. La intriga por lo que pueda estar pensando Elliot se mezcla con el placer de haberlo sacado de su habitual calma. La brisa fresca del lugar acaricia mi rostro, pero la tensión con él persiste en mi mente.

Puedo sentir la energía entre nosotros, una fuerza magnética que nos atrae y repele al mismo tiempo.

Mientras avanzo, no puedo evitar recordar el roce casual de nuestros cuerpos durante discusiones pasadas y el calor que se despierta con cada mirada intensa. La química que existe entre Elliot y yo es innegable, pero también es un terreno peligroso que amenaza con desmoronar cualquier intento de mantenernos alejados.

Mi mente divaga en la posibilidad de que su indiferencia sea solo una fachada, una armadura que esconde emociones más profundas. ¿Acaso también siente la electricidad que fluye entre nosotros? ¿O simplemente soy yo quien se sumerge en un torbellino de sensaciones que él ni siquiera reconoce?

Entró a la habitación, Elliot está sentado sobre el sillón, pendiente de su celular. Al cerrar la puerta él se gira hacia mí y nos quedamos  mirando unos segundos. Me dirijo hacia mi maleta para sacar la ropa que usaré está noche, tratando de ignorar la intensidad de su mirada sobre mí.

Decido tomar una ducha para relajarme, para liberar la tensión que se acumula en cada fibra de mi ser. El agua caliente me envuelve, llevándose consigo parte del peso emocional que cargo. Cierro los ojos sintiendo las gotas que caen sobre mi piel, tratando de despejar mi mente, pero es inútil. Los pensamientos siguen una misma línea en mi cabeza, todos con el mismo protagonista: Elliot.

Termino la ducha y salgo del baño, sintiéndome un poco más ligera pero aún envuelta en el misterio de lo que está sucediendo entre Elliot y yo. Al salir, noto que la atmósfera en la habitación ha cambiado, como si la tensión hubiera crecido aún más en mi ausencia.

Elliot me observa con una mirada penetrante, como si pudiera leer los pensamientos que danzan en mi mente. Sus ojos revelan una mezcla de desafío y curiosidad, una combinación que intensifica la conexión entre nosotros.

Elliot se levanta del sillón y camina decididamente hacia mi. Mi respiración se corta cuando esta a solo unos pasos, me mira como si fuera una presa, sus ojos estás oscuros. Se detiene frente a mi y me obligo a elevar mis vista para mirarlo a los ojos.

—Si te mueves puedo entrar al baño a darme una ducha.

Carraspeo y me hago a un lado dejándolo pasar desconcertada. Cierra la puerta detrás suyo.


Estamos todos sentados en la barra del bar: Charlotte a mi lado, seguida por Dylan, Elliot y la inconfundible abeja Maia, made in Miami.

Desde que llegamos, la abeja se ha colgado del cuello de Elliot, pero a los chicos parece no importarles. Quizás están acostumbrados a que esto suceda cuando salen los tres juntos, pero a mí me revuelve el estómago.

—¿Bailas? —le pregunta la susodicha.

—No. —responde Elliot, bebiendo de su trago.

La mujer hace un puchero y vuelve a sonreír, acomodándose aún más cerca de Elliot.

Después de unos cincuenta y cinco minutos, mi incomodidad crece a pasos agigantados. La escena que tengo frente a mis ojos me desagrada: una morena y una colorina a cada lado de Elliot. Él se da cuenta de que lo estoy mirando fijamente y me guiña el ojo.

Bebo de un sorbo el poco ron que me queda en el vaso, me levanto del asiento, camino hacia la pista de baile tomando de la mano del primer hombre atractivo que veo, llevándolo conmigo hasta la pista de baile.

La música envuelve el lugar y, aunque intento concentrarme en el ritmo, no pude evitar sentir los ojos de Elliot siguiendo cada uno de mis movimientos. A pesar de la distracción del baile y la presencia de mi improvisado compañero, la incomodidad persiste. La abeja Maia made in Miami sigue aferrándose a Elliot como si fuera de su posesión, y yo siento una mezcla de celos y enojo. La música se convierte en un trasfondo, y solo puedo concentrarme en la escena que se desarrolla en la barra.

Después de un par de canciones regreso a la barra, sentándome lo más alejada de él y sus dos acompañantes. Elliot me sigue con la mirada, y en ese instante, la tensión entre nosotros se vuelve casi palpable. No sé si es deseo, frustración o una combinación de ambos, pero la tensión entre nosotros no deja de aumentar.

Así estuvimos gran parte de la noche, cuando Dylan y Charlotte se iban a bailar. Nos miramos con desafío mientras él continúa con las dos chicas a su lado y yo bailando con hombres distintos, sin dejar de mirarnos y provocarnos con Elliot, él no las besa por más que las mujeres se le insinúen. La intensidad crece, y en cada mirada cruzada, puedo sentir la tensión y el deseo entre nosotros.

Elliot, rodeado por la abeja Maia in Miami y la otra mujer, pero no deja de mantener su postura desafiante cada vez que nuestras miradas se encuentran, como si quisiera demostrarme algo. Mientras tanto, yo bailo con distintos hombres, pero mi mirada y atención están destinadas a otra persona.

La música marca el compás de esta danza sutil, donde las emociones chocan y la química entre nosotros llena el espacio. Es un juego peligroso, una competición de voluntades. Desde la barra, Elliot y yo nos desafiamos con la mirada, como dos combatientes en un ring invisible, cada gesto y cada mirada es una declaración silenciosa de nuestros deseos y desafíos.

Elliot, desde la barra, no se queda atrás. Juega su propia carta, interactuando con las dos chicas a su lado con una sonrisa pícara. Mi corazón late rápido, mezcla de adrenalina y emoción; mientras yo, desde la pista de baile, dejo que mis movimientos expresaran lo que las palabras no podían. No bailo para él, tampoco para mi acompañante. Bailo para demostrarle que yo también se jugar con los hombres, como él lo hace con las mujeres.

La noche avanza, y cada minuto que compartimos este juego silencioso, la intensidad aumenta. Me muevo con gracia por la pista de baile, sintiendo que el pulso de la música se entrelaza con el de mi corazón. Elliot, desde la barra, no deja de seguir cada uno de mis movimientos, y nuestras miradas se entrecruzan en una danza propia.

La música cambia, y me dispongo a volver a la barra por algo, pero John el último me interrumpe mi escape a la barra tomándome por la cintura y acercándome aun más a su cuerpo.

—¿Me darías tu número para invitarte a algo más íntimo?

Voy a sonreír, pero mi mirada se desvía milisegundo hacia Elliot, quien levanta su copa con una sonrisa juguetona. Observo cómo la morena se acerca en un intento de besarlo, y mi vista baja hasta su mano que reposa en el culo de la chica.

Miro a John y le sonrió falsamente —No. vengo de paso. Pero puedo darte algo mejor en este preciso momento.

John comprende mi insinuación, me toma de la cintura acercándome más a su cuerpo y dirige sus labios hasta los mío. Me aferro a su cuello e intensifico el beso.

—¿Segura que no quieres irte conmigo a un lugar más íntimo?

Sonrío. —No, ya me tengo que ir.

Me alejo de John y me acerco a la barra, donde todos están conversando. La atmósfera está cargada de una energía eléctrica, busco disimuladamente la vista de Elliot, pero me ignora coqueteando con el abejorro que encontró en Miami.

—Chicos, me marcho al hotel. Estoy cansada —anuncio,  cogiendo mi chaqueta.

Charlotte se pone de pie de inmediato y toma su abrigo.

—¿Qué haces? —le pregunto, curiosa.

—Pues nos vamos.

Sonrió —No es necesario, ustedes disfruten.

—Espera yo te acompaño. —Interviene Elliot, soltando de la cintura a la mujer.

Miro a la abeja y hace un gesto de desagrado.

—No te molestes... puedo irme sola.

—Alessia, no seas testaruda. Puedo acompañarte, además también estoy cansado. —Dice Elliot.

Me despido de Charlotte y Dylan, y comienzo a caminar  hacia la salida seguida de Elliot. —No, no te molestes. Tú acompañándote no quedo con un buen rostro. De sus ojos salían  cuchillos hacia mi dirección.

—No es muy cómodo dormir en un sillón tan pequeño. Cuando hay una cama más grande que podríamos compartir. —dice detrás mío.

—Puedo cuidarme sola, no necesito ningún caballero que me acompañe por la noche. —Respondo ignorando su comentario.

La calle está tranquila, solo se escuchan nuestros pasos resonando en el silencio de la noche. Elliot camina a mi lado en silencio, su presencia es innegable. La tensión entre nosotros continúa, como si el aire mismo estuviera cargado de desafíos no resueltos.

Llegamos al hotel, y me dirijo hasta el área de la piscina para tener un poco de espacio y alejarme de él, pero claramente no lo consigo.

—¿Por qué no puedes simplemente dejarme en paz? Siempre me andas siguiendo. —Espeto molesta. Giro mi cuerpo, pero choco con el suyo y me sujeta por la cintura.

—No, porque te podía pasar algo.

Quito sus manos de mi cintura, alejándome de él. —Tranquilo. No me iba a pasar nada; no estábamos tan lejos del bar —respondo con un toque de ironía.

—Estás en una ciudad grande; de noche puede pasarte cualquier cosa.

—Tranquilo capitán América. No estamos en Nueva York, y si ese fuese el caso ¿que te importa?

—Claro que me importa. —acorta su distancia.

—¿Por qué te importa tanto? —retrocedo.

—Porque....

El viento desordena uno mechón de mi cabello y Elliot lo coge delicadamente para acomodarlo detrás de mi oreja con delicadeza. Nos quedamos mirando unos segundo hasta que rompe el silencio.

—Porque no sé, no puedo. Hay algo que me atrae hacia ti como un imán.

—¿Qué? —pregunto sorprendida, al mismo tiempo que unas mariposas comienzan a revolotear en mi interior, queriendo escapar. Sin embargo, estas desaparecen cuando doy un paso hacia atrás y mi pie queda volando en el aire.

No... por favor no. Pienso.

El chapuzón no llega nunca; siento el firme agarre de sus manos en mi cintura. Su cercanía es abrumadora, y aunque intento resistir, mi cuerpo reacciona instintivamente a su presencia.

—Casi, ¿eh? —dice con una sonrisa juguetona, sus ojos chispean con complicidad.Inclinada hacia atrás sobre la superficie del agua, sostenida por Elliot, la tensión sexual entre nosotros se intensifica. La cercanía, el contacto, todo contribuye a una conexión que ninguno puede negar.

—Gracias por el "salvavidas". —mi voz sale un poco más ronca.

—Creo que merezco un beso por salvarte. —se acerca, su mirada oscura e intensa se clavan en la mía.

—Ni lo sueñes, no te pedí que fueras mi salvavidas.

Elliot se encoge de hombros y suelta su agarre de mi cintura dejándome caer al agua.


Holaaa!!!

Espero que sigan disfrutando de esta historia.

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Gracias por leer, un abrazo 🧡

Nos vemos en el próximo capitulo 🫶🏻

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