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CAPÍTULO 1

Narra Alessia

Comencé a revisar los ingredientes que recibimos esta mañana, asegurándome de que todo esté en perfectas condiciones. La frescura y la calidad son esenciales para mí, y no toleraría menos que lo mejor para nuestros comensales. Mientras trabajo en la creación de un nuevo plato que prontamente se unirá a nuestro exclusivo menú. Con mi equipo compartimos risas y bromas mientras cada uno se enfoca en su tarea asignada. Es un ambiente en el que la pasión por la cocina brilla a través de la colaboración y el esfuerzo conjunto.

A medida que la tarde avanza, las órdenes comienzan a llegar desde el salón principal del restaurante. La elegante sala de comedor se llenó de comensales ansiosos por experimentar la magia de Le Château de Luxe. Sus conversaciones llenan el aire, y puedo sentir la emoción mientras se entregan a la experiencia culinaria que hemos preparado con tanto esmero.

Cada plato que sale de la cocina es una obra de arte en sí mismo. Los sabores se mezclan en una sinfonía de delicias, y la presentación es una verdadera exhibición de creatividad y maestría culinaria. Los comensales saborean cada bocado con expresiones de asombro y satisfacción, y eso es lo que me impulsa a seguir creando y cocinando.

Mientras superviso el flujo constante de platos, no puedo evitar sonreír ante los elogios y cumplidos que llegan desde el salón, y disfruto de cada interacción con los comensales que piden verme para darme las felicitaciones, haciéndome sentir increíble.

La bulliciosa cocina es mi refugio, un lugar donde me siento completamente en mi elemento. A pesar de haber trabajado en otros restaurantes en Italia y España, este tiene un rincón especial en mi corazón. Finalmente, después de quince años, vuelvo a mi ciudad natal, liderando la cocina de uno de los restaurantes más prestigiosos del país.

No puedo evitar sonreír para mí misma. Este es el lugar donde pertenezco, donde puedo ser yo misma. Las luces de la cocina brillaban sobre mi cabello claro, resaltando los destellos de mis ojos llenos de anticipación.

—Alessia, ¿cómo va esa salsa? —interrumpe mis pensamientos la voz de mi amigo y sous chef, Marco.

—Casi lista, Marco. Solo un toque más de hierbas frescas y estará perfecta —respondí con una sonrisa.

La puerta de la cocina se abre de golpe, y me doy la vuelta para ver a nuestro exigente chef ejecutivo, Antoni, parado en el umbral con una expresión de seriedad en su rostro.

—Chicos, tenemos una sorpresa esta noche —anunció Antoni con una mezcla de entusiasmo y preocupación—. Hemos sido elegidos para recibir a un cliente muy especial. Un crítico gastronómico que podría situar a Le Château de Luxe en la cima de la lista de los mejores restaurantes del país.

El murmullo emocionado se apoderó de la cocina mientras Marco y yo intercambiamos miradas. Era un honor y una oportunidad que no podíamos dejar pasar.

—Tenemos que asegurarnos de que cada plato sea perfecto esta noche, chicos. Este crítico es conocido por ser extremadamente exigente y estricto —advirtió Antoni—. No podemos permitirnos ningún error.

Asentimos con seriedad, conscientes de la importancia de la noche que se avecina. Cada detalle cuenta, y estamos decididos a demostrar que somos dignos de tal reconocimiento.

—Bien, prepárense porque ya está aquí —dijo Antoni mirando su reloj.

En eso la puerta se vuelve a abrir.

—Chef, la mesa seis dice que el filete no está en término medio —anunció Javier al entrar en la cocina.

Antoni me mira con reproche con el ceño fruncido y da un paso adelante. Los ojos de todos se centraron en él, mientras la presión en la cocina se intensifica.

—¿En término medio? —preguntó Antoni, su tono de voz teñido de incredulidad—. Esto no puede estar pasando en una noche como esta.

Mi corazón late con fuerza mientras observo la escena. Cada plato que sale de nuestra cocina tiene que ser perfecto. La visita del crítico gastronómico ya es una carga emocional, y este inconveniente amenaza con desencadenar un desastre.

Me acerco al filete en cuestión. Con mano firme, corto un trozo y lo examino con atención. Los segundos se alargan mientras evaluó la temperatura y el punto de cocción.

—Devuelve el plato. El filete está en término medio, tal como se solicitó —dije con firmeza.

—Si, Chef —respondió Javier.

—Alesia. No necesitamos que los clientes devuelvan los platos quejándose de la comida. —Dice Antoni mientras su mirada se encuentrá con la mía.

—¡Sí, Chef! —gritamos todos al unísono, con determinación en nuestros ojos y un firme compromiso de asegurar que cada plato que saliera de nuestra cocina fuera una obra maestra.

Antoni asintió con satisfacción y se retiró de la cocina, dejándonos para enfrentar el desafío que se avecina. El ambiente se volvió aún más tenso mientras trabajamos con una precisión y concentración excepcionales.

Los minutos se hacen eternos, pero finalmente, cuando los platos son servidos, el filete solicitado por el critico, esta perfectamente cocida y acompañado de una deliciosa salsa que preparé con tanto esmero. La cocina vuelve a su ritmo frenético habitual, pero todos sabemos que tenemos que superar un obstáculo importante esa noche.

Antoni se acerco a la cocina y hablo serio —Alessia, el critico quiere hablar—sonríe— con nuestra chef estrella.

Mire a Marco y él me sonrió dándome ánimos. Me quite la filipina negra y crucé las imponentes puertas que separan la cocina del lujoso comedor de los clientes.

Disimuladamente, busqué la mesa número seis; necesito saber quién es la persona que había devuelto mi plato. Para mi desgracia, la mesa esta vacía.

—Paolo, permíteme presentarte a nuestra chef estrella, la responsable de cada creación en uno de nuestros platos —me miró—. Alessia, él es Paolo, el crítico culinario. Paolo, te presento a Alessia.

Mi corazón late con fuerza mientras Paolo, un hombre de aspecto elegante con ojos agudos y expresión crítica, me observa atentamente.

—Es un placer conocerla, Alessia —dijo Paolo, extendiendo su mano en un gesto formal.

Respondí con un apretón firme y una mirada segura, aunque en mi interior seguía preguntándome quién había sido el cliente que devolvió mi plato.

En los tres años que llevo siendo chef principal, nunca habían devuelto un plato que yo haya preparado. Esa racha de éxito había construido una sólida confianza en mis habilidades culinarias y me había otorgado un prestigio en el mundo gastronómico que me llenaba de orgullo. Cada creación mía, cada plato que salía de mi cocina, había sido recibido con elogios y admiración.

—El placer es mío, Paolo. Espero que haya disfrutado de su cena —respondo con una sonrisa amigable.

Paolo asintió, y pude ver un destello de aprobación en sus ojos. Después de unos momentos de conversación amena sobre la comida, Paolo se disculpó y se levantó de la mesa, dejándome con una sensación de alivio y satisfacción.

Una vez de regreso en la cocina, Antoni se acercó a ella con una sonrisa triunfal.

—¡Alessia, lo hiciste! Paolo quedó impresionado. Esto es un gran logro para nosotros.

Cuando el restaurante cerró y, junto a Marcos, terminamos de limpiar la cocina al ritmo de la música, el ambiente se llenó de una sensación de satisfacción y logro. El suave sonido de jazz resuena en el fondo, creando una atmósfera de celebración.

Marco se acercó a mí, con una sonrisa de complicidad dibujada en su rostro cansado pero feliz. Los platos brillaban, y la cocina esta impecable después de una noche frenética de órdenes y preparación de platos exquisitos.

—Alessia, esto es solo el comienzo. La crítica de Paolo es solo el primer paso hacia algo más grande. Tenemos un verdadero tesoro en nuestras manos, Le Château de Luxe eligió la mejor chef que puede existir. Gracias a ti, seguiremos siendo el lugar más codiciado de toda la alta sociedad de Manhattan.

Me sonrojé ante el elogio de Marco. A sus veintiocho años, Marco era un hombre atractivo en todos los sentidos. Con una estatura de 1.80 metros, su complexión musculosa emana fuerza y vitalidad. Su piel morena contrasta de manera armoniosa con sus penetrantes ojos claros, mientras que su nariz recta y labios finos añadían un toque de elegancia a su apariencia. Sin embargo, más allá de su atractivo físico, era su mirada lo que lo hacía verdaderamente especial: una mirada llena de ternura y dedicación, y a veces, una chispa de complicidad dirigida hacia mí.

Caminé hasta mi auto, una vez en el asiento del conductor, me acomodé y puse mi playlist favorita. La música llena el lugar mientras conduzco directamente hacia mi departamento, todavía saboreando el éxito de la noche.

Pero mi felicidad se evaporó en un instante cuando choqué con otro auto, o más bien, él chocó conmigo. El impacto fue suave pero suficiente para sacudir mis nervios. Desabroche mi cinturón y me baje del auto para revisar la magnitud del daño.

De aquel McLaren 720S Coupé negro emergió un hombre igual de impresionante que su automóvil. Alto, con una presencia intimidante y un atractivo que no se podía negar. Era el prototipo de un hombre perfecto para pecar y cumplir todas tus fantasías más oscuras.

—¡Mira lo que has hecho, loca! —exclamó con enojo, señalando su coche.

Lo miré con sorpresa, sintiendo cómo mis cejas se arquean en incredulidad mientras proceso sus palabras.

¿Realmente estaba tratando de culparme a mí?

—¿Perdón? ¡Tú me chocaste! —intenté mantener la calma, aunque su actitud me hacía hervir por dentro.

—Por eso las mujeres no deberían tener licencia.

Las llamas de mi furia se avivaron aún más ante su comentario sexista y despreciativo.

—¿Disculpa? ¿Las mujeres no deberían tener licencia? —solté una risa irónica que apenas podía ocultar la chispa de rabia que ardía en mis ojos—. Ah, claro, porque el problema aquí es la licencia y no tu falta de habilidades al volante. Amigo, —lo apunto con mi dedo indice— Tú fuiste quien me chocó a mí, y créeme, la única licencia que deberíamos cuestionar aquí es la tuya.

Sus ojos se endurecieron, y su voz se volvió aún más ruda y despectiva —Eres una loca. No me importan tus discursos feministas ni nada por el estilo —miró su reloj—. Estoy atrasado, te daré mi tarjeta para que contactes a mi abogado y resuelvas este asunto —señaló el daño en su auto.

—¿Disculpa? —pregunté, aún anonadada, sintiendo cómo mi corazón latía en mi garganta, como si cada pulsación resonara con indignación. Mis ojos se abrieron aún más, casi como platos, mientras lo miraba incrédula. La ira que había estado hirviendo dentro de mí comenzaba a transformarse en una chispa de furia controlada.

Me miró con arrogancia—. ¿Disculpa, es la única palabra que conoces?

—No voy a pagar por la reparación de tu coche, no fui yo quien causó el choque —negué y saqué una tarjeta con mis datos de mi cartera, ofreciéndosela—. Tú puedes llamar a mi abogada y resolver esto.

Mi mirada se clavó en la suya con una firmeza inquebrantable, dejando en claro que no estaba dispuesta a ceder. Sus comentarios machistas y su actitud dominante no tendrían cabida en esta situación. Con determinación, le ofrecí mi tarjeta, pero él la ignoró y, con confianza, guarde mi tarjeta en el bolsillo de su saco. En un acto audaz y desafiante, le di dos palmadas fuertes en su pectoral izquierdo antes de darme la vuelta para regresar a mi auto.

Sin embargo, antes de que pudiera alejarme, él me agarró del brazo con una rudeza que envió un cosquilleo eléctrico por mi columna vertebral. Una inusual sensación de excitación se apoderó de mí al sentir el contacto de este hombre imponente y extremadamente sexy. Su agarre firme y dominante ejercía un efecto inesperado en mí, desafiando mis sentidos y provocando una tensión palpable en el aire.

Frente a mí, sus ojos ardían con un fuego feroz, y su mandíbula se tensa por la ira contenida. Su presencia parecía capaz de incendiar todo a su paso. La atmósfera se volvía más tensa con cada segundo, y me encontré mirando directamente a esos ojos verdes intensos, desafiándolos con la misma determinación que él había mostrado.

—Tú vas a pagar el arreglo, fue tu culpa por no saber usar las luces intermitentes —sus palabras resonaron con un tono desafiante y amenazador, alimentando aún más la chispa de confrontación entre nosotros.

Miré su agarre provocador y lo desafié con la mirada—. ¿Quién te crees para hablarme de esa manera?

Finalmente, me soltó y extendió su mano—. Elliot Blackwood, agente del FBI —pronunció su nombre con una seguridad que dejaba en claro que no estaba acostumbrado a que nadie lo desafiara.

Su sonrisa se ensanchó aún más arrogante, y sus ojos oscuros chispearon con una intensidad que desafiaba cualquier intento de confrontación. Aquella sonrisa tenía un deje de autosuficiencia, como si estuviera disfrutando de la irritación que estaba causando.

En respuesta, yo no pude evitar esbozar una mueca de frustración y rabia. Me encuentro ante un hombre que irradia una autoridad implacable, alguien que no esta dispuesto a ceder un ápice de terreno en su territorio de juego. Aunque su atractivo es innegable, su actitud despectiva y condescendiente me hace desear aún más plantarle cara.


Holaaa!!!

Primer capítulo y espero que les guste esta historia nueva que estoy creando.

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Actualizaciones: Una vez por semana.

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