56
Me levanto más temprano de lo que me esperaba.
Todo es tan normal y silencioso como siempre, tal y como lo había dejado hace tres días, pero me cuesta un poco acostumbrarme a no escuchar los cláxones de los coches y el ruido de la multitud de la calle a través de la ventana de nuevo. Solo habíamos estado dos días allí, pero han sido suficientes para dejar huella en mí.
Y, hablando de eso, me concedo unos minutos para pensar en mí y poner en orden mi cabeza. Me quedo tumbado, mirando al techo y acabo llegando a algunas conclusiones: estoy experimentando una post depresión por mi regreso a la sede; me doy cuenta de los problemas a los que voy a tener que enfrentarme hoy como Kyle, Spencer o incluso la justicia por los sucesos con John anoche; y, por si fuera poco, seguramente tendremos que acudir a su funeral.
Suspiro.
Anoche Sophia fue más realista que yo pensando en todas las consecuencias que tenemos que asumir. Yo, en cambio, aún me mantenía optimista por el subidón de estar en la superficie pese a la muerte de John.
Ahora, viéndolo todo con más distancia admito que tengo miedo. Miedo a levantarme, a salir de esta habitación y a tener que dar explicaciones a todo aquel que me las solicite. Todo lo que representa la sede y el mundo de los Guardianes me aterra tanto como el primer día que supe de la existencia de toda esta mentira que desmonta la vida de cualquier humano.
El hilo de mis pensamientos se ve interrumpido por un gran estruendo que proviene del exterior, que me recuerda a las anteriores intrusiones de los Omisos en las que he estado presente, como en la que murió Zac Collins o la de la noche anterior.
«No por favor. Más muertes no», pienso a la vez que niego con la cabeza y me levanto de la cama de un brinco.
Me visto con rapidez y, cuando tengo la intención de abrir la puerta, el pomo gira y entra Kyle, que se muestra sorprendido y preocupado.
—No tengo ni tiempo ni ganas para darte los buenos días —dice a modo de saludo.
—Pues no lo hagas —respondo—. ¿Otra intromisión de los Omisos?
—No, afortunadamente esta vez no. —Se pasa la mano por el flequillo—. Son buenas noticias. O malas... Depende de cómo las veas.
—¿Qué sucede? —requiero impacientemente.
—Han capturado a dos Omisos. —Frunce el entrecejo—. Y están sacándoles información para encontrar a más.
Enarco las cejas. Esta noticia significa que las fronteras para acceder a la superficie se vuelven a abrir según la intervención que hizo Spencer ayer, afirmando que ningún Guardián podría entrar o salir hasta que capturaran a los responsables de la caída de la electricidad, pero supongo que esta vez las medidas de seguridad serán muchísimo más estrictas.
—¿En serio? —logro formular—. ¿Quiénes son?
—Uno es Logan Clark, ese chaval que parecía un intelectual y que iba con el grupito con el que a veces te juntas; el otro, es una mujer que, según su documentación, viene de la sede de Portland.
—Puede que sea la mujer que mató a John, el guardia de seguridad de los controles hacia la superficie —sugiero—. Nunca había visto a esa mujer antes, ni si quiera me sonaba su cara.
—Sí —coincide Kyle—, seguramente sea ella. En todo caso, esta misma mañana he informado a Spencer de lo ocurrido ayer y me ha dicho que tiene que hacerte algunas preguntas. Por eso estoy aquí.
—¿Cuándo quiere verme?
—Ahora mismo —indica dándose la vuelta para abrir la puerta.
—Kyle, tenemos que hablar sobre lo de anoche —lanzo sin más.
Ahora mismo estoy en un estado de desesperación por solucionar los asuntos que tengo pendientes y creo que empezar por Kyle no estaría mal. Además, sé que él prefiere pasar del tema y atacarme mediante recuerdos.
Pone los ojos en blanco.
—¿Y qué quieres que te diga, si se puede saber, hermano? —replica—. ¿Que eres un inútil desesperado que intenta pasar página? ¿Que eres un inmaduro que no piensa en los daños colaterales que está causando a otras personas? ¿Que se nota que eres un humano adolescente que lleva más de dos años lamentándose por algo que no puede recuperar por más vueltas que le des?
La desesperación y la necesidad de arreglar las cosas se sustituyen por ira. Sí, puede que mi hermano tenga razón en la mayoría de cosas que ha enumerado, pero siempre recurre al mismo argumento que hace que quiera pegarle una bofetada: Mayda. Parece que disfrute recordándome cada dos por tres que está muerta y que he sido un desgraciado por no haber aprovechado mi tiempo con ella mientras vivía.
—¡¿No puedes dejar a Mayda en paz de una vez?! —exijo empujándolo contra la puerta con todas mis fuerzas. Escucho el ruido que hace su cabeza en cuanto se golpea—. ¡Sí, he hecho las cosas mal, soy consciente y lo sé! Pero no es razón para que la tengas que mencionar en cada discusión que tenemos, porque ella no tiene la culpa de nada, ¿vale?
—¡Pues claro que tiene la culpa! ¡Tiene la culpa de todo! —exclama deshaciéndose de mis manos, que han estado presionándolo contra la puerta—. Pero no tengo por qué darte explicaciones, Noah. Ahora mismo hay Omisos entre nosotros, ¿sabes?, y, si no los frenamos, van a seguir atacándonos y van hacer que un Noah pierda a una Mayda. —Respira un par de veces—. Así que te invito a que no desobedezcas las órdenes que te den y a que respetes a los demás, porque si todo el mundo hiciera lo que habéis hecho Sophia y tú te garantizo que esta sociedad se iría a pique. Habéis actuado con la responsabilidad propia de unos críos y os habéis expuesto sin ninguna razón. —Cuando suelta las últimas palabras me aparta de un empujón.
—¡Su hermana adoptiva murió, Kyle! —me justifico—. Y sé que lo sabes de sobras.
—Pues claro que lo sé —admite—. Pero la muerte de su hermana biológica no justifica que tenga que ir haciendo estas cosas ni que tenga que involucrar a otras personas. —Su cara refleja pura indignación—. Cada día mueren personas y, últimamente, con los Omisos hay aún más muertes. Y todas esas personas muertas tienen familiares y amigos pero la gente aprende a lidiar con el dolor. Tú más que nadie lo sabes.
—De acuerdo, yo sé cómo se siente uno cuando pierde a alguien —concedo—, pero la gran cuestión de todo este problema es: ¿a ti qué más te da lo que Sophia y yo hagamos o dejemos de hacer? —Niego con la cabeza—. ¿No eres capaz de dejar de meterte en mis asuntos personales? ¿No puedes estar al margen?
Suspira profundamente.
—Pues claro que no puedo, Noah, claro que no. —Hace una mueca de tristeza y amargura—. Mi trabajo consiste en protegerte y controlar tu vida.
»Y, sí, sí que me importa lo que Sophia y tú hagáis porque, como ya te he dicho, estáis causando daños colaterales a otras personas, como a la gente que sí tiene intención de ir a la sede donde residen sus familiares para llorar la muerte de un ser querido y no para pasárselo bien paseando por Seattle con sus parejas, ¿lo entiendes? Los permisos especiales que concede Spencer son muy escasos y si encima la gente causa este tipo de irresponsabilidades, incluso podría prohibirlos, provocando que nadie pueda salir de la superficie por motivos personales.
No me había detenido a pensar en eso nunca, no sabía que las cosas funcionaban así. Por ese motivo enmudezco. De repente, no sé qué decir.
—Pero da igual —dice Kyle—. Ahora eso ya no importa porque el daño ya está causado y no podéis hacer nada. —Se encoge de hombros—. Entiendo que quizá creas que te estoy haciendo esto porque soy cruel, una persona sin escrúpulos y que lo hago para fastidiarte —ha dado en el clavo; justo lo que estaba pensando—, pero siempre tengo razones para hacer las cosas. Nunca hago algo porque sí.
Se vuelve a instalar el silencio. Estamos separados por unos centímetros.
—Tienes que ir a hablar con Spencer —repite esta vez en voz baja.
Acto seguido, abre la puerta y se va.
Me quedo mirando el lugar por donde se ha marchado durante unos instantes con sus últimas palabras resonándome en la cabeza.
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