33
—Sí —afirma Kyle mirando a un punto indeterminado. Está tumbado en la cama de su habitación con su cabeza apoyada en el regazo de Ellie, que está acariciándole el pelo—. Nadie se lo esperaba, pero sí. Me ha decepcionado enormemente —expresa negando varias veces con la cabeza—. Últimamente no le veía mucho; pensaba que estaba ocupado después de todo eso del juicio por el ataque de los Omisos antes de que viniera Noah, pero todo era puro teatro. —Kyle no puede reprimir el asco y la decepción que recorren su rostro de arriba abajo—. Me parece increíble que alguien tan inocente como él haya podido decapitar a un hombre no solo delante de todos los presentes, sino delante de sus hijos.
—Las cuestiones —interviene Ellie— son: ¿por qué Zac Collins? Y, ¿hay más Omisos entre nosotros?
—Creo que lo de Zac ha sido puro azar, pero lo de los Omisos está más claro que el agua —explica mi hermano—. Ya escuchasteis a mi padre: la situación es peor de lo que parece.
—Sophia me ha dicho que sus padres creen que en Europa también la cosa pinta muy mal estos días —añado intentando integrarme en la conversación.
Los dos me miran e intercambian miradas de preocupación.
—En ese caso —concluye Kyle—, creo que algo de lo peor que jamás hemos visto está a punto de ocurrir.
—Pues espera y verás. —Les explico la conversación que he tenido hoy con Spencer en nuestra reunión acabada en fracaso.
Escuchan con atención y, cuando termino, Kyle manifiesta su desaprobación:
—Acaban de decapitar a un inocente y lo primero que se le ocurre es llamar a alguien del extranjero para saber por qué te pudiste desconectar del sistema sin haber muerto. —Se pasa la mano por la frente, cansado—. Qué locura de sede.
—Técnicamente le ha propuesto lo del experimento antes de que pasara lo de Zac —señala Ellie—. Pero, aun así, no me parece adecuado que haga esto teniendo en cuenta que ya se sabía que había Omisos en la sede después del primer y pequeño ataque.
—Sí, se le está yendo de las manos —coincido.
Más tarde, vuelvo a mi dormitorio.
Esta noche duermo, pero tengo pesadillas.
Vuelvo a presenciar el momento del segundo casi beso con Sophia, cuando ella me conduce entre esa enorme multitud de gente caótica que no para de gritar y, finalmente, cuando me suelta la mano y se despide de mí mirándome a los ojos por última vez y adentrándose en esa muchedumbre traumatizada y triste.
En su momento no me había dado cuenta de todo lo que estaba pasando, pero una vez envuelto por la oscuridad me doy cuenta de la gravedad de la situación. Hoy ha sido un día tan largo que parece que hayan pasado meses desde la reunión que he tenido con Spencer en su despacho por la mañana.
Esa conversación también se reproduce en mi cabeza una y otra vez. Hasta que logro dormir.
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