30
—Me parece curioso que la gente vea a la sociedad humana como algo diferente, raro o fuera de lo normal —le explico a Kyle.
Me está enseñando a utilizar la pizarra digital. Solo hay que pulsar al botón de encendido, coger el puntero y escribir. Garabateo un par de cosas para comprobar que funciona.
—No es lo mismo verlo a través de una persona, aunque lo presencies cada día, que vivirlo —responde mientras me enseña a borrar la pantalla. Solo hay que pulsar en un botón del puntero—. Es como ver una película a lo largo de toda tu vida. O como leer el diario personal de alguien.
—Ya, pero supongo que tampoco será para tanto —suelto encogiéndome de hombros.
Kyle me mira asesinamente.
—¿Que no es para tanto? —Alza las cejas—. La mayoría de Guardianes no han estado nunca en la superficie, y nunca lo estarán. Cuando no ves algo con tus propios ojos es difícil de creer, ¿sabes? Lo podríamos comparar con las creencias religiosas sobre el paraíso o el infierno después de la vida, o la reencarnación; no sabes si las historias son ciertas porque nadie que haya muerto previamente ha vuelto para afirmarlo.
Ese «alguien que haya muerto», traducido al lenguaje Guardián significa «alguien que se haya desconectado del sistema». Y «ha vuelto para afirmarlo» quiere decir «sin haber muerto posteriormente, creando un fenómeno único hasta entonces».
—Mira. —Chasquea los dedos delante de mi cara para sacarme de mis reflexiones y llamar mi atención. Se dirige al primer pupitre que encuentra—. Apunta algo en la pizarra. —Hago lo que me dice y pulsa un botón. A continuación, todo lo que escribo en la pizarra, se proyecta en un holograma suficientemente grande para que el alumno pueda verlo con claridad—. Sirve para que, en vez de coger apuntes y gastar recursos de la naturaleza, se graben y puedan reproducirlos una y otra vez.
Estoy boquiabierto. Ojalá dispusiéramos de tales recursos en la superficie; facilitarían muchísimas cosas.
Me enseña diferentes usos de la tecnología del aula, los cuales empiezo a dominar con mucha facilidad a lo largo de la semana.
Cuando echo la vista atrás, el domingo me percato de que todas las personas presentes en mis clases han salido aprendiendo algo, satisfechos y participativos. Aunque la clase con la que más me ha costado congeniar ha sido un grupo de alumnos de dieciséis años, que estaban muy salidos del tema y no estaban por la labor. Por lo demás, no ha ocurrido ningún otro hecho fuera de lo normal. Excepto un treintañero que vino a visitarme durante las dos horas que estuve trabajando el sábado por la mañana.
—Mi hijo me ha dicho que les has enseñado cosas muy útiles para comprender a los humanos —dijo después de saludar.
—Ese era el objetivo —respondí con una sonrisa.
—Ojalá hubieran tenido la idea de impartir esta asignatura cuando aún estudiaba —comentó con tono soñador.
—Puedo ayudarte —le ofrecí asiento y me planté frente a él.
—Verás, mi hermano terrestre es un dejado: un verdadero desastre de persona, desorganizado, atontado e inútil —enumeró. Yo le miré entre sorprendido y preocupado—. Tiene una vida miserable y pésima y no sé qué hacer con él.
»Sus padres murieron en un accidente, su hermana vive en Europa y se ha aislado de todos sus amigos porque no lo soportan. ¿Qué me aconsejas que haga? —Niega con la cabeza y apoya la cara entre sus manos—. Lleva meses dando señales de depresión, pero he intentado de todo para frenarla: hacer que llame a su hermana regularmente, reunirse con los escasos amigos que le quedaban, conocer a mujeres... —Se encogió de hombros—. Se me han agotado las opciones.
Aquella situación era un tanto extraña, pero pude ponerme en la piel de su hermano.
—Creo que lo que deberías hacer... —empecé para darme tiempo para pensar— es recordarle los buenos momentos por los que ha pasado, ¿no es eso a lo que os dedicáis los Guardianes?
—Sí, eso ya lo he intentado —se lamentó el hombre—. Hizo efecto durante unas horas, pero, más tarde, volvía a sumirse en su mundo de oscuridad emocional.
Me quedé pensativo en busca de alguna solución conveniente, pero fue en vano.
—En este caso —conseguí formular finalmente—, supongo que lo más provechoso que puedes hacer para tu hermano es seguir recordándole que hay cosas buenas por las que merece la pena seguir y dejar de desperdiciar el tiempo hundiéndose en su parte más sombría. Cuando los humanos nos hartamos de algo vamos al extremo opuesto; hacemos un cambio radical —expliqué sacando mi parte más filosófica—. Lo siento, pero, de momento, la única cura es el tiempo.
Asintió y se fue sin despedirse. Su mirada estaba perdida en un horizonte que yo no podía ver.
Ha sido la única persona a la cual no he visto atravesar esa puerta con satisfacción. La única a la cual no he podido ayudar.
Ese hecho me persigue por las noches, en mis sueños. No sé si Kyle está jugando con mis recuerdos o somos mi cerebro y yo. Deseo que sea lo segundo.
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