20
Hace ya una hora que nos hemos despedido de los Kleiber.
Ahora vuelvo a estar en mi cama mirando al techo. Otra vez. Otra noche de insomnio.
Enciendo la lámpara y saco el álbum de fotos que me han regalado del cajón. «Mis pertenencias han ido aumentando», pienso.
Reviso todas las fotografías de nuevo, pero me paro en la última. El color rojo del vestido se me clava en la mente. Quiero memorizar cada detalle de esa imagen, cada minucioso tono de su rostro, cada instante de su sonrisa.
La miro durante varios minutos y apago la luz. Ese repentino cambio hace que vea un manchurrón rojo en la oscuridad durante unos cuantos segundos hasta que mis ojos se acostumbran a la negrura. Aunque, pasado ese periodo de tiempo no desaparece. Se mantiene esa mancha roja en la oscuridad y veo que cada vez se aproxima más a mí. Creo que estoy loco.
Está a tres metros. Un metro. Cincuenta centímetros. Diez centímetros.
Me levanto y estiro la mano para encender la luz de la lámpara. Cuando esta emite unos rayos cegadores, casi me da un ataque al corazón.
Encuentro a una chica vestida de rojo frente a mí. Por unos instantes, pienso que es Mayda, hecho que provoca que casi me desmaye. Después me fijo bien en su cara y me resulta familiar.
Es Sophia.
Nos miramos fijamente a los ojos. No puedo hablar, hay algo que me paraliza y me bloquea.
—No quería asustarte —dice inocentemente—. Lo siento.
Suspiro profundamente y me siento en la cama hasta que recupero el aliento. Parece que haya corrido una maratón, porque también noto gotas de sudor cayéndome por la espalda.
—¿Qué... Qué haces aquí? —inquiero, aturdido—. Se puede llamar a la puerta, ¿sabes?
—Esto... Yo —se excusa— quería desearte feliz Navidad porque llevamos varios días sin vernos y... quería verte de nuevo. Eso es todo.
¿Por qué querrá verme? ¿A mí? «Eso es todo», como Mayda. ¿Por qué siempre tiene coincidencias con Mayda? ¿Sabrá algo de ella? Es imposible, ni siquiera la familia de Kyle lo sabe.
—¿Cómo has sabido dónde está mi habitación?
—Me dijiste que estaba en el bloque ocho y vi a tu hermano, (Kyle, creo que se llama) entrar a su habitación, la de al lado. Así que supuse que esta era la tuya —explica sonando muy convincente.
—Ah. —Es lo único que consigo articular.
Ella sigue de pie, así que doy unas palmaditas en la cama, a mi lado, para indicarle que se siente. Obedece y solo puedo pensar en la distancia que nos separa: unos centímetros de nada y podría tocarla.
Ninguno de los dos formula una palabra durante unos minutos. Sigo su mirada, que rastrea mi habitación curiosamente.
—¿Otra noche sin poder dormir? —pregunta sonriendo, sin mirarme.
—Puede —respondo. Me mira con cara de «Venga, va, dime la verdad» —. Sí, otra maldita noche dando vueltas —me encojo de hombros—. Y tú, ¿qué has hecho hoy?
—Oh, ¿de verdad quieres que te hable sobre mi increíble y fabuloso día de Navidad? —Es obvio que exagera porque pone mucho empeño en los gestos que hace con las manos.
—Sí, es exactamente lo que te he pedido que hagas.
Antes de empezar a hablar, me recompensa con una gran sonrisa.
—He estado todo el día en mi habitación y después he ido a cenar con mis vecinos. Fin.
Aplaudo y asiento para felicitarla sarcásticamente.
—Venga ya, ¿qué has hecho tú, humano? —Entorna los ojos para dar a entender que me está retando.
—Pues al menos me he tragado una maratón navideña horrible de cuatro horas en un recinto lleno de parejitas felices. —Intento imitar la cara de superioridad de Kyle.
—¡Dios mío! ¡Qué alguien me mate por haber tenido un día más aburrido que un pobre humano desgraciado que no puede dormir! —Me sonríe y ve que tengo una expresión seria marcada en el rostro. Mi cara es el dolor personificado para hacerle creer que haberme llamado «humano desgraciado» me ha ofendido. Su sonrisa se convierte en una mueca y me mira con culpa y pena.
Empiezo a carcajearme de su cara en voz muy alta. Al darse cuenta de que la he engañado, dice:
—¡Noah! Pensaba que te había dicho algo que te había herido. —Se levanta y pasa su mano por la frente. Después se dirige hacia mí—. Eres tan... —Me pega una colleja amistosa que me hace perder el equilibrio.
Caigo hacia detrás y quedo completamente tumbado en la cama. Ella está encima de mí. Nuestras caras están casi tocándose. Compartimos el aire y noto su respiración. Me fijo en que sus brazos descubiertos tienen el bello erizado. También observo el brazalete que lleva en el brazo izquierdo, con forma de copo de nieve, idéntico al de Kyle.
—¿Tie-Tienes fío? —Trago saliva.
Cuando asiente, la punta de su nariz roza la mía.
Sujeto su cadera con mis brazos suavemente hasta hacer que se levante. Yo me alzo después de ella y desprendo el edredón de la cama. Me tumbo de nuevo, extiendo mi brazo hasta tocar su mano y tiro de ella para indicarle que venga. Ella se deja llevar por la presión de mi mano y se sienta en la cama para quitarse los zapatos. Después, se tumba a mi lado y yo la cubro con el edredón.
Se acurruca a mi lado y, por un momento, veo la viva imagen de Mayda iluminada por la tenue luz de la lámpara. Sacudo la cabeza despacio. No, ella es Sophia.
—¿Mejor? —pregunto pasado un rato.
—Sí. —Levanta la vista buscando mis ojos. Cuando los encuentra, desvía la mirada y se acerca más a mí, poniendo su cabeza sobre mi hombro. Yo también me acerco y la rodeo con los brazos.
—Sophia —mi voz suena como un susurro, pero sé que ella me escucha porque su oreja está pegada a mis labios. Se estremece y le recorre un escalofrío por todo el cuerpo; lo puedo sentir entre mis brazos—, ¿puedo preguntarte algo?
—Claro que sí. —Alza la cabeza de nuevo y ahora tengo sus labios a escasos centímetros de los míos.
—¿Has estado alguna vez en la superficie? —Me quedo muy quieto. No quiero dar un paso tan importante, pero tampoco quiero estropear este momento.
—No, siempre he sido Guardiana en las sedes, ¿por qué lo preguntas? —Pronuncia cada palabra con mucho cuidado. Ella tampoco se mueve y puedo saborear su aliento.
—Tienes cierto parecido con alguien que conocí. Es una estupidez —niego con la cabeza y suelto una carcajada—, lo sé. No entiendo cómo te he podido preguntar semejante tontería, lo siento.
Pone cara de no poder aguantarse la risa, así que empieza a reírse de nuevo y yo me uno a ella.
—No te preocupes, Noah, te entiendo. Yo a veces también tengo la sensación de que te conozco. Por eso me atraes, en cierto modo. —Retira su rostro del mío y vuelve a apoyar su cabeza en mi hombro.
—Vale, pues, en cierto modo, tú también me atraes, ¿sabes? —Algo en mí se rompe en este momento. A juzgar de mi culpabilidad, creo que se trata de que una parte de mí sabe que estoy pasando página en lo que se refiere a Mayda. Me siento infiel, desleal.
Suspira y, aunque no vea su cara, sé que sonríe.
—¿En serio? Pues, en cierto modo, aunque no venga al caso, te invito al baile que hay después de la Noche Final. —Se gira de nuevo, pero esta vez hunde su cara en mi pecho, como si me pidiera que la abrazara—. ¿Vendrás?
Hay algo que me impide la simple idea de decirle que no.
—Por supuesto —acepto. La estrecho más contra mí.
—Buenas noches, Noah.
Segundos después, escucho su respiración profunda. Me acaricia regularmente la piel de mi pecho, aunque lleve puesta una camiseta.
—Buenas noches. —No es consciente, pero sé que me escucha.
Esta noche vuelvo a dormir bien, con Sophia entre mis brazos. Es como si fuera inmune a cualquier somnífero, pero cuando se trata de ella podría dormir una semana entera sin despertarme una sola vez.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro