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CAPÍTULO 32

Abrí los ojos lentamente sin saber qué diablos había sucedido conmigo.

— ¿Q-qué? ¿Dónde estoy? — fue lo primero que dije luego de incorporarme un poco.

— ¡Diana! — Helen saltó de repente de no sé donde a abrazarme, sus ojos estaban rojos y su voz algo quebrada, seguro había estado llorando — ¡Nos asustaste a todos!

Entonces entendí donde estaba, era un hospital, lo supe por las paredes blancas, la camilla y el olor a antiséptico que imperaba en el ambiente.

Al grito de Helen acudieron los demás. Estaban todos, Jeremy, Lea, Nicholas, Carter con su novia y Marcus. Rodearon la camilla y me miraron con preocupación, sobre todo Marcus, él era quien lucía más preocupado.

Marcus se colocó junto a Helen y me miró con ansiedad mientras me examinaba con los ojos, como si con ellos pudiera saber con exactitud mi estado. Le sonreí intentando tranquilizarlo, pero pareció no funcionar muy bien, ya que primero colocó su palma sobre mi frente para medir mi temperatura.

— ¿Te sientes bien? — me dijo esta vez apresando mi mano libre con fuerza, ya que Helen todavía no deshacía el abrazo.

— Ya estoy bien, no te preocupes — le dije, mientras le palmeaba la espalda a Helen en modo de consuelo.

— ¿Cómo que ya estás bien? ¡No podré estar bien hasta que me digan que tienes! — gritó Helen mientras deshacía el abrazo — ¡El idiota del doctor no quiere abrir la boca por la "confidencialidad del doctor-paciente"! — lo último lo dijo de modo irónico, como si fuera una estupidez.

— Te escuché — reclamó de repente el doctor Angaraes entrando en escena con el guardapolvo blanco arrugado como si no conociera la existencia de la plancha.

— ¿Tú otra vez? — se me escapó de repente al verlo entrar. ¿No había otro doctor en este maldito hospital?

— Eso mismo estaba por decir yo. Parece que no has estado durmiendo bien y has pasado por mucho estrés. Muy mal, eres muy imprudente. Deberías estar más consciente de tu estado.

— ¿Estado? — interrumpió Nicholas mirando al doctor entre intriga y preocupación.

El doctor se mantuvo en silencio, por lo que Nicholas optó por mirarme a mí en su lugar en busca de una explicación.

Un nudo se atoró en mi garganta. No había manera de seguir ocultándolo, ¿verdad?

Busqué en la mirada de Marcus algo de apoyo. Quería saber que opinaba él, si estaba de acuerdo en que ya era hora de revelarlo todo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al comprender que tenía su apoyo en esto.

— ¿Diana? ¿Qué sucede? — Helen me tomó la mano al ver como me ponía de sensible.

— Tengo algo que decirles, chicos.

Todos me miraron con sorpresa y preocupación por lo que fuera a revelar, excepto Carter, quien, por la expresión de su rostro, me imaginaba que ya sabía de lo que iba a hablar.

Las lágrimas rodaron por mis mejillas y ya no pude detenerlas. Tenía miedo por la reacción de mis amigos. ¿Qué dirían de mí?

— Yo...

— Vamos, Diana, no tengas miedo de decirlo. Nosotros no te juzgaremos — dijo Jeremy y sus palabras me dieron las fuerzas que me faltaban para confesarlo.

— Yo... estoy embarazada.

La primera respuesta fue el silencio. Todos me miraron con sorpresa como si hubiera confesado que me raptaron los extraterrestres. Nadie podía creerlo. Pues, tampoco era tan difícil de crees, en verdad era más simple de lo que parecía.

De un momento al otro Nicholas tomó a Marcus del cuello de la camisa y lo empujó con fuerza.

— ¿Cómo te atreves? ¡Voy a matarte, maldito! — dijo y ambos cayeron sobre la camilla que estaba vacía a mi lado.

Nicholas le estampó un puñetazo en la comisura de la boca, pero Marcus tampoco se quedó atrás, aprovechó un momento de descuido para hundirle la rodilla en el estómago, lo que provocó que Nicholas tuviera que retroceder para intentar recuperar el aire.

— ¡Maldito! — dijo una vez que logró recuperar el aliento —¡¿Encima te atreves a golpearme después de lo que has hecho?! ¡Hoy no sales vivo de esta! — Nicholas caminó hacia Marcus una vez más, con claras intenciones de reanudar la batalla.

— ¡Basta! — grité yo intentando salirme de la cama para detenerlos, pero Jeremy me detuvo.

— ¿Estás loca? — me dijo — Si te metes en la pelea en tu estado puede ser peligroso.

Entendí que Jeremy tenía razón una vez que recapacité sobre mis acciones.

Pero al final las cosas no pasaron a mayores, ya que el doctor Angaraes los detuvo golpeando a Nicholas con su carpeta de historiales clínicos en la cabeza. Nicholas lo miró extrañado mientras se sobaba la parte golpeada.

— Hoy sí que ha sido un mal día — dijo el doctor suspirando con fastidio —, primero la vieja con olor a pata y ahora tú, la llorona embarazada con sus estúpidos amigos que se creen que el hospital es una jaula de lucha libre.

Todos lo miramos sorprendidos por sus palabras, a la misma vez que ofendidos, pero no nos vimos con la valentía de contestarle ya que, después de todo, tenía razón... además de que temíamos que volviera a usar su archivero como un arma.

— Tengo que ir a atender a otros pacientes. Quiero que se comporten mientras no estoy. Si llego a recibir una queja de alguien sobre ustedes, los voy a sacar del hospital yo mismo con patadas en el culo.

Nicholas asintió al regaño, ya que mientras el doctor hablaba lo señalaba a él con la mirada.

— Auch — se quejó Marcus mientras recibía el cuidado de una enfermera. La miré con algo de odio por mantenerse tan cerca de mi chico, pero no pude hacer nada al respecto, ya que, si la enfermera no le curaba la herida del labio, podría infectarse o algo peor. Sólo rogué internamente que la enfermera no quisiera propasarse con él y toquetearle la boca más de lo debido y necesario.

Miré en otra dirección, pues cuando más los veía, más celosa me sentía.

— Son unos idiotas — dije, buscando un tema de conversación, refiriéndome a la pelea que habían armado anteriormente, mientras volvía a recostarme sobre la camilla con algo de fastidio.

— Creo que no es el mejor momento para que lo diga, pero ya no puedo seguir guardándolo — dijo de repente Lea y la atención de todos se centró en ella.

Y ¿ahora qué?

— Yo también estoy embarazada — dijo de manera rápida y miró al suelo por ya no poder más con la vergüenza.

— ¿Qué? — pregunté sorprendida.

— Oh, veo que no perdieron el tiempo en la luna de miel — rio Carter mientras le enviaba una mirada cómplice a su cuñado, quien no pudo percibirla por el shock que estaba sufriendo.

— ¿Es en serio? — preguntó su esposo con algo de sorpresa.

— Sí — dijo ella con el rostro rojo como un semáforo —, lo sé desde hace unos días.

Nicholas caminó hasta ella la abrazó con fuerza y la besó sin ningún pudor de que estuviéramos en la misma habitación con ellos.

— Me haces muy feliz — le confesó Nicholas mientras separaba su boca de la de ella.

— ¿Ahora me toca a mí darte un puñetazo? — le preguntó Marcus riéndose algo adolorido.

— Lo nuestro es diferente, estamos casados — se defendió Nicholas, mirándolo con algo de recelo.

— Sí, lo que digas — respondió Marcus mientras giraba los ojos.

Lea caminó hasta mí con una enorme sonrisa.

— ¿Lo has pensado? ¡Nuestros hijos tendrán la misma edad! — me dijo emocionada imaginándose un futuro que todavía no sucedía —, serán mejores amigos desde la cuna — dijo y me abrazó brevemente. Yo le devolví el abrazo algo incómoda, pues, todo esto era una locura.

— ¿Por qué se embarazan todas a unos meses de graduarnos? ¿no podían esperar un poco más para agrandar sus familias? — Jeremy suspiró como un hombre viejo — Ay, esta juventud de ahora. ¿Siquiera hay aquí una mujer que no esté embarazada? — todos giramos a ver a Helen. Ella se removió algo incómoda, como si estuviera siendo juzgada por un tribunal frente a un juicio.

— A mí no me miren. Mi período llegó ayer — dijo jurando con una mano en el corazón. Y todos estallamos en una carcajada por su respuesta.

No tardaron mucho en darme el alta una vez que el doctor Angaraes se asegurara que todo estaba en orden. Claro, no me dejó ir sin antes darme una reprimenda, sobre que tenía que ser más consciente y cuidadosa, evitar el estrés y dormir correctamente las ocho horas diarias. Ojalá fuera tan fácil.

Los chicos no podían salir del asombro, pues, ya era lo suficientemente asombroso un embarazo, ahora lo era mucho más con dos. Lea y yo íbamos a tener bebés. Era una locura, nunca me imaginé que yo podría encontrarme en una situación parecida alguna vez. Nunca me figuré como madre y mucho menos de los hijos de Marcus, pero la vida da vueltas totalmente inesperadas.

Caminamos juntos hasta la universidad y allí nos separamos cada uno yendo a su residencia. Marcus caminó junto a mí y compartimos el pequeño espacio del ascensor.

Mientras el cubo de metal ascendía, recargué mi cuerpo contra la pared de espejo. ¿Era idea mía o las paredes eran cada vez más pequeñas?, encontrarme sola con Marcus en un espacio tan pequeño me era sumamente incómodo, podía sentir la tensión en el aire de manera tan palpable que podría cortarla con una tijera. Y el silencio no ayudaba a menguar la incomodidad.

Salimos al pasillo y caminamos uno al lado del otro, con nuestros brazos a una distancia discreta para que no se tocaran ni por accidente. ¡Mierda, si las cosas marchaban a este ritmo nunca mejoraríamos!

Nos detuvimos frente a mi puerta. Por lo menos se tomaría unos minutos para despedirse de mí y no se iría directamente a su cuarto.

— Si necesitas algo, lo que sea, pídemelo — dijo de repente mientras yo abría la puerta de mi habitación. Detuve la tarea para verlo fijamente. ¿Si necesitaba algo?, estuve a punto de responder "a ti" cuando me di cuenta que se refería a todo lo relacionado a nuestro hijo.

— Sí — respondí tragándome los deseos de responder algo estúpido.

— No importa la hora, tú llama. Incluso puedes ir a buscarme a mi habitación.

— Gracias, así lo haré.

— Bueno, si eso es todo... — dijo dando una vuelta incompleta en dirección a su habitación con obvias intensiones de irse, pero se detuvo en el lugar y me miró de manera significativa. Había un fuego algo extraño en sus ojos.

Mierda. Estaba tan hermoso. Se veía algo cansado, seguramente la noticia de mi embarazo no lo había dejado dormir bien y lo entendía, era una nueva forma de vida difícil de procesar. Pero, a pesar de eso, de las ojeras y de la expresión cansada, seguía conservando ese brillo de belleza que tanto lo caracterizaba. Sus ojos olivos tenían fuerza hipnótica y sus labios, en una línea recta sin expresión, me era tentadora.

Actué de manera totalmente involuntaria, fue como un impulso natural, cómo un latido o un respiro, mis pies se movieron por inercia y me acerqué a él hasta chocar levemente su cuerpo con el mío.

Mis ojos se cerraron de manera voluntaria y me acerqué a sus labios de manera peligrosa mientras fruncía los míos en un pico.

Quise morirme, pues... nunca llegué a sus labios, Marcus me detuvo antes. Tuve que abrir los ojos cuando sentí que me había tomado el brazo y me impedía seguir avanzando.

Deshice la expresión de beso de mis labios y lo miré sorprendida, y sí, también dolida, porque su rechazo dolía como el infierno.

— No, todavía, no — me asusté un poco de la seriedad de sus palabras. Tragué una bola de saliva y abrí la boca para responder, pero tartamudeé un poco al sentir mi corazón doler.

— Pensé que nosotros... como ayer nos besamos...

— Eso fue un descuido. No volverá a pasar.

Bajé la vista completamente humillada y sentí mis ojos picar.

No.

Mierda, mierda.

¡No quería llorar!, pero no pude detenerlo. Mis lágrimas bajaron por mi rostro y me sentí lo suficientemente abochornada para mostrarle mi cara llorosa, aunque no fuera la primera vez que la viera.

— ¡Odio ser tan sensible! — exclamé mientras me refregaba los ojos con algo de odio por mí misma.

— No hagas eso — Marcus me tomó por las muñecas para que dejara de sobarme donde caían las lágrimas. Las apretó con fuerza y yo lo miré a los ojos, en ellos pude captar dolor, esta situación nos dolía a ambos. Nos estábamos destruyendo, nuestros corazones morían por el otro, pero era doloroso estar juntos.

Marcus se llevó mis manos manchadas en mis lágrimas a su boca y dejó un pequeño beso sobre los nudillos. Mi corazón palpitó emocionado por el pequeño, pero tierno, gesto.

— Por ahora conformémonos con esto.

Yo asentí a sus palabras, todavía sin poder detener mis lágrimas. Dolía porque quería estar con él, quería abrazarlo, tocarlo, besarlo y no podía. El dolor residía en tenerlo tan cerca y no poder saciar mi amor en él.

Mis ojos cayeron al suelo y permanecieron allí estancados, ya que no tuve fuerza de levantarlos.

Marcus no se retiró de escena, se quedó allí conmigo, junto a mi puerta hasta que yo ya no tuviera más lágrimas que llorar.

— Todo va a estar bien — me dijo, todavía sin soltar mis manos. Era una sensación agradable y reconfortante sentir que Marcus no rechazaba todo contacto conmigo, aun que fuera un pequeño toque, un simple sostenimiento de nuestras manos, era suficiente para darle un poco de calidez a mi lacerado corazón.

Después de varios minutos, los cuales no fui capaz de contar, pero en los que ya me sentía un poco más repuesta, decidí levantar la cabeza. Mis ojos buscaron a Marcus de manera natural, y me sorprendí al descubrir que él ya me estaba mirando y algo me dijo que no había apartado la mirada de mí en ningún momento. Siempre estaba en sus ojos. Mi corazón latió con fuerza y mi mente se nubló por un momento, pero, en cambio, mis labios formaron una pequeña pero sincera sonrisa y Marcus, segundos después, me devolvió una igual.

Marcus soltó una de sus manos para llevarla en dirección a mi vientre, pero antes de llegar allí detuvo sus dedos a centímetros de la tela que cubría mi estómago.

— ¿Puedo? — me preguntó y yo asentí en modo afirmativo sin siquiera pensarlo.

Mi corazón se agitó con fuerza al momento que sus dedos se posaron sobre mi barriga que aun permanecía plana. Seguramente no podría percibir nada, sin embargo, estaba allí. Nuestro hijo.

Marcus hizo un pequeño movimiento de caricia sobre la zona y lo vi dibujar una sonrisa.

— No puedo esperar para sentirlo moverse — dijo y yo me sorprendí.

Verlo así, tan esperanzado y entusiasmado por la espera de la nueva vida que en mí residía, hizo que mis ojos volvieran a aguarse, pero esta vez por una razón diferente, pues, un sentimiento esperanzador me llenó por completo. Sí, había esperanzas. ¡Podía hacerlo! ¡Podía cambiar! ¡Podía recuperar a Marcus y tener nuestro futuro juntos! Y entendí que ese futuro que yo deseaba tener no seríamos sólo Marcus y yo, no, habría una tercera personita acompañándonos en nuestro día a día.

Sonreí e incluso lancé una risa de manera involuntaria mientras colocaba mis manos sobre las de Marcus.

Talvez estar embarazada no era tan malo. 

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Perdón por la tardanza. 

El sábado que viene seguramente no podré subir capítulo, así que lo estaré subiendo el domingo o lunes más tardar.  

Desde ya, gracias a todos los que leen, votan y comentan :3 

Los amo <3

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