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CAPÍTULO 28

Me extrañé por la tardanza. Me había costado toda la valentía que guardaba mi pequeño cuerpo llegar hasta su puerta y tocar, ¿para qué? ¿para qué me mantuviera esperando afuera como una idiota?, ah, no señor, a mí nadie me tendría con los nervios a flor de piel y la desesperación mellando en el fondo de mi nuca.

Volví a golpear a la puerta con insistencia. No lo dejaría arrepentirse, no después de que aceptara hablar conmigo y de que yo me decidiera a arreglar las cosas entre nosotros de una vez por todas.

Me sorprendí cuando escuché ruido en el interior de su habitación, sonaba como si estuviera discutiendo con alguien. Forcé mi audición intentando descifrar de quién se trataba, pero nada, no pude saber, ni por asomo, quien era la otra persona que estaba allí dentro.

¿Quién estaba allí dentro? Y ¿Por qué estaba con alguien si sabía que iría a su habitación en esta hora? ¿Acaso me esperaba con alguien más? ¡¿Qué diablos estaba sucediendo?! ¡No entendía nada!, y sacar tantas conclusiones me ponía aún más nerviosa que antes.

Cuando escuché que giraban el picaporte para abrir la puerta, mi corazón dio un salto de trecientos ochenta grados, había llegado el momento.

¡¿Q-?! ¡¿Qué...?! ¡¿Qué mierda estaba sucediendo?!

Cuando la puerta se abrió por completo, lo primero que vi fue a Marcus, estaba vestido de entrecasa, y tenía una expresión algo dura en el rostro, y no sabía bien cómo mirarme. Sus ojos paseaban de mí al suelo reiterativamente. Lo segundo que captaron mis ojos, fue a aquella cucaracha. Ella estaba sentada sobre la cama de Marcus y estaba llorando.

La sangre hirvió dentro de mí, despertando un instinto asesino.

Ingresé al interior de la habitación, ignorando completamente a Marcus, mi atención estaba puesta en una sola persona. Me paré frente a ella, conteniendo, en el lugar, un deseo casi insoportable de arañarle el rostro. La cucaracha me miró con temor en los ojos. Oh, sí, esa maldita sabía que ahora tendría que atenerse a las consecuencias por hacer caso omiso a mi advertencia.

Me giré y encaré a Marcus con la mirada.

— ¿Qué hace ella aquí? — me contuve para no gritar la pregunta. Quería mantener mis demonios bajo control.

Marcus se mantuvo en silencio menos de un segundo, como si estuviera pensando la respuesta correcta.

— Sólo vino a dejar las cosas en claro, ya se iba — dijo al fin.

Juno pareció inquietarse en el lugar, como si no estuviera de acuerdo con sus palabras. ¿Qué diablos significaba "dejar las cosas en claro" ?, yo sólo esperaba que significara que se volvía a España si quería conservar su cabeza pegada al resto de su cuerpo.

— ¡No es cierto! — se levantó de la cama con una valentía que no creí que pudiera tener — ¡Yo no me voy a ningún lado!

Levanté las cejas con sorpresa y la miré con algo de incredulidad. Esta cucaracha se creía mucho. Creo que alguien tendrá que ponerla en su lugar.

Caminé hasta ella y la vi reducirse en el lugar, con temor a que la golpeara. Una sonrisa tembló en mi rostro. No era más que una cobarde, ¿con esta actitud tenía pensado luchar por Marcus?

— Creo que te dejé muy en claro cuando te dije que no me provocaras — Juno tembló al escucharme hablar.

— ¿Quieres decir que es verdad? ¿la amenazaste? — las palabras de Marcus me sorprendieron, me sacaron del trance de furia al que había entrado. Miré a Marcus algo asustada, le había mostrado una parte de mí que había jurado enterrar.

— ¡No es lo que parece! — intenté excusarme — ¡Todo tiene una explicación!

— ¡Está mintiendo! — intercedió Juno de manera temerosa, pero haciendo acopio de todo el coraje que guardaba por mí.

La miré con verdadero odio. No le daría lugar de decir nada, desde que ella había llegado, mi relación con Marcus había empeorado... todo era su culpa.

— ¡Es todo tu culpa! — le grité a Juno acercándome peligrosamente a ella.

No pude evitarlo, cuando llegué junto a ella y la vi allí, tan reducida y pequeña, siendo al mismo tiempo todo el foco de mi odio, mi mano se levantó peligrosamente como en un acto de inercia.

— ¡Te advertí que...! — mis palabras se detuvieron cuando sentí que un brazo se cerró sobre mi muñeca. Marcus me detuvo antes de que llegara a golpear a la cucaracha.

Lo miré con sorpresa. Su acción hizo que mi corazón se acelerara con furia y mi respiración se sintió obstruida. Los demonios estaban nublando mi mente. Mi verdadera yo... estaba volviendo en su peor faceta.

— ¡¿Ibas a golpearla?! — me sorprendí, tanto que incluso temblé ante el conocimiento de lo que sus palabras significaban. ¿Qué estaba haciendo?, pero más importante, él nunca me había hablado con tanta rudeza.

¿Estaba...? ¿la estaba protegiendo de mí? ¡No podía creerlo!, me estaba tratando como si fuera peligrosa o algo así.

— Eres un idiota – le dije ofendida y llena de ira, mientras me desembarazaba de su agarre.

— Y tú una loca — abrí la boca por la sorpresa y lo miré sin poder creer lo que había escuchado de él.

Me había insultado, MARCUS NUNCA me había dicho nada parecido, nunca.

¡Esto no podía ser cierto! ¡No podía estar pasando! ¡Maldita cucaracha! ¡Era todo su culpa!

— ¡Me insultaste! — declaré dolida y enojada al mismo tiempo, mientras intentaba aguantarme las lágrimas. Su insulto me había dolido como ninguna otra cosa podría hacerlo.

— ¡Tú me insultas constantemente!, me llamas patán, idiota, incluso me dices que me odias — nunca había visto a Marcus de aquella manera, tan enojado conmigo.

— ¡Pero eso es mentira! ¡No te odio! — intenté justificarme en vano.

— ¡Pero duele igual! — sentí que mi cuerpo se sacudió involuntariamente al recibir aquellas palabras. Aunque no quería, siempre lo estaba lastimando.

— Chicos... — la tal Juno intentó interceder por nosotros, pero yo no le di lugar.

— ¡Cállate! — le grité y ella pegó un respingón.

— ¡No le grites! — me regañó Marcus y yo sentí más rabia que antes, odiaba que la pusiera antes que a mí, que se pusiera de su parte y no del mío. ¡Marcus es mío y de nadie más!... o eso es lo que él me había hecho creer hasta el momento, siempre enamorado de mí, pero al parecer yo no era su persona favorita de todas.

Entonces sucedió lo que mandó todo por el caño, la maldita cucaracha...

— ¡Yo te lo advertí! — dijo Juno levantándose de la cama y acercándose a Marcus — Ella no cambió, tienes que dejarla.

— Juno, esto ya lo hablamos... — Marcus intentó detener sus palabras, pero Juno se interpuso con fuerza.

—¡Tienes que verlo!, yo soy mejor mujer para ti que Diana. Nunca podría hacerte daño, y nunca te dejaré ir — Juno quemó la distancia en menos de un segundo y estampó sus asquerosos labios de cucaracha sobre Marcus.

Mi sangre bulló con fuerza y mi mente se llenó de oscuridad. Sentí rabia, mucha rabia. Mis demonios se agitaron con un verdadero instinto asesino, sólo querían una cosa, sangre, y yo estaba dispuesta a saciarlos con ella.

Marcus la separó de él y dijo algo más, pero a causa de la rabia que me poseía en ese momento, no pude escuchar que era. Me moví en un rápido movimiento, consumida por un sentimiento oscuro que no podía controlar. Tomé a Juno con fuerza, totalmente dispuesta a descargar todo mi enojo e ira sobre ella. A enseñarle lo que le sucedía por meterse entre Marcus y yo... por intentar quitarme lo que era mío, por atreverse a besarlo.

Entonces lo entendí, el problema todo este tiempo había sido Juno... ella hacía que Marcus se alejara de mí. Presentaba el único y verdadero peligro para nuestra relación.

Juno gritó cuando la tomé con fuerza. Ella intentó que la soltara, por lo que trastabilló y ambas caímos sobre la cama de Marcus.

Le asesté varios golpes al rostro. Ella lloraba y gritaba, rogándome que la soltara, pero sus lágrimas y súplicas no fueron suficiente para conmoverme. No tenía ninguna lástima por ella, no por una cucaracha de su calaña.

— ¡Aléjate de nosotros! — le dije mientras le daba otro golpe, esta vez en la mejilla — ¡Aléjate de Marcus! ¡Él es mío! ¡Sólo mío!

Juno gritó con dolor cuando le hundí las uñas en el pómulo.

Sentí que algo me apresaba por detrás y después una fuerza que no entendí me sacaba de encima de Juno. Cuando mis pies tocaron el suelo, entendí de que se trataba. Marcus me había separado de ella.

Estaba dispuesta a saltar de vuelta sobre una Juno temblorosa y llorosa, pero unas palabras dichas de la boca del chico que amaba me hicieron quedarme en el lugar.

— ¡Basta, Diana! — con su voz volví a la realidad.

Quise defenderme con palabras, pero él no me dio lugar.

— No has cambiado nada, sigues siendo la misma persona de antes.

Mi cuerpo comenzó a temblar cuando entendí lo que había hecho.

Marcus caminó hasta Juno y la ayudó a sentarse. La chica tenía una herida grande en la mejilla, donde la había rasguñado.

— Yo... yo... — quise decir algo, pero no había nada que decir. Ya estaba todo hecho.

Marcus me miró fijamente, pensé que vería enojo en sus ojos, pero no, había un sentimiento mucho más doloroso, había decepción.

— Lo único que cambió en ti fue tu polo de obsesión. De Nicholas a mí.

No... no... no me gustaban sus palabras. Comencé a temblar antecediéndome a lo que más temía. Lo peor fue cuando mis miedos se hicieron realidad.

— Ya no lo soporto.

Abrí los ojos. Un nudo doloroso se formó en mi garganta. Desistí en contener las lágrimas, estas cayeron sin cesar, y su humedad salada manchó mis labios. Un sentimiento desesperante me inundó por dentro... entendí hacia donde apuntaba la dirección de sus palabras, estaba perdiéndolo... no... no podía permitirlo... no...

— No... no... — quise detener sus palabras y la decisión que estaba tomando, pero me encontraba muy nerviosa cómo para pensar una frase coherente.

— Creo que lo nuestro no va a funcionar — dijo Marcus y yo me paralicé en el lugar. Sentí terror inmediato. ¿Qué quería decir?

— No... — intenté parar sus palabras, pero mi voz se había estancado en el fondo de mi lengua y se rehusaba a salir.

— Talvez fui muy ingenuo al tener esperanzas de que lo nuestro podría llegar a algo en un futuro. Pero seguir así no es sano...

— ¿Qué quieres decir? — formulé la pregunta con desesperación y llanto.

No quería perderlo, pero lo estaba haciendo.

— ¡Mírate! — y lo hice. Mis ojos cayeron a mis manos y me percaté que en mis dedos había sangre, al igual que en el rostro de Juno, quien no había parado de llorar en todo este tiempo.

— ¡¿Escuchas lo que dices?! ¿Eres consciente de lo qué hiciste?, yo no quiero que nuestra relación te convierta en esto. Esto no es sano, ni para mí y mucho menos para ti.

— ¿Estás cortando conmigo? — le pregunté y la pregunta sonó absurda, pues, siquiera estábamos saliendo como para que pudiera cortarme, pero al mismo tiempo se sentía como si nos estuviéramos reservando el uno para el otro hasta que sanáramos... pero lo había arruinado, como siempre.

Me acerqué a él a manera de súplica, Marcus me miró dolido, pero algo en su expresión me asustó al saber que ya había tomado una decisión. La desesperación me invadió. Quería retenerlo, quería detener su decisión... no quería que se rindiera conmigo.

— No lo entiendo, si los dos nos amamos, ¿cuál es el problema? — pregunté intentando llegar a él con mis palabras, ya que me rechazó cuando intenté abrazarlo.

— Al parecer, amor no es suficiente para hacer que esta relación funcione — y sus ojos me dijeron que sufría por dentro por lo que estaba haciendo, pero, a pesar del dolor que le causaba, estaba decidido a terminar todo.

Lo había arruinado. Lo entendí. No había sido culpa de Juno... ni de Clara, ni de Lea... siempre había sido mi culpa, sólo mía. ¿Por qué era tan ciega?

— No, no quiero dejarte — dije y lo tomé de la tela de su manga. Fue una actitud infantil, pero tampoco me atrevía a tocarlo directamente por miedo a su rechazo. Las lágrimas siguieron cayendo por mi rostro con más fuerza.

Marcus me miró con sus ojos entornados, como si estuviera conteniendo una herida grande en su corazón, que lo desgarraba por dentro. Sus dedos bajaron hasta los míos e hizo que lo soltara.

— Continuar juntos es sólo retrasar el adiós — dijo y lo miré incrédula mientras un nudo de frustración y miedo se acumulaba en mi garganta.

— ¿Qué quiere decir eso? — pregunté con desesperación, aunque sus palabras habían sido muy claras, no quería creerlas.

Dolía... dolía mucho.

— Qué tarde o temprano esto llegaría a su fin. No hay un futuro con nosotros... nunca lo hubo. Fue estúpido tener esperanzas e intentarlo sobre una relación que siempre pareció infértil e incompatible. Esto es muy tóxico.

— ¡Lo siento! — me aferré a él en un impulso, quien ya no pudo rechazarme, y comencé a llorar más fuerte — ¡En serio cambié! ¡Déjame demostrarte que sí soy otra Diana!

— No es cierto — sus palabras fueron una apuñalada al corazón. Me hería que se diera por vencido conmigo —, ya no tiene sentido seguir luchando por algo que nunca tendrá futuro.

¿Qué no tendrá futuro? ¿Por qué no podía ser posible un nosotros? ¿Por qué era tan difícil?... lo estaba perdiendo, debía pensar en algo, ¡rápido!, tenía que atarlo a mí, demostrarle que estaba equivocado, que podía seguir apostando por nosotros, porque teníamos un futuro juntos... pero no se me ocurría nada.

¿Siquiera había algo bueno en mí que valiera la pena?...

Abrí los ojos por completo cuando lo supe, cuando supe cómo podría atarlo a mí, como podría frenar su huida.

— ¡Yo estoy...! — y me detuve antes de terminar la frase, ¿acaso era correcto atarlo de aquella manera a mí? ... nunca quise que fuera así, pero esta parecía ser la única forma de no perderlo, de demostrarle que había una cosa por la que seguir luchando.

Marcus me miró de manera confundida.

— ¿Estás qué?

Lo pensé y abrí la boca para responder. 

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