
CAPÍTULO 14
Llegó el mediodía y no pude salvarme de asistir al almuerzo. Les juro que pensé decenas de planes diferentes, pero ninguno lo suficientemente bueno como para librar mi presencia en aquella mesa. Podía decir que me sentía mal, que el alcohol me había dejado en mal estado, pero ya todos sabían que no era cierto, pues, eran las doce del mediodía y me sentía fresca como una lechuga. Bueno, fresca fresca no, me dolía un poco la cabeza, pero no era nada que no pudiera manejar con un ibuprofeno.
Caminé a lo largo del pasillo. Me había cambiado el vestido bordó por uno que me prestó Lea, el cual me quedaba un poco más corto de lo que debería, ya que Lea era unos centímetros más baja que yo, sus vestidos a la rodilla a mí me quedaban como minifalda. ¡Y eso que soy una flaca escopeta!
Doblé a la derecha y me encontré con la sala comedor, en el medio se ubicaba una mesa enorme que me recordó a las de la realeza, varias de las sillas ya estaban ocupadas. Y como no, Marcus era uno de los que llegó temprano, a su lado izquierdo estaban Helen seguida de Benjamín y su lado derecho estaba vacío. Marcus fue el primero en notar mi presencia en la sala. Me quedé unos segundos parada en el umbral mientras debatía internamente qué debía hacer.
Marcus miró el lugar vacío a su lado y supe que esperaba que me sentara allí junto a él. Me acaloré de inmediato por aquella idea.
No, no podía. Sentía que si me acercaba a menos de un metro de él me quemaría el cuerpo entero. Con sólo verle el rostro despertaba en mí una oleada de recuerdos de nosotros dos anoche, jadeantes, excitados y... ¡Basta! ¡Suficiente! ¡Deja de recordar!
Cuando vi que Marcus se elevó levemente hacía arriba para levantarse de su silla. No estaba segura si había amagado a levantarse para acercarse a mí y llevarme a su lado, pero no esperé a averiguarlo. Volé como un rayo al asiento más cercano a la puerta y el más lejano a él. Marcus volvió a acomodarse cuando vio que ya me había sentado y me miró entre extrañado y decepcionado por no haber elegido el asiento junto a él. ¿Y qué esperaba? ¡Apenas podía mirarlo sin morir de la vergüenza! ¡Imagínense si me sentara a su lado! ¡NO, imposible!
Marcus me miró desde la distancia y aunque no lo pusiera en palabras, sabía que quería saber el porqué de mi distancia. Comenzó a verse algo preocupado, tal vez estaba imaginando que lo que le dije más temprano era verdad, eso de que lo odiaba, pues, ¡era todo lo contrario! ¡Estaba sumamente avergonzada por lo que había pasado, por cómo me había comportado!
Minutos después llegaron los que faltaban, Lea, Nicholas, Carter, su novia y su padre, y unos viejos que no conocía, seguramente eran familiares de ella, todos se repartieron por los asientos restantes. Carter se sentó a mi lado, quedando en medio de su novia y de mí. Me miró con algo de sorpresa exagerada y después miró a Marcus. Dibujó una "o" con la boca y sólo la deshizo para preguntar:
— ¿Por qué están tan lejos? — preguntó mientras formaba una sonrisa malvada entre sus labios —, si hoy a la mañana parecían dos tortolitos.
Mi rostro se tiñó de rojo intenso y balbuceé un par de cosas ininteligibles, mientras que Marcus lo miró como si pudiera asesinarlo sólo con la mirada, allí desde el otro lado de la mesa.
Estoy segura que Marcus hubiera dicho algo al respecto si el anciano no lo hubiera reprendido en el lugar.
— ¡Deja de comportante como un idiota! — le dijo a su hijo y este enmudeció de inmediato.
Carter lucía como un rebelde, pero al parecer, su padre todavía no había perdido la autoridad sobre él, y era bastante divertido de ver, pues Carter aparentaba tener uno o dos años más que yo, y ya estaba lo suficientemente grande como para ser regañado por su padre. Era una escena algo infantil, lo que me provocó una sonrisa en el rostro y Marcus se percató de ella. Me miró sorprendido y luego desvió la vista a Carter para volverlo a rematarlo con su mirada.
Si no lo conociera bien diría que estaba celoso... pues, sí que lo conocía y podía asegurar que estaba hirviendo de celos... ¡de celos sin sentido!, pues Carter era un chico que conocí en un robo, ¡él como el ladrón! No tenía motivos para celarme, aún más sabiendo que ayer nosotros hicimos... eso, sin embargo, lo podía ver allí, frunciendo el entrecejo y mordiéndose el labio de manera enfadada, como si se contuviera para no asesinar a alguien. Y como se imaginarán, su actitud no me molestaba en lo absoluto, todo lo contrario, me era una premisa de sus sentimientos, de que estos todavía persistían por mí, de que todavía me amaba.
No pude evitar sonreír aún más e incluso me sonrojé. Cosa que pareció avivar aún más los celos en Marcus.
¡Patán idiota! ¡Esta sonrisa es por ti, por nadie más!
— Y ¿bien? ¿Dónde será la luna de miel? — preguntó un Jeremy más que interesado en los detalles.
— En Porto de Galinhas — dijo Nicholas intentando imitar el acento portugués.
— ¿Eso dónde es? Es Brasil ¿Verdad? — preguntó Helen mientras admiraba el platillo que había dejado un mozo delante de sus narices.
— Sí, es un lugar paradisiaco — informó Lea con entusiasmo mientras sacaba su celular, no era el mismo que perdió en el bosque sino uno nuevo de última generación, para mostrarnos las fotos del lugar que habían reservado.
Verdaderamente era un lugar paradisiaco, si el Edén existió debió verse como este lugar. Los colores parecían tener vida propia, el agua que rodeaba las pequeñas islas era trasparente como el cristal y las posadas se veían lujosas, como para hospedar al mismísimo príncipe de Mónaco.
— ¡Wow, qué envidia! — dijo Helen admirando las imágenes con entusiasmo —. Benjamín, cuando nos casemos quiero que vayamos a un lugar así de luna de miel.
— Pero Helen, no podemos costearnos algo así — Benjamín se vio preocupado.
— Entonces, es tiempo que empecemos a ahorrar — dijo palmeándole el muslo en modo cariñoso, pero sin deshacer su sonrisa mandona.
— Ya sabemos quién lleva los pantalones en esa relación — intervino Carter de inmediato y todos los que estábamos en la mesa reímos, pero yo me pregunté si mi amiga estaba bromeando o si en verdad pretendía comenzar a ahorrar desde ahora. Tratándose de Helen no me extrañaría.
En el resto del almuerzo casi no dirigí un ojo en dirección a Marcus, pues no sabría cómo reaccionar si me descubría mirándolo, así que preferí evitar la crisis simplemente luchando contra el deseo de observarlo a cada momento.
Al término del almuerzo todos salimos al parque a despedir a los novios... digo, a los esposos, pues ahora partirían al aeropuerto ya que los esperaba la luna de miel. Y yo me pregunté que iban a hacer con la universidad, pues se iban dos semanas a Brasil, dos semanas de pérdidas de clases. Mis dudas fueron resueltas cuando Lea nos comentó que habían levantado una nota a la dirección pidiendo que se les justificara la inasistencia durante el viaje. Al parecer no habían presentado peros a su petición por más loco que se oiga, tal vez provenir de una familia rica tenga esta clase de privilegios.
Nicholas volvió al interior de la casa con el padre de Lea y Marcus para buscar el equipaje, fue entonces cuando Helen aprovechó la ocasión para entregarle a Lea algo que había estado guardando.
— Antes que se vayan — Helen se acercó a Lea con una caja entre manos — tengo un regalo para ti — le dijo a Lea, quien se sorprendió al ver la caja con un enorme moño blanco de fino encaje.
— No hacía falta — dijo tomado la caja con algo de pena —. Con el regalo de la boda ya gastaron suficiente — dijo haciendo un tierno puchero.
— Vamos, sé que quieres abrirlo — dijo y su sonrisa mostró mucha más emoción de la que debería para un simple regalo. ¿Qué había dentro de la caja?
Lea deshizo el moño lentamente y abrió la caja con algo de cuidado, temiendo que dentro se guardara algo frágil. Pero no era nada de eso. Al principio, Lea no entendió lo que era, por eso lo sacó de la caja para admirarlo mejor.
— ¿Qué es? — dijo extendiéndolo con los dedos — ¿Un pañuelo...? — el rostro de Lea se tiñó en rojo cuando al extenderlo rebeló la verdadera forma del regalo, y fue aún más vergonzoso ya que lo mostró a todos los presentes.
Se trataba de un conjunto de ropa interior, tan trasparente como diminuto que mostraba más de lo que cubría, incluso me avergonzó a mí y eso que yo no era la destinataria de dicho regalo. Carter lanzó su típica carcajada sonora, Benjamín se avergonzó por la actitud de su novia, mientras Jeremy hacía gestos pervertidos con los dedos.
— Hazle caso a mamá Helen, usa esto y tu luna de miel será inolvidable.
Nunca había visto el rostro de Lea tan rojo, ¿siquiera es posible sonrojarse a ese nivel?
Lea volvió a meter el regalo en su caja en un movimiento rápido y la cerró como si dentro hubiera una araña venenosa.
— G-gra-cias — a pesar de la vergüenza que sentía, igual le agradeció por el regalo.
— No es nada — le sonrió orgullosa y le giñó un ojo.
No pude evitar reírme por la escena.
Segundos después volvieron los chicos con las maletas. Lea ocultó la caja en su espalda y le sonrió a Nicholas de manera nerviosa.
— ¿Qué sucede? — le preguntó al verla actuar extraña.
— N-nada — negó haciendo un veloz movimiento de cabeza.
— ¿Seguro? — Nicholas la miró de forma interrogante — ¿No te habrás arrepentido de casarte conmigo? — bromeó Nicholas para intentar que se serenara un poco.
— ¡No! ¡Nunca podría ser eso! — Lea se abalanzó sobre él y lo abrazó con fuerza. Nicholas mostró la sonrisa más satisfecha que una vez vi en su rostro y no perdió más tiempo para besarla, sin importar que todos los presentes tuviéramos los ojos puestos en ellos dos.
— Bueno, bueno — los interrumpió Jeremy bromista —, guarden un poco de esa pasión para la luna de miel. Se les hará tarde para tomar el vuelo.
Lea se separó de Nicholas y lanzó una risita entre divertida y avergonzada.
La despedida fue bastante efusiva, hubo abrazos, besos y lágrimas. Les deseamos suerte en esta nueva etapa de matrimonio y mis deseos fueron verdaderos. Nunca creí que pudiera desear la felicidad de Nicholas con otra persona, tal vez era porque ahora mi felicidad estaba con alguien más.
Al tener ese pensamiento mis ojos se desviaron automáticamente en dirección a Marcus. Estaba vistiendo sólo la camisa y el pantalón. ¿Dónde había dejado el resto del traje?, sin embargo, se veía igual de atractivo que antes. ¡Todo le va bien a este chico! La camisa tenía desprendidos los primeros botones, y me sentí como una pecadora por avergonzarme sólo por ello. Es que estaba muy sensible por lo de anoche, el recuerdo de su calor todavía permanecía en mi mente, y si me concentraba podía incluso sentirlo en mi propia piel, en los mismos lugares donde él había tocado... ¡Bien! ¡Deja de pensar en eso! ¡Piensa en gatitos! ¡Gatitos lindos y gorditos!
— Realmente fue un placer tenerlos en la boda — la voz del anciano me despertó de mis recuerdos pecaminosos —. Y no te preocupes, me aseguraré que Carter te devuelva el dinero del teléfono.
— ¡Ya dije que sí lo devolvería! — se quejó Carter mientras rodaba los ojos en un gesto de fastidio, lo que me provocó una risa. Había aprendido que Carter era algo especial, actuaba como un niño mimado, pero por momentos podía ser un chico malo y rebelde. A pesar de ser un ladrón no podía odiarlo, incluso puedo decir que me agradaba un poco.
Marcus hizo un gesto algo desesperado, como si quisiera decirle algo a Carter, pero se contenía sólo por respeto al padre de Lea. A pesar de a veces actuar como un patán, Marcus siempre fue un buen chico.
— ¿Marcus, vienes con nosotros? — preguntó Benjamín de inmediato y yo me sorprendí.
¡No! ¡No!, no podría soportarlo, un viaje de varias horas sentados juntos en el mismo auto. ¿Qué haría con mis sentimientos a flor de piel? ¡Teniéndolo tan cerca no podría controlar mis recuerdos de anoche! ¡Sería un desastre! ¡Segurísimo!
— ¿Hay lugar para mí? — preguntó Marcus.
— Por supuesto, somos tres, nos sobra un lugar— le informó Benjamín.
— Bien, entonces iré con ustedes. Gracias, hermano.
— Gracias hacen los monos — respondió Benjamín.
— Ay, amor, a veces te oyes como un anciano del siglo pasado — lo molestó Helen por el refrán propio de un abuelito que había recitado su novio.
Y así fue como no supe detenerlo y antes de que me diera cuenta estábamos los dos, Marcus y yo, compartiendo el asiento trasero por el resto del viaje. Mi corazón no podrá soportar esto.
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