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CAPÍTULO 5

Ya tenía las cajas listas, miré mi habitación vacía y algo se anudó en mi estomago. Estaba dejando mi casa materna, me iba a vivir sola, esté era un gran paso en mi vida. A partir de ahora sería independiente.

— ¡Oh!, Diana— gimoteó mi madre y corrió a estrecharme en un abrazo, ella era una mujer sensible, y sus lágrimas me contagiaron, haciendo que yo también llorara, había tenido una semana muy dura asimilando la nueva relación de Nicholas, y desde entonces todo me era un motivo para llorar, no podía parar las lágrimas cada vez que me asaltaban.

Apreté fuerte a mi madre entre mis brazos, sintiendo su pesada respiración contra mi oreja, la cual me era tranquilizadora. Extrañaré sus abrazos.

— Oh, hija — suspiró mi padre al traspasar el umbral de mi habitación para encontrarnos en un abrazo a mi madre y a mí, intentó contenerlo, pero algunas lagrimitas saltaron de sus ojos.

— ¡Ven aquí! — le dije riendo y los tres nos dimos un fuerte abrazo.

— Vamos, que Nicholas ya está abajo esperándote con su auto— dijo mi padre deshaciendo el abrazo.

— ¡Pero papá!, dijimos que me llevarías tu — protesté, la verdad no me encontraba en condiciones de ver a Nicholas, ¿Qué le diría si me ponía a llorar frente a él?

— Es que él insistió, no pude decirle que no. Además van en la misma dirección.

Sacudí mi cabeza con resignación, ya era tarde para negarse, miré por la ventana y vi el auto de Nicholas estacionado afuera de mi casa. De mis labios se escapó un leve suspiro. No sé si mis padres sabían o no sobre mis sentimientos hacía mi amigo, pero parecían no darse cuentas que el sufrimiento que sentía últimamente era a causa de él.

Yo cargué con una caja y mi padre con la otra, salimos a la acera, y allí estaba Nicholas, con una camisa roja a cuadros, que lo hacía resaltar como una flor en todo ese asfalto gris, no pude evitar sonreír al verle. Cuando mi amigo me vio fue rápido a abrir la puerta trasera de su auto y me ayudó con mi caja, la tomó entre sus mano mientras yo se la alcanzaba, luego, tras él, mi padre colocó la segunda caja sobre el asiento del auto.

— ¿No hay más cajas? — preguntó Nicholas. Como yo negué con la cabeza, el cerró la puerta de un empujón.

Unos segundos después sentí mi cuerpo siendo apresado, algo me envolvía, y yo no necesitaba pensar mucho para saber qué era lo que me sucedía, podía incluso reconocerlo con los ojos cerrados, porque él era lo más importante en mi vida y todo lo que hacía lo sentía como parte de mí. Yo también lo rodeé con mis manos, sintiendo la gruesa tela de su camisa interponiéndose entre su piel y la mía.

— Me alegro mucho por ti, Diana, este es un gran paso en tu vida — me dijo en el oído, todavía sin deshacer el abrazo.

Mi corazón latió con entusiasmo, adoraba sus abrazos, sentir sus brazos alrededor de mí, como si hiciera una cárcel que me separara del mundo, y sólo quedáramos nosotros dos.

Nicholas me dio un beso en la frente y luego bajo los brazos terminando con el abrazo, sintiéndome vacía nuevamente, como si una gran parte de mi misma se desprendiera de mi corazón, como si una pieza se saldría de su lugar, dejándome incompleta.

Nicholas y mi padre intercambiaron un apretón de mano.

— Cuídala bien — le decía mi padre con confianza y cariño. En cambio mi madre lo estrechó en un abrazo, lo querían mucho, como si fuera parte de la familia, el hijo varón que nunca tuvieron.

— No se preocupe, no dejaré que ningún imbécil se acerque a Diana — le respondió este seriamente, yo rodeé los ojos al escuchar su comentario, está bien que parezca una niña indefensa y que sea muy sensible, sí, me la paso llorando por cualquier cosa, pero no hace falta protegerme del mundo, así nunca me haré fuerte.

— Confió en ti — dijo mi padre dándole una palmada en el hombro. Nicholas siempre me protegió del mundo, pero de lo único que no me puede proteger es de él mismo y de hacerme sufrir de la manera que lo hace, obviamente inconscientemente, él no sabe lo que sufro en secreto por él. Y el ochenta por ciento de las veces que derramo una lágrima, Nicholas tiene algo que ver en el asunto.

Me volví a despedir de mis padres, prometiendo a mi madre que me cuidaría, que no hablaría con extraños, sí, como si fuera una niñita. ¿Algún día se enterará que ya soy una adulta?

— Tampoco aceptaré caramelos de gente desconocida — le prometí en broma.

Nicholas y yo nos subimos a su auto, saludando a través de la ventana a mis padres, mientras me alejaba de ellos y me alejaba de mi casa, mientras viajaba a una nueva vida de independencia. Mi corazón se agitaba con entusiasmo al pensar esto, un nuevo capítulo se escribía en mi vida, mientras se cerraba otro, hoy oficialmente dejaba de ser una niña.

Pero también había otro motivo que agitaba mi corazón de aquella manera, Nicholas estaba conmigo en el auto, él frente al volante, tarareando la canción de la radio, y yo era su copiloto, que nerviosamente intentaba esquivar su mirada, fingiendo que miraba algo interesante por la ventanilla.

— Te va a gustar la residencia de la universidad — decía sin apartar la vista del camino — No estamos en la misma, pero estaremos más cerca que antes. Ya no tendré que hacer cincuenta quilómetros cada vez que quiera verte — dijo con una sonrisa en su rostro, yo también sonreía, lo que decía era cierto, pero la distancia nunca se había interpuesto en nuestra amistad, si antes nos veíamos con frecuencia a pesar de la distancia, ahora todo sería mejor, lo vería todos los días, y esa era una idea que me agradaba.

— Helen me dijo que está en la misma residencia — le comenté, mirándolo por primera vez en todo el viaje. Admiré la curvatura de su nariz, haciendo de un reflejo contorno contra el vidrio de la ventanilla, brillando como si fuera una estrella, sus labios se movían dulcemente con cada palabra que decía. Me sentía hipnotizada por su perfil.

— Sí, ella te está esperando en tu nueva habitación, serán compañeras de cuart... — se detuvo en seco, como si hubiera cometido un error en sus palabras — Oh, no, se supone que era una sorpresa, lo he arruinado.

— No te preocupes, puedo fingir sorpresa — le dije esbozando una sonrisa sincera, mientras pensaba en las ventajas que disfrutaría al tener a Helen como compañera, y todas las travesuras que armaremos. Esto estaba poniéndose bueno y recién comenzaba.

— Eres la mejor — dijo apartando la mirada del camino sólo un momento para regalarme una sonrisa traviesa, la cual fue culpable de abrirle el cerrojo a la jaula que guardaba las mariposas de mi estomago, otra vez, haciendo que removieran todo mi interior, y que mis mejillas quemaran a fuego ardiente. Cerca de él siempre era un mar de sensaciones, hacía lo mejor para disimularlo, después de quince años en la friendzone aprendes a ocultar muy bien tus sentimientos, pero lo que nunca aprendí fue a familiarizarme a su presencia, nunca me aburría de sus sonrisas, cada una de sus miradas era única, y removían mi interior de miles de maneras distintas y alocadas.

El camino a la universidad estuvo colmado de risas, Nicholas no paraba de hacerme reír, hacía que por un momento me olvide que él tenía novia, me olvidaba que existía una chica que se interponía ente nosotros, entre lo único que importa en mi vida, su amor.

Cuando llegamos a la universidad yo llevé una caja y Nicholas la otra. Yo seguí los pasos de mi amigo, ya que él parecía estar convencido de saber cuál sería mi habitación.

Mi cuarto estaba en el tercer piso, y pensar que tener que subir la escalera tres pisos enteros con la caja en las manos, me asustaba, soy muy torpe y estoy en un muy bajo estado físico. Sería un desastre. Seguramente tropezaría con mis propios pies y rodaría por la escalera como una bolsa de cebollas. Pero pude sentir como el alivio invadió mi cuerpo cuando vi el ascensor frente a mí, estaba salvada. Diana 1, escaleras 0.

Nicholas llamó al ascensor y esperamos que éste descendiera. Entramos al interior y yo presioné el botón que nos llevaría al tercer piso. Mi estomago bajó de inmediato cuando el ascensor comenzó a subir, fue una sensación nauseabunda, muy extraña. Espero acostumbrarme con el tiempo, ya que no pienso usar las escaleras, sí, soy muy holgazana.

Era extraño estar en un cuarto tan pequeño junto a Nicholas, sentirlo tan cerca, su hombro contra el mío, sin poder evitar chocar nuestros cuerpos de manera accidental, aun que debo admitir que la mayoría de las veces yo choqué con él a propósito, amaba sentirlo contra mí, sentir su musculoso brazo aunque sea en un simple y breve roce, hacía que mi corazón saltara con efervescencia, como si se volviera loco de repente.

La puerta del ascensor se abrió de repente y yo sentí desilusión porque nuestro viaje apretado había acabado tan pronto.

— Veintiuno — leí el numero en la puerta, mientras la empujaba con la cadera para abrirla — Es aquí.

Dejé la caja sobre el suelo, haciendo movimientos lentos como una tortuga porque sentía los músculos adoloridos, mis pequeñas manos ya no daban para más, soy una debilucha.

— ¡SORPRESA!— gritó una voz muy conocida y una chica castaña salió por detrás de la cama.

— ¡Helen!, ¡No te esperaba! — fingí sorpresa llevándome una mano a la boca, como si su presencia me hubiera impactado.

Helen me miró con ojos entrecerrados, pude notar enfado en su voz.

— ¿Ya lo sabías, verdad? — al parecer soy muy mala actriz — ¿Niiiicholaaas?— le interrogó dilatando su nombre de manera amenazante.

— Lo siento — le respondió éste sentándose sobre mi nueva cama luego de haber dejado la caja encima de la otra.

— ¡Siempre arruinas las sorpresas! — dijo cruzándose de brazos, yo corrí hasta ella y la abracé con fuerza. Y ambas caímos sobre la cama ya que perdí el equilibrio y no pude sostener el peso de las dos.

— Me alegro mucho que seas mi compañera — le dije luego de deshacer nuestro abrazo — Tenía miedo que me toque una psicópata o asesina serial por compañera — bromeé.

— Yo no me fiaría tanto de Helen, es una chica peligrosa, he escuchado que hace cosas "malas" con los chicos de la clase de anatomía, y no sé qué cosas malas son exactamente, pero yo me cuidaría de ella — agregó Nicholas fingiendo inocencia y rompió con la atmosfera al lanzar una carcajada, decía esas palabras mientras hacía comillas con sus dedos cuando nombraba la palabra: malas.

En los últimos años Helen había cambiado mucho, ya no era la niña regordeta de la clase, sino que era una mujer de curvas pronunciadas, de una piel tersa y trigueña, se había vuelto bastante atractiva, y usaba todo eso a su favor, como un anzuelo atrae chicos guapos. Prácticamente era una carnívora, según ella tenía sus razones, las cuales me parecieron solo escusas injustificables, pero no había forma de hacerla cambiar de parecer, y que desista de seguir haciéndose daño a sí misma.

— ¡Eres un idiota! — le dijo ésta lanzándole lo primero que tomó de una de las cajas. Un conejo de felpa viejo color celeste voló por los aires hasta aterrizar sobre el rostro de Nicholas — Además mientras no se enteren entre ellos, estoy salvada— dijo riendo de manera cómplice e impune, aunque tanto Nicholas como yo supimos interpretar aquella sonrisa, no era una sonrisa sincera, sino una fingida, era como una máscara que detrás escondía tristeza.

Nicholas, y yo también, preferimos dejar el tema allí.

— ¡El señor Tini! — dijo Nicholas al reconocerlo — No puedo creer que todavía lo conserves — Nicholas observaba al conejo entre sus manos con ojos nostálgicos.

— Nunca me desharía de él — le respondí mientras mis mejillas se encendían en un color rojo al recordar como obtuve ese conejo, mientras Nicholas miraba del conejo a mí con un gesto tierno en el rostro que encendía el aleteo de mi corazón.

Entre los tres le elegimos un lugar al conejo, lo colocamos en un estante frente a mi cama, donde lo pudiera ver en cualquier momento. Nicholas pensaba que para mí ese conejo era solo un juguete cualquiera, que lo conservaba solo porque le tenía cariño desde mi infancia, pero no era así, era mucho más importante que eso, ese conejo ya avejentado era un recordatorio para mí misma de que nunca debía rendirme.

Nicholas se quedó con nosotras el resto del día, ayudándome a desempacar, mientras reíamos hasta que las lágrimas saltaran y nos hacíamos chistes constantemente. Son los mejores amigos que podría pedir. Los amo demasiado.   

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