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CAPÍTULO 40

 — No podemos tomar en el parque, si la policía nos ve...

— Tranquilízate — me interrumpió Nicholas, haciendo un gesto con su mano para restarle importancia — Ya está anocheciendo, y nadie viene a la noche aquí. Estaremos solos.

No soné muy convencida, pero al final, como nadie más que yo, no estaba de acuerdo con la idea, nos quedamos en la noche.

Debo decir que a mí me daba un poco de miedo la idea de quedarnos solos, en un enorme parque, a mitad de la noche. Podía aparecernos cualquier cosa, un violador, un fantasma, el Sasquatch. Y para poner las cosas aún más escalofriantes, Jeremy propuso jugar a las escondidas, y nadie, claro, además de mí, pareció estar en desacuerdo. ¡Acaso todos eran escépticos y no le temían a nada!

— ¿Quién será el primero? — preguntó Helen más entusiasmada de lo normal. No entendía que tenía de atractivo jugar a las escondidas en un parque a medianoche.

— Yo me encargo — Benjamín tomó el mando — De tin — y señaló a Nicholas — Marín — su dedo apuntó a Jeremy — de dos pingüé — esta vez le tocó a Marcus — Cúcara — me señaló a mí — mácara — a Helen — títere fue — Benjamín se señaló a sí mismo — Yo no fui — la ronda volvió a comenzar — fue Teté. Pégale, pégale, que ella fue — la canción terminó con el índice de Benjamín señalando a Jeremy.

— ¡No me tocaba a mí!, tendría que contar Diana — se quejó él.

— ¿Yo?, si el dedo te señaló a ti — protesté.

— Dividió mal la canción, es: De— hizo una pausa — tin — volvió a hacer pausa dramática— Marín — volvió a quedarse un segundo en silencio — y así sucesivamente con toda la canción.

— El dedo te eligió — dijo Benjamín mostrando su dedo como si fuera alguna especie de artilugio mágico — Además, tú querías jugar a las escondidas, ahora abstente a las consecuencias.

— Pero, yo quería esconderme, no contar — volvió a resistirse.

— Dije que el dedo te eligió — y lo señaló con su dedo de manera contundente.

— Vamos, en la próxima ronda te tocará esconderte — lo animó Helen.

— Bien — refunfuñó, y caminó hasta el más árbol cercano mientras protestaba entre dientes — ¡Y no pienso contar hasta más de veinte!, ¡Así que escóndanse rápido!, ¡No espero a nadie!

Todos salimos corriendo, con una lata de cerveza en la mano, cuando Jeremy comenzó a contar contra el árbol, o mejor dicho comenzó a cantar, porque decía cada nuevo número con una tonada bastante pegajosa y tropical.

Todos desaparecieron de mi vista, y yo me quedé sola, en medio de ese bosque sacado de película de terror. Incluso había hasta niebla a la altura de mis tobillos. ¡Esto debía ser una broma!

Me oculté detrás de unos arbustos. No me gustaba esto, me abracé a la lata de cerveza como si fuera algún escudo y a unos metros escuché que alguien pisaba una ramita seca.

— Por favor, Drácula, si estás ahí, no me hagas daño — dije mientras cerraba los ojos con fuerza. ¡Y sí!, ¡Dije Drácula, no Edward Cullen!, se supone que los vampiros no son hermosos bicentenarios con cuerpos de adolescentes salidos de Disney Channel, no, son feos, feísimos, con la piel tan podrida que se les cae a pedazos.

— ¿Drácula? — preguntó una voz conocida y sentí alivio de inmediato — No es divertido jugar contigo — se quejó Jeremy — se supone que tienes que permanecer en silencio — me miraba desde por encima del arbusto con los brazos en jarra.

Después de que Jeremy encontrara a todos, yo había sido la primera en perder, ya que había revelado mi ubicación al suplicarle clemencia a un vampiro inexistente. Ese incidente me hizo pensar en Lea, en cómo se habrá sentido cuando se perdió en el bosque, sola, con frío en la noche. Algo muy distinto a cuando yo me perdí de pequeña, si bien no era un recuerdo agradable, la presencia de Marcus, por más insoportable que fuera, era insuperablemente mejor que a la soledad.

Me detuve de súbito. ¿Qué estaba haciendo?, ¿Compadeciéndome de Lea?, ¿Acaso me había vuelto loca?, ¡Tal vez la cerveza estaba haciendo efecto!, la princesita era la culpable de que Nicholas estuviera sufriendo, no merecía mi lástima.

Miré la lata de cerveza que tenía en la mano, no había tomado más de la mitad, pero preferí dejarlo allí. No quería que el alcohol siguiera poniéndome ideas raras en la cabeza, sobre compasión y culpa.

Benjamín volvió a usar su dedo para designar al siguiente contador, y esta vez salió seleccionada Helen, quien asumió su tarea sin ninguna queja, a diferencia de su predecesor.

Cuando Helen comenzó a contar, Marcus y yo intercambiamos una pequeña mirada mutua, pero ambos la desviamos al segundo. No teníamos nada para decirnos, y ambos estábamos ofendidos con el otro.

Salí corriendo, pero esta vez sentí que alguien me tomaba del brazo y me arrastraba consigo.

Antes de gritar, me aseguré que no fuera ningún pie grande u hombre lobo, y para mi suerte se trataba de un humano, y uno conocido. Nicholas sostenía mi brazo con una de sus manos, y con la otra, mantenía la cerveza levantada en equilibrio para que desparramara lo menos posible de su contenido.

Nicholas corría algo atolondrado. Podía ver que el alcohol se había calado en su sistema nervioso para hacer estragos con su equilibrio y coordinación.

Nicholas me llevó hasta una pequeña lomita, donde nos atrincheramos como soldados cuerpo a tierra.

Mi mejor amigo se llevó la cerveza a la boca, y bebió de ella como si fuera agua potable.

— ¿Cuántas llevas? — le pregunté preocupada al ver que comenzaba a reírse sin razón.

— No sé... — y volvió a reír.

— ¡Te pregunto en serio! — lo regañé sacándole la cerveza.

— No — se quejó al ver que le había arrebatado su bebida.

— Dime cuantas llevas.

— No sé, a la quinta dejé de contar... — y lanzó una carcajada.

— ¿O sea que más de cinco?, ¿Cuántas más? — insistí.

— No sé... devuélveme la cerveza — dijo intentando llegar a la lata, yo esquivé sus torpes dedos, y este al ver que no podría llegar a ella, frunció el labio en un puchero y fingió llorar como un bebé — devuélvemela.

— No — lo reté.

Nicholas volvió a intentar sacarme la cerveza, pero estaba muy ebrio como para poder coordinar bien los movimientos, lo que, en la pequeña querella, la cerveza resbaló de mis dedos, y el contenido terminó esparcido por la tierra.

Nicholas me miró ofendido y rebuscó algo en el interior de su chaqueta, hasta que extrajo una botellita con líquido ambarino, la destapó con una velocidad poco común para ser de un borracho y llevó el pico a su boca para succionar con voracidad.

— ¿Qué haces? — le arrebaté la botella de la boca derramando un poco del contenido. Olí el interior y reconocí la bebida de inmediato. Era whisky — ¿De dónde sacaste esto?

— De la tienda donde compré las cervezas. Era un secreto, pero ya que lo descubriste, podemos compartirlo — me comentó de manera cómplice.

La botella ya estaba abierta, o sea que había estado bebiendo antes.

— No — dije y guardé la botella en el bolsillo interior de mi campera — Ni tú, ni yo beberemos más.

Nicholas me miró entre enfadado y dolido. Estuvimos unos minutos en silencio, hasta que Nicholas volvió a hablar, pero esta vez, había perdido su buen humor y lo había remplazado por un semblante desconsolado.

— ¿Por qué...? — su voz se quebró —¿Por qué no puedo superarlo? Eso de ahogar las penas en alcohol es una mentira. No puedo dejar de pensar en ella, sin importar cuanto tome. Incluso me siento peor que antes, el alcohol sólo hace que mis penas sean más dolorosas.

— Nicholas... — gateé hasta estar a su alcance, lo rodeé en un abrazo, el cual no fue correspondido. Lo sentí perder sus fuerzas, como si fuera a quedarse dormido.

— Tengo mucho sueño... quiero volver...

— Bien, vamos — dije y lo ayudé a ponerse en pie.

Nicholas me rodeó el hombro y ambos volvimos en dirección a la universidad.

Nicholas era pesado, y en su estado de casi ensoñación, era muy difícil para una chica pequeña como yo, llevarlo sola, pero hice el esfuerzo.

— No te duermas todavía — le dije zamarreándolo un poco para mantenerlo despierto— Ya casi llegamos.

Entramos al edificio, el cual estaba desértico, caminamos, o mejor dicho, lo arrastré hasta el ascensor, y recorrimos el último pasillo hasta llegar a su habitación correspondiente.

La habitación era un desastre. En primer lugar, porque su compañero de cuarto no estaba, tengo entendido que había ido a pasar las minis vacaciones con su familia, y posiblemente mañana ya estuviera de vuelta, y la segunda razón, era Lea, había cosas en el suelo, y si analizaba un poco la situación, podía darme cuenta que habían sido arrojadas adrede, en un taque de ira incontenible.

Cierro la puerta, todavía con Nicholas colgado de mi cuello, y hago el último esfuerzo para recorrer los últimos metros. Lo ayudo a acostarse en la cama y se queda dormido inmediatamente en el momento que su cabeza toca la almohada.

¿No sería mejor que vomitara?, pensé internamente, de esa manera expulsaría todo el alcohol que tenía en su sistema. Pero tampoco parecía estar tan borracho, talvez sólo estaba ebrio de sus propios sentimientos de melancolía y amor.

Con sumo cuidado le saqué las zapatillas, y luego su chaqueta, procurando no molestarlo mucho para no interrumpir su sueño. Después, me dirijo a su cuello para sacarle la camisa, no era bueno que durmiera en ropa, me preocupaba por él y por eso le pondría su pijama. Empecé desabrochando el primer botón de su camisa, luego otro, y el tercero, hasta que se reveló un pequeño lunar cerca de su pezón. De un pezón rosado. No sé por qué, pero no pude desabrochar otro botón más, se sentía totalmente impúdico desnudar su pecho cuarteado en piel y pecas. Era tan hermoso, y al mismo tiempo tan obsceno. No era la primera vez que veía su pecho desnudo, habíamos ido un centenar de veces juntos a piscinas, balnearios, playas, en la laguna de la abuela de Helen, pero ahora lo sentía distinto. Puede que sea la atmosfera sensorial que generaba la noche, o la intervención del alcohol. No lo sabía, pero no era seguro, ni para mi corazón, ni para la integridad de Nicholas. Por eso decidí descartar la idea de cambiarlo. Sólo me dediqué a mirarlo en silencio, no quería despertarlo, ya que se veía tan tranquilo a comparación de hacía un rato.

Pasado unos minutos, me senté en la alfombra y usé la cama de respaldo. ¿Debería avisarle a Marcus que volví con Nicholas?, cuando vea mi ausencia seguramente va a preocuparse... pero, este orgullo me dictaba otra cosa. Él me había estado ignorando durante el juego de las escondidas, entones yo lo ignoraría ahora.

Mientras pensaba en esas cosas, y en el patán de Marcus, el móvil en mi pantalón vibró, anunciándome que me había llegado un mensaje. Lo desbloqueo para verificar de quien se trataba.

"¿Dónde están?, tú y Nicholas desparecieron. ¿Está todo bien?".

A pesar de haber peleado, Marcus no dejaba de preocuparse por mí. Esa idea me hizo sonreír. Yo debatiendo en ignorarlo, y él no puede ignorarme, sin importar que tan enojado esté conmigo.

"Volví a la universidad con Nicholas, él no se sentía bien así que vine a dejarlo a su habitación. Nos vemos mañana".

No pensaba volver al parque, a mí también me estaba afectando el alcohol, así que lo mejor sería volver a mi cama a dormir.

"Ok".

¿Sólo Ok?, mmm, ¿Se habrá enojado por abandonarlo por Nicholas?

— Así que sí son una pareja de verdad. Es difícil asimilarlo.

Volteo sorprendida. Nicholas había despertado, y apoyado en su codo espiaba lo que estaba texteando en mi celular.

— Despertaste — dije lo obvio, porque no sabía que más decir.

— ¿Sabes?, cada vez que los veo coqueteando... — Nicholas paró un segundo, como si estuviera conteniendo un instinto asesino — Me dan ganas de romper algo.

Mi corazón se aceleró como loco. ¿Acaso sus palabras eran lo que pensaba?, ¿Se estaba confesando?, podría ser, hoy era el último día de la semana, mi última oportunidad y el plan podría haber funcionado. Por lo que tanto luché, ahora estaba por llegar a él, por obtener a Nicholas, sólo debía decir las palabras correctas que le dieran el último empujón.

— ¿Esos son celos?

Nicholas me miró unos segundos en silencio, me escrutaba detenidamente con los ojos, como si mi cuerpo tuviera su respuesta.

— No lo sé, tal vez lo sean.

Nicholas comenzó a reír. Estaba muy ebrio. Tal vez esta conversación la podíamos dejar para más tarde, cuando Nicholas se encontrara consciente en todos sus sentidos.

— Vamos — le dije mientras me acercaba a él— Tienes que dormir, ya mañana seguiremos con esta convers...

Me tropecé, no sé bien con que, ya que la habitación era un desastre, talvez con un zapato o alguna caja, no lo sé. Caí sobre Nicholas, quien se quejó a causa de mi peso y del golpe en la frente que nos dimos.

Primero me sobé la frente con un "Auch" y luego puse ambas manos sobre el colchón para impulsarme hacía arriba, pero algo me detuvo. Nicholas me acarició la mejilla de manera lenta.

Mi corazón se paralizó por la sorpresa, y un fuego quemante ascendió de mi vientre a mis mejillas. Nunca me había acariciado de aquella manera, tan íntima, llena de un sentimiento romántico.

— Eres tú, ¿Verdad? — me preguntó mientras rozaba su yema por mis pómulos.

— ¿Quién? — pregunté con el corazón a mil por hora.

— La mujer que amo — respondió y sus dedos pasaron sobre mis labios. Los acarició como si fueran apetitosos — Eres tú, ¿Verdad?

Mi corazón saltaba desbocado, sentía que, si no actuaba de inmediato, perdería la oportunidad de mi vida o me desmayaría de la emoción.

— Sí — respondí — Y yo también te amo — Nicholas sonrió a mis palabras, y llevando su mano a mi nuca, me empujó contra sus labios.

Fue un fuego que asaltó mi corazón. Me quemó por dentro y por fuera. Me sentí consumir por sus labios. Era fuego y frenesí. No podía parar de besar su boca, que sabía a alcohol, pero no me importaba su sabor, había deseado tanto esto, que así, ya era perfecto.

Nos besamos, no sé cuánto tiempo, no sé si minutos u horas, pero para mí fue una eternidad insuficiente, quería besarlo más, mucho más, quería besarlo tanto, que sus labios se fundieran a los míos. Pero, pasados unos minutos, su boca soltó la mía para alejarse, lo miré, entre jadeante y excitada, para darme cuenta que Nicholas había caído dormido.  

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