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CAPÍTULO 4

El sábado a la tarde tocaron a mi puerta. Cómo no atendí a la primera insistieron.

— ¡Ya voy!, ¡Ya voy! — grité desganada mientras me dirigía a la puerta de mi habitación para abrirla, ya que la tenía cerrada con llave, no quería que nadie me moleste.

— ¿Qué te sucede, Diana?, ¡Ayer no fuiste a la universidad!, y no contestas mis mensajes— dijo Nicholas mientras entraba a mi habitación. Traía puesto una chomba oscura color caramelo y un jean negro.

Ah sí, me olvide de mencionarlo antes, Nicholas y yo vamos a la misma universidad, que queda en la ciudad capital. Él estudia economía y yo literatura, estoy esperando que me aprueben la solicitud que le envié a la residencia para poder mudarme cerca de la universidad, porque es muy difícil asistir a clases cuando vives en la casa de tus padres a más de cincuenta quilómetros de donde estudias. Entonces, después de enterarme que Nicholas estaba enamorado de otra, me sentí tan enferma y miserable que ni me molesté en aparecer por la universidad.

Nicholas me miró con un gesto preocupado, y me estudió con la mirada, seguramente tenía una imagen catastrófica, estaba con el pijama, sin bañar ni peinar, y tenía la cara hinchada de tanto llorar y dormir.

No le dije nada, me quedé mirándolo como estúpida, contemplando su piel clara y brillante, los lunares pintados en su rostro como estrellas negras y la luz que brillaba en sus ojos que me era extrañamente hipnotizante. Hacía varios días que no lo veía, y se me hizo un nudo en la garganta al recordar la última conversación que tuvimos, pero lo contuve, disimulé con una toz mentirosa, y me sorbí la nariz, después de estar dos días enteros llorando tenía las fosas nasales completamente tapadas.

— ¿Diana?, ¿Estuviste llorando?— me preguntó al escuchar cómo me sorbía la nariz.

— No, no— le dije, mientras se me entrecortaba la voz — Estuve muy enferma, por eso falté.

— Pero tienes los ojos rojos, no me mientas — me dijo acercándose a mí y me miró finamente con sus tiernos y dulces ojos, como evaluando si lo que había dicho era verdad, pero no pude mantener su mirada, debí desviar la vista hacia el suelo, no podía mentirle mientras me miraba de aquella manera.

— Es por la fiebre— mentí, mientras volvía a levantar la vista, encontrándome con su boca entreabierta. Su labio inferior ligeramente húmedo estaba colgando atractivamente, dándome unas ganas terribles de probarlo, como si me estuviera llamando a morderlo y saborearlo de forma loca y lujuriosa. Pero tuve que despertar, él no estaba invitándome a besarlo, sólo me estaba echando una mirada de lástima, porque no se había creído mi cuento de que estaba enferma.

Extendió su mano y suavemente la reposó sobre mi frente, al simple tacto de mi piel contra su palma, envió por mi cuerpo una oleada de calor que subió por mi espalda quemando iracundamente, debí tener mucha fuerza de voluntad y mental para disimular lo que su simple toqué me producía.

— No tienes fiebre— me dijo retirando su mano de mi frente mientras fruncía el entrecejo — ¿Seguro que tu cita no fue un patán contigo?— me dijo, y pude sentir como su cuerpo se tensaba, seguramente por algún mal pensamiento — ¡Por qué te juro que si te hizo daño...!

— No, no— lo interrumpí — No paso nada, simplemente parece ser que no somos el uno para el otro— le dije pensando en él, tal vez Nicholas sólo es un capricho, tal vez sólo una obsesión, y lo nuestro nunca sería posible. Pero él no sabía que hablaba de él mismo.

Nicholas me miró pensativo, intentando creer mis palabras. Nos conocemos desde hace más de una década, sabemos muy bien cuando el otro está triste y cuando no dice la verdad. Pero al final desistió, asintió con la cabeza, aun que no muy conformé del todo, decidiendo cambiar de tema:

— Venía a invitarte al bar— me dijo alejándose de mí, para mirar el suelo que rodeaba a mi cama, estaba inundado de pañuelos con los que me había limpiado la nariz y las lágrimas. Nicholas me lanzó una mirada de soslayo, dándome a entender que no me creía cuando le dije que no había estado llorando, me mordí el labio nerviosamente, esperando que me agobiara en preguntas nuevamente, pero no insistió más en el tema — Pero si estás enferma será mejor que lo dejemos para otro día.

— No— reí falsamente — Ya me siento mejor — nunca le rechazaba ninguna salida a Nicholas, cada segundo que pasaba con él era valioso para mí.

— ¿Segura?

— Sí — le respondí — Bien, espera que me baño en unos minutos y...

— Está bien — me interrumpió — Yo te espero aquí— dijo relajándose sobre mi cama, tomando una de las revistas que estaban sobre mi mesa de luz.

Busqué en el armario un vestido azul, de un color brillante que parecía haber sido pintado del mismo océano, y unos zapatos negros noche. Me dirigí al baño, pero antes de cerrar la puerta le eché una última mirada a Nicholas, el cual no despejaba la vista de la revista, parecía muy concentrado en algún artículo.

La lluvia cálida bañó mi cuerpo, regándome como a una flor frágil, haciendo que despareciera una parte del malestar que sentía. Mi mente no dejó de pensar, de dudar, de crear hipótesis y opciones, tal vez podía tener una oportunidad con Nicholas, podía enamorarle, o simplemente debía dejarlo ir, terminar con nuestra amistad, porque simplemente su amistad me estaba matando, consumiendo lenta y furtivamente, iba a acabar conmigo tarde o temprano.

Yo soy una de las pocas mujeres que no tardan nada en bañarse y arreglarse, pero esta vez fue diferente, dejé que el agua se llevara por la cañería mis preocupaciones, penas, llantos y dolor, quería estar fresca para Nicholas, él no tenía porque lidiar contra mi malhumor o mi tristeza, no era su culpa, era mía por enamorarme de él, por obsesionarme con algo que nunca sería mío.

Salí del baño peinada, maquillada, y vistiendo aquel vestido azul, que caía hasta por encima de mi rodilla, bailando sedosamente con cada uno de mis pasos, haciendo un rítmico desentono con las brillosas alhajas que colgaban de mi cuello.

— Estás hermosa— me dijo Nicholas levantándose de mi cama mostrando una enorme sonrisa picaresca, no pude evitar sonrojarme, por cosas como estas, como regalos de su sonrisa, son las razones por las que no he terminado nuestra amistad, y sigo todavía, después de quince años, debajo de sus pies, arrastrándome detrás de él, conformándome con su mísera amistad —Te iba a regañar por tardarte tanto, pero estas tan hermosa que valió la pena que esperara.

— Gracias — le dije acercándome a Nicholas lentamente.

Salimos de mi casa, ya era de noche, y afuera estacionado en la calle nos esperaba su auto, luciendo su chasis blanquecino a la luz de la luna y de las lámparas de la calle, como si irradiara brillo propio. Nicholas rebuscó en el interior de su saco las llaves, y al encontrarlas abrió la puerta del acompañante para mí.

Fuimos al bar de siempre, nos sentamos y pedimos dos cervezas. Estaban deliciosas, la verdad necesitaba tomar y olvidarme de todo por un rato.

Charlamos y nos contamos chistes, reímos. Amo su risa, es suave y dócil, su voz en cambio es profunda y gruesa, seductora, siempre invitando a enamorarte un poco más de él. Intenté no mirarlo fijamente o perderme entre su mirada o desear desesperadamente aquellos apetitosos labios. No sabía cuánto tiempo más podía resistirme a besarlo, a que sea sólo mío. Pero está no es la manera, ya es tarde, él ya está enamorado.

Nicholas interrumpió nuestra conversación con un gemido emocionado.

— Allí está, es Lea, la chica que te hablé — me susurró, sin despejar los ojos de una chica que entraba al bar acompañada de un muchacho — ¿Quién es ese?— dijo Nicholas cambiando el tono de su voz, se veía enfadado, hervía de celos — ¿Quién es ese? — repitió la pregunta y pude escuchar como su voz tembló ligeramente, conmigo nunca había hecho una escena de celos, tal vez porque nunca tuve la oportunidad de causárselos. Por mi vida no han pasado muchos hombres, y seguramente ya se imaginaran la razón, sí, estoy tan enamorada de Nicholas que no puedo hacer que ninguna relación funcione conmigo.

— Es gay — le dije al ver al muchacho, desde aquí podía ver que era homosexual.

— ¿Qué?— me preguntó confundido, relajándose un poco — ¿Cómo lo sabes?

— Por su forma de caminar, y sus gestos— le dije encogiéndome de hombros.

Lea y el chico "supuestamente" gay se acercaron hasta nosotros. Ella tenía un cabello hermoso, parecía una sedosa cortina azabache que caía a los lados de su cabeza, y unos ojos llamativos, de un color verde oliva como pocos había visto una vez, ya veo porque Nicholas estaba perdidamente enamorado de ella, era hermosa y delicada, lucía un cuerpo delgado y escultural, sacado de una pintura a acuarelas, y la envolvía un delicado vestido floreal, que le daba un aire aun más inocente. Parecía una princesita. El chico tenía una camisa rosada fucsia, y un jean azul que brillaba debajo de las lámparas del bar, caminaba graciosamente, como si estuviera desfilando por una pasarela. Se veía una persona agradable y simpática, al igual que su amiga Lea.

— ¿Nick?— preguntó la joven con su voz delicada de niña perdida. ¡Otra vez con Nick!, ¡Nadie le llama así!, ¿Por qué insiste que las chicas que le gustan lo llamen con ese apodo?, ¡Patético!

— ¿Lea?— preguntó Nicholas fingiendo asombro, que ridículo, ¡Si la había estado viendo sin parar desde que entró en el bar! — Hola, hola — repitió con una enorme y torpe sonrisa en su boca, mirándola con ojos tiernos y enamorados. A mí nunca me había sonreído de aquella forma, un nudo se formó en mi garganta, la verdad es que es muy duro ver como el chico que te trae completamente y perdidamente enamorada coquetee con otras, no hay palabras exactas para describir el dolor que sentí en el pecho, o el sonido macabro que produjo mi corazón al agrietarse — Y ¿Tu eres...? — preguntó mirando al chico que la acompañaba con los ojos entrecerrados, mirándolo casi de forma inquisidora, como si estuviera desesperado por sacarse la duda de que no era su novio, y que yo tuviera razón al pensar que es gay.

— Jeremy— respondió con una sonrisa, pero Nicholas lo seguía mirando, como si no le hubiera respondido lo que en verdad le había preguntado, quería más información — Su amigo — le respondió Jeremy diciendo cada palabra lenta y extrañamente, interpretando la actitud recelosa de Nicholas — Tranquilo chico, no soy tu competencia, no me gustan las chicas— le dijo largando una carcajada, dejando en evidencia los celos de Nicholas.

Lea tosió disimuladamente, por el impacto de sus palabras, pude ver como su cara se teñía de rojo, haciéndola ver aun más hermosa y frágil, lo cual causó en Nicholas un sentimiento de ternura obligando que en su rostro se dibujara una sonrisa embobada, y que su mirada café se clavara en aquella chica, mirándola fijamente como si ellos fueran las únicas personas en el bar, como si Jeremy, yo y el resto de las personas hubiéramos desaparecido de repente, quedando sólo ellos y su intercambio de miradas comprometidas, llenas de sentimientos. ¡Realmente no lo pude soportar!, debía interrumpirlos o comenzaría a gritar:

— Hola, yo soy Diana, un gusto — le extendí la mano para interrumpirlos, ella la miró extrañada, aun afectada por la mirada de Nicholas, lo sé, su mirada mata, te abre la cabeza como si fuera un hacha, te rompe el cerebro y te profana la mente, se escabulle y se instala en ella, produciendo que a partir de aquella mirada sólo puedas pensar en una cosa, y esa cosa tiene como nombre Nicholas, lo sé muy bien, porque desde que intercambiamos miradas hace quince años no he dejado de pensar en él.

Lea tardó varios segundos en reaccionar y estrechar mi mano, aun vergonzosa.

— Sí— dijo regalándome una simpática sonrisa — Nicholas me dijo que eras su mejor amiga, me habló muchas cosas sobre ti — ¿Así que Nicholas habló sobre mi?, sentí como mi pecho se convertía en miel, miré a Nicholas con ternura y le sonreí, ¿Eso quiere decir que siempre me tiene presente?, la sola idea me emocionaba. Él me devolvió la sonrisa, haciendo que mi corazón se aceleraba a mil por hora, como si intentara escapar de mi pecho. Después de tanto tiempo una simple sonrisa me puede descontrolar todavía de aquella manera. Volverme simplemente loca y torpe. Me tiene a sus pies.

— ¿Quieres bailar? — le preguntó de repente Nicholas a la princesita. Lo miré ampliando los ojos grandemente, casi sin creer que tan rápido se olvidaba de mí, me abandonaría en la barra para irse a bailar con otra. Y así lo hizo, me abandonó en la barra, tomó la mano de Lea delicadamente, como si fuera de alguna cara porcelana china, y la guió hasta el centro de la pista de baile, la abrazó mientras se inclinaba hacía ella para hablarle al oído, mientras bailaban la canción lenta que sonaba en los parlantes. ¡Ya no puedo con esto! Me giré sobre mi asiento y le pedí otra cerveza al camarero, pensaba emborracharme hasta los dientes, para olvidar mis penas, ahogarme un rato en una buena y fresca cerveza, al parecer mi única amiga de verdad, ¿O tú también me dejarías por otra?

— Oh, Dios, chica — me dijo Jeremy tomando asiento junto a mí, miró la enorme cerveza que tenía entre mis manos y negó tristemente —Lo siento, la verdad no puedo creer que él no te noté como tú lo haces, te ves muy enamorada.

— ¿Así que soy muy obvia?, al parecer Nicholas parece ser el único en no notarlo— le respondí y luego le di un largo sorbo a mi bebida, saboreando como la cerveza inundaba mis papilas gustativas y quemaba mi garganta al descender. Se me escapó un pequeño gimoteo, realmente me sentía muy miserable.

— Me gustaría decirte que esta relación no durará mucho, que no te preocupes, que dejará a Lea y que pronto lo tendrás bajo tu pollera — sus palabras me estaban dando algo de esperanza, tal vez no estaba todo perdido — Pero no, lo siento— dijo mirándome con la pena y lástima digna de un animalito atropellado en medio de una carretera. Tal vez realmente me veía como un gatito arrollado en este momento, totalmente desecha.

— Sí, lo sé, Nicholas se le quiere declarar — le confesé, esperó que Jeremy no sea muy chismoso y arruine todo — No di...digas nada, se suuu...supone que nadie lo sabe más que yo — le dije balbuciendo un poco, comenzando a sentir el efecto de la cerveza en mi cerebro, ya que soy muy débil al alcohol luego de un par de vasos mi cerebro ya no funcionaba correctamente.

— No te preocupes, chica, además todos lo vemos venir — dijo girando la vista hacía la pareja que bailaba en la pista de baile, yo también giré a mirarlos, y sentí una fría daga atravesar mi alma cuando los vi besándose, él la abrazaba como si fuera algo que no quería perder, con miedo a que se le escapara. Lea pasaba sus dedos por entre los cabellos castaños de Nicholas, acariciando su cuero cabelludo con extrema pasión, pude ver como sonreían uno contra la boca del otro, y a los labios de Lea dibujar un: SÍ, quiero ser tu novia.      

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