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CAPÍTULO 32

Un ruido en la puerta nos despertó.

— ¡Chicas, ya es mediodía!, ¡Le van a dar el alta Lea! — Jeremy nos llamaba del otro lado de la puerta.

Miré el reloj de mi celular, con los ojos entrecerrados, intentando que la luz de la pantalla no quemara mi retina. Efectivamente, faltaban diez minutos para las doce.

— ¡Ahí vamos!, esperen que nos vistamos — le respondió Helen, mientras se sentaba en la cama, con un bostezo y un rostro todavía adormilado.

Era horrible esto de dormir pocas horas. Sentía todo el cuerpo pesado, y era difícil mantenerse despierta a voluntad.

— Sabes, estaba pensando lo de Marcus y tú... — dijo Helen mientras revolvía en su lado del placar — Fue muy repentino, nos sorprendió a todos, pero... estoy feliz. Feliz por Marcus, porque ya no lo harás sufrir, y por ti, porque al fin te diste cuenta de lo que te conviene — levantó la vista y me sonrió orgullosa, como le sonríe una madre a su hija luego de aprobar un examen de matemáticas en la escuela.

— Me cansé de pelear por un amor imposible — esa era una gran mentira, todavía seguía peleando, estaba en el clímax de mi batalla, y ya podía saborear la victoria.

— Me alegro — alegó Helen — que te hayas dado cuenta a tiempo — y luego de eso recibí un abrazo de ella, al cual no correspondí, porque tenía las manos ocupadas con un pantalón de jean.

Salimos de la habitación y encontramos a Jeremy y Marcus que nos esperaban apoyados sobre la pared del pasillo. Mis ojos se encontraron con los de Marcus y automáticamente recordé lo que había sucedido la noche anterior, nosotros, sobre el sillón, besándonos y tocándonos. Levantó la mano y abrió la boca para decir algo, pero no le di lugar. Mis mejillas se tiñeron de rojo, se me aceleró la respiración y desvié la vista hacía la pared opuesta. No podía mirarlo a la cara. Sentía tanta vergüenza, tanta que me quemaba el rostro y el cuerpo entero.

Helen me miró con sorpresa y luego a Marcus. Al parecer se percató de mi reacción para nada natural.

Caminé por el pasillo de manera apresurada, y los demás me siguieron por detrás.

— ¿Qué le pasa a Diana? — escuché a Helen susurrar por detrás, pero no susurró lo suficientemente bajo para que no la alcanzara a oírla. Estoy segura al cien por cien que lo hizo a propósito para que escuchara.

— ¿No será culpa mía? — preguntó Jeremy alarmado, olvidándose de susurrar — ¿Fue por qué los interrumpí?

— ¿Cómo que los interrumpiste?, ¿Qué estaban haciendo? — preguntó Helen más que interesada, pero con un tono pícaro en la voz. Le divertía esta situación, y a mí se me hirvió el rostro de la vergüenza, incluso creo que me salió vapor caliente de los poros.

— ¡Ay!, ¡Ya cállense! — los regañé, todavía sin voltear, no me atrevía a conocer la expresión que podría tener Marcus.

Ellos rieron, pero ya no volvieron a decir nada al respecto.

Al final Lea no recibiría el alta al mediodía, al parecer debía estar internada durante un día más.

— ¡Sólo fue un pequeño desmayo! — reclamaba Lea desde su camilla, intentando obtener su libertad.

— ¿Pequeño desmayo?, ningún desmayo es pequeño — replicó el doctor Angaraes.

— ¡Quiero irme a mi casa!, ¡No soporto más este pueblo de mierda!

— ¡Te dije que no puedes irte! — el doctor sonaba perturbado — Y no te atrevas a decirle a mi pueblo, pueblo de mierda... puede que esté estancado en el tiempo y sea algo anticuado, pero es el pueblo donde nací, ¡Un poco más de respeto!... ¡O no te daré el alta hasta dentro de un mes!

— ¿Está amenazándome?

— ¡Sí!, así que pórtate bien.

— ¡Usted trátela bien!, ¡¿Quién se cree que es para hablarle así?! — Nicholas miraba al doctor Angaraes con una expresión amenazante.

— ¡Tú cállate! — lo regañó Lea — No quiero que me defiendas... es más no quiero ni verte, no sé qué haces todavía aquí si dije que te fueras.

— ¡No me iré!, no te dejaré sola.

El doctor Angaraes salió de la sala dejándolos solos y cerró la puerta detrás de sí, apagando la discusión de aquellos dos, detrás de la puerta. El doctor se sobó la cien con los dedos, en un gesto frustrado.

— Esos dos son insufribles — exclamó refiriéndose a Lea y a Nicholas que todavía se encontraban dentro de la sala, seguramente discutiendo, ella echándolo y él resistiéndose.

Nadie le respondió y él, se fue por el pasillo, murmurando cosas que sólo él mismo pudo escuchar.

Unos minutos después se volvió a abrir la puerta, por la cual salió un Nicholas ofendido.

— Dice que quiere hablar contigo — me dijo.

— ¿Conmigo?

Nicholas ya no me respondió, se fue a sentarse en el banco del pasillo, con los brazos cruzados. Parecía un niño pequeño, que la madre le sacó su juguete favorito.

Entré a la sala y me encontré con una Lea, sentada sobre la camilla, con una sábana blanca, cubriéndole hasta por encima de las rodillas. Miraba el televisor sobre la pared, sin interés alguno.

— ¿Lea?, ¿Me llamaste?

Lea despejó los ojos del televisor y los corrió, como un rayo, hasta encontrarlos conmigo.

— ¡Oh, Diana! — y me extendió los brazos para que fuera a abrazarla. ¡Maldita sea!, caminé por la habitación, de mala gana, pero me dejé rodear por sus brazos — ¡Estoy tan triste!, ¡Y eres la única persona en quien puedo confiar!, ¡Eres la única persona honesta en este maldito pueblo polvoriento!

No sabía que decir. ¿Debía consolarla?, ¿Aconsejarla?, era difícil actuar como una buena amiga cuando la detestaba tanto.

— ¡No volveré a confiar en ningún hombre!

— ¡No digas eso!, seguro encontrarás a un buen hombre. Sólo debes esperarlo y llegará solo.

— Qué lindas palabras dices... ojalá se volvieran realidad — dijo deshaciendo el abrazo y mirándome de manera cabizbaja.

— Y se volverá, te lo aseguro... ¡Y serás muy feliz! — le palmeé el hombro a forma de consuelo. La verdad, me importaba un comino como le fuera en la vida. Sólo la quería fuera de mi vista y a cien kilómetros de distancia de Nicholas.

— Eres tan buena amiga... eres la única persona que lamento perder.

Le sonreí — Y yo lamento que lo tuyo y lo de Nicholas no haya funcionado... — ja, ja, ja. ¡Qué linda que es la victoria!

— Sabes, así es mejor, mejor que me haya dado cuenta a tiempo. Y no de casados. ¿Te imaginas? — rio con ironía.

— ¿Casados? — pregunté casi temblando.

— Sí, ¿Sabes?, sospechaba que Nicholas quería pedirme matrimonio. Estaba feliz por eso y lo esperaba con ansias, pero ahora estoy feliz de deshacerme de él. Es un mal chico, muy, muy malo. ¿Cómo pudo hacerme eso?, ¿Acaso está loco?

¿Matri...?, ¿Matrimonio?

— ¿Y cómo sospechaste eso?, ¿Qué quería proponerse?

— Lo vi bastante interesado en unos anillos, cuando fuimos al shopping la última vez. Antes de venir a este pueblo. Además, me hizo varias preguntas extrañas, ¡Dime! ¿Qué hombre te pregunta cuantos hijos quieres tener si no piensa casarse contigo?

Me quedé muda. Nicholas pensaba casarse con ella.

— Pero, quedó en el pasado. Ya no importa.

La miré con detenimiento y me di cuenta que la princesita estaba reteniendo las lágrimas. Hablaba como si su rompimiento fuera de menor importancia, pero en verdad estaba conteniendo el llanto, y tenía el corazón roto.

— ¿Sabes? — cambió de tema — tengo tu número de teléfono. No tiene porqué acabar nuestra amistad porque me peleé con Nicholas. Además, vamos a la misma facultad. Podemos seguir siendo amigas.

Le sonreí con afirmación, a pesar de que la idea me parecía horrorosa.

— Sí, tienes razón... — en eso entró la enfermera Lupita con una bandeja en la mano.

— Odio la comida de hospital — me dijo y luego rio sin ganas.

Nos despedimos con un abrazo, tuve que aguantar las náuseas por su cercanía, y salí al pasillo. Me encontré con Jeremy en la puerta.

— Ustedes vayan a almorzar. Yo me quedaré con ella.

Vi como Jeremy se sentó junto a Lea, en un pequeño espacio en la cama. Y le dijo algo mientras la veía comer su comida insípida de hospital. Ella lo miró significativamente, con los ojos llorosos y una sonrisa débil en los labios.

— ¿Qué te dijo? — me interrogó Nicholas más bien cerré la puerta.

— Qué ya no quiere verte nunca más.

— Oh, no... ¿Crees que lo nuestro puede arreglarse? — se refirió a su relación con Lea.

— Mmm... no lo sé, está muy rota — la satisfacción que sentí al pronunciar esta oración, era indescriptible.

— Oh... — Nicholas dejó caer su rostro, en un gesto melancólico — ¿Sabes?, estoy destruido... tengo miedo a perderla, tengo miedo de no poder imaginarme una vida sin ella.

— No exageres, hay un montón de chicas dispuestas a aceptar tu amor — como yo, por ejemplo.

— No es lo mismo... Lea es la indicada. Ella es irremplazable. No funciona con buscar un remplazo, porque ya no será lo mismo. No será ella — Nicholas se oía frío y su rostro estaba surcado por un dolor inefable — Pensaba pedirle matrimonio al final de la semana... pero ya no importa. Lea no quiere ni verme.

Lo abrasé, me dolía verlo tan lastimado, pero era necesario.

— Todo saldrá bien — le dije a modo de consuelo.

— No, nada puede salir bien, si ella no está conmigo.

Después de eso, Nicholas se sentó en el banco, pensativo, como si estuviera buscando una forma de reponer su relación, ya irreparable.

— Nosotros vamos a comer, vienen con nosotros — nos dijo Helen, refiriéndose a ella y Benjamín.

— Yo no pienso abandonar este hospital, a no ser que sea junto a Lea — informó Nicholas, y su respuesta no nos sorprendió, desde que Lea había sido internada, Nicholas no había dado un paso fuera del edificio.

— No, gracias, vayan ustedes dos — le respondí al pensar que sólo seríamos Helen, Benjamín y yo. Y la verdad, no quería hacer de mal tercio.

— Bien, nos vemos más tarde — dijo Helen.

— Adiós — se despidió Benjamín.

Me quedé allí, parada en el pasillo, pensando en lo que me había dicho Nicolas, ¿Matrimonio?, ¡Debía de estar loco!, menos mal que arruiné las cosas a tiempo. Un matrimonio es mucho más difícil de romper que un noviazgo.

Vi a Marcus que se acercaba por el pasillo con una botellita de jugo. Seguramente se había ido a comprar algo para beber. Y al igual que el resto de nosotros, llevaba un rostro cansado, algo típico de alguien que sólo puede dormir cuatro horas. Pero por una razón que desconozco, el patán era el único que conservaba su atractivo, a pesar de la ausencia de sueño. ¡Ah!, ¡Maldito dios griego!, y ¡Maldita su belleza imperturbable!

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, desvié la vista, nuevamente avergonzada. ¿Por qué debía recordar lo que pasó ayer cada vez que lo veía a los ojos?

— Duele que me ignores de esta manera — se me removió el corazón cuando escuché sus palabras.

Fue difícil, pero levanté la vista hasta encontrar sus ojos. Y aguanté las ganas de volver a desviar mi rostro, por la vergüenza que me generaba el recuerdo, y que me vea encendida de esta manera.

— Al fin me miras — y sonrió con pésame y arrepintiendo — Entiendo por qué me ignoras, lo que pasó anoche fue un error.

Sentí una punzada en el pecho. ¿Por qué estaba diciendo eso?, por alguna razón, desconocida para mí, sus palabras fueron como una daga que se clavó en mi corazón.

— ¿Qué quieres decir? —se supone que yo debía terminar con él y no al revés.

— ¿Te asusté?, ¿No?... quiero decir que iba muy rápido... a pesar de que te prometí que no haría nada.

¿Debería aceptarlo?, si le decía que tenía razón podría mantener a Marcus más lejos y controlado. No debo hundirme mucho en esta relación falsa, sino, será difícil terminar con ella y vengarme del patán al final.

— Tienes razón... — Marcus me miró entre sorprendido y avergonzado de sí mismo — Se supone que sólo tenemos unos días de estar saliendo... y tú ya te estás poniendo muy intenso.

— Es que cuando se trata de ti, es difícil mantener la cordura.

Mis mejillas volvieron a estallar. No pude evitarlo, y volví a desviar la mirada, pero sólo fue por un tiempo momentáneo, me obligué a armarme de valor y a enfrentarlo. Yo no podía acobardarme por nada que tratara de Marcus, yo lo odiaba, no podía permitirme sentir esta timidez por él.

— ¿Puedes controlarte?

— Lo voy a intentar... por ti haría cualquier cosa. Incluso mantener mis instintos bajo llave — sonrió como si hubiera dicho algo gracioso, esa era su manera de intentar alivianar el ambiente.

Le sonreí en respuesta, dándole a entender que estaba de acuerdo con su nueva determinación.

— ¿Sabes?, hicimos mal las cosas, primero se tienen citas y luego se convierte en noviazgo. Y nosotros no tuvimos ninguna cita. Pero, nunca es tarde para tener una, salgamos a comer algo, ¿Eh?,¿Qué dices?, ¿Es una cita?

¡Qué horror!, ¿Marcus y yo en una cita?, sólo podría tratarse de una pesadilla. Estaba dilatando un poco mi respuesta, por lo que pude ver en Marcus despertar la preocupación al preguntarse si había dicho algo incorrecto. Sentí unos ojos sobre mi nuca, y al girar disimuladamente, me percaté que se trataba de Nicholas, quien nos miraba con el ceño fruncido, totalmente al tanto de nuestra conversación. Entonces, pensé que la cita no podría ser tan mala idea. No serían buenas noticias para Nicholas si nosotros teníamos una cita, le generaría celos, lo sabía bien y eso era lo que yo quería, pero debía actuar natural.

— ¿Pero es conveniente ir a una cita en este momento? Quiero decir, con lo que está pasando con Lea, aquí, en el hospital — Marcus se vio más aliviado, cuando, al fin, recibió mi respuesta.

— Mmm... entonces no es una cita, sólo me estarías acompañando a comer algo.

— ¿Acompañando?, ¿Y eso qué lo hace diferente a una cita?

— ¡Oh!, ¡Es muy diferente!, sólo seríamos dos personas, que salen a comer, porque no tienen ganas de cocinar... vamos, tienes que comer igual de todas formas, puedes hacerlo sola en la casa o puedes acompañarme.

Me sonrió de manera cómplice, ambos sabíamos que era una cita.

— Sí, la verdad, con todo el lio que se armó ayer, ya no tengo muchas ganas de cocinar...

— Bueno, entonces ¿es una no-cita? — me preguntó Marcus con una sonrisa triunfante, como esas que embozas cuando tu plan funciona a la perfección.

— Creo que sí.

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