CAPÍTULO 27
El primero en reaccionar fue Nicholas. Su cuerpo se movió casi por inercia, como por instinto. Se arrojó de rodillas, totalmente desesperado, inspeccionaba el cuerpo de manera temblorosa.
Yo me quedé inmóvil. Mirando la escena como si no perteneciera a ella, y yo fuera ajena, nada más que un mero espectador.
Jeremy y Marcus llegaron a la escena unos segundos después. Jeremy cuando entendió lo que sucedía empezó a llorar y gritar, en cambio Marcus mantuvo la serenidad, tan propia de él en momentos como estos.
Marcus me miró, para asegurarse que estuviera bien, yo lo miré a los ojos, y él me sostuvo la mirada. No dije nada, no pude pronunciar ni la más pequeña de las palabras. Estaba sin habla. Cuando comprobó, que efectivamente, sólo era presa de un paralizante estupor, caminó hasta Nicholas y se agachó a su lado.
Nicholas temblaba sin detenerse, sus ojos estaban desorbitados, y sus manos las movía sin sentido, como si no supiera qué hacer con ellas, como si buscara una solución que no tenía al alcance.
— Le...lea — murmuraba casi sin voz, como si le fuera difícil pronunciar aquel nombre.
Marcus apartó a Nicholas de un empujón, no tenía tiempo que perder. Nicholas lo miró sorprendido, pero no dijo ni tampoco hizo nada al respecto. Sólo se dedicó a
Marcus primero observó con detenimiento, intentando comprender lo que sucedía por medio de sus ojos. Mirar lo que Marcus hacía a continuación.
Marcus siempre había tenido la cabeza fría para situaciones bajo tensión o peligro, esto era algo que siempre admiré de él, debo confesarlo, mientras yo me quedaba inmóvil, con la mente interrumpida por el shock, él siempre procuraba mantener la cordura y actuar fríamente. Recuerdo que cuando nos perdimos en el bosque de chicos, Marcus nunca perdió la serenidad, inclusive cuando vio mi pie herido.
Luego de hacer su comprobación visual, se inclinó hacía el rostro de Lea, y acomodó su oreja en su nariz.
— Está respirando — nos informó, a pesar que apenas lo pudimos escuchar sobre la lluvia.
En el rostro de Nicholas se manifestó de repente una expresión de alivio y pudo lanzar las lágrimas que había estado reteniendo hasta el momento. Jeremy también, se vio más aliviado, pero eso no disminuía la preocupación. Lea se hallaba inconsciente.
Marcus miró a Nicholas, y entendió que no podía contar con él en estos momentos, así que acomodó sus brazos debajo del cuerpo de Lea y la levantó del suelo con cuidado.
La cabeza de Lea colgaba hacia atrás, sus ojos estaban cerrados y su ropa empapada se ceñía de manera impúdica a su cuerpo. Entonces un sentimiento de molestia me embargó al entender que Marcus podría aprovecharse de la situación para apreciar la figura de Lea, y aprenderse cada curva sobresaliente de ese cuerpo delicado, pero un segundo después me arrepentí de pensar de aquella manera, ella estaba inconsciente, Marcus no haría eso, y además, si lo fuera a hacer a mí no debería importarme. No es asunto mío lo que sus ojos vean.
Marcus comenzó a caminar en dirección a la casa de la abuela, y el resto lo seguimos por detrás.
— ¿Qué sucedió? — escuché susurrar a Nicholas, la pregunta no iba dirigida a nadie, más que para él mismo — ¿Cómo pasó esto?
Quise acercarme a Nicholas, confortarlo, rodearlo en un abrazo, tomarlo de la mano y caminar juntos a la casa, él recargando su rostro en mi hombro para llorar con soltura. Pero no pude ni acercarme un centímetro más cerca. Tenía miedo y vergüenza. Mucha vergüenza. Esto lo había ocasionado yo, Lea se encontraba en un estado inconsciente y no sabíamos si le había sucedido algo más grave, pero más allá de la vergüenza o el miedo a ser descubierta, había un sentimiento que creía que debía sentir, pero que por una causa desconocida no se hacía presente en mi interior. Y este era el arrepentimiento. Tanto la culpa como el arrepentimiento estaban ausentes, era incapaz de sentir tal cosa por Lea, ¿Acaso me había convertido en un monstruo?, ¿En un ser sin sentimientos?, era como si el amor que sentía por Nicholas era tan grande que me inundaba por completo, sin dejar lugar para sentimientos contrarios. Todo lo que fuera para el bien de nuestra futura relación me hacía obrar de manera indiscriminada, sin medir el daño que podía causar a terceros, sin arrepentimientos, ni remordimientos, sin culpas que me atosigasen. Tal vez Marcus tenía razón, mi pasión se había vuelto una obsesión enfermiza, en un amor toxico, no podía vivir sin él, y no podía permitir que él viviera con otra. Debía pertenecerme todo de aquel ser, no me conformaría sólo con su cuerpo, quería sus pensamientos, monopolizar su corazón, su tiempo y su espacio. Convertirme en su única dueña y razón de ser. De la misma manera que yo me sentía por él. Quería que me necesitase tanto como yo lo necesitaba para existir.
Me mordí el labio con fuerza cuando me percaté de la oscuridad de mis sentimientos. Ya esto no era un simple amor. Pero este conocimiento no significó un cambio de visión, ni una marcha atrás. Lo reconocía, sí, soy una persona posesiva. ¡Y no voy a cambiar!, ¡Quiero a Nicholas!, ¡Lo quiero!, ¡Lo quiero!, ¡Y lucharé para obtenerlo!, tenía hasta el fin de semana, y como iban las cosas, no parecía imposible que mi plan funcionara.
Llegamos a la casa, pero no entramos, Jeremy abrió la puerta trasera del auto dejando los asientos libres, donde Marcus recostó a Lea con sumo cuidado. Luego rodeó el auto y se subió en el asiento del piloto. Yo me subí de copiloto y Nicholas junto a Lea, que no le retiraba un ojo de encima. Jeremy entró a la casa para avisar que ya habíamos encontrado a Lea y ahora la llevaríamos al hospital, y se quedaría con ellos para explicar todo lo sucedido.
Marcus encendió el motor y giró el volante para encausar el automóvil hacía el camino que conectaba con la calle. Yo intentaba concentrar mi mente en ver como Marcus manipulaba el volante, lo hacía bastante bien, por cierto, no sabía que supiera manejar, pero eso lo hacía para poder ignorar el apresurado latir de mi corazón, estaba nerviosa, y las pesadas pulsaciones me descomponían. Apreté los dedos en un puño cuando estos comenzaron a temblar. Mierda. Tranquila, tranquila.
Pasé de mirar las manos de Marcus a su rostro. Estaba muy serio. Esa era una expresión poco común en él.
Marcus al presentir que tenía mis ojos pegados en él, desvió una fracción de segundo su vista del camino para centrarla en mí y se percató de como intentaba ocultar mi leve temblor.
— Tranquila — dijo volviendo la vista al frente — Todo estará bien.
— Sí — respondí por decir algo y no verme más sospechosa.
Pasé saliva. Pobre Marcus, él creía que estaba asustada por Lea, y que me preocupaba ella. Y no era así, quien me atormentaba era yo misma, no había otra causa, había sido cruel. Y se haría difícil explicar todo esto. ¿Qué pasaría si me descubren?, ¿Qué haría Nicholas?, y... ¿Qué haría Marcus?
Giré en mi asiento para mirar la escena que se presentaba en los asientos de atrás. Y dos sentimientos se hicieron presentes. El primero fue la molestia. Se me generó cierta ira al ver como Nicholas acariciaba con cuidado el cabello sucio de la princesita. Y sus ojos la miraban con adoración, como alguien que se para frente a una escultura de mármol, tan invaluable como hermosa. Y el segundo fue un sentimiento que yo llamaría "infiltrado", de esos que se cuelan en tu organismo sin permiso y te hacen sentir cosas que no deberían estar en tu corazón. Ese maldito disgusto que sentía contra mí misma, sería una especie de culpa por no sentir culpa, suena loco, pero así era. Podía escucharla, allí estaba, esa voz que me decía que era una mala persona. El verdadero problema no era aceptar que era alguien malvada, eso lo había hecho hacía mucho tiempo, sino era saber que en algún pequeño trozo de tu alma todavía quedaba un pequeño fragmento de luz, esa luz que te llamaba a arrepentirte, a cambiar, a sentirte enojada contigo misma, pero al decidir no tomar aquella luz de pureza, al reconocer que no me importaba cambiar, y estaba feliz con ser la mala, era ahí donde se despertaba esa culpa, era con mis propios sentimientos, que me convertían en un monstruo casi inhumano. Un humano no debe regocijarse en las cosas malas que hace, ¿No?
No tardamos mucho en llegar al hospital. Esta vez la cargó Nicholas desde el auto hasta la guardia. Una enfermera abrió la boca sorprendida al ver la escena. Nos guio hasta una camilla, donde Nicholas la depositó con suavidad.
— Aguarden aquí, ahora llamo al doctor.
Vimos marchar a la enfermera de manera apresurada, y nosotros nos mantuvimos en silencio. Nicholas se sentó en la silla que estaba junto a la camilla y se inclinó mientras cubría su rostro con ambas manos.
Nos mantuvimos así, en silencio, varios minutos hasta que llegó un hombre dentro de un delantal blanco, bastante arrugado, ¿Este hombre no tiene plancha en su casa?, llevaba un estetoscopio al cuello y un sombrero de lana multicolor que le ocultaba la calvicie. ¿Seguro que este es el doctor?
— Veamos que tenemos aquí — dijo rodeando la camilla.
Luego de inspeccionar a Lea, sacó la cabeza por la cortina.
— ¡Lupita! — gritó — ¡Tráeme un inyectable de acetaminofeno!
Volvió a meter la cabeza al cuarto y nos sonrió.
— Tiene una fiebre galopante, además de estar muy sucia — dijo tomando el borde de la manga de la camiseta de Lea con el dedo pulgar y el índice, como si estuviera recogiendo del suelo alguna basura maloliente — ¿Qué le sucedió?
— Se perdió en el bosque — le informó Nicholas mirándolo desde su asiento.
— ¿Ah?, ¡Qué niña más idiota!
Nicholas frunció el ceño y se levantó de su asiento de manera amenazante.
— ¡¿Qué dijo?!
— ¡Nicholas! — lo detuve del brazo. No podía dejar que se pelee con un doctor — Tiene que atender a Lea.
— Preferiría que lo haga otro doctor — dijo fulminándolo con una mirada que parecía de guerra.
— Qué sensible... — masculló el doctor para sí mismo.
— Lo siento, pero el doctor Angaraes, es el único disponible en este momento — informó la enfermera mientras ingresaba con un inyectable entre las manos.
Nicholas no pareció muy conforme, pero se mantuvo en silencio y aceptó que Angaraes se hiciera cargo de Lea.
Cuando, según palabras del doctor, "Lea estaba más estable" y fue llevada a una sala interna, ya no nos dejó acompañarla. Tuvimos que sentarnos en los asientos del pasillo, mientras esperábamos a que alguien se apiade de nosotros y nos informara que diantres estaba sucediendo allí dentro.
Marcus estaba sentado a mi lado, y su cercanía quemaba como fuego. ¡Diana, no es momento para pensar en eso!, ¡Tenemos un asunto más importante entre manos! En cambio, Nicholas no se había sentado ni un momento en todo el rato que llevábamos esperando, se paseaba por el pasillo, iba y venía, murmurando para él mismo, con un gesto desesperado, y con las manos en movimientos intranquilos. Yo lo seguía con la vista en todo su recorrido, pareciendo un felino que sigue la luz de un láser, moviendo la cabeza de derecha a izquierda, en ida y venida.
En cierto momento Nicholas se detuvo frente a nosotros, con un gesto indescifrable. ¿Qué le sucedía?, miraba a Marcus como si quisiera decirle algo, que le resultara difícil y fuera contra todas sus convicciones.
— ¿Qué sucede? — lo animó a hablar Marcus al darse cuenta de la actitud de Nicholas. Pero no dejó de fruncir el ceño, como si estuviera convencido que iba a reprocharle algo.
— Gra ... gra ... gggrr ... — Nicholas hizo un pequeño gesto con la cabeza, como si estuviera intentando deshacerse de algo que estuviera bloqueando sus palabras.
Marcus levantó una ceja en modo interrogativo, y algo sorna.
— ¡Bien! — exclamó Nicholas exasperado de sí mismo, y aún más después del gesto de Marcus — ¡Gracias!, ¡¿Sí?!
Pensé que Marcus le respondería con una sonrisa cínica, esa tan burlesca que le encantaba usar para vacilar a Nicholas. Pero no lo hizo, se mantuvo serio. Y yo me sorprendí por lo maduro que puede ser en algunas situaciones.
— ¿Sabes?... te odio, y estoy seguro que tú también a mí. Pero sé que te debo un "gracias", nos ayudaste allí... la ayudaste — vi como Nicholas entornaba los ojos en un gesto triste, seguramente recordando la escena de Lea inconsciente sobre el fango — Yo... yo no pude hacer nada... me congelé.
Me levanté del asiento y me acerqué a Nicholas, le sobé la espalda a modo de consuelo, y él me sonrió tristemente mientras me envolvía en un abrazo. Mi corazón había sufrido mucho hoy, talvez fue por eso que la cercanía de Nicholas no me generó la taquicardia de siempre, se mantuvo quieto, y mis mejillas en su color original.
Por encima del hombro de Nicholas espié a Marcus, este me miraba serio, apostaría lo que fuera, a que le disgustaba la cercanía entre Nicholas y yo. Y saber eso me generó un sentimiento en el pecho, que ardía como el fuego. Me sentía poderosa, capaz de hacer que Marcus sintiera lo que yo quisiera, podía hacerlo feliz, ponerlo triste o dañarlo con una simple acción.
Le sonreí levemente, como diciendo: no te preocupes, no significa nada. Pero Marcus no respondió a mi sonrisa, y eso agitó aun más ese ego en mi interior.
Cuando nos separamos, Marcus fue el primero en hablar.
— No necesitas darme las gracias.
Nicholas lo miró y asintió de manera afirmativa.
— Pero no creas que por esto voy a dejarte a Diana — dijo Nicholas cruzándose de brazos.
Marcus entrecerró los ojos.
— ¿Qué eres?, ¿Su padre?
— No, pero le prometí a su papá que la cuidaría de cualquier imbécil que quisiera acercarse a ella.
— Puedo cuidarme sola — es más deberían cuidarse de mí, pensándolo bien.
— Y ¿Yo soy un imbécil? — Marcus preguntó de una manera algo irónica.
— Yo diría que sí — respondió Nicholas sin tapujo — No confío en ti.
— Después de lo que pasamos hoy, ¿Sigues sin confiar en mí?
— Bueno... ahora confió un poco más ... sólo un poco, un poco muy pequeño.
Marcus lanzó una pequeña carcajada que no duró mucho, la situación no ameritaba a mantener un buen humor por un lapso de tiempo mayor.
— Por eso... voy a dejar que salgas con Diana.
Esas palabras no me supieron muy bien, yo no quería que nos aceptara, yo quería que luchara por separarnos.
Marcus abrió los ojos con asombro, pero luego volvió el gesto serio de antes — ¿Sabes que saldría con ella igual, aunque no estuvieras de acuerdo? — le aclaró Marcus — Sólo hay una persona que me puede alejar de Diana, y es ella misma.
— Bien — concluyó Nicholas cruzándose de brazos.
— Bien — lo secundó Marcus.
Aunque fuera una tregua entre ellos dos, no podía dejar de percibir ese carácter bélico entre ellos.
¿Qué debía hacer ahora?, si cualquier chica escuchara semejantes palabras de su novio, seguramente se derretiría de amor y lo llenaría de besos. Yo no podía hacer eso, así que opté por sonreír levemente y sentarme junto a Marcus.
Marcus se sonrojó, y para ocultar su vergüenza esquivó mi mirada girando el rostro para el otro lado del pasillo. Sonreí silenciosamente, pero con burla, que patán más patétic...
¡Oh, Dios!, me tomó totalmente por sorpresa. Marcus había escurrido sus dedos sobre el banco hasta dar con los míos. Los acarició con ternura, recorriendo la piel y los pliegues de cada falange, infiltrándose de a poco a la palma, donde anidaban pequeñas cosquillas al tacto del calor de sus yemas. Era un movimiento inocente, sin segundas intenciones, pero ¿Por qué lo sentía tan sensual?
Era un semáforo, mi cara estaba encendida en rojo. Pues claro, si Marcus me tomó por sorpresa, no podía esperar otra cosa, era mera impresión, era eso, nada de sentimientos, no señor.
El rechinar de una puerta interrumpió lo que fuera que estaba intentando hacer Marcus con mi mano. De la puerta salió el doctor Angaraes, mirando por el pasillo a todas direcciones, seguramente buscándonos a nosotros, y cuando nos encontró se acercó y Nicholas se adelantó a su encuentro.
— ¿Doctor?, ¿Cómo está? — le preguntó luciendo nervioso.
— Ya está despierta.
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