CAPÍTULO 20
Un agudo grito de mujer despertó a los que dormían en la habitación de chicas, asustándolas a todas, incluyendo a Reloj que salió volando por la ventana como si fuera un pájaro. Su grito despertó a todas, claro, menos a mí, que ya estaba despierta desde hacía rato, pero de igual forma me había vuelto a acostar para fingir que dormía como el resto, claro, debía actuar de la manera más conveniente para no desatar desconfianzas en mi contra. Si yo era la única que estaba despierta en la habitación una vez que mi plan hubiera funcionado, todos los dedos me acusarían a mí. Así que fingí la misma ignorancia que el resto, a pesar de que sabía bien lo que había sucedido, pues claro, yo era la única perpetradora de la causa que detonó el grito de Lea.
— ¡¿Qué sucede?! — ese fue Nicholas que ingresó en la habitación, sin pudor alguno, luego de escuchar a su novia gritar.
— ¿Acaso no tienes vergüenza?, entraste a la habitación de chicas — Helen tenía razón, yo estaba en camisón, y Helen dormía en ropa interior. Mis mejillas se encendieron al darme cuenta de lo expuesta que estaba frente a Nicholas, pero él no se percató de ello, se veía demasiado preocupado por la princesita como para percatarse de lo que sucedía a su alrededor.
— ¿Dónde está Lea? — Nicholas ignoró las palabras de Helen
Helen le señaló la puerta del baño y antes de que pudiera decir algo más, el chico abrió la puerta como loco.
— ¿Qué sucede, amor?
— ¡FUERA! — antes de que Nicholas pudiera ingresar al baño, Lea le intentó cerrar la puerta en la cara, pero Nicholas la detuvo antes colocando el brazo entre el marco y la puerta, apretándolo con fuerza. Pegó un pequeño grito, pero se aguantó el dolor — ¡Lo siento! — se disculpó Lea del otro lado, pero todavía sin abrir la puerta.
— No importa. Ábreme — exigió Nicholas restándole importancia a su brazo que se estaba tornando rojizo por el apretón.
— ¡No!
— ¿Por qué no?, ¡Ábreme!
— No quiero que me veas — Lea estaba llorando, lo cual alertó aun más a Nicholas.
— ¡Por el amor de Dios!, ¡Dime qué te pasa!, me estás asustando.
Lea estuvo unos segundos callada, como si estuviera pensando en si dejarlo entrar al baño con ella o no.
— Dile a Diana que venga. Hablaré con ella.
Ante esas palabras se me paralizó el corazón. ¿Acaso sabe lo que hice?, ¿Me descubrió?, al parecer no es tan tonta como creía. Me armé de valor y me levanté de la cama. Caminé hasta Nicholas, quien me envió una mirada consternada. No podía creer que me prefiriera a mí antes que a su novio. Eso debió herir su orgullo.
— Pero Lea... yo... — Nicholas sonaba preocupado y a la misma vez herido.
— No, no te dejaré entrar. Sólo hablaré con Diana. Únicamente con ella y nadie más — y después de eso cerró la puerta quedándose totalmente sola y encerrada en el baño.
Nicholas me miró abatido y palmeándome el hombro me dijo: — Confío en ti.
— No te preocupes — intenté alentarlo para que se relajara. Y tomando la perilla de la puerta hablé en dirección al interior del baño — Lea, soy yo, voy a entrar.
Hubo unos segundos de silencio y luego se escuchó un "Sí, entra" pronunciado con una voz llorosa. Y así hice, giré la perilla y lentamente fui ingresando al sanitario. Cerré la puerta detrás de mí y busqué por el cuartito el cuerpo de Lea. Allí estaba, sólo pude ver su sombra detrás de la cortina de la ducha. Se estaba ocultando por la vergüenza. Yo sabía lo que le sucedía, y ver su reacción me indicaba que mi plan había funcionado. Ese conocimiento me dibujó una sonrisa en el rostro. Sentí un poco de vergüenza por alegrarme por ello, pero no sentía culpa ninguna, al igual que cuando tuve que espantar a las anteriores zorras que intentaron interponerse entre Nicholas y yo, la princesita era igual, un mero estorbo que debe ser retirado, y si no se iba sola, yo misma me encargaría de hacerla desaparecer. Si Lea se había dado cuenta que le había jugado una broma de muy mal gusto, ya tenía un plan de respaldo, le confesaría que sí, efectivamente había sido yo, y sería una buena oportunidad para declararle la guerra de frente.
— Princ... — mierda, casi me equivoco — Lea, ya estoy aquí.
Lea comenzó a llorar más fuerte, se la oía muy angustiada.
— Diana... — Lea intentaba hablar con claridad pero el llanto no se lo permitía — No-no, n-no puedo creerlo...
— ¿Qué sucede?— fingí desentendimiento, no confesaría mi villanía tan pronto, primero debía estar completamente segura que no podía hacer cambiar de opinión a Lea.
Lea intentó hablar de vuelta, pero volvió a atragantarse con sus propias palabras y llanto.
— Respira hondo— le aconsejé y Lea acató mis palabras, la oí respirar hondo repetidas veces, a través de la cortina, hasta que estuvo más serena.
— Lo siento — comenzó una vez que estaba más calmada — pero, sólo puedo confiar en ti.
Momento, ¿Qué está sucediendo?, ¿Sus palabras son una trampa?
— ¿De qué estás hablando? — le pregunté confundida.
— Esto — dijo y vi como se señaló a sí misma en la sombra de la cortina — no puedo mostrárselo a nadie. Sólo confió en ti. No sé quien lo hizo, ni porqué. ¿Qué le hice? — y con eso volvió a llorar.
¿Qué está pasando?, ¿No sospecha de mí?, la princesita es más estúpida de lo que creí. Las cosas estaban resultando mejor de lo que esperaba.
— Pero ¿De qué estás hablando? — era hora de actuar y fingir total ignorancia.
— De esto — dijo y corrió la cortina de la ducha para mostrarme la causa de sus lágrimas. Tenía el cuerpo cubierto por una toalla, y el cabello todavía húmedo.
Las comisuras de mis labios temblaron peligrosamente, deseaba sonreír, tenía la necesidad macabra de festejar el éxito de mi plan con una carcajada. Pero me opuse a la tentación, ya reiría al final de la semana cuando mi plan funcionara por completo y mi premio final fuera Nicholas.
— Pero... ¿Quién te hizo eso? — fingí sorpresa, e incluso me llevé la palma de la mano a mi expresión boquiabierta.
Lea salió de la ducha y corrió para estrecharme en un abrazo. Yo se lo correspondí, aunque su contacto me causó un repugnante rechazo.
— No lo sé... pero ahora tengo miedo — me abrazó más fuerte.
— A ver, déjame ver que tan mal está — ya no soportaba su cercanía, necesitaba que se alejara de inmediato. Y Lea hizo caso a mis palabras, me soltó para alejarse lentamente.
Por Dios, era un desastre. Tenía los ojos rojos de tanto llorar. Y lo que a mí más me importaba, en lo que yo había maquinado arruinarla y la causa de sus lágrimas era su cabello. La mitad del largo de su cabello estaba desprolijamente arruinado, se le había quemado y la mayoría ya se le estaba cayendo. La miré con mi mejor cara preocupada y ella pareció afectarse por mi expresión, tanto que amenazó con un puchero que volvería a romper en llanto.
— Cuéntame que sucedió.
— Estaba colocándome la loción corporal luego de bañarme y... y es cuando... cu-cua...— gimió cerrando los ojos con fuerza como si de esa manera pudiera detener las lágrimas que habían comenzado a caer otra vez.
— Tranquila... — le acaricié la espalda como consuelo. Ella tomó papel higiénico y con ello se sonó la nariz. Miré en otra dirección aguantándome las arcadas, todos los fluidos que provinieran de ella me causaban repelús.
— Me coloqué la loción.. y-y...y cuando me peiné se me comenzaron a caer los mechones. Tengo todo el pelo quemado... ¡Me voy a quedar calva!
— No, no te vas a quedar calva — la tranquilice. Qué gran mentira, esa era mi idea desde un principio, que perdiera toda su hermosa melena propia de una princesa de cuentos de hadas — Veamos qué es lo que sucedió, ¿Este es tu shampoo? — le pregunté aunque ya sabía bien que sí lo era.
— Sí, y ese es el acondicionador — me señaló un pote azul.
Tomé ambos y los abrí para revisarlos, y como esperaba encontrarme, uno de ellos estaba adulterado, obviamente por mí, pero eso ella no lo sabía.
— Aquí está el problema — ella me miró con curiosidad — Alguien te cambió el acondicionador por crema depilatoria — y le hice oler el contenido del pote para que comprobara que mis palabras eran ciertas.
— ¡Tienes razón!— decía mientras inspeccionaba el pote de acondicionador con un rostro incrédulo, le costaba creer que alguien pudiera arruinarle el cabello adrede de esa manera — Pero, ¿Quién me hizo esto? — me preguntó como si yo tuviera la respuesta, sí la tenía, pero no se la iba a decir cuando ella confiaba ciegamente en mí.
— No, no lo sé — fingí confusión — No me atrevo a acusar a nadie.
La princesita lo meditó un rato y luego dijo:
— Creo... creo que fue Helen.
Un calor peligroso subió por mi cuerpo, yo no quería que ella saliera perjudicada en mis artimañas. Debía desaparecer sus sospechas de inmediato.
— No, no puede ser ella — refuté sin vacilación.
— Pero, ¿Quién más?, obviamente nosotras dos no fuimos, y la otra chica que duerme en la habitación es Helen. Seguro que cuando dormíamos ella aprovechó y cambió el contenido del acondicionador. Deberías comprobar que tampoco haya adulterado el tuyo.
— No, el mío está bien, ya lo comprobé — piensa, piensa, necesito sacar a Helen de esto — Pero no desconfíes de Helen, ella es una buena chica.
— Pero no se me ocurre nadie más. Es muy obvio que fue ella. ¡Esa maldita!
¡Piensa!, ¡Piensa!, ¡Ya sé!, una idea me vino a la cabeza, y era la única salida.
Simulé que pensaba en otra opción y luego de unos segundos le expuse mi idea.
— ¡Ya sé quien fue!, ¡No lo puedo creer!, ese patán, sabía que no había cambiado nada.
— ¿Quién? — preguntó más que interesada por conocer mi respuesta.
— Marcus — le respondí. Ella se vio sorprendida al principio pero luego de meditarlo pareció comprenderlo.
— Sí, tiene sentido, él siempre se llevó mal con Nicholas. ¡Muy poco hombre por meterme a mí en medio de sus peleas!
— Sí, es el peor. Siempre dije que era un patán.
— Pero, ¿Cómo hizo para arruinarme el acondicionador?, no lo vi entrar a la habitación en ningún momento.
— Marcus es un genio cuando se trata de hacer bromas. No tienes idea de todas las bromas que me hizo cuando éramos niños. Una vez le cortó la cabeza al Señor Tini, no sé en qué momento lo hizo, pero me descuidé unos minutos y ya le había arrancado la cabeza con una tijera... — nunca olvidaré ese día, Marcus llevado por los celos, después de que Nicholas me regalara el conejo de peluche, había atentado contra la vida del juguete. Nunca me había enfadado tanto con él. Recuerdo que lo golpeé y luego le obligué a coserle la cabeza de vuelta.
— Se lo voy a contar a Nicholas...
— ¡No! — la interrumpí de inmediato, ella me miró sorprendida por haber levantado la voz — No le digas, eso empeorará las cosas.
— Pero no podemos dejar que se salga con la suya.
— Y no lo haremos. Nosotras dos nos encargaremos de demostrarle que fue un idiota por meterse con una mujer y pensar que saldría impune. Yo también hace mucho que quiero vengarme de él. Entre las dos le haremos pagar por lo que nos hizo.
Lea movió su cabeza en un asentimiento veloz. Fue muy fácil convencerla.
— Sí, nos vengaremos de él — Lea me miró con una enorme sonrisa en su rostro y volvió a abrazarme con ternura — Sabía que podía confiar en ti. Eres la mejor de las amigas.
— No dudes de confiar en mí para todo lo que necesites.
Lo siento por Marcus, pero esto era necesario. Tal vez si movía las piezas de manera correcta, podía deshacerme de dos pájaros de un solo tiro.
Después de eso Lea me pidió que saliera del baño. Iba a intentar arreglarse el cabello, supuestamente su madre era peluquera y tenía confianza en que había heredados sus mismas habilidades.
Salí del baño y fui bombardeada por miles de preguntas, sobre todo de Nicholas, que era el más preocupado, pero de mi boca no salió nada, le había prometido a la princesita que no diría nada, y así lo hice.
Una hora después Lea se dignó a salir del baño para mostrarnos a todos como tenía el cabello arruinado. Ya no tendría el cabello largo y brillante de princesa, no señor, ahora tendría la desastrosa melena de una bruja.
Pero lo que mis ojos encontraron no era lo que esperaba. De ese baño no salió una bruja de aspecto horrible, si Lea antes tenía el cabello de Rapunzel, ahora seguía siendo una princesita, sólo que se parecía más a Blancanieves, con un corte por encima de los hombros, igual de brillante que antes, y que acensuaba sus rasgos de niña hermosa aun más. La sangre hirvió como veneno en mis venas. No podía estar sucediendo, se suponía que su pelo debería ser irreparable luego de colocarle la crema depilatoria.
— ¿Lea? — Nicholas la miró sorprendido.
— ¿Te gusta?, creo que necesitaba un cambio de look desde hacia tiempo.
— Me encanta. ¡Estás hermosa! — Nicholas la abrazó de la cintura y le besó el rostro repetidas veces, mientras la princesita se sonrojaba por la muestra de afecto — Entonces, ¿Qué había sucedido en el baño?
— Digamos que tuve un pequeño percance con mi nuevo look, pero Diana salió a mi rescate.
Nicholas me miró y me regaló una sonrisa de agradecimiento.
— Qué bueno que se estén llevando bien — digo Nicholas alegre.
— Sí, somos mejores amigas. ¿Verdad, Diana?
— S-sí — me costó responder con un sí, pero tuve que hacerlo. A cambio recibí una sonrisa de Nicholas y una risita alegre de Lea.
En cambio, Marcus y Helen, que también estaban en la habitación, me miraron extrañados, incluso Marcus entrecerró los ojos, mirándome de manera inquisidora, como si pudiera leer mi mente y saber que estaba tramando algo. Algo muy malo. Tuve que esquivar la vista, enfrentarlo de aquella manera era vergonzoso.
— ¿Cómo hiciste para arreglarte el pelo? — le pregunté a Lea una vez que encontré la oportunidad y no había nadie que nos escuchara.
— Resulta que como solo me había puesto el acondicionador en las puntas, la mitad superior de mi cabello estaba sano, así que solo tuve que cortar la zona quemada y todo perfecto.
— Así que cuando dijiste que habías heredados las habilidades de tu mamá no mentías.
— Ella me enseñó todo lo que sé. Pero la peluquería es más un hobby para mí, prefiero estudiar literatura.
— Me gusta tu nuevo corte de cabello — Marcus se había acercado a nosotras. Su voz me hizo saltar en el lugar. Yo lo miré preocupada, pero intentando no demostrarlo en mi rostro, en cambio, Lea lo miró con enfado, ya que creía que Marcus se estaba burlando de ella.
Marcus le sonrió a Lea, pero a mí me ignoró. Actuaba como si yo no estuviera allí. Supongo que todavía debe estar enojado por la discusión que tuvimos. Y no era para menos. Había herido sus sentimientos por... ¿Tercera?, ¿Cuarta vez?, ¡Ya ni recordaba el número de veces!
— Sí. No importa que tanto quieran arruinarme, no podrán conmigo — y lo miró de manera amenazante. Era mucha tensión la que sentía en este momento, si Lea hablaba de más podía arruinar mi plan y yo quedaría expuesta.
— ¿Por qué?, ¿Sucedió algo? — Marcus preguntó extrañado.
— Sí, un idiota insufrible. Eso pasó. Pero ya me las pagará — dijo y toda enfurecida se alejó de nosotros, no quería ver más la cara de Marcus, y no era para menos, yo tampoco quisiera ver la cara del que arruinó mi cabello, el único problema era que Lea estaba concentrando su furia en la persona equivocada.
Marcus la miró alejarse, y luego volvió la vista a mi persona por primera vez, me escrutó con detenimiento, como intentando descifrar un acertijo.
— ¿Tú no tendrás nada que ver con esto?, ¿O sí?
— ¿Qué dices? — lo miré fingiendo enfado.
Marcus mantuvo una respuesta silenciosa. Prefirió no contestarme, pero yo sabía bien que él dudaba de mí. Después de todo, me conocía bien.
— Vine para decirte que esta noche vamos a ir a un bar — cambió de tema de inmediato, al parecer no quería discutir conmigo. Era más bien como si le molestara dirigirme la palabra. Luego de decir eso, se pegó media vuelta y se fue por donde vino. Nunca había notado a Marcus tan distante, siempre me buscaba, e intentaba sacarme conversación, aun que yo siempre lo rechazaba, pero nunca había actuado de esta manera tan fría.
Su actitud me dejó una sensación algo extraña en medio del pecho. Era como una opresión fuerte y molesta.
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