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CAPÍTULO 17

— ¿Y Corbata?, no lo veo por ningún lado.

— Don Felipe lo pisó con el auto.

— ¿Don Felipe?, ¿El vecino?

— Sí, pobrecito Corbata, estaba tan viejito y enfermo, que cuando vio el auto no le dieron las patitas para escapar a tiempo.

Helen ahogó un quejido en la garganta, ella no se dejaría vencer por el llanto, ¡No, Señor!, ella era una persona fuerte, no como yo que lloro cada dos de tres. Parpadeó un par de veces como si formara una barrera en sus ojos que impidiera la caída de las lágrimas, y parece que funcionó, porque tomó aire un par de veces y luego siguió hablando como si el tema no le afectara en lo más mínimo, aunque todos en esa casa sabíamos que no era así, ella quería a ese perro, todos lo queríamos, nunca habíamos conocido una criatura más amable y simpática.

— ¡Pobre Corbata!, ¡Era tan bueno! — dije y no pude aguantar más el llanto. Las lágrimas saltaron de mis ojos como si se trataran de cascadas. Intentaba respirar con normalidad, pero no podía— No, ¡Corbata!, ¡Por lo menos dígame que no sufrió!

— ¡Ay, mi niña sensible! — exclamó la anciana que tenía los ojos inyectados de sangre, pero sin derramar ni una sola lágrima, se acercó hasta mí, y me dio un suave abrazo, a pesar de que apenas podía percibir sus brazos rodeándome, su consuelo dejaba en mí una sensación cálida — No sufrió, eso te lo aseguro, el pobrecito murió en el mismo momento que recibió el impacto.

— Menos mal — mascullé sorbiendo fuerte por la nariz una vez que mi llanto estaba culminando — ¿No se siente sola sin Corbata?

— Lo extraño, pero ahora tengo a Reloj.

— ¿Reloj? — preguntó Helen mirando en todas direcciones. Lo bizarro de esta situación es que la abuela en vez de estar consolando a su nieta, debía consolar a la amiga de su nieta, a pesar de que la afectada directa era Helen, ella no había derramado ni una sola lágrima. Lo que sucede es que a mí los animales me ponían muy sensible. ¿A quién engaño?, ¡Cualquier excusa es buena para ponerme sentimental!

— Sí, miren, ahí viene — dijo y yo me separé de los brazos de la abuela para mirar hacia donde ella tenía los ojos puestos.

A una de las ventanas saltó un pequeño gato anaranjado, por su tamaño y su pelaje todavía algo pelusiento, podía estimar que tendría entre tres y cuatro meses. Era una verdadera lindura. Todos nos acercamos a la ventana para verlo de cerca, menos Nicholas y Jeremy, el primero porque no le gustaban los gatos, y el segundo porque le tenía alergia.

— Awww, que cosita más linda — decía Lea mientras miraba al gatito con los ojos brillantes, intentó acariciar al felino un par de veces, pero el gato esquivó sus manos, y el tercer intentó fue el último, ya que el gatito algo fastidiado terminó por darle una cachetada a su dedo en modo de advertencia. Es definitivo, el gato no la quiere ni un poquito. Parece que me voy a llevar bien con este minino. El enemigo de mi enemigo es mi amigo, ¿O no decía algo así el proverbio?

En cambio, cuando Marcus intentó acariciarle las orejas, el gatito se dejó complacido, incluso comenzó a ronronear de placer. Traidor.

— Y ¿Por qué Reloj? — preguntó Marcus mientras le rascaba el cuello al gatito.

— Porque me despierta todos los días a las seis en punto. Ni un minuto menos, ni un minuto más.

Hacía varios minutos que habíamos llegado a la casa de la abuela de Helen, la señora nos recibió con los brazos abiertos, incluso a los nuevos que se habían colado descaradamente. Sí, hablo de Lea y Jeremy, bueno de Jeremy no, él me cae bien, no como esa princesita roba mejores amigos. Bueno, en fin, nos recibió a todos con un abrazo, sobre todo a su nieta, que la llenó de besos y pellizcos de mejillas, las cuales Helen recibió con una carcajada. Ella amaba a su abuela, y su abuela la quería de igual manera. Y saber eso me hacía feliz, porque eso significaba que Helen tenía una familia, si no la podía encontrar en la casa de su padre, podía hacerlo en la casa de su abuela.

— ¿Así que eres su novia? — ¡Oh, no!, ¡Ya empezamos con esa insaciable curiosidad por saber todo que tienen las ancianas!, aunque debo admitir que, si la novia de Nicholas fuera yo, y no esa, me sentiría muy orgullosa de gritar un: ¡Sí, es mío, y nadie se atreva a mirarlo fijo por más de cinco segundos!, tal vez esté exagerando, pongámoslo en diez segundos mejor, tampoco soy tan posesiva. En fin, como acabo de decir lo gritaría a los cuatro vientos, no como Lea, quien en este momento parecía que iba a explotarle el rostro de lo rojo que se le había tornado.

— Em... s-ss-sí, digo n-no, eh... bueno s-sí — ¡Tonta!, no te lo mereces, como me gustaría enseñarle lo que verdaderamente es amar a alguien, ¡Me saca de quicios!

— ¿Sí o no? — preguntó la abuela haciéndose la confundida, pero al mismo tiempo con una sonrisa burlona en sus labios avejentados — ¡Mujer, que no se te entiende!, ¿Seguro que lo quieres? no se te ve muy convencida — ¿Para qué le habrá preguntado eso?, ahora Lea parecía un volcán en ebullición, casi podía ver cómo le salía vapor de las mejillas — Una verdadera mujer enamorada debe dar un rotundo "Sí", sin vacilaciones ni ambigüedades, tienes que dejarle bien claro a quien le pertenece ese hombre — esta mujer si sabe de lo que habla — Ahora otra vez, ¿Así que eres su novia?

— S-sí, ¡Sí! — el último "sí" le salió en un grito, podía ver como su rostro no perdía ese color de rubí, todo lo contrario, luego de dar esa clara afirmación parecía a punto de tener un colapso entre los nervios y la vergüenza. Me carcajeé en silencio. Patética.

— Mejor, mucho mejor.

— Abuela, no la moleste, es muy vergonzosa — salió a defenderla Nicholas, mientras le rodeaba la cintura cariñosamente como si de esa manera pudiera calmarla un poco, Lea se tapó el rostro con ambas manos intentando ocultar su sonrojo de la vista de los demás, cosa que era imposible, ya que todos lo habíamos visto.

— Necesita tener más carácter, sino otras mujeres pueden aprovecharse de su debilidad.

— ¡Para eso me tiene a mí! — declaró Nicholas orgulloso, y estaba segura que lo decía en serio, él protegía a las personas que le importaban, el sería un escudo o una espada, no le importaba lo que tuviera que enfrentar mientras pudiera resguardar a sus seres queridos de todo aquel que quisieran hacer algún daño — La protegeré de quien sea.

— ¿Sí, pero ella de quien te protegerá?, en el mundo existen un montón de mujeres envidiosas por el amor ajeno, que no pueden superar su propia soledad y por eso solo buscan destruir la felicidad del otro — ¡Auch!, eso dolió un poco a mi corazón— Ella debe prevenir que cualquier otra intente robarte.

— ¡Eso no pasará!, ¡Nunca me atrevería a engañarla!

— ¡Eso dices ahora!, pero el varón fácil se deja caer en tentación por unos buenos pechos y unas fértiles caderas. ¡Ah, sí!, parece que se cegaran como perros en celo, si yo no hubiera tenido este carácter de joven, a mi Pedrito, que en paz descanse, ya varias pirujas me lo hubieran arrebatado. ¡Qué tiempos aquellos!, ¡Ah, no!, ¡No, Señor!, mujer brava se hace respetar. Y me vaya yo a enterar que Pedrito andaba paseando en cocinas ajenas, ni se atrevía a mirar la vasija de la vecina si sabía lo que era bueno.

Me reí suavemente y luego asentí con vehemencia.

— Esas mujeres son como serpientes de campo, una plaga — agregué a su discurso, la abuela me sonrió complacida. En cambio, Helen y Marcus me miraron con una cara de: "¿En serio?, no seas hipócrita", está bien, puede parecer que yo sea algo tóxica para las relaciones de Nicholas, pero en verdad lo están viendo desde la perspectiva equivocada, ¡Ellas son las que se interponen entre Nicholas y yo!

— ¡Por fin alguien me entiende! — exclamó la abuela — Esta mujer es de armas tomar, al igual que yo, ¡Se los puedo asegurar!

— Ni se imagina como... ¡Ay!

Le pellizqué un glúteo a Helen antes de que dijera alguna cosa fuera de lugar. Ella me miró con una sonrisa algo malévola y yo le devolví una que expresaba una advertencia.

— Bueno, bueno, ¡Miren que tarde es!, será mejor que empiece con el almuerzo.

— Yo la ayudo, abuela — exclamó Lea la cual parecía ya haberse recuperado de su ataque de vergüenza aguda.

— No es necesario, hijita — dijo para luego irse para la cocina.

— No deja que nadie toque su cocina, ni siquiera yo, que soy su nieta. Es como un santuario prohibido.

La abuela de Helen era bastante singular, era muy simpática y cariñosa, pero también tenía un carácter algo fuerte. Pero si te portabas adecuadamente era agradable su compañía.

Estábamos todos sentados en la sala, esperando a la hora del almuerzo. Estábamos muy hambrientos, el viaje nos había abierto el apetito, incluso podía escuchar unas tripas gruñir a cada rato e intentábamos adivinar de quien eran.

— Fuiste tú — sentenció Jeremy convencido mientras señalaba a Helen.

— No, fue Lea — refutó ella cambiando de objetivo.

— No, no, las tripas de Lea no rugen así, son mucho más delicadas, como el aleteo de un colibrí — saltó a defenderla Nicholas.

— Seguro fue Marcus — en verdad no sabía quién había sido, pero cualquier oportunidad era buena para molestarlo un poco y también para cambiar de objetivo rápido, no quería seguir escuchando las bobadas de enamorado que decía Nicholas— Sonaron como las tripas de un patán.

— Y ¿Cómo suenan las de un patán? — preguntó divertido — para mí que fuiste tú y no sabes cómo ocultar la verdad.

Al final no supimos cuál era el estómago que pedía comida a gritos, porque no lo logramos adivinar, y el culpable tampoco confesó.

— Pongamos algo de música mientras esperamos — propuso Marcus recostado sobre el sillón.

— A ver, déjame ver que tiene mi abuela — decía Helen mientras rebuscaba en una caja que se encontraba sobre la radio, ya algo avejentada.

Helen volteó un segundo y me miró con aquella sonrisa que bien conocía, me mostró los dientes y volteó los labios en una curva malévola. Algo trama, estoy segura.

— Ya encontré lo que estaba buscando — dijo sacando una cajita con la foto de un tipo con los rizos algo enmarañados, dentro se escondía un extraño artefacto con cinta negra y dos agujeros, ¿Qué rayos es eso?

— Es un cassette — me respondió Helen, al parecer la pregunta la había hecho en voz alta y no en mi mente, como lo pensaba. O tal vez mi cara de desconcierto fue la que me delató en mi ignorancia.

— Y ¿De qué siglo es esa cosa? — pregunté mirándolo como si fuera una reliquia mientras lo ponía en la lectora correspondiente.

— Ja, ja, que graciosa — se rió Helen con sarcasmo.

La melodía comenzó primero con unos acordes de piano, parecía una canción lenta y agradable, que me hizo sonreír instintivamente, pero cuando escuché la letra la sonrisa se borró inmediatamente.

"Siempre te vi como una amiga nada más

a quien llamar, con quien salir y conversar..."

¿Qué es esto?, de primero la canción me supo mal, y por lo que pude ver en la sonrisa de Helen, supe que esto estaba premeditado, había elegido esta canción a propósito. Pero ¿Por qué?, esa pregunta me la respondí más tarde al terminar de escuchar la canción.

"...no sospeché que dentro de tu corazón

iba creciendo sin querer un gran amor..."

Creó que ya sé para dónde iba la cosa. Marcus miró a Helen frunciendo el ceño, parecía que la canción le molestaba al igual que a mí. Decidí permanecer en silencio escuchando que más iba a decir la canción.

— ¿Quién es el que canta? — preguntó Lea en medio de la canción, su cara indicaba que era la primera vez que escuchaba la canción o al cantante.

— ¿Cómo qué quién es? — preguntó Jeremy ofendido — Luis Miguel.

— ¿Quién? — preguntó de vuelta aún más confundida.

— Luis Miguel. De joven era tan guapo — dijo mientras se llevaba los dedos hechos un puño al pecho mientras disfrutaba de la melodía.

"...perdóname si te hice mal,

no imaginé la verdad..."

¡Mierda! Ya estaba en el estribillo.

"...perdóname por ese amor

que nunca fue de los dos..."

Mierda, y más mierda. Definitivamente no me cabía más duda, Helen había elegido esa canción adrede, y no hacía falta ser muy inteligente para darse cuenta que el tipo le cantaba a una mujer para dejarla en la friendzone. ¡Qué tipo cínico!, y que cínica Helen también. Me estaba presionando a mí, o a Nicholas, no lo podía saber con exactitud.

"...nunca pensé que aquella niña de cristal

sintiera con la intensidad de una mujer."

— ¿Qué estás haciendo? — le susurré a mi amiga, que no sé por cuánto tiempo más la podré llamar así, para que solo ella escuchara.

— Estoy acelerando las cosas entre ustedes.

— Preferiría que no interfirieras.

— No lo hice hasta ahora y hace quince años que no puedes salir de la friendzone. Solo es un pequeño empujón.

La miré con algo de enojo, pero realmente no sabía si enojarme con ella o no, después de todo intentaba ayudarme, ¿Verdad?

— Que estúpido el tipo para no darse cuenta que su mejor amiga está enamorada de él — soltó de repente Nicholas cuando terminó la canción. ¿Esto es una broma verdad?, ¿Dónde están las cámaras ocultas?

— Te puedo asegurar que hay de esos estúpidos por todos lados, y más cerca de lo que te imaginas — le aseguró Marcus cruzado de brazos desde donde se encontraba.

Me pareció ver que Nicholas fruncía el ceño, pero no estoy segura de cuál fue la verdadera expresión que vi en su rostro.

— No es culpa de él, ella debería desistir si ve que él no le corresponde. No tiene sentido amar a alguien que no te puede retribuir el mismo sentimiento — le respondió Nicholas a su comentario. A pesar de que ambos estaban hablando tranquilamente, se podía notar en el ambiente una tensión que se podía cortar tranquilamente con las tijeras que la abuela de Helen usaba para cocer.

— No, la culpa es de él que es un cobarde, por no aclararle las cosas desde un principio. Si nunca pone límites y siempre es ambiguo, ella no puede superar sus sentimientos — esta vez Marcus se veía enojado.

— Es ridículo. Si nunca dijo nada es porque ya existe un límite, es simple no la quiere y punto...

— ¡Basta ya! — grité levantándome de donde me encontraba, los miré a los dos, quienes esta vez me miraban en silencio, incluso arrepentidos. ¿Qué había sido esta conversación?, ¿Estaban hablando en sentido hipotético?, ¿Verdad?, ¿Y si no lo estaban? — Son unos inmaduros — dije y comencé a caminar en dirección a la salida. Tal vez la inmadura soy yo por no querer enfrentarlo.

— ¿Diana?, espera no te vayas — Helen intentó detenerme, pero necesitaba calmarme un poco. Mi corazón latía frenético, y me aterraba mucho detenerme a pensar y sacar conclusiones que podrían llegar a ser dolorosas.

— Me duele la cabeza, saldré a tomar un poco de aire. Para la hora del almuerzo ya habré vuelto — y con eso Helen me dejó salir de la casa, aunque no muy convencida.

Y ¿Ahora qué? Me pregunté mientras la primera lágrima caía anunciando lo que sería, seguramente, un llanto interminable.  

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