CAPÍTULO 15
— No me hables, no me mires — comencé a enumerar las reglas como si se trataran de órdenes — no respires mi mismo aire, mejor no respires y ya muérete.
— ¡Qué violenta! — exclamó Marcus divertido, mirándome con un brillo extraño en los ojos.
— Diana, no estás obligada a sentarte con el idiota — agregó de inmediato Nicholas, quien nos miraba por el espejo retrovisor con el ceño fruncido — Lea, cámbiale de asiento.
Aquellas últimas palabras hicieron que mi corazón se avivara con emoción. Mis mejillas se encendieron como faroles y sólo pude mantenerme en silencio, deleitándome de la idea que Nicholas me quería a su lado.
Lea miró de Nicholas a mí repetidas veces, realmente no quería cambiar de asiento conmigo. Y lo peor entonces sucedió, Marcus se puso del lado de Lea. Parecía que hoy todos estaban conspirando en mi contra.
— ¿Qué dices?, ella es tu novia, tiene que estar sentada a tu lado — refutó Marcus con una sonrisa triunfante.
— ¡Es verdad, Nicholas! — agregó la princesita — Además no hagas a Diana cambiar de lugar conmigo, podrías hacer que se sienta incomoda por sacarme el lugar — no tenía idea de cuánto estaba equivocada, anhelaba su lugar loca y descaradamente.
— Es cierto — meditó Nicholas — Bueno, entonces vuelve a tu lugar, Marcus.
— No, no quiero ser violado nuevamente por un hombre — aclaró Marcus firmemente, mientras en el fondo se reían disimuladamente.
— Jeremy, promete que no volverás a hacer nada — dijo casi como una orden, Nicholas.
— No puedo prometer eso— decía Jeremy mientras se abrazaba a sí mismo con las mejillas sonrojadas— Cuando estoy sentado junto al amor de mi vida no puedo contenerme.
— ¡Entonces siéntate con Diana!
— Siempre viajo en el asiento trasero — se excusó, como si esa fuera razón suficiente para no cambiar de asiento.
— Bueno, entonces que Diana cambie de asiento con Helen.
— No puede — contestó Marcus.
— ¿Por qué no puede? — quiso saber Nicholas exasperado.
— Porque está dormida — volvió a contestar.
Me giré levemente y vi que era cierto, Helen estaba durmiendo como un bebé, toda revuelta y con una sonrisa plasmada en su rostro. ¿En qué momento se durmió?
Nicholas resopló molesto y derrotado.
— Será mejor que te comportes — lo amenazó a través del espejo retrovisor, enviándole una mirada asesina — y a la primera te abandono en medio de la ruta.
Marcus rió levemente y llevando la palma de su mano al corazón como si estuviera jurando en un tribunal agregó:
— Prometo ser un caballero.
Me reí con sorna a su comentario. ¿Marcus un caballero?, no me hagan reír.
Los próximos treinta minutos consistieron en una Helen durmiente que sin vergüenza alguna, cada tanto, dejaba escapar un ronquido, un Jeremy enfrascado en su celular, un Nicholas que no despegaba la vista del camino, pero que al mismo tiempo mantenía una conversación algo privada, debo decir, con su novia. La verdad es que ignoré su conversación porque no hacía más que dolor a mi corazón. Y por último había un Marcus que cada varios segundos lanzaba una mirada en mi dirección, movía los labios intentando decir algo, pero arrepentido volvía a cerrar la boca y a mirar por la ventanilla. Varias veces en esos treinta minutos me miró e intentó hablarme, pero no decía nada.
— Nunca te creí un cobarde — le dije de inmediato rompiendo con el silencio que se había instaurado desde que se había sentado a mi lado.
— Ser cuidadoso no es lo mismo que cobarde. Es difícil hablarte, ya que cada vez que lo hago te enojas conmigo— Marcus sonó dolido al decir esas palabras y por un segundo creí sentir pena por él, pero no, falsa alarma.
— Sí, lo entiendo — dije — Es que siempre haces cosas que me enfadan. Pero si tienes que decir algo, dilo. Es tu oportunidad, voy a intentar no enfadarme.
Marcus sonrió ligeramente ante mis palabras y se giró en su asiento, hasta recostarse sobre el hombro, para encararme de frente, y me dijo:
—No voy a rendirme, ¿Lo sabes, no?
— En eso te pareces a mí — dije mirando a Nicholas de manera anhelante.
— Entonces demos lo mejor de nosotros — dijo y me extendió su mano como si fuéramos a cerrar un trato.
Le di mi mano y él la estrechó durante varios segundos. Su gesto me causó una pequeña carcajada.
— ¿Decir eso no te pone en desventaja?, después de todo yo soy quien tú...
— Sí, lo eres — dijo entre melancólico y expectante — por eso mismo te deseo suerte — luego se acercó a mi rostro y habló en voz baja para que solo yo pueda oírlo — si logras ser correspondida, no dejaré de amarte, pero sí de intentarlo— y luego de decir eso volvió a su asiento — si veo que eres feliz, dejaré de insistir.
Marcus conservaba una sonrisa en sus labios, a pesar de que sus palabras habían sonado tan triste. Entonces, en ese momento entendí que no podía odiarlo, porque después de todo era igual a mí, mendigando por un amor imposible. Pero yo lo había llamado cobarde, y la verdadera cobarde era yo. Marcus me recordaba constantemente sus sentimientos, en cambio yo nunca me confesé a Nicholas. Era vergonzoso cuando lo pensaba de esa manera.
— Pasemos por el pueblo antes de llegar a la casa de mi abuela. Hay algunas cosas que comprar — Helen se había despertado de su siesta y se había reclinado sobre el apoya cabeza del asiento de Marcus.
Luego de un cuarto de hora más, la camioneta se adentró en un viejo paisaje. Miré por la ventana como la imagen cambiaba gradualmente, de un descampado, a campos de ciruelas y luego iban apareciendo pequeñas casas de manera desperdigada e intermitente, y cuando llegamos a un cúmulo de edificios viejos supe que por fin estábamos en el pueblo.
Bajamos de la camioneta, luego de que Nicholas la estacionara. Miré al alrededor, parecía un pueblo donde el tiempo se había detenido. No era la primera vez que venía de visita, pero a pesar que hacía años que no volvía, era como si nada hubiera cambiado en todos estos años de mi ausencia. Muchos transeúntes vestían fuera de moda, o paseando a sus mascotas, incluso había un tipo extraño que llevaba una oveja con una correa, si extraño, lo sé. Aunque debo decir que era algo tierno también.
— ¿Helen Holly? — preguntó una voz masculina de repente. Volteé a ver quién era el que llamaba a mi amiga, y para mi sorpresa era el rarito con el cordero.
— ¿Benjamín? — dijo ella con el asombro plasmado en el rostro — ¡No puede ser!, ¡Cuánto has crecido!
Y al escuchar aquel nombre recordé de inmediato de quien se trataba. Benjamín era un chico que vivía cerca de la cabaña de la abuela de Helen, eran amigos de la infancia, y cuando veníamos de visita él solía unirse a nuestro grupo.
— Y ¿Ella es? — preguntó Helen mirando al animal lanudo, con algo de curiosidad.
— Baa — le respondió de inmediato el chico, debo decir que ha cambiado mucho estos últimos años, ya no es un niño, claro que no, ahora está hecho todo un hombre, y debo agregar que no le falta atractivo — ¿No es un encanto? — parecía estar enamorado de aquella oveja, era muy tierna, debo admitirlo, pero su afecto me causó algo de gracia, e intenté disimular mirando en otra dirección, y fue cuando mis ojos encontraron los de Marcus, quien me sonrió cómplice. Volví a desviar la vista pero esta vez frunciendo el ceño, porque había causado que mis mejillas se tiñeran en sonrojo, y eso era algo que me sacaba de quicios. Existen ciertas reacciones que nos son imposibles controlar, y esas reacciones son las que más odio, porque van en contra de nuestra voluntad y nos hacen sentir cosas que no queremos. Pero yo soy más fuerte, no me iba a dejar vencer por estas nuevas emociones que estaban surgiendo en mí.
— ¿Ba? — preguntó Helen acariciándole la cabeza a la extraña mascota.
— No, es Baa. Tienes que alargar un poco la "a".
Helen rió por su ocurrencia y Benjamín la acompañó en la carcajada. Después de eso, todos lo saludamos, y Benjamín parecía acordarse de nosotros.
— ¡Claro que me acuerdo esa vez que vinieron todos!, fue hace algunos años. Pero veo caras nuevas... — dijo en dirección a Lea y Jeremy.
— Sí, ella es mi novia, Lea, y él su amigo Jeremy — le informó Nicholas pasando su brazo por el hombro de la princesita.
— Mejor, cuanto más somos, más diversión — agregó tomando al cordero en brazos.
— Esa es la frase de mi abuela — le dijo Helen cruzándose de brazos, mientras sonreía ampliamente.
— Sí, por eso siempre el pueblo entero festeja las navidades en su cabaña— le respondió Benjamín revolviéndole el cabello de manera amistosa — Bueno, Baa tiene turno en la veterinaria — dijo a modo de despedida — Ahora que están en el pueblo nos vamos a ver más seguido. ¡No se olviden de invitarme a nadar al lago! — saludó con la mano mientras se alejaba por la vereda.
Helen se quedó inmóvil, parada en medio de la vereda, mirando en dirección a su amigo que se alejaba, y lo único que movía era su mano en forma de saludo.
— ¿Ha crecido bien? — me acerqué a ella sigilosamente y le dije de manera insinuante en el oído mientras movía mis cejas de arriba a abajo. Apoyé mi mentón en su hombro, esperando su inminente respuesta.
Primero me miró asustada por mi cercanía, ya que la había sorprendido, y luego me sonrió pícaramente.
— Sí, sí lo ha hecho — respondió y sus mejillas se encendieron levemente en un rosado, pero no trató de ocultar su sonrojo ni se sintió avergonzada de ello.
— ¿Puedo ser el padrino de bodas? — preguntó Marcus acercándose por la otra oreja de Helen, apoyándose de igual manera en su hombro.
— Sí, suena bien — le respondió Helen sonriendo al imaginarse ¿Una boda? — y me aseguraré que sea Diana quien gané el ramo, así la próxima boda será la de ustedes.
— ¿Así ya no podrá rechazarme? — cuestionó Marcus divertido al mismo tiempo.
— En ese caso estaría obligada a casarse contigo, porque si el ramo lo gana Lea, esa sería otra historia, que seguro Diana quiere evitar.
— Oh, creo que ya le veo la lógica.
— ¿Pueden dejar de armar conjeturas? — fruncí el ceño ante el futuro que habían armado — Aparte, si fuera yo quien atrapara el ramo, ¿Quién dijo que me casaría contigo?
— En primer lugar, ¿Quién te dijo que te vas a casar con él, Helen? — interfirió Jeremy, colando su rostro entre el de Helen y el mío— ¡No si te lo robo antes!
— Pero, ¿No te gustaba Marcus? — le cuestionó Helen, frunciendo el ceño, como si lo estuviera retando a una batalla.
— Mi prioridad es Marcus, pero nunca está mal un Plan B, por si la primera opción falla — le informó Jeremy toda su maquinación.
— Pues tendrás que preparar un Plan C, porque no pienso dejarte a Benjamín, y Marcus es de Diana.
— ¡Ey! — interferí, pero no hicieron caso a mi berrinche.
— ¡Bien dicho! — la secundó Marcus feliz.
— ¿Qué hacen chicos? — esa era Lea, quien apareció frente a nosotros caminando junto a Nicholas.
— ¿A dónde habían ido? — les preguntó Helen mientras nuestros rostros se separaban y nos parábamos erguidos como personas normales.
— Lea había visto un sombrero que le gustó — nos mostraba Nicholas una bolsa de compras — y de paso hice las compras — nos mostró otras bolsas que guardaban alimento y aperitivos.
— Entonces ya estamos listos — concluyó Helen.
Después de todo eso, volvimos a la camioneta, y retomamos el camino faltante a la cabaña de la abuela de Helen, donde nos esperaban unas minis vacaciones. Ya quería ver el lago, y el bosque que lo rodeaba. El ambiente familiar y nostálgico que siempre tuvo la cabaña.
Mientras recorríamos los últimos minutos para llegar, la mente me fue asaltada por un montón de recuerdos, uno en particular de aquella vez de cuando todavía éramos niños. Eran unos recuerdos algo traumáticos para una niña de tan solo doce años, tanto que durante mucho tiempo me habían generado pesadillas, pero no todo en esa memoria eran feos recuerdos, también había quedado en mí una sensación cálida, porque ese día había significado un quiebre en mi vida, un antes y un después, un cambio rotundo a mi interior, aunque yo no lo quisiera ver y me negara a reconocer que desde ese momento mi corazón ya no era el mismo, allí estaba, el sentimiento latente, amenazando con escapar y hacerse oír.
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