Lección 45: Lo que queda de mí
Despierto por el lejano sonsonete de un celular ¿Ya amaneció? ¿Por qué tan rápido? Es lo que pienso mientras tanteo en la oscuridad de mi habitación y tropiezo con el cabello largo de una chica. Angie se da la vuelta sin dejar de abrazarme.
—¿Qué sucede?—pregunta con los ojos entrecerrados. Se ve tan adorable así medio adormilada que me distraigo al punto de dejar la línea marcando.
—No debe ser nada importante. Vuelve a dormir—la besé en la frente y me dispuse a darle rechazar. Lo próximo que sentí fue como aporreaban la puerta de la habitación.
—Kook, abre de una vez, es urgente.
Es la voz de Jimin y esta vez tengo que ponerme en pie a regañadientes.
—¿Y ahora qué sucede?—Angie se incorpora con la marca de la almohada en el rostro.
—No lo sé pero debe ser grave para que hyung llame a esta hora.
Compruebo el reloj digital sobre la mesita y son casi las tres de la mañana. Los golpes cesan cuando abro la puerta. Jimin está vestido y listo para marcharse con el celular en la mano.
—Es un lío de los grandes. Dile a tu novia que se quede. Yoongi nos necesita.
Fue lo que dijo antes de correr pasillo abajo. La habitación de Taehyung también estaba abierta y por lo visto los demás ya habían bajado.
—Tengo que salir por algo que sucedió con Suga. Perdóname—dije cambiando mi playera por una sudadera gris. Angie revisaba su teléfono ya de pie junto a la cama.
—Kook, creo que es esto a lo que se refería Jimin.
Tomé la pequeña pantalla y sentí escalofríos. Estaba por todas partes y el escándalo parecía haber ocupado todas nuestras publicaciones: Idol Rompecorazones o Ruptura Esperada eran los que más visitas se llevaban.
No quería ni pensar en lo peor cuando el video de una discoteca sitiada por cientos de fans apareció en la pantalla.
—Esto no es bueno.
***
Estaba tan cansado de buscarle respuestas a lo que era improbable que no me importó sonreír a esa última foto. A decir verdad comenzaba a ver borroso y me palpitaba la cabeza. Ya había pasado de ir a bailar.
Diablos, cuándo en la vida. Yo no era así. Me levanté de la barra o quizás fue alguien quien lo hizo por mí. No lo sé, el pasillo al cuarto de baño se veía como interminable y movedizo. Necesitaba refrescarme.
El cuello me picaba y tenía ganas de tragarme la pila. Unas manos me tomaron por la camisa y estaba dispuesto a golpear a quien fuera de no haber reconocido el ceño fruncido del líder.
—¿Cuánto has bebido?
Yo no estaba en condiciones de calcular. Creo que sonreí a esa molesta forma de preguntar, pero Rapmon no me soltaba.
—Déjalo, Moni. Ni siquiera se puede mantener en pie. Vamos, salgamos por la puerta de atrás.
—Ya lo oíste amigo, ya…
Pero lo que yo fuera a decir fue interrumpido por un puñetazo que me hizo tragar sangre.
—¿Pero qué te pasa? No lo empeores. No ves que no le queda inteligencia. Afuera hay una nube de periodistas ¿Cómo explicaremos que le sangre la nariz?
—Cállate, Hobi. Cállate de una vez. Se lo dije. Se lo advertí como si fuera una oración. Demonios. Se supone que el hiato es para bajar los humos. Estoy hasta el cuerno de esto. Todos estamos hasta el cuerno de su relación amor-odio.
—Moni…—alcancé a decir pero el aludido ni siquiera me miró.
—Estoy harto. Si no fuera por el grupo, si no fuera por el respeto que te tengo. Dios, Min, deja de arrastrarte por los rincones. Aclararás las cosas cuando puedas estar presentable. Vamos.
Quise decir al menos gracias, pero ya casi no podía ver. Los ruidos lejanos se sucedieron alrededor hasta que finalmente llegó el silencio.
***
Fue un verdadero esfuerzo para tragarme el ridículo llanto. Creo que hasta Lily se dio cuenta y por eso no me molestó más de lo normal. A quién quería engañar. Seis meses y yo no conseguía superarlo.
No del todo. Mei llamó un par de veces más en el transcurso de la semana. Solo para recalcarme por enésima vez de que su cumpleaños sería domingo. Para mí sábado y que quería que estuviera allí y no del otro lado de una pantalla del ordenador, con churretes de lágrimas mal reparadas.
No sé en qué momento, pero Lily estaba más al corriente de lo que sucedía de lo que yo había sido capaz de percibir.
—Hey, chica desastre. Levanta ese ánimo y vámonos de compras. Mira…cortesía de lo arrepentimientos de mi madre por tener que dejarme contigo mientras está de viaje de negocios con tu padre.
Los ojos marrones de Lily casi me suplicaban mientras paseaba una tarjeta de crédito delante de mi nariz.
—¿Cuánto has husmeado esta vez, eh?
—Qué desconfiada. Lo suficiente para saber que hay una super fiesta modo Idol este fin de semana y de que no quieres aceptar unos asientos de primera clase porque comes orgullo.
—¡Liliana Williams!
—Oh, por favor, deja de ser cabezota y aprovecha para demostrarle que estás bien. Que todo está resuelto de tu parte y que te importa un pimiento si sigue o no con la otra. Bueno, quizás sí te importe, vale, da igual. Podemos hundirnos en tu estúpida depresión o pasárnoslas bomba de compras. Tú decides.
Me derrumbé sobre el sofá finalmente. Qué caso tiene discutir con una adolescente de dieciséis años. Solo estresarte y luego descubrir que te estás poniendo al mismo nivel. Solo unos seis meses conviviendo con esa niña y me sentía muy vieja. Como una madre y su hija en lugar de hermanastras.
—Ya, qué me dices. No estaré rogándote por siempre.
—¿Y tus amigas?
—¿Quiénes?
—Las de los fines de semana. Ya sabes las barbies de Malibu.
—Sí que le pones nombretes a la gente. Ellas están ocupadas. Además esto es un proyecto personal. Yo te ayudo a parecer como nueva y tú me consigues un fin de semana a lo grande ¿Trato?
Un dedo meñique estaba extendido en mi dirección y tuve ganas de gritar ¡Sería posible con ella!
—Está bien. Pero nada de excesos. Solo de compras y después veremos.
Lily chilló de alegría y corrió a la habitación a prepararse. Yo tuve ganas de arrancarme los pelos. Valor, Lena, lo necesitarás en adelante si es que te dejas llevar por esa mocosa.
Pero qué digo ya sueno como…olvídalo.
Mi hermanastra terminó de sonsacarme para salir unos quince minutos después y creo que en el fondo me estaba divirtiendo al ver los probadores de la avenida. Asaltamos la sección Vintage y me compré un par de faldas casi por nada.
Hoy había super rebajas y fui seleccionando los regalos para Mei y las otras chicas. También pensé en los muchachos que en tan poco tiempo se habían convertido en parte de mi familia y a quienes había castigado injustamente por mi terquedad.
Debí usar más de la tarjeta que Lily nos había cedido y compré algo para todos. Incluso para él, aun cuando no me veía con valor para dárselo, pensé en él. Fuimos hacernos la manicura y luego a Lily se le metió en la cabeza que cambiáramos de imagen, para hacerle honor a los nuevos guardarropas y al inicio del verano. Una locura total, pero quién le decía que no a esa pequeña demente.
—Oh, Dios Mío son perfectas y lo mejor es que te las puedes quitar y poner cuando lo deseas. Seremos la bomba, ya me siento parte de la celebridad. No hagas eso. Arruinas mi peinado.
Dijo la eufórica morena cuando le puse una gorra sobre sus nuevas mechas californianas. Yo traía extensiones y sinceramente remover el flequillo me hacía parecer otra persona.
—Creo que esta te va bien. Solo nos faltan los zapatos y terminaremos este día infernal.
—Ah, que hipócrita ¿Quién se llevó media docena de blusas y bikinis? Ni que fuéramos a la playa.
—Mei mencionó que la casa tiene piscina.
—Mmh…—Lily me dirigió una mirada suspicaz a lo que yo respondí dándole un codazo.
—No pienses cosas que no existen. No lo hago por nadie en especial y si he llegado a considerar ir es por Mei y tu insistencia.
—Sí…claro…Te creo.
—Sabes que me doy cuenta cuando eres sarcástica ¿Verdad?
Lily se encogió de hombros y ambas fuimos a la sección del calzado. Habían converses de modelos y todos los colores posibles, pero me quedé con un par de Vans. Unas en negro y otras en azul celeste.
Nada alto, pues ya tenía zapatos de noche y no creí que fuera haber algo por el estilo en el medio del campo, a las afueras de Seúl. Terminamos la tarde en un restaurante del Hollywood Boulevard.
Después de todo me había divertido y no había tenido tiempo para pensar más de lo normal en él. Quizás Lily tuviera razón y esta sería la mejor forma de curar la herida. No permitiendo que se llevara lo que quedaba de mí.
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