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Lección 44: Plan reconciliación

Rosé reía otra vez de algo que al parecer había dicho yo. No me consideraba para nada gracioso, de hecho las únicas veces que había hecho reír a alguien se las habían llevado unos malditos recuerdos envueltos en ojos azules y mal genio sobre manera.

—Vamos no puede ser tan malo. Es New York, cómo vas a preferir Daegu a la ciudad que nunca duerme.

Me encogí de hombros y apuré mi copa. Me sentía un poco mareado pero no quería regresar a contemplar el bello cuadro familiar. No entendía como Hobi estaba tan tranquilo con su papel de violinista.

Solo una persona con una alma tan blanca como la de él podía estar nadando entre las ondas de amor ajenas. Yo era demasiado egoísta y por eso utilizaba a los demás.

Quizás fuera hasta cruel, para involucrar a alguien como Rosé, que lejos de tenerme a unos cuantos metros de distancia como podía ser el caso, se esforzaba por comprender lo incomprensible.

—Creo que es hora de irnos. Has bebido más de la cuenta y ahora ya no podrás manejar. Vamos te llevaré a casa—dijo ella bajando del taburete y ofreciéndome su mano.

Era bonita, a decir verdad más que la mayoría de las chicas que había conocido en mi vida y olía bien, a esas esencias suaves que sabes valen más de trescientos dólares o como los anuncios que vez en Netmarble, y lo más importante, parecía que yo le gustaba, por la forma en que soportaba mi mal humor o mis continuas ausencias.

Creo que ya no pensaba muy bien cuando acepté su mano pero en lugar de dejarme llevar conseguí acercar su cuerpo de bailarina al mío.

—No, no quiero ir a casa. Vayamos a otro sitio. Vayamos a olvidar.

Estaba tan cerca que pude ver como sus ojos dudaban. Creo que se me notaba la media borrachera que traía en la venas, pero aun así Rosé se limitó asentir y ayudarme a salir del reservado que habíamos ocupado en las últimas horas.

—Llamaré un taxi para ti. Es obvio que no puedes mantenerte casi en pie. Quizás llame a los otros.

—Te dije que estoy bien. A penas son las doce. Mira hay una fiesta allá arriba.

Señalé el piso abovedado que dejaba filtrar lo que sería una discoteca. Ya ni recordaba cuál era el nombre del hotel.

—No seas pesada Rosie, vamos acompáñame. Todos no dicen que no sé divertirme, quiero divertirme. No lo arruines.

—Yoongi, estás ebrio y…

Lo que tuviera que decir ella quedó amortiguado por el ruido de la música. Las luces estroboscópicas y el calor de una fiesta nos engulleron por completo. No estaba seguro de si aún estaba tomada a mi mano o si caminaba solo con los pies pesados.

Reconocí la canción de Post Malone por obra y gracia de una memoria obsesiva. Goodbyes, que tema más oportuno y volví a localizar la barra de aquel sitio como si fuera una urgencia. Rosé apareció frente a mí cuando había consumido medio vaso de cerveza. Tenía el ceño fruncido y llevaba el celular en la mano.

—Por favor, no es para tanto ¡Qué nunca te has emborrachado!

No podía reconocer mi propia voz por encima del ruido o quizás por el hecho de que sentía mi lengua pastosa. Sentí que alguien jalaba mi brazo distrayéndome de aquel carnaval sin rumbo que danzaba alrededor.

— ¡No seas estúpido! ¿Es esto lo que haces por ella? ¿Por otra chica? Por Dios, cómo puedes caer tan bajo por un corazón roto. Ni siquiera te has dado cuenta, ni siquiera quieres despertarte de esa especie de letargo en el que te han dejado y ahora terminas así. Acabo de llamar a Rap Monster y ya están en camino para que regreses a casa. Pensé que podía ayudarte, pensé que podía luchar por una oportunidad pero tú…

Fue un momento, solo un momento que me recordó otras peleas, otra voz, el cabello rubio platinado de ella se convirtió en castaño, las cejas ya no eran perfectas y sí más curvas y pobladas, los ojos marrones fueron sustituidos por la mirada salvaje y color zafiro que me perseguía en sueños y como tantas veces había sucedido, como tantas veces me había acostumbrado a callarla con un beso cedí al espejismo de mi propia fantasía.

Tardé solo unos segundos en darme cuenta de que no era ella. De que no había sabor a frambuesa en sus labios o que su cabello no olía a canela.

Que sus manos no se enredaban en mi pelo o que todo estaba mal. Abrí los ojos a tiempo para ver con claridad mi error y casi con miedo me aparté de Rosé. Qué diablos había hecho, qué diablos pensaba.

—Yo…lo…es que te parecías tanto a…

Pero por lo visto estaba todo escrito en mi cara y Rosé estalló dándome una merecida bofetada que estuvo a punto de sacarme del taburete.

—No me llames más para llorar por otra. Ni si quiera por un consejo.

Fue lo que dijo o eso creí yo antes de alejarse entre la multitud tambaleante. No me importó. Ni siquiera el hecho de que me estaban mirando más personas de las que deberían.

Por qué, es que no se puede beber acaso. Tengo veintisiete y tengo derecho a divertirme también. Ordené otra cerveza. Mi garganta ya estaba seca de más.

***

En cuanto llegué a mi departamento me conecté al Skype. Una soñolienta Lena apareció del otro lado de la pantalla.

—Se puede saber qué rayos quieres, acaba de amanecer aquí y si no fuera porque duermo con la laptop al lado…

—Es una emergencia total. Tonta descerebrada. Mira lo que has hecho, hoy podrías haber estado allí y no la insípida de…

—Frena un momento Wang, de qué hablas exactamente.

Respiré profundo pidiendo un batido de paciencia para con esa despistada.

—Min Yoon Gi sale con Rosé ¿Eso te dice algo?

Lena se quedó callada unos momentos y luego jugueteó con su cabello. Que por cierto ahora era una melenita corta hasta la altura de los hombros. Qué había pasado con esa demente.

—Bien por él entonces.

—¿Qué? ¿Me tomas el pelo?

Casi desconecté la cámara de lo fuerte que le había pegado a la mesa. Lena hizo una mueca en mi dirección.

—No quiero hablar sobre ese tema, y si esa era la emergencia pues no debes preocuparte. Ambos terminamos nuestra historia, era de esperarse.

—Y lo dices así, tan natural. Joder, tía que hoy nos peleamos por gusto con esa desabrida por ti. Y ahora casi me dices que quieres que él te mande una tarjeta con la fecha de su boda con la señorita rubia oxigenada.

—Exageras como siempre, Mei. Por cierto, feliz cumpleaños por adelantado ¿No es la semana próxima?

Estaba al borde del colapso con la paciencia plana de Lena, por no decir que se me sobraban las ganas de gritarle.

—Que lista, cambio de tema. Sí, es el próximo fin de semana y por lo visto no vas ni a llamar cuando lo dices así.

—Que mal pensada me has salido, Wang, te lo digo para que me envíes lo que quieres. Aquí hay rebajas excelentes por el verano.

—Solo tú puedes sugerirme que te obligue a comprarme lo que quiero. Ya, cómo sea, pensé que ibas a venir.

Lena vuelve a enmudecer y escucho lo que parece un alboroto en la distancia. Mi amiga pone los ojos en blanco. Por lo visto se trata de la problemática nueva hermanastra que se ha traído Roxanne.

—Debo irme ahora Wang, hablamos después.

Estoy a punto de decirle que espere para colgar cuando me llega un mensaje al teléfono. Es una foto que acaban de subir al twiter y por unos segundos no sé de qué se trata hasta que leo el titular.

Es la página de una revista de cotilleo y debo estar blanca más que un papel porque Lena enseguida pregunta.

—¿Qué pasó? ¿Anda algo mal?

No tengo valor para hablarlo así que le doy enviar al correo electrónico de Lena.

—Ábrelo y dime tú misma, dime tú misma si no era una emergencia.

Me duele ser testigo de un apuñalamiento a mansalva. Pero la máscara imperturbable que hasta ahora tenía mi amiga se resquebraja más rápido de lo que ambas podemos calcular.

La veo releer unas veces más, justo como yo lo he hecho hace segundos y se me parte el corazón cuando finalmente me mira. Aun en la distancia del computador puedo verle las lágrimas.

—Debo irme Wang, estoy ocupada.

Y la señal se va antes de que pueda decirle algo. Cierro el Skype para ver el bombardeo sobre las redes sociales. Está en todas partes con el slogan de Agust D on fire y la maldita fotografía del beso entre Yoongi y Rosé.

Me siento tan ofendida, como si me lo hubieran hecho a mí, que cuando el teléfono suena lo ignoro pensando que es Tae. El buzón de voz me hace cambiar de opinión.

—Hola Mei ¿Ya llegaste? Nam me acaba de llamar por no sé qué cosa en Facebook. Llama cuando oigas esto.

No dejé que pasara a archivar y levanté el auricular casi con rabia.

—No es solo Facebook, Iz. Acabo de enviarle a Lena la fotografía de su ex y su nueva novia y sabes lo que me dijo…que estaba ocupada y si es posible que no interviniéramos. Es… es incorregible y nosotras defendiéndola en la cena cuando era obvio…

—Cálmate Mei, por favor. No es tu culpa. No es culpa de nadie y fue bueno que la viera. Nunca me gustó esa relación. Aun después de la ruptura sigue causando estragos y lo peor es que nosotros quedamos en medio, pero no te pelees con Tae. Sé que conozco a Lena hace menos tiempo que tú, pero no debes culpar a un chico por las cosas que hace otro. Además ya no son pareja, ni siquiera amigos.

Issabelle lo dice como si dejaran caer un lento balde de hielo sobre mí. De repente me dan ganas de contarle toda la verdad. De decirle por qué Lena hizo esa estupidez y cómo le dolía el corazón ver a su ex con otra en primera plana de las redes sociales. Me muerdo la lengua. No tengo ese derecho.

—Supongo que no puedo ser tan injusta, pero no estoy de humor para más nada que tenga que ver con los chicos Bangtan. Estoy harta Iz. Creo que esa fiesta de cumpleaños se hará entre nosotras. De hecho, lo que más me duele es que ahora si ya dudaba de que Lena volara a Seúl por la fiesta, lo más probable es que me dé plantón por culpa de su ex. Hasta tuvo el descaro de pedirme lo que quiero de regalo solo para cambiar de tema.

—Chica, es un desastre. Creo que lo mejor es mantenerse fuera de esa agua turbulenta y no hacer más nada contra el destino. Como tú misma dices, si estaba escrito así nada lo cambiará.

—No me conformo, pero es verdad. Veré qué puedo hacer dentro de una semana. Quiero a todas mis chicas cerca ese día. Haya plan reconciliación o no.

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