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Lección 37: Atrevimiento

Maratón 1/3 🐰

El tan promocionado viaje a los Estados Unidos se había materializado finalmente y yo no sabía si agradecer por la oportunidad de actuar en unos premios Grammys con solo veintidós años o abandonarme a las hirientes palabras en mis oídos.

Atrás quedaban los días de ensayos y las pruebas de vestuario, atrás quedaban el bullicio y las preguntas en Saturday Night Live. La polvareda había sido apagada por los premios y todos contribuimos a desviar la atención de Jin puesto que era el más necesitado de comprensión en esos momentos.

Cada uno tenía su propio drama sentimental y nadie poseía derechos sobre el control del corazón de los otros. Los días se fueron rápido y estuvimos solo lo suficiente para terminar un teaser en New York y quedar deslumbrados una vez más con la ciudad que nunca duerme.

Luego estaban las actividades del pre K-CON en Los Ángeles y todos rezamos internamente para que Suga no tuviera un colapso cuando evidentemente esa ciudad tenía nombre y apellidos para él. Por mi parte me descubrí intentado llamar a Angie más veces de las que podía reconocer.

Me sentía intranquilo todo el tiempo y a veces quería hacerle caso a Jimin cuando había sugerido que me escapara a Madrid, aun contra todas las probabilidades. Un viaje de dos días, solo para ser rechazado frente a frente o quizás para acabar de comprender que el amor no estaba diseñado para un tonto como yo.

—Hey Kook, vamos. Llegaremos tarde por tu culpa.

—Ya voy, no fastidies.

—Tan susceptible como siempre.

Tae salió del cuarto de baño de la habitación de hotel que me habían asignado a mí y a Jimin. Estaríamos solo dos días más hasta la firma de autógrafos el domingo y luego la gira se movería a Brasil.

Miré mi reflejo en el espejo y me dediqué una mueca. Seguía siendo un desastre con el corazón roto. Decidí no darle más vueltas y reunirme con los demás en el vestíbulo del hotel. Nos habían invitado a una fiesta en el muelle, cortesía de Warren G un viejo amigo de Rapmon.

—No estoy de humor para esto, así que después de media hora me regresaré—dijo Jin cabizbajo y todos intercambiamos miradas. Hobi fue el primero en ofrecerse a cuidar al mayor.

—Creo que te voy a acompañar. Tampoco me apetece mucho trasnochar y mañana quiero ir a ver el Staples. No vamos desde el shooting de So What.

—Sí, es una idea genial. Creo que a Mei le gustaría una de esas pinturas de spray.

—Aerosol Tae—dijo Rapmon negando con la cabeza—Está hecho, haremos acto de presencia y después de regreso al hotel. No nos conviene otro escándalo y menos aquí. No te ofendas Jin.

El aludido suspiró como si estuviera muy cansado y luego salió el primero de la habitación. Todos fuimos abandonando la estancia para ocupar una camioneta que no se demoró nada en alcanzar el muelle.

El ambiente estaba especiado por la música y una fila interminable de coches luchaba por no invadir la arena. Jimin y yo nos quedamos de últimos. Después de saludar al amigo de Rapmon y hablar un poco sobre el nuevo álbum y las expectativas que teníamos con el K-CON nos separamos. Yo continúe con Jimin. Tae, Jin y J-Hope por su lado y Suga y Rapmon siguieron conversando en la mesa de Warren.

—¡Qué ambiente! La verdad que aquí saben aprovechar el calor—dijo Jimin dándole un largo trago a su cerveza.

Yo me había conformado con un coctel de piña colada con el mínimo de alcohol posible. Era una promesa que me decía que beber para mí no era lo mejor e inconvenientemente tuve que recordar esa noche.

—Oye, no te pongas así, Kookie. Ya te dije lo que tienes que hacer. De hecho ahora es una oportunidad perfecta para que te escapes. Yo podría cubrirte mañana que es nuestro día libre en L.A.

Jimin era como una especie de criatura tentadora. Por qué me metía esas ideas en la cabeza. Por qué tenía tantas ganas de hacer lo que decía y mandarlo todo al quinto infierno. Aun cuando la prensa no nos perdía ni pie ni pisada después de lo de Jin hyung.

—Sabes, creo que ya sé por qué ninguna chica se lo toma en serio contigo.

—No me digas, es que soy feo.

—No me hagas reír ¿Por qué eres el maknae entonces? Lo que te falta es soltarte más, deja de ser tan tímido con las chicas. A las mujeres les gusta el atrevimiento. Por muy tímidas que sean Kook, te lo dice alguien que ya ha pasado por eso.

—Y estás seguro que…

—Míralo de esta forma. Si te rechaza habrás cerrado esa página de tu vida de una vez y por todas y estarás en condiciones de encontrar a alguien que te quiera de verdad y si te acepta, pues mejor todavía. Volverás con la certeza de que tienes una novia esperándote en otra parte del mundo.

—Parece pan comido cuando lo dices así. ¿Estás ebrio o tan lleno de amor que ahora das consejos?

—Estoy feliz y quiero que mi Kookie de peluche lo sea también. Así que no pierdas más tiempo y compra el primer billete a Madrid ahora mismo. Yo me encargo de todo.

No pude contenerme y le di un abrazo. Jimin palmeó mi espalda antes de agregar.

—Y no te olvides de comprarme un Antonio Banderas, lo quiero legítimo.

—Ya sabía yo que no me iba a salir barato. Eres muy malo Jiminnie.

—Ya vete, tonto enamorado y dile a la pelirroja que la acepto totalmente.

Me despedí de mi amigo con otro torpe abrazo y mientras corría a mi habitación logré buscar algún vuelo disponible en Internet. Todos ya estaban agotados y solo quedaba uno a Málaga. Otro inconveniente y peor aún yo no tenía idea de dónde vivía Angie.

Solo sabía que era en Madrid y de que iba a la Universidad Complutense. Tendría que estar allí para mañana temprano y rezar todas las oraciones conocidas para que coincidiéramos. Cruzando los dedos internamente me dispuse a llenar la maleta.

***

Era viernes y a Leah se le había metido en la cabeza que la acompañara a la hora del almuerzo, cuando sabía perfectamente cómo detestaba estar en la cafetería al aire libre.

Era molesto como todas las miradas se centraban en mí y ser la nueva llegaba casi a asfixiarme, sobre todo por los insistentes comentarios de los chicos y las malditas invitaciones hasta leer. Sin dudas qué clase de ligue era ese.

—No te enfurruñes más. Es el precio a pagar por ser como eres.

—Sí, Leah, ya me creí que soy hermosa. Solo es que soy nueva y nada más. Dentro de unos días se les pasa.

—No fui yo quien esparció el rumor de que estás soltera. Eso tu misma lo conseguiste cuando le gritaste a Pedro en el pasillo que todos los hombres son unos gilipollas.

—Se lo merecía, no dejaba de acosarme y en resumidas cuentas es la verdad. No quiero saber nada de ningún chico por lo menos hasta que muera.

—Que dramática eres. Cambiemos de tema y qué me dices de esta tarde. Roro y yo vamos a ir al cine. Vamos apúntate.

Roro, era el soso apodo que le había dedicado Leah a su novio. Cómo pretendía que yo fuera la violinista de ellos cuando era obvio que esa salida era una cita de pareja.

—Olvídalo. Tengo mucho que hacer hoy.

—Gi, deja de mentirme. Hace una semana que no sales más que para venir a la uni y luego te desapareces dentro de tu habitación. Comienzo a pensar que estás deprimida y casi de ingreso.

—Ideas tuyas—dije retirando un papa frita de la BigMac.

No me apetecía para nada quedarme allí escuchando la plática aun cuando fuera mi mejor amiga. La verdad pensé que cuando cortara definitivamente con él todo se arreglaría y no que esta pesada tristeza se pegaría a mi piel como un amuleto de mala suerte.

Me removí en mi asiento con solo pensarlo. No quería estar así por siempre. Leah me miró con atención.

—Oye ¿Qué anda mal?

Ese tono de voz significaba que iba en serio. Suspiré como una idiota y tuve que desahogarme. Llevaba tanto tiempo rumiando mis pensamientos que no me sorprendió que Leah no me interrumpiera.

—Eso fue todo y lo peor es que ahora lo extraño más si es que eso puede ser posible.

—Mmh…—Leah se quedó en silencio y yo me senté derecha en la silla. Eso era todo ¿No me iba a criticar o decir que estaba mal de la cabeza por rechazar a alguien como él, no iba a decirme nada?

—Amiga, no creo que sea la más indicada para decirlo pero… ¿No crees que sería mejor si lo intentaras perdonar?

—¿Perdonar?

—Sí, por lo que pude escuchar no aceptas que él se haya enamorado de otra. Estás celosa aun y por si fuera poco cuando él te dijo que te quería o bueno cuando te pidió una clara oportunidad te ofuscaste y le rompiste el corazón de nuevo…No, no me mires así. El chico se equivocó pero no es de metal. Ha sufrido dos decepciones en menos de tres meses y aun así se esfuerza por intentarlo ¿Quién es tan considerando para calcular la hora de un lugar a otro del mundo solo para preguntarte como te fue el día? ¿Quién se preocupa de esa forma cuando no has llamado aun cuando su trabajo es agobiante y lo aparta de la rutina habitual? Tienes que ser muy estúpida o ciega para no darte cuenta que es amor y yo que tú me tragaría todo ese orgullo innecesario y le pediría perdón, por ser tan terca.

—Leah…

—Es solo mi opinión y quizás ya no tenga ganas de que nos acompañes al cine. No quiero lastimarte Gi, pero al final siempre terminas apartando a todos de ti.

—Leah, espera…yo…

Pero mi amiga me dejó con la disculpa en los labios. Caminé fuera de la cafetería como lo haría un náufrago. Las palabras de Leah rondaban como venenosos aguijones contra mi cabeza. Perdonar, en serio necesitaba hacer eso.

Tomé mi celular casi con rabia y marqué el número que conocía de memoria. Los bips se amortiguaron y estuve a punto de desistir cuando la línea se estabilizó finalmente.

—¿Sí? ¿Quién es? —la voz de Jungkook me dio otro golpetazo traicionero y temí perder el equilibrio.

—Soy…soy yo, Angie…Quiero hablar de lo que sucedió…de nosotros…

Jungkook no dijo nada y como era de esperarse Leah tenía razón. Me tocaba a mí arrastrarme por lo mala que había sido con él. Me tocaba a mí pedir perdón y perdonar desde el corazón.

—Lo siento. Todo lo que dije, cómo te lastimé. Yo…lo siento…

—Gracias por eso pero no creo que sea necesario. No cuando luces tan bonita. Disculpa pero no puedo dejar de notarte en ese vestido amarillo.

¿Qué? ¿Cómo era posible? Miré en todas direcciones. Él no podía estar aquí, cómo había logrado evadir sus responsabilidades. Cómo hacía todo eso por mí.

Porque te ama, Gi, por eso sigue intentando.

La voz que contestó a mi pregunta se quedó callada cuando descubrí a un chico alto del otro lado de la calle. No llevaba gorra ni cubre bocas. Aquí no parecía necesario. Solo traía una camisa de rayas sobre una playera negra y lucía tan hermoso, tan perfecto que no tuve dudas.

Era él, el chico que tanto tiempo había añorado, el amor que no había conseguido arrancar aun después de tantas tempestades, había volado miles de kilómetros solo para verme y yo era tan estúpida como para agradecerle por teléfono. Terminé la llamada y sin importarme los pitidos de los coches atravesé la calle.

Jungkook parecía envuelto en la misma especie de trance que yo. Llegué a la acera que quedaba frente a la reja de la universidad. Allí donde la sombra de los árboles refrescaba el sol del mediodía. Él sonrió de esa forma que le hacía parecer aún más joven. Como un niño pequeño, como el niño pequeño que tanto amaba mi corazón.

—Viniste—fue la estupidez que me atreví a decir.

—Sí, al final no pude evitarlo. Creo que estaba dispuesto a que me gritaras en plena calle otra vez. No me importa, aun pasará mucho tiempo hasta que pueda olvidarte.

—Pues ya no lo hagas…no me olvides, de hecho recuerda perfectamente lo que voy a decirte porque no pienso repetirlo otra vez—pronuncié casi temblando y la distancia que nos separaba se redujo a nada.

Contemplé ese lunar que tenía en su labio inferior al punto de ver mi reflejo en sus ojos. Temía tanto lo que pudiera salir de esta nueva oportunidad así que casi a media voz lo dije finalmente.

—Te amo, Jeon Jungkook y de hoy en adelante no dejaré que nada se interponga entre esa verdad y nosotros. Te amo y estoy dispuesta a que me digas que no si de esa forma consigo que seas feliz.

Ninguno de los dos nos movimos. Pude ver como él inspeccionaba mi rostro en busca de alguna clase de pista. Mis manos temblaron cuando él las tomó y yo me rehusé a dejarlo de mirar mientras me acariciaba los nudillos delicadamente.

—Yo no necesito que lo digas. Créeme, solo con verte estoy seguro de que no fue un error. Yo también te amo, Angela Smith y no seré tan idiota como para dejarte ir esta vez.

Después de eso no hubo lugar para nada más y creo que nos hubiéramos besado si Leah no hubiera aparecido en la otra acera gritando a todo pulmón ¡Lo sabía, lo sabía! Tuve que disculparme con Jungkook por esa actitud y como era de esperar presentárselo a la loca de Leah lío, como solía decirle yo.

—Estoy segura y he de decirte que antes de que llegarás le halé las orejas a esta cabezona. Lleva semanas suspirando por la esquinas y con un humor de los mil diablos.

—Gracias por enterrar mi ego, Leah, de todo corazón—expresé con sarcasmo y la rubia solo acentuó su descaro.

—Por nada, Gi. Ya me lo agradecerás el día de tu boda.

Creo que ambos enrojecimos ante la desfachatez de mi amiga. Luego apareció Rodrigo y al final acabaron convenciéndonos de ir al cine con ellos y luego a la plaza de la Cibeles. Jungkook nunca había estado en Madrid y Leah casi me obligó a que fuera su guía turístico.

Fue un fastidio y cuando finalmente conseguimos librarnos de esos dos ya daban casi las siete de la noche. Nos habíamos sacado fotos en la fuente de la Cibeles y habíamos ido por un helado. Jungkook no me había soltado la mano ni un instante y era hasta cierto punto adorable verlo hacer pucheros cuando Leah decía que me robaría por unos minutos.

—¿Tienes hambre? —cuestionó jalándome para que caminara a su lado. Era más alto que yo así que a veces me quedaba atrás y tenía que adaptarse a mi paso para que pudiéramos conversar mientras paseábamos.

—Más o menos. Por cierto hay un restaurante casero más adelante. Mi padre suele llevarnos los domingos.

—Pues vamos, no permitiré que mi novia se muera de hambre.

Sonaba raro cuando lo decía así, pero extrañamente feliz. Asentí la mar de contenta. Cenamos cocido de ternera y espárragos fritos y de postre rosquillas tontas y lisas. Nos sirvieron sangría y mientras conversábamos sobre cómo le iba en la gira y la idea de Jimin de que se escapara, las horas pasaron volando.

Cuando regresamos a mi casa darían más de las once. Mis padres, como era la norma de la semana no volverían de sus ocupados trabajos hasta el domingo. Precisamente el día que le correspondía a él estar en Estados Unidos. Quizás por eso me salté lo de la primera cita y lo invité a subir.

Jungkook me preguntó si estaba bien o si no se estaba propasando.  Era tan adorable por pensar así, pero yo me encargué de que subiera casi a trompicones. No sé si fue la sangría o que Leah había cortado lo que yo inevitablemente interpretaba como un beso, pero cuando el ascensor se detuvo en la entrada de mi piso una especie de fiebre se apoderó de mí y terminé robándole lo que el destino o la indiscreción de mi mejor amiga me habían quitado. Jungkook solo tardó unos segundos para reaccionar, rodeándome por la cintura. Sonreí cuando nos miramos.

—Te amo, mucho, espero que lo recuerdes, mi pequeña pelirroja.

—Estás demente por llamarme así, pero yo también te amo.

Fue lo que dije antes de volverlo a besar y esta vez perdí la noción del tiempo. Me concentré solo en el sabor especiado de su boca. Sangría con rastros de menta. Me dejé llevar por esos dedos enredados en mi melena y no fui consciente del avance de mis propias manos mientras le abrazaba el cuello.

Los bips del ascensor hablaban de que otra persona quería entrar y por eso fuimos obligados a separarnos. Kookie me guiñó un ojo antes de abrazarme por la cintura. Sonreí con vergüenza mientras las insistentes personas entraban y nosotros caminábamos hasta mi puerta.

No quería que terminara el día, no quería que él se fuera otra vez por un más largo tiempo. Quería vivir el sueño de que me viniera a buscar en las mañanas, que nos tomáramos de la mano en el pasillo, pero estaba convencida de que tendría que esperar mucho para eso. Al menos sabía que su corazón era mío, ahora sin dudas para empañar el cristal. Al menos sabía que teníamos una oportunidad.

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