Lección 32: Más que mil palabras
La semana comenzó con el ajetreo de siempre y me encontré casi a las puertas del sábado decidiendo qué vestido ponerme para salir con Leah y Rodrigo. Los únicos amigos que había conseguido conservar con el paso de los años y el ir y venir de nuestras continúas mudanzas. Dos polos opuestos sin lugar a dudas.
Cuando Rodrigo decía día, Leah prefería la noche, él era fan número uno de las pizzas y el chocolate, ella abanderada de todo lo verde y vegetarianamente comestible, tomando a las oreos como unas corruptoras de su perfecta dieta a base de yerbas.
En fin, que no podían ser más diferentes y entenderse mejor. Vaya suerte con la que habían contado esos dos. Mientras tanto, yo me debatía en contestar las llamadas de Jungkook y seguir la gira desde las redes sociales.
Estaba contenta por las nominaciones del grupo a los BBMAs y su invitación a los Grammys pero al mismo tiempo sufría de una clase de nostalgia cuando hablábamos por teléfono. Como si hubiera sido un error soberano estar a kilómetros de distancia.
Terminé de alisarme el cabello con la plancha y comprobé mi reflejo en el espejo del tocador. En solo unas semanas el ambiente en aquella habitación había cambiado hasta el punto de sentirse casi familiar. El papel tapiz ahora era de color lavanda y una lámina con un motivo de un cerezo japonés llenaba la pared frente a mi cama.
No había incluido nada que me recordara a BTS salvo el hecho de tener conversaciones esporádicas con uno de sus miembros. Había enterrado en lo profundo de mi armario playeras, gorras y pulseras del grupo solo para creerme la idea de que estaba madurando y dejando atrás la obsesión por algo más real, algo más parecido a quién era yo en esos momentos.
Las prácticas se acercaban más a medida que pasaban los días y contando el hecho de que solo iba a la universidad a presentar exámenes, me había convertido en un ratón de biblioteca en toda la extensión de la palabra.
—Hola remolona.
Era Leah, que contando con la plena autorización de mis padres se colaba en mi habitación como si fuera la suya propia. Mi amiga lucía sus preciosos y perfectos rizos dorados, recogidos en un moño desordenado en lo alto de la cabeza.
Llevaba una falda con pequeños volantes desde la cintura hasta la mitad del muslo y una camiseta gris para terminar el conjunto. No necesitaba más que una leve capa de rímel para que sus largas pestañas se vieran hermosas y mucho menos rubor para aumentar el color de su sonrosado rostro.
Parecía una muñeca o una chica salida de las páginas de Vanity Fair y lo peor es que era consciente de su atractivo al punto de imponerle su seguridad a los demás.
—Oh, no, no, déjalo así…ves, con el cabello suelto te ves más bonita. Vamos Gi, que Pedro ya está que se bebe los vientos por ti.
—Sí claro, todo el mundo está encantado con mi belleza—dije con una mueca sarcástica y contrariándola me recogí la melena en un moño alto. Leah torció el gesto mientras se acostaba boca arriba en mi cama.
—No estoy mintiendo. Eres muy guapa y demasiado tímida. ¿Cuándo en la vida tendrás novio si sigues escondiéndote hasta de ti misma?
—¿Y por qué estaría interesada en tener novio? Hay cosas más importantes en esta vida.
—Por supuesto, tu carrera, luego será tu trabajo, luego un viaje al extranjero, quizás una gira por las pasarelas de Milán y más tarde cuando tengas veintisiete aparecerá un fotógrafo descarado y cometerás un error y…
—Vale, vale, no soy como mi madre. No alces las cejas así, es verdad…
—No me conformaré con eso Gi. Lo sabes, eres joven y te estás perdiendo tu juventud encerrada entre cuatro paredes. Estudiar es bueno, pero ya lo tuyo es masoquismo.
—Soy feliz a mi manera y no vamos a discutirlo más. El amor es solo para las páginas de las novelas o para personas como Rodrigo y tú. Yo no encajaría en el perfil de nadie, de eso estoy segura y además…
Me quedé suspendida en esa última palabra. El rostro de un chico moreno vino a mi mente como un disparo. Tuve que estar más tiempo del que fui consciente en ese estado de ensoñamiento porque cuando pude reaccionar ya Leah hacía sus propias conjeturas en voz alta.
—Mmh…parece que hay algo que no me has contado de tu estadía en Seúl. ¿Hay alguien a quien deba conocer?
—¿Qué estupideces dices? Venga, deja de meter la nariz donde no te llaman y vamos. Los chicos ya deben estar hartos de esperar.
—Eso es, miénteme que me gusta. Estás más que enamorada de ese además, no te librarás tan fácil Gi. Verás como más temprano que tarde lo descubriré.
—Como sea Leah, bajemos.
La tarde se fue rápido con las bromas de los chicos y las estupideces de mi mejor amiga. Solo que una parte muy importante de mí estuvo en modo ausente. Cada cierto tiempo me las arreglaba para mirar la pantalla del celular como si tuviera un fatídico presentimiento de que él estaba mal.
Leah me pescó en una ocasión, pero fui más rápida que ella y no pudo leer el nombre del contacto aunque había tomado la precaución de dejarlo en hangul, algo que ella no entendería en siglos. Llegué a casa antes de las once y como ya era habitual mis padres no llegaban aun de la recepción en el nuevo resort que había abierto la compañía a la que pertenecían desde nuestra vuelta a España.
También estaba el hecho de que esos dos estaban en luna de miel y solo se acordaban de mi existencia cuando nos cruzábamos en el pasillo. El ama de llaves, la señora Fray, iba con nosotras a todo lugar y por eso el cambio para mí no había tenido más decepción que la de no ver a Jungkook más allá de una ridícula pantalla led. Me dejé tragar por las mullidas almohadas y pensé en las palabras de Leah.
¿Cuándo en la vida tendrás novio si sigues escondiéndote hasta de ti misma?
El ronronear sordo de mi celular me sacó de ese punto negro y aun con los ojos entrecerrados supe que era él.
—Hola… ¿Aun despierta?
Sonreí mientras me colocaba boca abajo sobre el edredón. Aun con la diferencia horaria, él estaba al pendiente del momento en el que podíamos hablar, al extremo que se había creado una especie de rutina entre nosotros.
—No, aún es temprano ¿Qué tal tu día?
—No muy bien que digamos. Si te gusta estar de un lado para otro dentro de la empresa u ofreciendo entrevistas en emisoras, pues podrías decir que fue la bomba. Yo estoy molido y apenas acabo de abrir los ojos.
—No puede ser tan malo el estrellato Kook.
—No, es peor, y eso que cuando regrese querrán mi cabeza en la universidad, aunque he estado pensando esa idea tuya de estudiar en casa. Sería bueno si los demás no estuvieran dándome vueltas constantemente.
—¿Te refieres al VMin?
—¿Tú también sigues los bromances?
Tuve que tragarme la carcajada aunque estoy segura que la escuchó.
—Solo un poco, aun no me desengancho por completo de ustedes.
—No lo hagas ¿vale? Si te olvidas del grupo ¿Dónde voy a quedar yo?
—Sabes que no puedo sacarte de mi cabeza ni aunque me lo proponga Kook. Eres odioso a veces.
—Gracias por la parte que me toca y que tal tú ¿Ya saliste con ese chico que según tus observaciones…bueno, estaba colado por ti?
Escucho la forma forzada en que pronuncia lo último. Es evidente que no le gusta la idea de que pueda existir otra persona y no sé si será bueno confesarle que yo podría aplicar al papel de Penélope esperando por él eternamente. Así que decido darle esquinazo.
—Todo ridículamente aburrido. Mi madre cerró otro negocio y ahora es socia de un resort en Barcelona. Lo más probable es que empiece las prácticas allí…
—Mmh…dicen que es una hermosa ciudad. Nunca he estado en España.
— Qué raro pensé que habían ido el año antepasado.
—Los chicos sí, yo tenía gripa y no pude salir de la cama en una semana entera.
—Pues sí que tienes mala suerte. España es muy hermosa.
—No lo dudo si lo dices tú. Aunque creo que no me hace falta conocer la madre patria si ya te he visto a ti. Créeme estoy perdido por cada peca de tu rostro.
Aun cuando ni siquiera estaba a mi lado, conseguía que me ruborizara hasta las orejas y me quedé sin palabras. Trato de recuperar la cordura a fin de no hacerme vanas ilusiones.
—Deja de filtrear conmigo Jungkook. Eres muy malo.
—Sabes, Ange, quizás tenía que suceder esto para darme cuenta de cuánto te necesito. Estoy seguro que si hubiera tenido la oportunidad, hoy me importaría un pimiento soltar los huesos en esta gira con tal de tener un hogar adonde regresar y con ello me refiero a ti. Me encantaría regresar solo para poder besarte. Sé que nuestros besos no fueron los correctos, que no tuve tiempo de hacerlo de veras, de empezar de verdad, pero sigo teniendo una aterradora nostalgia cada día Ange, y sé que solo podré acabar con ella si te vuelvo a ver.
—Jungkook…
—Lo sé, pero aun cuando me dejaste ir y yo me tuve que tragar todo lo que tenía que decirte ese día, aun con esta maldita distancia, no puedo evitar amarte. No puedo evitar añorarte detrás del rostro de cada persona, detrás de la sonrisa de cada chica que veo o simplemente con el sabor de las coca colas Cherry que tanto te gustan.
Las lágrimas me corren por las mejillas como dos ríos calientes. Y muerdo mis labios por no gritarle lo estúpido que ha sido esperando todo este tiempo para decirme esto.
Desperdiciando todo lo que podía ofrecerle cuando suspiraba por otra, siendo tan ciego como para no darse cuenta, aun cuando yo no tuviera valor para decirle, para mirarle siquiera directamente. Las palabras de Leah acaban de golpear mi razonamiento y termino recriminándolo con toda la amargura que he acumulado los últimos meses.
—No deberías de decir eso ahora, no ahora que sabes que es aún más imposible. Cielos, Kook, no sabes cuánto esperé por ti, no sabes lo que sufrí viendo cómo te lastimaban, manteniéndome al margen ¿Recuerdas el día del Fan meeting? Te olvidaste por completo de tu promesa, me ignoraste y yo no dije nada. Yo sabía perfectamente que no tendría remedio cuando esa bomba estallara. Los dos cometimos el error de amar a personas que no eran capaces de notarnos y ahora tú hablas de añoranza. No, no voy a permitirte que me abras más la herida, aun desde la distancia, aun cuando no pueda olvidarte y me duela hacerlo, no existirá un nosotros Jungkook, tú y el destino se encargaron de ello.
—Angie…
Escucho su voz temblorosa y aun sin saber con quién estoy molesta realmente, me limpio las estúpidas lágrimas con el dorso de la mano y sorbo por la nariz.
—No te ofendas, pero la mejor manera de acabar con tu nostalgia es que no hablemos más. Sé que prometí ser tu amiga, pero ya no puedo seguir lastimándome así. Sabes, yo también tengo un corazón que cuidar y tú me recuerdas demasiado la herida. Lo siento.
No dejo que termine la frase que intentaba articular. No sé si he imaginado un sollozo o en realidad estaba tan herido como yo. Corto y me quedo mirando el teléfono. Elimino el contacto casi con miedo. Al final desisto y arrojo el móvil contra la pared.
Un pedazo del cristal de la pantalla revota contra el librero y otra va dar a no sé dónde. Agradezco mi soledad y me hundo en mis propias lágrimas. Aun así sé que fue lo correcto. Tal como ese trozo de vidrio que acababa de abandonar los engranajes del celular, mi alma estaba en pedazos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro