Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Lección 29: Fotografías

El tiempo se encargó de curarme más rápido de lo que esperaba y las dos semanas que él pasó en Japón se diluyeron esa mañana cuando sin abandonar su equipaje Jimin apareció en el umbral de mi departamento.

Si existe un sentimiento cercano a la locura yo lo experimentaba cada vez que le veía. Estaba más guapo que la última vez y no dudé en echarle los brazos alrededor del cuello e inhalar ese aroma a perfume caro y la propia esencia del hombre que me había hecho renacer de entre los escombros.

—Te extrañé muchísimo. Yo…

Pero él tampoco quería detenerse en las palabras. Ambos estábamos ansiosos y necesitados del calor del otro. Cerré la puerta a trompicones y haciendo malabarismos acompañados de risas, alcanzamos la habitación. Pasaron algunas horas hasta que me volvía a desplomar sobre su pecho, exhausta pero completamente feliz.

Jimin me abrazó por la cintura y jugueteó con mi cabello un rato más. Sus ojos estaban casi cerrados y su respiración era un murmullo acompasado con el mío. Le besé ese lunar que tiene en el cuello y lo escuché suspirar lentamente.

Era la mejor música para mis oídos, saber cuánto podía afectarle y cuanto él podía hacerme sentir con solo una mirada. Estuvimos dándonos cariños interminables hasta que él sonrió de esa forma despreocupada y dibujando mi mejilla derecha con un elegante dedo me susurró.

—Te amo, mi hermosa princesa. Te amo mucho y quiero que estos días en Corea no nos separemos.

Respondí a esa petición con un beso, que solo rompimos por falta de aire. Él se humedeció sus dulces labios y yo me quedé sin aliento una vez más.

—Tengo noticias para ti, mi amor—la frase me sonaba extraña hasta en mi propia boca. Jimin me prestaba toda su atención mientras sus manos recorrían con pereza mi espalda— ¿Recuerdas la idea de hacer un libro sobre las playas de Busan?

—Por supuesto, fue después de nuestro viaje.

—Bueno…pues…no quiero adelantarme pero hay dos empresas interesadas y de aceptar, con una estaría trabajando en ello en breve.

—¡Eso es genial, nena! ¡Felicitaciones!

Jimin me dio otro beso, cargado de dulzura y delicadeza. Me perdí unos segundos en sus ojos y tragué duro antes de proponer la próxima locura que venía a mi mente.

Una locura que había atravesado mi cabeza en más de una ocasión y aunque era muy pronto, pues…

—Hey, ¿Qué anda mal, nena? Puedes decirme, ya sabes que entre nosotros no hay lugar para secretos.

Mordí mi labio inferior y evitando mirarlo fijamente comencé una especie de discurso que me venía ensayando semanas atrás. Estar sola en ese departamento que se me caía a pedazos.

Abrazar una almohada solo porque tiene el olor de la persona que amas es hasta cierto punto patético, por eso pedirle que viviéramos juntos, sabiendo la vida que llevaba normalmente. Quizás fuera demasiado. Quizás lo alejara del grupo o peor aún, influyera negativamente en su carrera.

—¿April, cariño?

Él insistía levantando mi mentón para mirarme a los ojos. Descubriría mi indecisión muy pronto. Así que me las arreglé para dibujar una sonrisa y cambiar aquella propuesta prematura por otra cosa, por insignificante que fuera. Entonces pensé en aquella vez que le había sugerido una sesión de fotos privada.

—Nada, solo me acordé de aquellas fotos que aún me debes…

Pasé mi índice por el contorno de su boca y él no dudó en besarlo. Sonreí complacida mientras me dedicaba a provocarlo. Mi sueño tendría que esperar un poco más pero mientras tanto podíamos explorar otros ángulos de la relación, que hasta el momento se dejaba dominar por la pasión.

—Vale, pero yo también quiero mis propias fotos.

—¿Ah, sí? Ahora tienes conocimientos de fotografía…

—Es simple, solo debo mostrarte como te ves a mis ojos y entonces sabrás por qué estoy tan loco por ti April Matters.

Era fácil complacerle y solo tuve que bajar a por la cámara. El estudio estaba montado sobre las desordenadas sábanas de mi cama. Fueron alrededor de tres horas en las que ambos posamos en una sesión privada que solo era interrumpida por besos y caricias incendiarias.

Cuando terminamos, inconscientes del resto del mundo, mi novio sugirió que tomáramos una ducha y luego ordenar comida china. Un excelente plan para un sábado en la noche en el que no me apetecía nada más que quedarme entre sus brazos y disfrutar de una copa de vino tinto.

Ese era otro milagro que él había hecho conmigo. La necesidad del alcohol la había sustituido por estar cerca de él, por besarlo hasta quedarme sin aliento y aprenderme de memoria cada rincón de su cuerpo, cada peca o lunar en su piel.

Por enredar mis dedos en su cabello ahora decorado con mechas rubias. Por acurrucarme con los pies helados sobre los suyos y oírlo ensayar quejas por mi manía de andar descalza o de querer salir a ningún lugar cuando con él me era suficiente.

Jimin tenía la capacidad de hacerme sentir protegida con ese abrazo o su sonrisa desinteresada. Sé que era puro egoísmo, pero a veces no quería que saliera de esas cuatro paredes ni aunque fuera para trabajar. Estaba creando una aterradora dependencia y él parecía estar a gusto con ello, por la forma en que cedía o él mismo sugería que estuviéramos así.

—Sé que dijiste que no comprara nada pero en cuanto la vi no pude resistirme. Vamos, quiero ver tu cara cuando la abras.

Una caja forrada en satén violeta fue puesta sobre mis rodillas. Ahora estábamos en mi sofá, después de haber comido chop suey y con la impresión de que esa caja lograría ponerme más nerviosa de lo que podía dejar notar.

—¿No será lencería? —dije con un mohín caprichoso a lo que él sonrió con malicia.

—Por favor, solo ábrela.

—No me gustan las sorpresas, Chimmie.

—¿Ni siquiera las mías? ¿Ni siquiera cuando esta tiene otra promesa incluida?

Lo había dicho con la voz tan enronquecida que tuve que morderme el labio para no comérmelo a besos. Era demasiado sexy para negarle algo, así que con dedos temblorosos desbaraté el elegante moño de cinta.

La caja tenía tres compartimentos y arqueé una ceja cuando me dispuse abrir el primero. Era un brazalete color agua marina. Plata con pequeñas piedritas azules. Dios Mío, cuánto se había gastado en esto.

Abrí el segundo compartimento con el ceño fruncido. Era una fina cadena de plata a juego, con el carácter hanja del amor engarzado sobre una mariposa. Me faltaba el tercero y más grande; y si ya estaba medio predispuesta llegaba a sentirme cabreada.

Por qué se gastaba una fortuna en joyería cuando yo no necesitaba nada de eso. Por qué quería comprarme, por qué me recordaba a otra persona exactamente igual. La última caja y donde yo esperaba unos pendientes para completar el conjunto estaba vacía. La revisé a conciencia, pero nada. Estaba totalmente vacía y la risa de Jimin me hizo caer en la cuenta que me tomaba el pelo.

—¿Se puede saber que se te hace tan gracioso?

Dije golpeándole el pecho, pero solo conseguí que me atrapara mientras acentuaba esa molesta carcajada.

—¿Aun no lo sabes?

—¡No, cómo puedo saberlo! Y quiero que vayas enterándote que no voy a usar nada de eso, son lindas, pero no quiero que pienses que con unas joyas será suficiente para que yo te pertenezca. Estoy harta que los hombres me compren como si yo fuera otro objeto de la colección, si es así entonces no…

—¡Pero qué mal pensada eres! ¿Creías que iba a comprar solo para ti? Mírame bien, tontita, mira lo que le falta al conjunto y encontrarás la respuesta.

Jimin era un mañoso testarudo cuando se lo proponía y sin mucha paciencia examiné su rostro buscando lo que sea que tuviera que decir en su defensa. Había controlado mis manos mientras intentaba golpearlo y ahora estaba casi encima de mí sobre el sofá. Seguí mi escrutinio sin mucho éxito hasta que reparé en sus orejas.

Era estúpido, haberle mordido el lóbulo de la oreja cuando traía unos pendientes tan llamativos. Eran de plata y tenían fijador para los agujeros a modo de piercing que él tenía en las orejas.

Eran de plata con unas pequeñas incrustaciones a juego con las otras dos piezas. Mi mano se movió sola y comprobé que tenía mi nombre en inglés y en hangul. Ahogué un traicionero sollozo.

—Ah…no, nena. Lágrimas no. Estoy tan feliz, que a partir de ahora los llevaré siempre conmigo. Creo que le copié la idea a uno de mis hyungs, pero si vez lo que quería hacerme me hubieras matado. Iba a tatuarme tu nombre, pero…

—¡Claro que te hubiera matado Park! ¿Estás loco? Sabes que no te lo permitiría ni en siglos.

—Vale, no es para ponerse agresiva. Pero dime ¿Te gustó esta parte del regalo?

—¿Parte…? ¿Acaso hay otra?

—Señorita Matters, debe usted saber que este hombre que tiene a sus pies es muy egoísta y que como usted supo intuir esto es solo una estrategia para conseguir lo que quiero.

—Y eso es…

—Creo que lo sabrás después que te coloques ese colgante, solamente…

Entendí perfectamente a dónde iba a parar esa mirada y tuve que sonreír. Él era incorregible, a este paso tendría que cambiar de medio anticonceptivo muy pronto.

Me aparté el cabello para que él pudiera ponerme la cadena y luego le ofrecí mi muñeca para que hiciera otra tanto con el brazalete. Ambos fueron cerrados entre besos. Luego nos volvimos una especie de ovillo mientras hacía malabarismos sobre su regazo.

Me olvidé de ese asomo de malos recuerdos cuando me regalaban joyas, me olvidé de los intereses y dejé que la ropa nos abandonara una vez más. Creo que ya no quedaban muchos lugares en el departamento donde dejar esas huellas.

A él nada le parecía suficiente y a mí no me importaba subir al cielo más de las veces de las que podía permitirme. Era como esa parte del paraíso que yo había olvidado y él se empeñaba por hacerme recordar.

Era casi enfermiza la forma en la que nos buscábamos e irracional la manera de estar juntos. Pero simplemente sabíamos que no podía ser de otra forma. Por eso contando las estrellas en su mirada, descubriéndome a mí misma en sus manos, rellené mi propio álbum hasta ahora manchado de tanto llorar el pasado y por primera vez fui feliz.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro