Lección 19: Desconocida experiencia
Maratón 2/10 🐰
Seúl, domingo en la mañana después de la pelea del NamYoon.
No podía admitirlo, ni aunque pasara un millón de años, Yoongi se había pasado esta vez y honestamente no me quedaban fuerzas para comportarme maduro o razonable.
—Moni…
La voz jadeante de Jin me alcanzó justo cuando lograba desbloquear el picaporte de mi habitación. Mi amigo había echado una carrera escalera arriba para alcanzarme.
—No es para ponerse así…sabes que Suga siempre ha tenido un carácter explosivo. Todos estamos estresados y…
—Y eso no es una excusa para que arremeta contra mí. Mira Jin, sé que intentas que me tranquilice pero no puedo ahora. Ya se lo dije a Jungkook, la presión me está matando y necesitamos superar esto o los próximos tres meses serán un infierno.
—Lo sé, amigo, lo sé pero creo que enfurruñarse como un niño caprichoso no es la mejor solución ¿A dónde irás si no es con nosotros?
Jin me miró desde el umbral de la habitación. Yo empacaba cuadernos y ropa de hacer deporte en una bolsa como en modo automático. En realidad no lo sabía, en realidad no quería pensar y dejarme arrastrar por la adrenalina hasta Dios sabe dónde.
—Estaré bien, estaremos bien.
El peli púrpura no lo creyó pero como solía hacer no agregó nada más y me dejó solo con mis pensamientos. Cuando alcancé la puerta del estacionamiento la cocina estaba desierta. Faltaban dos coches y la moto de Hobi, me encogí de hombros y desbloqué la alarma de mi Rover.
El motor volvió a la vida con un fuerte ronroneo y pronto me encontré atrapado en el tráfico de Seúl. Con aquel ruido de máquinas y personas de aquí para allá tenía como una propia banda sonora para acompañar mis sentimientos.
No sabía qué estaba haciendo y una calma espesa me hizo casi dormitar en el asiento del piloto. Jin tenía razón. No lograría nada enfurruñándome como un junior, ya había pasado por ese punto en más de una ocasión.
Quién era yo realmente y qué quería en una ciudad llena de sus propias historias. El claxon insistente del coche que iba detrás me hizo salir de golpe de mis divagaciones. Tomé una decisión mientras recibía el abucheo del malhumorado conductor.
Solo podría encontrarme a gusto en un lugar. A decir verdad había pasado mucho tiempo desde la última vez que la había visitado. Puse la primera marcha y llené la dirección en el GPS para no tener que distraerme con los giros del piloto automático. Mis dedos tamborilearon distraídos sobre el volante mientras el auto circulaba tranquilamente.
***
No podía calmarme y por lo visto Rapmon me ignoraría por completo. Aun dudando de hacerle bien o complicarle más la situación, marqué el número de Issabelle. Los bips se repitieron unas seis veces hasta que me envío al buzón.
No tenía nada que decir, ciertamente la morena de la que mi amigo podía albergar algún sentimiento en los últimos meses no me conocía más allá de unas cuantas palabras y unas coincidencias en el restaurante japonés de Ritsu donde vivía. No podía salirle con una nota preocupada cuando yo mismo desconocía el estado de las cosas entre ellos dos.
Respiré profundo y tomé la decisión de ir allá en el menor tiempo posible. Solo que el tráfico no estaba de mi lado y me tomó una hora y media encontrar la callejuela donde el Madre Woo hacía las delicias culinarias del vecindario. Eran las once de la mañana y ya había bastante movimiento.
Sin mesas que ocupar no me quedó otra opción de ir hasta la barra donde el olor a aceites y condimentos me despertaba más que el estómago el pensamiento que venía adornando mis sueños en los últimos meses.
No tuve que esperar mucho para descubrir a la protagonista de aquellos platillos preparados como una verdadera obra de arte en medio de la invisibilidad de este lado de la ciudad. Ritsu se dejó ver detrás de la cortina por la que salían los camareros.
Llevaba su traje azul de chef y el sudor le hacía refulgir la frente. Pensé que era la mujer más hermosa que había visto nunca y ese extraño latido que hacía temblar mi corazón me volvió a sorprender.
De pronto olvidé por qué estaba allí, o qué era lo que tenía planeado decir, como si la imagen de aquella chica de ojos coloridos y sonrisa franca lo fuera todo. Quizás por eso no vi a la persona que estaba a mi lado en la barra y acabé golpeando de un codazo su bebida.
—¡Hey, chico, mira que gilipolleces haces!
Un hombre de una pronunciada calva berreaba sobre mí. Su vaso de soju se había derramado manchándole los pantalones.
—Lo siento, por favor, déjeme compensarle—dije tomando una servilleta de las que había sobre la barra pero lo que recibí fue una manotazo despectivo a cambio. Genial, el día parecía ir de mal en peor.
—Eso es…compénsame…cómo diablos compensas esta ropa. Mira niño, yo soy una persona muy importante. Acabas de estropear mis pantalones nuevos de ante y quieres compensarme…bah…dónde está la gerente de este restaurante que permite semejante comportamiento de sus clientes. Voy a quejarme.
—Señor en serio, solo dígame qué puedo...
— ¡He dicho que quiero ver al gerente!
—¿Qué sucede aquí, señor Liu?
La voz de Issabelle vino de algún punto entre la barra y la cocina. Los ojos de la morena fueron del irascible señor Liu y luego a mí. En este punto de reconocimiento quise aprovechar para captar su atención pero por lo visto el señor Liu tenía otros planes.
—Ah dulzura, eres tú ¿Serías tan amable de decirle a tu jefa que este muchachito acaba de arruinarme los pantalones con soju?
El tono en que lo dijo fue una mezcla de repulsión con lascivia. Vi como Issabelle apretaba los dientes y luego dirigía su atención a mí.
—Fue un accidente, en serio no quise hacerle eso a la ropa del señor. Por favor, déjeme indemnizarle los daños y no hay necesidad que culpe al restaurante por ello.
—Sí, ya veremos pero eso no quita que…
—Que se quiera aprovechar del chico, señor Liu. Todos sabemos a lo que se dedica usted y es remover el ambiente. No veo necesidad de que este chico le pague por su ropa de mal gusto, es más considérelo una ayuda a su imagen. Ahora si no tiene nada más que hacer, por favor—dijo Issabelle señalando la puerta a lo que una atenta multitud en el restaurante esperaba.
El señor de la prominente calva la miró de arriba abajo antes de sentenciar.
—Ya me las pagarás.
Y sin otra cosa que decir siguió la dirección de la puerta. Cuando ese desagradable personaje despareció de nuestro campo visual descubrí que la servilleta entre mis dedos se había hecho trizas. Issabelle soltó un suspiro de alivio antes de mirarme de veras. Sus largas cejas negras se habían fruncido en una pregunta.
—Ahora dime qué diablos haces aquí.
***
Jin había resumido la razón por la que estaba en nuestro restaurante y a mí me había tomado unos diez segundos en ponerme a temblar. Dios Mío, hacía casi tres semanas que Nam y yo no nos veíamos.
Desde fin de año y aparentemente por el trajín de la gira mundial ambos nos habíamos descuidado al punto de no saber si estábamos en una relación o si ya la pasión se había extinguido totalmente.
Sin embargo Jin había conseguido infundirme su abatimiento y ahora, mientras me revolvía frenéticamente los cabellos solo podía pensar dónde estaría ese demente.
—Lo siento, Issabelle, no sabía a quién más recurrir. Cuando Moni se cierra en banda es muy difícil que se le pase y esta vez él y Suga cruzaron palabras feas.
—No te disculpes Jin, yo también tengo la culpa por creer que todo estaba bien entre nosotros. ¡Estúpida, estúpida!
—Creo que todos tenemos parte de culpa al no ver lo estresado que ha estado últimamente. Es difícil compartir nuestras vidas, me parece que esa es la razón por la que ninguno ha estado en una relación sentimental antes, no, no me malinterpretes Issabelle. Si vine hasta aquí fue porque no podía recurrir a alguien más ¿Tienes idea de a dónde puede haberse ido?
Negué con la cabeza. Dios Mío, Nam, por qué haces esto justo ahora.
—Bueno, creo que debemos pensar como él. Mi amigo es lo que se dice un extraño en toda la extensión de la palabra. Mientras unos de nosotros lloran o se pelean, él piensa…quizás haya ido a ese parque donde escribe…o…
—No, el día está nublado y lo más probable es que llueva, él habría escogido otro sitio…pero…
Algo se encendió en mi cerebro como si tiraran de un interruptor. Fue la mañana del domingo en que Lena regresó de Daegu. La mañana en que Nam me pidió que fuera su novia y lo único que pude hacer fue asentir y tragarme unas ridículas lágrimas.
—¿Qué pasa, Issabelle, te sientes mal?
Sonreí como una chiflada al peli púrpura y en un arrebato le di un abrazo. Aún estaba perplejo cuando me quité el delantal y corrí escalera arriba.
—No te preocupes Jin, ya sé dónde está.
***
Me quedé solo en la zona del mantenimiento, mirando como la morena desparecía escalera arriba y quizás por eso no me di cuenta antes. Ritsu apareció limpiándose las manos en un paño de cocina. Por decir que hacía algo hundí mis manos en los bolsillos de la sudadera gris que llevaba hoy.
—Jin, disculpa que no saliera antes…el señor Liu es un antipático.
Solo había poco más de un metro entre los dos, sin embargo para mí no era suficiente. Di dos paso hacia ella y me quedé allí, mirando sus coloridos ojos como si así tuviera una idea de cuánto guardaba en su corazón. Ritsu apartó la mirada como si le doliera mi atrevimiento. No pude contenerme y atrapé sus manos cálidas y pequeñas entre las mías.
—Yo no tengo nada que perdonarte…solo estoy feliz…muy feliz de verte…
Ella ni siquiera parpadeó esta vez y sin pretenderlo la distancia se fue esfumando entre nosotros. Me quedé maravillado observando las pequeñas pecas que le salpicaban la nariz y las mejillas, las largas pestañas del mismo color negro de su cabello y luego esos ojos.
Marrón con un pequeño lago azul para distinguirla de las demás, para que con esa fuerza implacable demostrara cuánto me falta por saber, cuánto pudiera saber de ella….Una de mis manos deja las suyas y caigo en el anhelo de tocar su rostro. Es solo un pequeño roce y ambos contenemos la respiración.
Miro sus labios, del mismo color rosáceo que las flores del sakura. Quiero decirle que le amo pero una fuerza invisible me detiene. Ritsu cierra los ojos y siento el palpitar de su cuerpo a través del mío. Estoy a punto de robarle el beso con el que tanto he soñado, pero hoy no es mi día de suerte y el carraspeo de otra persona nos hace separar como si nos quemara el tacto del otro.
Esperaba que se tratara de Issabelle, pero en su lugar estaba un malhumorado Ryo que si las miradas mataran yo habría caído fulminado.
—Te necesitan en la cocina Ritsuki—dijo sin dejar de mirarme.
La aludida frunció el ceño, pero en lugar de obedecer mansamente, sus labios acariciaron mi mejilla en un corto beso que consiguió sacarme más aire de los pulmones que si hubiera sido de otra forma. Los ojos coloridos y risueños de Ritsu me volvieron a mirar.
—Te llamaré esta noche.
Ryo echó humo por sus oídos en un gesto que me recordó a Yoongi hasta que su hermana despareció rumbo a la cocina. Ambos nos quedamos en un quemante silencio hasta que el hermano dio media vuelta y nuevamente me quedé solo.
Aunque he decir que había valido la pena. Ahora estaba más seguro que antes, no me daría por vencido hasta conquistar su corazón y esa determinación pareció notárseme demasiado porque Issabelle me dedicó una extraña sonrisa una vez que estuvo de vuelta.
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