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Lección 15: Mariposas de cristal

Aun no me creo que haya aceptado a su proposición, es como si ya no pudiera decirle que no a nada que sugieran esos hermosos mofletes. Quizás en el fondo yo también haya comenzado a creer que es posible.

Por ahora, solo me conformaré con existir, y no pensar en nada más que en lo simple que puede ser la vida si no le damos tantas vueltas. Jimin sigue dormido a mi lado, sé que en cualquier momento aterrizaremos y esa paz soñolienta se romperá para arrastrarme a saber Dios dónde, pero en el fondo le agradezco.

No me apetecía para nada quedarme contemplando las mustias paredes de mi departamento preguntándome cuándo podría salir a tomar aire o buscando excusas para no contestar sus llamadas. Cierro los ojos un rato y conecto los auriculares a mi iPhone.

Suena Back to You de Selena Gomez e inconvenientemente vuelo a pensar en esa noche en Londres. Los últimos días ha venido a mí como una especie de niebla quebradiza, como si en cualquier momento en el que me descuide sea posible que emerja y me atrape para siempre.

Niego con la cabeza aun con los ojos cerrados y trato de olvidarlo todo, al menos hasta que se acabe el viaje y por lo visto parece funcionar, pues de no ser por lo apretones de manos que me daba Jimin yo hubiera seguido como un vegetal presa de los audífonos.

Hacemos el checking más rápido de lo que planeo y pronto entramos en una zona llena de movimiento donde las personas esperan a otras y como disciplinadas hormigas recorren filas para abordar otros aviones que irán a cualquier lugar del mundo, dejando atrás un millón de historias que nunca conoceré.

—Hey, ¿Qué pasa, nena? ¿April?

Apenas me había dado cuenta que estaba en medio del camino como una retardada. Jimin me mira detrás de los lentes oscuros que trae a fin de que no le reconozcan. La verdad es que no puede estar más guapo porque ya sería inconcebible.

Los pantalones pitillo deslavados le sientan muy bien y el suéter color rosa palo con una chamarra del mismo color del pantalón por encima. En fin, que pasaría por cualquier modelo de revista, aunque realmente lo sea. Muerdo la uña de mi pulgar, o lo que queda de ella y me reúno con él.

—Nada, estoy bien, vámonos.

Veo sus cejas unirse y volver detrás de su largo flequillo. Es obvio que no me cree, pero por lo visto ha aprendido a no presionarme, por lo que en lugar de hacer un interrogatorio completo como haría…no quiero compararlos pero, es Martin a quien recuerdo en esa situación…Jimin solo me toma de la mano y ambos nos unimos a la multitud que espera por un taxi a las afueras del aeropuerto.

Es en esos minutos cuando me dedico a explorar la impresión que causamos en los demás y por instantes temo que nos reconozcan, o mejor dicho que lo reconozcan a él. Finalmente un taxi se detiene casi a nuestros pies. No perdemos tiempo y estoy a punto de abrir la puerta cuando la pálida mano de Jimin la sostiene para mí.

Una estúpida sonrisa se escapa de mi rostro y algo parecido a la vergüenza podría colorearme las mejillas. Gracias a Dios el sombrero de ala ancha que traigo y mi cabello me permiten ocultarme.

Pronto está a mi lado para decirle al chofer cual es nuestro destino. Sinceramente no sé qué esperar de un ambiente donde está claro que seré nuevamente la extraña, pero por raro que suene confío lo suficiente en él como para no caer en pánico.

—He reservado en un hotel cerca de la playa, ya verás te encantará. Cuando vivía aquí solía ir mucho a ver el mar, creo que es lo que más extraño después de mis padres. Busan es hermosa y aun cuando Seúl es prácticamente mi hogar creo que no podré traicionar del todo la ciudad.

Se ha quitado las gafas de sol y ahora tengo esos intensos ojos color marrón sobre mí. Sigue sonriendo como un niño despreocupado y no sabe lo que eso causa en mí. No tiene ni idea de cómo revuelve mis dudas y temores y menos después de pronunciar esa palabras hace tan solo unas horas atrás. Yo…

—Sé lo que estás pensando…y no te culpo pero quiero que sepas que no inventé este viaje solo porque sí. Tú necesitabas cambiar de aire y yo echaba de menos a mi ciudad, así que deja de atormentarte y solo disfruta.

Lo dice con tranquilidad y no se me ocurre otra cosa que tomarle las manos y acurrucarme contra su pecho. Eres más de lo que merezco Park Jimin.

El taxi se detiene justo delante del hotel. Hace casi un año que no vengo, entre una cosa y otra siempre lo he estado postergando. He decidido darle a April una visita guiada por mis lugares favoritos en Haeundae, y así me saco un poco de tiempo para ver a mamá y a papá. Dios, parece que hace un siglo que no he estado aquí.

Le pago al taxista y ya los botones han salido para cargar con nuestro equipaje. April se quedó dormida en cuanto entramos al taxi. Sé que ha pasado por más de lo que puede contar y por eso no la despierto. A decir verdad me preocupa demasiado.

Ha perdido peso y se le ve pálida y demacrada, como si le hubieran robado esa manía de discutir por lo más insignificante. Entro al lobi del hotel con ella en brazos y la recepcionista me echa una mirada extraña. Sonrío mientras confirmo la reservación y rezando internamente para que no se vuelva loca o algo por el estilo con mi identidad me dirijo a la zona de ascensores.

April murmura algo contra mi cuello y no tengo idea de cómo voy a abrir la puerta de la habitación con ella en brazos. Parece que aquí se han superado en atenciones y antes que aparezca el problema otro botones aparece para hacer los honores y abrir el camino hacia mi habitación.

Dejo a April en la espaciosa cama con dosel y me estiro. Dios mío, estoy hecho polvo. Me duele el cuello del viaje y debo tener unas ojeras horrendas. Le pido al botones que deje el equipaje de April en la habitación contigua y mientras ella balbucea cosas contra la almohada marco a mi madre. Al tercer bip la línea se estabiliza.

—Hola, cariño ¿Cómo estás? Hace mucho que no llamabas ¿Y los chicos? ¿Estás alimentándote como se debe? La última vez que te vimos no me gustó nada lo delgado que estabas, me preocupa que no estés comiendo como es debido, sé que tu trabajo es muy extenuante pero…

—Mamá, no me has dejado ni devolverte el saludo, estoy bien y más cerca de ti de lo que imaginas…

—¿Qué?

—Dentro de media hora iré a casa, llama a papá por mí ¿Y cómo está mi hermano? Muero de ganas por abrazar a ese mocoso.

Oigo un grito ahogado y luego un ruido antes que mi madre vuelva hablar. Es ridículo, porque yo también me estoy aguantando unas estúpidas lágrimas.

—Ay, cariño, tienes planeado matarnos del corazón. Hace solo unos días decías que se irían de gira y ahora vienes a casa. No te demores, cocinaré para ti. ¡Lo oyes papá, mi Chimnie vuelve a casa!

Y eso fue todo antes que se cortara la línea. Decididamente me encontraría con un circo cuando fuera a visitarlos. Miré a la chica de los cabellos color cobre que dormía plácidamente sobre el edredón turquesa de la cama y suspiré. Aún era muy pronto para presentarla a mis padres.

Tuve que contener las ganas de gritar cuando desperté en medio de una cama enorme. Dónde estaba, qué había pasado y Jimin…El ruido lejano de una ducha me hizo caer en la cuenta de que estaba en la habitación de un hotel, por lo menos cinco estrellas a juzgar por la decoración sencilla pero no menos lujosa y la impactante vista en los ventanales.

Jimin tenía razón y la playa que se extendía a los pies del hotel me daba ganas de zambullirme y disfrutar de uno de esos cocteles con sombrillas en la cálida arena. Estaba absorta en mi fantasía de sal y sol dorado cuando otra fantasía apareció en el umbral de la estancia.

El agua aun chorreaba de su cabello, ahora completamente negro y solo una toalla rodeaba sus caderas. Jimin fue directo a una de sus maletas ignorando por completo mi escrutinio. Estuve tentada a llamarle pero no fui capaz. Una gota de agua bajó lenta y caprichosa por su espalda y a mí se me aceleró el pulso.

En otras circunstancias no me habría quedado allí, comiéndomelo con los ojos, pero por una razón que desconocía no podía hacer otra cosa que observarle fascinada con la respiración a punto de extinguirse y un molesto calor en las mejillas. Jimin encontró lo que buscaba en su maleta y por poco soy testigo de otra parte de su cuerpo cuando sus ojos me descubrieron infraganti.

—Mmh…esto…muy linda la vista de la ciudad…—dije mirándome los pies. Escuché algo parecido a una risa ahogada y efectivamente el dueño era él.

—Yo pienso lo mismo… ¿Por qué no tomas una ducha y te cambias? Si el agua de todas las habitaciones está tan genial pues en la tuya…

—¿Espera qué?

—Hablo de tu habitación…ya…creíste que…

Que dormiría contigo, sí fue una posibilidad muy obvia pero por lo visto no te gustan las sobras. Reprimo mi rabia apretando los dedos en dos puños. Jimin se acerca aun en ese maldito estado en el que exhala sensualidad y ambos nos miramos a los ojos. Sé exactamente lo que va a salir de su boca así que me adelanto pasando entre su cuerpo mojado y la cama.

—No es necesario que lo digas. Gracias por dejarlo bien en claro. La próxima vez me aseguraré que la invitación sea más explícita.

—April…

—Es obvio ¿no?  A nadie le gustan los desechos, y menos a ti…—recojo mi sombrero y los zapatos casi con rabia. Quiero marcharme cuanto antes. En qué estaba pensando. Dios, en qué diablos estaba creyendo cuando vine aquí.

—April, por favor, solo deja de pensar de esa forma, tú nunca serás eso para mí, por favor mírame…

—Sí, quieres que te mire ahora, pues te diré lo que veo Park…veo una mancha en el revelado, veo una oscuridad gigante que cae en la luz que tu emanas y no quiero, no quiero que siempre sea así. No lo dices porque sabes que removerías la herida, pero lo piensas, piensas en esas asquerosas marcas que gritan lo que me ha sucedido, que gritan que no merezco ni siquiera perdón, solo que eres hipócrita y no lo suficientemente valiente para decir la verdad. Pero sabes qué, eso es peor. ¡Prefiero un Martin que me golpee y me grite que soy una zorra a un Jimin que me mienta con condescendencia!

Estoy llorando a grito pelado y hasta ahora soy consciente de la barbaridad que acabo de decir. Jimin no se ha movido del lugar. Yo soy la que ha invadido su espacio con reproches y lágrimas. Me duele el corazón de una forma horrible pero aun así tengo fuerzas para herirle y desmadrarle como me hicieron a mí.

Por eso espero que arremeta, que me devuelva el golpe, pero no lo hace. La paciencia con que me mira solo logra asfixiarme más y estoy a punto de gritarle nuevamente cuando su voz se convierte en un susurro ronco.

—La razón por la que reservé dos habitaciones no es porque me des asco April, nunca sentiría eso por ti ni mucho menos cuando sabes que…bueno ya lo sabes y aun así dudas de ti misma. Lo hice porque pensé que necesitarías espacio, tiempo para ti y no quería presionarte cuando acabas de salir de otra relación sin importar la circunstancia. Nunca pensé en ofenderte con ello, tampoco en que te sintieras abandonada, pero no pienso pedirte perdón esta vez, estoy harto de arrastrarme hasta a ti. En lugar de ello, mírame por favor—sus dedos me levantan el mentón y creo que el corazón se me va salir por la boca en cualquier momento—En lugar de ello, haré algo mejor.

Jimin me toma de la mano y ni siquiera puedo protestar. Suelto el sombrero y los tacos de camino al cuarto de baño. La nube de vapor de agua que sale de la ducha, ha poblado las paredes y una luneta decorada con motivos de mariposas. Jimin me deja frente el empañado cristal en el que solo nos reflejamos los dos. El calor que emana de su cuerpo mezclado con el aroma a champú y loción corporal prende una llama en un sitio antes desconocido para mí o al menos olvidado.

—Hoy te voy a enseñar algo que aprendí hace muy poco tiempo pero que me ha valido como si fuera mi santo grial. Hoy quiero mostrarte que esas cicatrices que tú llamas repulsivas son aún más hermosas que los grabados que vez en la luneta.

—Jimin…

—No, ya te dije que no me voy a dar por vencido. Te quiero, joder, te quiero con partes de mí que ni conocía y no voy a dejar que tu terquedad nos arruine la oportunidad de ser felices.

Ser felices, cierro los ojos a fin de no dejar escapar más lágrimas y entonces siento sus manos en el cierre del vestido. Me niego a pedirle que se detenga y la tela cae silenciosa como un charco a mis pies.

No quiero mirar, no quiero ver ese cuerpo lacerado por todas partes ni las profundas ojeras en mis ojos. Otro dedo recorre la curva de mi cuello y la distancia que nos separaba se hace nada. La piel caliente de Jimin está en contacto con la mía y estoy segura que han prendido una lumbre sobre nosotros.

El recorrido de ese mismo dedo avanza perezoso hasta mi codo, luego el antebrazo y finalmente la muñeca. Se me escapa un suspiro entrecortado que puede ser confundido con otra cosa. Por qué no abro lo ojos. Estoy en una especie de éxtasis controlado solo por el tacto del chico que me sostiene y mis pensamientos.

Dejo que explore más. Dejo que me roce las costillas, la curva de los pechos, la cinturilla de mi ropa interior. Espero que haga más pero se detiene. Hasta ahora no sabía que había protestado y finalmente abro los ojos. Jimin me ha soltado y estoy de frente a la luneta de cristal decorada con tenues mariposas, solo llevo mi ropa interior.

—Ahora dime tú misma si estoy engañado, dime si esas cicatrices que tanto te esfuerzas por esconder no son mejores que la falsa perfección.

Sigo mirando mi reflejo y esas pequeñas mariposas que parecieran concordar con él. Es increíble y a la vez cierto. El peso que cargo en el corazón ha disminuido lo suficiente para que vuelva a palpitar, justo como las alas de cristal de otras mariposas.

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