v e i n t i d ó s
Cómo amaba la cena de Nochebuena. Me encantaba tener que reunirme con mis familiares, jugar a fantásticos juegos de mesa, hablar de temas transcendentales... Era genial. Maravilloso.
Y era mentira, claro. Odiaba tener que ver a mis familiares de Sokcho. ¡Me caían mal y mi tía era incapaz de retocarse las raíces de su pelo rubio y maltratado! ¡Y eso me ponía enferma!
Con el paso de los años, la Navidad había empezado a dejar de gustarme. La magia de recibir los regalos de un misterioso abuelo gordo que vivía en el Polo Norte se terminó hace bastantes años, cuando mis padres me dijeron que Santa Claus no existía, y la ilusión fue desapareciendo a medida que yo iba creciendo. Poco a poco, la Navidad se convirtió para mí en una época del año en la que Seúl estaba más iluminada y transitada que nunca, nada más.
Mis padres habían discutido porque no se habían puesto de acuerdo con el menú de la cena. Yo, ajena a todo, calenté algo de agua en una cazuela y me preparé algo de ramen mientras mis padres intentaban asar carne. Miré el reloj de la cocina; sólo quedaban unos cuantos minutos para que empezaran a llegar mis tíos, mi prima y mis abuelos. Me apoyé sobre el mármol de la encimera de la cocina y me miré al cristal de la ventana para asegurarme de que mi delineado estaba correcto. Sí, estaba en casa y estaba maquillada completamente. ¿Y qué? Era mi casa. Y era Nochebuena.
Llamaron al timbre antes de las diez de la noche. Mi madre me hizo ir corriendo hasta la puerta, abrirla y recibir a los invitados con una reverencia y una sonrisa. Me limité a abrazar a mis abuelos con suavidad y a dejar que apretaran mis mejillas. En cuanto a mis tíos y mi prima... Quise desmayarme. El eyeliner de mi prima estaba a dos kilómetros de la línea de sus pestañas, su pintalabios era demasiado llamativo, su máscara era la más grumosa del mercado... Sólo quería lanzarme por la ventana, en serio. O mejor aún: lanzarla a ella por cometer un crimen grave contra el maquillaje. Con resignación, les conduje hacia la enorme mesa del comedor y dejé que se sentaran donde quisieran. Ayudé a mi abuela a sentarse en la silla; su salud no era de las mejores.
Cenamos como una familia normal, con la televisión de fondo. Mi padre, mi abuelo y mi tío hablaban animadamente, sin hacer mucho caso a lo que ocurría al otro lado de la mesa, donde nos habíamos sentado todas las mujeres. Sorbía los fideos de mi ramen intentando hacer el menor ruido posible, evitando la mirada inquisitiva de mi tía.
— Y... ¿qué tal los estudios? — se atrevió a preguntar.
— Bien. — respondí al unísono con mi madre, que se aseguró de que no pareciera que era mentira. Mis estudios no iban para nada bien; el último año de instituto me estaba resultando demasiado matador y como consecuencia todas mis calificaciones se habían hundido como el Titanic.
Los estudios siempre habían sido un tema recurrente en las cenas con nuestros familiares de Sokcho. Siempre me habían comparado con mi prima, más para mal que para bien. Aunque ella había repetido un par de cursos, siempre era la mejor de nosotras por ser más delgada y más cercana a mis abuelos. Mi madre, que era quien soltaba cualquier información en cualquier momento, aprendió que su cuñada no era más que una cotilla y supo callarse la boca pasado un tiempo, así que los últimos años ya nadie me comparaba con mi prima. Ella se mantuvo callada todo el rato, comiendo con parsimonia. Tenía la figura de cualquier idol, pero comenzaba a estar demasiado delgada, aunque, ¿quién iba a decirle que estaba medio anoréxica si estar así era visto con buen ojo por el resto?
— Y... ¿Ya tienes novio?
— No.
— ¿No conoces a ningún chico? ¿Y para cuando un novio? — me preguntó mi prima, mirándome curiosa, intentando indagar un poco más.
— ¿Para cuando unos objetivos claros y unos cuantos aprobados?
— El otro día vimos a Aerin con un chico. — comentó mi prima aprovechando que todo se había quedado en silencio.
Mi padre alzó la cabeza, mi abuela alzó la cabeza, todos alzaron la cabeza y me miraron como ardillas asustadas, esperando una respuesta. Dejé los palillos de metal sobre la mesa, despacio, me limpié la boca con la servilleta de tela a juego con el mantel y suspiré, cruzándome de brazos. — ¿Y qué pasa? ¿Hay algún problema con eso?
— Bueno, estás en época de tener novios... — soltó mi tía.
Puse los ojos en blanco. — ¿Y si no era yo?
— Reconocí tus zapatillas rosas. — argumentó mi prima, moviendo lentamente sus labios pintarrajeados de rojo putón.
Definitivamente, aquellas llamativas Adidas de edición limitada empezaban a ser un problema. — Bueno, ¿y qué problema hay con que vaya por ahí con un chico?
— Aerin tiene un amigo. — mi madre intentó sacarme de la situación, pero sólo lo empeoró. Aunque su tono fue neutro y de lo más inocente, mi tía se lo tomó como si estuviera entrecomillado.
— Así que un ''amigo'', eh... — rio con suavidad, divertida, y yo no me contuve más.
Solía morderme la lengua y no comentar nada sarcástico que sirviera para iniciar la típica discusión familiar, pero no estaba como para bromitas. No sabía si lo hacían para ver nuestras reacciones o si simplemente creían que yo tenía un ''amiguito''. Volví a tomar algo de ramen, sorbiendo el caldo, suspiré satisfecha y me encogí de hombros con aire orgulloso.
— Sí, tengo un amigo. ¿Y qué? ¿Tenemos que ser necesariamente novios porque yo sea una chica y él un chico? Me apuesto a que él es mucho mejor que todos los amigos de pacotilla de tu hija. — solté. — No tengo novio y no veo la necesidad de tenerlo. ¿Por qué siempre me preguntáis lo mismo? ¿Por qué tengo que depender de un tío? No estoy interesada en tener líos con los que morrearme ahora, porque, al contrario que ciertas personas en esta mesa, quiero asegurarme un futuro.
Mi tía abrió la boca escandalizada. Mi madre me dio un golpe bastante fuerte en el brazo y mi padre bramó mi nombre. Yo volví a encogerme de brazos, como diciendo ''no me importa''. La mesa se quedó en silencio unos cuantos minutos, hasta que mi padre, con el don de la sociabilidad, inició un nuevo tema de conversación. Yo terminé mi ramen, me levanté sin el permiso de mi madre, dejé el bol dentro del lavavajillas y fui a mi habitación para buscar algo que me abrigara. Volví a la sala de estar -o comedor, dependiendo de la situación- y me despedí de mis abuelos con un nuevo abrazo.
— ¿Dónde vas? — mi padre me detuvo agarrando mi muñeca, mirándome con seriedad. Yo señalé la puerta con la mano contraria.
— Las navidades son para pasarlas con amigos, ¿no? — me zafé de su agarre y huí hacia el hall de entrada. Había llegado a un trato con mis padres el día que Yoongi vino con nosotros en coche, y ese trato consistía en dejarme salir y volver a casa a las doce, como Cenicienta. Negociando con ellos, conseguí que me dejaran quedarme hasta las tres. Todo el mundo de mi edad pasaba la noche fuera de casa, bebiendo, yendo de fiesta, y yo me limitaba a quedarme muerta del asco frente a la pantalla de mi ordenador. Mis padres por fin me dejaban volar fuera del nido, aunque no demasiado lejos. De todas formas, podían confiar en mi. No me agradaba del todo la fiesta y el alcohol sólo me parecía útil para desinfectar heridas. — ¡Llegaré pront-
— Ni siquiera hemos terminado de cenar, Aerin, siéntate. — me ordenó.
Bufé y obedecí. Me quité el abrigo y lo dejé colgado en la silla durante el resto de la noche. Se me hizo eterna. Tuve la sensación de que todos empezaron a comer más despacio sólo para hacerme esperar. Mi madre, que me vio demasiado impaciente, dejó que me marchara antes del postre. Me calcé mis botas preferidas con rapidez, en enrollé en una bufanda gigantesca y cogí un pequeño USB. Salí corriendo de casa, literalmente, y yo no corría excepto en casos de peligro de muerte o suspenso en gimnasia.
Hacía mucho frío fuera, obvio, es invierno... así que caminé a paso ligero hacia el apartamento de Yoongi. Le prometí que pasaría la Nochebuena con él, y como no me creía, me presenté delante de la puerta azul de su casa en unos cuantos minutos. Golpeé la madera con los nudillos varias veces en vez de llamar al timbre. Di saltitos para no congelarme. Por fin se abrió la puerta.
ㅡ Lo siento, no aguantaba más allí y te ruego por refugio, gran señor de África Central.
— ¿En serio?
Sonreí ampliamente a Yoongi, como diciendo ''aquí estoy, tío''. Vestía con una camiseta blanca de manga larga y uno pantalones holgados de chándal. Tenía las puntas del flequillo húmedas, así que supuse que se había duchado hace poco. Él me miró escéptico, sin llegar a creer que yo estuviera en el edificio de apartamentos una Nochebuena a las once y media de la noche. Me dejó pasar al interior.
— ¡Feliz Navidad y feliz Hanukkah! — exclamé mientras me quitaba los zapatos y observaba a Yoongi sentarse en su cama, entre las sábanas. Había vuelto a dejarla sin hacer. — Tío, para hacer la cama no hay que graduarse de ingeniería aeroespacial.
— ¿Para qué voy a colocarla si voy a dormir en ella de todas formas? — protestó.
— Eh... ㅡ no supe que decirle. Tenía razón.ㅡ Bueno, mira. — saqué del bolsillo de mi pantalón el USB que había guardado antes de irme de aquella cena infernal. ㅡ Tengo episodios de Naruto aquí, por si te interesa.
Se lo lancé a las manos y Yoongi lo cogió al vuelo. Me dediqué a pasear por su apartamento mientras él jugueteaba con el USB blanco. Me llamó la atención una pequeña pila de discos, y sobre ella, un marco de fotos colocado boca abajo. Aunque tuve curiosidad por ver la foto, resistí a la tentación y me giré hacia él cuando escuché mi nombre.
ㅡ Eh, Aerin. ㅡ señaló la pantalla de su ordenador, situada encima del escritorio, me devolvió el USB lanzándolo por los aires y después me indicó con el índice qué tenía que hacer. ㅡ Mueve la pantalla hacia aquí. ㅡ me pidió. ㅡ No quiero levantarme de la cama.
ㅡ Eres un vago de mierda.
ㅡ Sólo ahorro energía. ㅡ se excusó.
Suspiré. Giré la pantalla hacia la cama, encendí el ordenador de mesa y conecté el USB. Puse el primer capítulo del anime, me dejé caer al lado de Yoongi y nos quedamos con la vista fija en la pantalla, viendo los colores vivos de Naruto. Después de un buen rato, dejé de prestar atención a lo que le ocurría al protagonista y Yoongi pareció hacer lo mismo. Oí como él tomaba una gran bocanada de aire antes de hablar, inseguro.
ㅡ ¿No te han dicho nada tus padres o de verdad te has escapado de allí?
ㅡ Les dije que iba a ser responsable y conseguí convecerles de que me dejaran estar aquí hasta las tres.
ㅡ Pero si ni siquiera son las doce.
ㅡ Por eso he grabado tantos capítulos de Naruto. ㅡ me reí. ㅡ Oye, ¿has cenado algo?
ㅡ Sí.
Eché un vistazo a la cocina. Había unos cuantos platos sucios, pero no supe saber si eran recientes o no. Decidí otorgar el beneficio de la duda a Yoongi y creer que sí había cenado antes de que yo llegara. Estiré las piernas hacia delante, relajada. Con él podía ser la Aerin de verdad. Vamos, que no tenía que estar todo el día fingiendo que era la muchacha más feliz y despreocupada del mundo entero. Podía bajar un poco el tono de mi sarcasmo, retorcerme para estirar la espalda sin comedirme, eructar o bostezar sin tener que disculparme después.
ㅡ ¿No echas de menos la comida de tu madre? Yo creo que sería incapaz de vivir sin ella. ㅡ dije, buscando una reacción en Yoongi, como una mueca triste o chispas de enfado en los ojos. Él sólo se encogió de hombros.
ㅡ No sé.
Me senté con las piernas cruzadas en la cama, encarándole, con algo de miedo a morir ahorcada o algo así. ㅡ ¿Por qué estás solo en Seúl? ㅡ Yoongi suspiró con hastío, se frotó el puente de la nariz con el pulgar y el índice y miró al techo un par de segundos, pensando bien su respuesta. Se quedó callado y la contestación a mi pregunta nunca llegó. ㅡ Sólo quiero saber si puedo ayudarte en algo. No sé. Por no sentirme inútil y por esperar que el karma me lo devuelva algún día.
ㅡ Quise venir aquí.
ㅡ Oh. ㅡ musité. ㅡ ¿Tus padres no te han obligado...?
ㅡ Ha sido iniciativa propia.
ㅡ Vaya. Qué guay. Te dejan ir a una ciudad que no es la tuya a vivir solo. ㅡ suspiré.
ㅡ Si lo dices porque crees que tus padres no te dejarían ir a otro sitio, yo creo que sí lo harían. Son simpáticos.
ㅡ Pero estrictos. ㅡ añadí con un puchero. ㅡ Les ha costado dejarme venir hasta aquí; es la primera vez en mis diecisiete años que estoy fuera de casa a medianoche, ¿y crees que dejarían que su hija se marchara a una ciudad a dos horas de distancia?
ㅡ ¿Por qué no?
ㅡ No sé. Pregúntaselo a ellos.
ㅡ Mis padres no quieren que esté aquí, así que estamos casi en las mismas.
Me sorprendió la tranquilidad con la que dijo aquello, como si no pasara absolutamente nada, como si no tuviera cargo de conciencia. Si yo fuera él, sería incapaz de vivir dos días en una ciudad desconocida sabiendo que mis padres no querían que estuviera allí, sola, viviendo la vida loca -de una estudiante de último año-. Agaché la cabeza, algo abrumada. ㅡ Entonces, ¿por eso no vuelves a Daegu? Jo, no sé si debería sentirlo o...
ㅡ Bah, da igual.
ㅡ Tío, ahora que lo pienso, eres el estereotipo de chico rebelde fugitivo enemigo de cualquier padre.
ㅡ Al tuyo le caigo bien.
ㅡ Creo que ya está planeando adoptarte. ㅡ bromeé, sentándome con la espalda pegada contra la pared, como al principio, y dejé de estar frente a Yoongi.
Otra vez, silencio, interrumpido por el doblaje japonés y los ruidos varios de Naruto. Durante unas cuantas escenas, Yoongi no dijo nada, así que le miré para asegurarme de que estaba vivo.
Tenía los ojos cerrados y la cabeza caída hacia un lado, pero respiraba. Se había quedado dormido de brazos cruzados, abrazándose a sí mismo, con la boca ligeramente abierta. Busqué algo con la mirada que fuera lo suficientemente fino y molesto como para ponerlo entre sus labios y hacer que se despertara, pero me contuve, una vez más, por miedo a no salir ilesa de allí. Justo cuando iba a apartarme para dejar a Yoongi algo más de espacio, él se despertó algo desorientado. Alzó la cabeza, me miró batiendo las pestañas y luego estiró el cuello con un quejido suave. Después se tumbó en la cama, utilizando mi regazo de almohada.
No me lo esperaba. No. No me lo esperaba. Para nada. Me quedé sin respiración un segundo, intentando procesar qué narices estaba pasando, pero logré volver a la normalidad y recuperar la calma cuando me di cuenta de que no estaba alucinando. No supe donde colocar mis manos, si encima de la cabeza de Yoongi, entre los mechones de su cabello color azabache, o si dejarlas a mis costados. Opté por la segunda opción, que quizá era la más incómoda. Apoyé las manos en el colchón, a mis lados.
Yoongi volvió a quedarse dormido, aquella vez con la cabeza sobre mi regazo.
*****
Me desperté porque era incapaz de encontrar una posición cómoda. Me reincorporé despacio. Lo primero que vi fue un episodio de Naruto en la pantalla de mi ordenador, y luego a Aerin mirándome con cara de no haber roto un plato en la vida. Estiré los brazos hacia delante. Me había quedado dormido utilizando sus piernas de almohada. No fue mi intención, pero el sueño me ganó.
Ella no dijo nada. Yo tampoco. No sé cuánto tiempo pasó desde que yo me desperté hasta que Aerin empezó a cabecear de una manera brutal. Parecía que se iba a romper el cuello. A pesar de estar a punto de caer dormida, conseguía mantenerse despierta. Acabó recostándose contra mí, apoyando la cabeza en mi hombro. Suspiró.
ㅡ No quiero perderme...ㅡ un bostezo la interrumpió. ㅡ la siguiente escena...
No supe si vio la escena o no. No me atreví a mirar a Aerin, pero estaba demasiado callada como para estar despierta. Vi cómo cerraba los ojos al girar la cabeza hacia ella. Fue Aerin quien se quedó dormida. Yo resoplé. No iba a aguantar demasiado tiempo el peso de su maldita cabeza. Tenerla tan pegada a mí me hizo sentirme un poco nervioso, pero se me pasó enseguida cuando recordé que era Aerin y no cualquier otra chica. Dejé que durmiera un rato más, hasta que se me entumeció el hombro. "Un rato más" resultaron ser tres capítulos seguidos de Naruto. Aerin estuvo durmiendo prácticamente una hora.
Tuve que golpear su mejilla varias veces para que se despertara. Podría estar la puta Tercera Guerra Mundial fuera y Aerin ni se inmutaría. Hasta que le di una bofetada suave.
Me di cuenta de que entonces sí estaba demasiado cerca de ella. Un par de centímetros más y el cristal de sus gafas se empañaría por culpa de mi aliento. Mi nariz casi se rozaba con la suya. No entendí cómo yo había llegado a aquella posición. Aún así, intenté despertar a Aerin una vez más. Aquella sería la definitiva. Si no se despertaba, me la quitaría de encima de un empujón.
ㅡ Aerin, joder. Despiértate.
Ella debió reconocer mi voz. Abrió los ojos despacio, y cuando me vio tan cerca, se quedó observándome como si fuera un jodido cuadro.
ㅡ ¿Has visto esa película...? ¿Arquitechture 101? ㅡ me preguntó, con voz suave y algo ronca. ㅡ Cuando ella está dormida y el chico se acerca para besarla...
Negué con la cabeza. Su nariz se rozó con la mía. Lo supe porque Aerin la tenía helada.
ㅡ Pero es Navidad, y no tenemos muérdago.
ㅡ Ah, claro...
Aerin pestañeaba demasiado despacio. Se estaba volviendo a quedar dormida, pero de repente inspiró con fuerza y se dio cuenta de lo que estaba pasando. Mi comentario hizo que se diera contra la realidad; y a mí me salvó de tener que pasar un mal trago. Bueno, a lo mejor besar a Aerin no era tan malo, pero sabía que ninguno de los dos quería hacerlo.
Ella me alejó, empujándome hacia atrás con fuerza. Me puse a toser enseguida, avergonzado, mirando por la única ventana del apartamento.
ㅡ Cr-creo que me voy. ㅡ dijo, levantándose lo más rápido que pudo. ㅡ Casi van a ser las tres... Puedes quedarte con el USB... Eh... ¡Adiós!
Se fue hacia la puerta. Se calzó y salió sin abrigo. Se dio cuenta nada más pisar la calle. Aerin llamó al timbre un par de veces, hasta que abrí la puerta. Le entregué su abrigo.
Ella hizo una reverencia y desapareció escaleras abajo.
**********
Aerin y Yoongi son recutes y lo sabéis
PERO SON SOLO AMIGOS GGG
btw, Sokcho es una ciudad del norte de Corea del Sur -qué gracioso, ''el norte del sur'' lmao- ah, y en corea es más típico celebrar la navidad con los amigos/pareja más que con la familia ♥
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