Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

v e i n t e

Todo el mundo esperaba su nota de matemáticas con nerviosismo y expectación. La verdad, expectaciones tenía más bien pocas, al igual que esperanzas, y al parecer era la única que prefería no ver su nota en el examen. Empecé a mordisquearme las uñas, intranquila, y seguí con la mirada los pasos rápidos de la profesora. Comenzó a tender hojas llenas de tachones y palabras escritas en rojo al resto de alumnos, que recibían el examen con mala cara. Más de uno se llevó un buen disgusto, eso estaba claro. Mientras Zorra Uno celebraba su aprobado agitando los brazos y sus kilos de más, Zorra Dos se hundía en su asiento -y en la miseria- con el examen entre las manos. No supe qué me hirió más; que Haneul aprobara o que yo suspendiera.

Recibí mi examen final con una sonrisa... Reí por no llorar. Vi el uno marcado en rojo en la esquina superior derecha y mi cerebro decidió que era una buena idea echarme a reír a carcajada limpia, sin llegar a creérmelo del todo. El primer paso era la incredulidad.

En cuanto Yoongi recibió su examen, las dos Zorras se giraron para ver su nota. Él las ignoró por completó y se volvió hacia mí, enseñándome con toda la tranquilidad del mundo el ocho escrito en la esquina del papel. Un ocho. Un jodido ocho. Abrí la boca, entre ofendida y sorprendida, y le arrebaté el examen de las manos. Lo miré con atención y lo comparé con el mío, pero antes de llegar al penúltimo ejercicio me cansé y se lo tendí.

Bufé. — Es imposible que haya suspendido. ¡Estudié un montón!

El segundo paso para superar un suspenso era la negación, así que estuve cerca de dos minutos quejándome sobre las horas que había pasado despierta en la madrugada para repasar matemáticas. ¡Y era verdad! Había estado horas y horas haciendo memorizando la teoría; tenía folios y folios llenos de ejercicios prácticos. Pero nada. A la profesora le pareció mejor plantarme un uno, y además con una notita al final en la que ponía: ''Feliz Navidad, Aerin, pero tienes que estudiar más''. Qué simpática es esta imbécil, ¿verdad?

— Mira el lado bueno. Te graduarás la primera. — soltó Yoongi, encogiéndose de hombros. — La primera por la cola, claro.

— Ja, ja, ja. Muy gracioso. — le golpeé con el codo. Me abstuve de preguntarle cómo había hecho para sacar un ocho en un examen que estaba diseñado para que todos los alumnos sacaran menos de un seis. — Mira el lado bueno, — me dije a mí misma — ya has terminado todos los exámenes. Ya no tienes que sufrir más hasta ener-

— Tendrás que estudiar en Navidad, ¿no? — Fulminé a Yoongi con la mirada porque me había quitado la ilusión de un plumazo. Fue como caer boca abajo en el agua desde un trampolín de cinco metros. Doloroso, vergonzoso y en cuestión de segundos.

— Vete a la mierda.

No dijo nada, se quedó absorto mirando por la ventana. Cuando lo hacía -el noventa y nueve por cierto del tiempo- tenía un aire tan melancólico y etéreo que lo único que se me ocurría hacer era cantar música triste en bajo e ir acercándome poco a poco a él, hasta que me daba un codazo o me miraba con cara de violador macabro. Pero aquel día de diciembre estaba tan cabreada conmigo misma que me quedé cruzada de brazos, viendo como el resto entregaba sus exámenes a la profesora. El tercer paso era la frustración.

Después de dejar sobre el escritorio cercano a la pizarra mi examen, me colgué la mochila del hombro y salí de clase ignorando a la marabunta de simios que se dirigía hacia las escaleras. Dejé atrás a Yoongi porque a) estaba demasiado cabreada, b) quería llegar a casa cuanto antes, y c) me enfadaba que él fuera mejor que yo. Sí, me jodía que él llegara de Daegu y me quitara el puesto como la más inteligente de la clase. Como aparentaba ese desinterés, Yoongi parecía ser un chico promedio, pero realmente sacaba muy buenas notas con sólo unas pocas horas de estudio. Yo también fui de esas hace un par de años, cuando todavía disfrutaba de la facilidad de la secundaria. Quizá me jodía porque yo era demasiado orgullosa, o quizá porque no sabía perder, o quizá porque aspiraba a algo a lo que no podía aspirar. Debía dejar de ser tan ambiciosa y empezar a ver las cosas con más objetividad, con más realismo.

Conseguí salir del instituto sin que ningún idiota me aplastara. Las vacaciones de Navidad estaban a la vuelta de la esquina, a dos días para ser exactos, y todos los grupos de amigos, ya fueran grandes o pequeños, se arremolinaban en la salida para acordar cuándo y dónde quedar para verse. Yo, sin embargo, pasé de largo y caminé a casa lo más rápido que pude, alicaída, sin siquiera mirar la frente.

Me detuve antes de girar una esquina porque alguien tiró de la correa de mi mochila. Me giré, creyendo que sería Yoongi, porque él era el único que se atrevía a hacer eso, pero me topé con una chica de ojos grandes y larga melena azabache.

Enarqué las cejas al ver que se trataba de Soyoung. No merecía la pena preguntarle qué narices quería, así que retomé el camino sin decir nada. No tenía ganas de hablar, ni siquiera de grupos de idols, y mucho menos de discutir con alguien como ella. Volví a pararme en seco cuando oí la voz aguda de Soyoung pronunciar mi nombre con recelo.

— ¿Qué? — dije de mala gana.

— ¿No puedo hablar contigo?

— No. Adiós.

— Eh, Aerin, espera. — me agarró del puño de mi abrigo para detenerme. — Sólo quería disculparme por lo del otro día. Lo siento, de verdad. Era una bromita...

— Tu cara si que es una bromita. — agité el brazo para zafarme de su agarre, rodé los ojos y suspiré con fastidio. — Que os quede claro que vuestras bromitas y vuestros insultos me importan menos que una mierda. ¿Lo entiendes o tengo que hacerte un esquema?

Pestañeó fingiendo inocencia. — Jo, ¿entonces no me perdonas?

— ¿Qué tengo que perdonar? Si de todas formas tus insultos no me ofenden. Además, yo siempre perdono a las perras y animales en general. Ellos no tienen la culpa de nada...

— Ah... — por un momento creí que iba a gritarme, pero no lo hizo. Miró varias veces hacia los lados y hacia atrás, como si buscara a alguien o como si tuviera prisa por irse. Volvió a detenerme antes de que yo continuara hacia delante, agarró mis dos manos y las cogió entre las suyas, pegándolas cerca de su pecho. — Aerin, de verdad lo siento...

A pesar de ser miope, reconocí una figura familiar que caminaba con las manos en los bolsillos a lo lejos, y entonces supe cuáles eran las verdaderas intenciones de Soyoung. — No te preocupes, le diré a Yoongi que te has disculpado conmigo.

— ¿Qué? ¿En seri- — debió de darse cuenta de que se había delatado a sí misma. Me reí a costa de su estupidez.

— Sí, sí; no te preocupes. Hagas lo que hagas no vas a tener ninguna oportunidad con él, pero tranquila. Yo se lo digo. No hay problema. — por fin pude deshacerme de su agarre y seguir con el camino de vuelta a casa. Suspiré, cansada, y caminé hasta dejarla muy atrás.

Hacía tanto frío que tuve que tirar de las mangas de mi abrigo para taparme las manos. Nunca me había gustado llevar las manos dentro de los bolsillos por alguna razón absurda, o puede que por algún trauma infantil del que no me acordaba. Mientras andaba deprisa para llegar a casa, me vino a la cabeza la fatídica nota de mi examen de matemáticas. Estaba jodida. Mis padres iban a encerrarme en mi habitación y a atarme a una silla con el libro delante para que lo estudiara de cabo a rabo. Me torturarían hablando día y noche de los temas de mi futuro y de la universidad. Prefería pegarme un tiro antes que aguantar todo eso.

Y por fin llegó la etapa más dura de un suspenso: la tristeza, los arrepentimientos y las preguntas sobre un futuro incierto. De sólo pensarlo se me formó un nudo en la garganta.

Alguien o algo hizo que me tropezara. Pensé que iba a caerme al suelo y estiré los brazos casi sin darme cuenta, esperando a amortiguar la caída.

— ¿Por qué siempre reaccionas de formas tan absurdas? — Yoongi se colocó a mi lado segundos después. Yo hice como si no hubiera pasado nada y seguí caminando con toda la dignidad del mundo.

— ¿De donde has aparecido?

— Soy omnipresente.

— Woah... — respondí, sin ganas. Debería haber sonado más efusiva para que el sarcasmo fuera más notorio, pero estaba tan alicaída de repente que sólo me salió eso, un ''woah'' soso y sin ironía.

Casi por inercia, me dejé llevar hacia delante. No iba mirando hacia el frente, sólo miraba a la punta de mis zapatos, así que me pasé un par de calles en vez de girar en la correcta. Yoongi fue desacelerando el paso poco a poco, confuso, y se quedó parado cuando yo ya estaba a mitad de la pasarela elevada que él siempre cruzaba. Yo sólo había pasado por ahí un par de veces. Casi nunca iba al otro lado de las vías del tren. Miré hacia los lados como si acabara de despertar de una pesadilla terrible, atemorizada porque había perdido de vista a Yoongi y hacía años que no pasaba por allí.

— ¿Dónde vas? — me preguntó él, a mis espaldas. Estaba unos cuantos metros más allá, al pie de la pasarela.

— Eh... Ah... — pensé una excusa rápida para no quedar como una idiota. — A tu casa. Sí, a tu casa. Nunca he estado allí y... Hoy es un buen día para ir a tu casa.

— Tus padres te estarán esperando para comer.

— Eso suena a ''oculto algo y no quiero que vengas conmigo'', — le señalé — así que voy a ir.

Escuché un largo y pesado suspiro. Yoongi se frotó las sienes con el índice y el pulgar. — Lo digo en serio, tus pa-

Se calló porque yo seguí hacia delante. Vale, tenía bastante curiosidad por saber dónde vivía Yoongi. Él había ido muchas veces a mi casa, pero yo nunca había estado en la suya y eso hacía trabajar a mi imaginación. A lo mejor Yoongi vivía en una especie de hospicio, o bajo un puente, o vete tú a saber. Intentó que me diera la vuelta y volviera a casa varias veces, pero yo insistí en que me enseñara su apartamento, casa, chalé, mansión o camastro bajo un puente, y a Yoongi no le quedó otra que acceder. Sabía que lo hacía para que cerrara la bocaza.

Caminamos juntos y en silencio unas cuantas calles. Lo único que sabía del barrio del otro lado de las vías es que era bastante más viejo y modesto que el mío; no diría que era un barrio pobre, simplemente menos caro. Los edificios eran bastante más bajos, menos modernos, y algunas tiendas -la mayoría diminutas- conservaban los típicos letreros de los años ochenta o noventa. Yoongi desapareció de mi vista de repente. Paniqueé un par de segundos y luego me apresuré a seguirle escaleras arriba, subiendo por un edificio de apartamentos, los típicos que se construían en masa en los años noventa, los típicos con un balcón gigante y muchas puertas juntas. Me fijé en que seguían conservando la cerradura tradicional.

Yoongi sacó unas llaves brillantes del bolso más pequeño de su mochila. Se paró enfrente de una puerta de madera azul, con la pintura desgastada. Me miró con algo de desconfianza antes de introducir las llaves en la cerradura y de girarlas hacia la derecha unas tres veces. La puerta hizo un ''clic'' y Yoongi la entreabrió sin dejar de mirarme.

— Deja que vea si están mis padres... — murmuró.

Asentí mientras veía cómo se metía dentro del apartamento. Estaba tan delgado que apenas tuvo que abrir la puerta para pasar. Tuve la sensación de que quería ocultar el interior, y no pude empezar a imaginarme diversas situaciones. ¿Trapicheos? ¿Cadáveres colgados del techo? ¿Dinero negro? ¿Síndrome de Diógenes?

Cerró la puerta con un golpetazo y me dejó ahí, en el balcón, sola, muriéndome del frío. Y seguí esperando otros cinco minutos, otros diez, y así hasta que me di cuenta de lo estúpida que había sido por quedarme allí creyendo que Yoongi iba a volver a aparecer. Me sentó mal, así que la parte más rencorosa de Im Aerin se quedó con el número del apartamento y decidió que Yoongi no iba a volver a entrar en su preciosa morada.

Estaba tan sensible que, al recordar que había sacado un maldito uno en matemáticas y al recordar que mi único amigo me había dado plantón, me dejé caer en uno de los escalones y me quedé sentada con la barbilla entre las manos, deseando que el frío terminara de congelarme. Suspiré. Vi cómo el vaho se desvanecía en el aire despacio. Si lloraba, probablemente las lágrimas acabaran siendo finos hilillos de hielo.

No se cuánto tiempo pasó desde que me senté hasta que escuché el chirrido de una puerta.

— ¿Pretendes acampar aquí o...? — reconocí la voz grave de Yoongi y no pude evitar girarme como si fuera un cachorrillo al escuchar su nombre. Él asomaba la cabeza por la puerta de su apartamento, resguardándose del frío.  Cruzamos una mirada interrogante.

— Estoy esperando a que te compadezcas de mí y- Ah, que no tienes corazón.

Yoongi chasqueó la lengua. — Pensé que ya te habías ido.

— ¿Vas a dejarme pasar o no? ¡Estoy a punto de morir de una hipotermia! — exclamé.

Mi infantil protesta debió funcionar, y al final, Yoongi dejó la puerta azul abierta para que yo entrara a su apartamento. Me levanté como pude del escalón -tenía las extremidades entumecidas por culpa del frío- y corrí hacia el interior.

Fue como un choque cultural. Nada de paredes altas, lámparas de cristal o cuatro habitaciones. Supuse enseguida que vivía solo al ver la única cama, la única fila de zapatos y el pequeño fregadero de la cocina lleno de cacharros. Si viviera con su madre, nada de eso estaría así. Me quité los zapatos y pisé el suelo frío con mis pies descalzos. Nada de calefacción radial por el suelo. A pesar de ser del tamaño de mi habitación, su apartamento me resultó bastante acogedor. Y lo mejor de todo es que estaba bien ordenado y limpio -a excepción de los platos apilados en el fregadero-.

Me senté al borde de su cama, pero Yoongi cogió mi mano y tiró de mi para que me levantara.

— Hala, ya has estado aquí, adiós, buenas tardes, feliz Navidad y todo eso.

*****

Aerin se quedó anclada al colchón de mi cama y se negó a mover el culo. ¿Por qué? Porque no se atrevía a ir a su casa después de palmar el examen de matemáticas. Según ella, su padre iba a gritarla y no quería tener dolor de cabeza al día siguiente. No comenté nada al respecto. Me incomodaba que ella estuviera allí, en mi apartamento, y quería que se marchara lo antes posible. Resoplé. Creía que lo que el resto pensaba o decía de mí me importaba una puta mierda, pero con Aerin era distinto. Ella tenía una casa gigantesca y unos padres que la apoyaban. Y yo no. A saber lo que estaba pensando en aquel momento. Estaba acostumbrada al lujo. Y mi apartamento en Seúl lo único que tenía era mugre.

Al final terminé sentándome a su lado. Estaba callada. Llegué a pensar que estaba muerta. Miré a Aerin de reojo.

— No me digas que te vas a echar a llorar. — arrugué la nariz y me eché hacia atrás en cuanto vi sus ojos vidriosos y su boca formar una línea delgada.

Negó con la cabeza. Hizo un ruido parecido al de un gato agonizando y se dejó caer hacia un lado, cerca de mi regazo, se quitó las gafas y se tapó la cara con ambas manos.

Y se quedó ahí, llorando en silencio.

No me gustaba ver a la gente llorar. Me parecía algo de cobardes. Me ponía nervioso y sólo me daban ganas de gritar a la gente a la cara. Obviamente, nunca lo hice. Y menos con Aerin. No sabía cómo coño reaccionar. Quise empujarla, tirarla de la cama y arrastrarla hasta la calle. Suspiré con hastío. ¿Por qué tenía que llorar por algo tan absurdo como un suspenso? ¿Y por qué tenía que llorar cuando yo estaba con ella? Primero pensé en alcanzar una botella llena de agua que estaba cerca de la cama, pero luego terminé agarrando un cojín. Empecé a golpear con fuerza su cabeza.

ㅡ ¡Ay, no, para! ㅡ se quejó. Se protegió la cabeza con los brazos y se hizo un ovillo.

ㅡ Deja de llorar por una gilipollez como un puto suspenso, joder.

ㅡ ¡Mi futuro está arruinado...!

Continué a pesar de sus sollozos y alaridos. Seguí golpeando a Aerin hasta que se levantó con el pelo hecho un desastre y los ojos enrojecidos. Había dejado de llorar por fin. Se quedó un buen rato mirando a la nada, pesando en... Nada, probablemente. Estaba en blanco.

Parecía una persona completamente distinta sin gafas. No estaba acostumbrado a verla así. Y tampoco a verla llorar.

Buscó un pañuelo en los bolsillos de la americana del uniforme y se sonó los mocos. Sin exagerar, se sonó tan fuerte que las paredes temblaron.

Recuperó sus gafas redondas, se levantó de la cama trastabillando y se despidió de mí con una reverencia, como si yo fuera un jodido profesor o algo así.

ㅡ Adiós, sensei. ㅡ soltó. Se estaba poniendo sus mocasines -demasiado discretos para ser ella- cuando volvió a tropezar con sus propios pies.

ㅡ ¿Los golpes te han dejado más tonta de lo que ya estabas?

ㅡ Mmh, supongo...

Parecía avergonzada. Se marchó sin mediar palabra, y después de que Aerin se fuera, me acordé de que debería haberla abrazado o algo así. Eso es lo que hacían en las películas cuando una chica lloraba.

*****

Aerin

gracias por lo de esta mañana
19:10
tuve un momento de bajón porque no podía dejar de pensar en ese 1
19:10

Te pegué con un cojín hasta que dejaste de llorar
20:01

pero eso era lo que necesitaba
20:36
gracias
20:36

De nada?
20:36

🙆💕💕💕💖
20:36


************

soy la única que tiene la sensación de que cuando Yoongi está nervioso se pone agresivo? no? si? quizá? probablemente? vale.

Sois guays

jjang


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro