t r e i n t a y c u a t r o
Miré con apatía el reloj de mi muñeca después de darme un paseo por la minúscula habitación en la que estaba ingresada mi abuela. Eran casi las seis de la tarde y mi abuela, conectada a varias máquinas que indicaban el estado de su corazón, ni siquiera se había dignado a tomar un poco de agua. Empezaba a frustrarme en demasía. Aunque el pronóstico de mi abuela no era demasiado alentador, había algunas esperanzas -porque la esperanza es lo último que muere, o eso decían- y yo estaba segura de que iba a salir de allí en unas cuantas semanas, antes de que los terroríficos exámenes de fin de curso arruinaran mi existencia. Pero habían pasado prácticamente diez días y mi abuela seguía allí porque no se dignaba a comer. Los médicos ya habían hecho todo lo posible y sólo quedaba que mi abuela cogiera fuerzas. Así que, todas las tardes me permitía el lujo de no ir al conservatorio y cogía el primer autobús que me llevara al hospital. Subir a la novena planta, entrar en el pasillo de la unidad coronaria, saludar a los médicos y fingir que no me cansaba estar allí se había convertido en rutina. Los últimos días mi cara de ''no-quiero-volver'' debía de ser demasiado evidente.
— ¡Así no saldrás de aquí! — bufé, cruzándome de brazos y apoyándome en la pared de color claro. — Vamos, mira que buena pinta tiene esa compota de manzana. ¿Por qué no pruebas un poco?
Había adoptado el papel de la mala nieta, la que grita y obliga a su abuela a comer. A ella no le hacía demasiada gracia, pero con el paso de los días había conseguido que dejara de hacer amagos de arcadas y que dejara de escupir la comida. Me acerqué a su cama y cogí la cuchara limpia que estaba al lado del plato de la compota. Lo probé. Nunca me había disgustado la comida de los hospitales, y la verdad, si mi abuela no se comía aquella compota de manzana en menos de quince minutos, yo me la comería sin hacer ascos. Asentí con convicción, volví a hundir la cuchara en el plato y se la tendí a mi abuela. Los primeros días la pobre mujer ni siquiera era capaz de sujetar una pajita con la boca, pero ya empezaba a poder alzar los brazos y a mover las piernas.
— Venga, tienes que comer un poco. Mira qué bueno hace fuera; cuando te den el alta podríamos dar un paseo. — le alenté. — Sólo come un poquito para tomar las pastillas. — hizo como si tuviera nauseas, pero levanté el índice, advirtiendo a mi abuela. — No, no. Conmigo ni se te ocurra vomitar.
Al parecer, lo único que funcionaba con mi abuela era ser estricta. Empezó a comer con calma, más bien con desgana, muy despacio. Di otra vuelta por la habitación, fijándome en las jeringuillas con antidiuréticos, las gasas, los informes... Me sentía en mi mundo, sentía que mi vocación era la de un médico.
Como si me hubiera leído la mente, mi abuela soltó: — Se te da bien esto.
Me giré para ayudar a mi abuela a beber algo de agua. — ¿El qué?
— Ser médico. ¿Qué tal en el cole?
Me reí con amargura. — Hace años que dejé el colegio, abuela. Y me va bien en el instituto. — ¡Mentira!
— Ah, claro. — tenía lagunas mentales, pero debía ser un efecto secundario del infarto. Continuó comiendo la compota. — El otro día... — hablaba como si no llevara ingresada en un hospital más de una semana. — tu prima dijo que tenías novio.
— No tengo novio. — resoplé.
— Me lo dijo.
— Ya, pero mi prima es tonta. Ni siquiera sabe su apellido. ¿Cómo va a saber si tengo novio? — negué con la cabeza a modo de desaprobación. Cogí la cuchara que mi abuela había dejado en el plato y seguí obligándole a que comiera algo más. — No puedes tomarte las pastillas con el estómago vacío, abuela.
— ¿Tú no ibas con un chico así, un poco aniñado...?
— Sí, pero que vaya con él no significa que sea mi novio. — ¿¡Cuántas veces tendré que repetirlo!?
— Bueno, bueno, si tiene cara de niña no creo que le gusten las chicas.
Me reí otra vez, mirando hacia la ventana. No comenté nada al respecto porque no estaba allí para hablar sobre Yoongi, tampoco sobre novios o sobre los estudios. Cotilleé con mi abuela sobre Zorra Uno, aunque iba en contra de mis principios; al parecer una de las formas de mantener distraída de la comida a mi abuela era dándole una conversación que incluyera a gente que ella y yo conocíamos. Haneul vivía cerca de la casa de mi abuela y siempre le saludaba -a pesar de ser una zorra maleducada conmigo-, y como yo no conocía a mucha gente, era de ella de la quien podía hablar con mi abuela. Logró acabar con más de la mitad de la compota de manzana, así que me puse a dar brinquitos, a aplaudir y a animar a mi abuela. Tampoco quería que se pusiera eufórica, no sea que le de otro infarto...
Al rato, mi teléfono sonó un par de veces. Supuse que sería mi padre, que seguramente ya estaba cerca del hospital, pero resultó ser Yoongi. Creía que estaba muerto ya porque llevaba más de media tarde sin contestar a mis mensajes, y eso era demasiado raro.
Yoongs 🎹🎶
Biblioteca del conservatorio.
18:16
Ahora.
18:16
????
18:20
Sabes de qué te estoy hablando
18:22
no
18:22
No era una pregunta
18:22
pero podría ser una pregunta indirecta ☝
18:22
Deja de contestar a todo lo que te digo
18:22
Puedes venir?
✔✔ Leído a las 18:22
Joder Aerin no te tomes todo al pie de la letra
18:23
decídete!!
18:23
contesto o no contesto
18:23
En la escala de desesperación del 1 al 10 me desesperas un 1000000000
18:24
Sojin y yo estamos en la biblioteca que está cerca del conservatorio
18:24
Necesito ayuda con biología porque ella no tiene ni puta idea de lo que me está intentando explicar
18:25
Además te dije que no iba a ir a la biblioteca con Sojin
18:25
Y me has dejado con ella
18:25
sabes que tenía que ir al hospital...
18:27
Si puedes, ven
18:27
Estoy a punto de lanzar el libro por la ventana y pirarme de aquí
18:27
tan mala es la biología sin mí? 😏😏
18:27
Es mala contigo y sin ti
18:28
iré
18:28
pero porque sojin me da pena y se merece un buen aprobado en biología
18:28
No podía irme del hospital y dejar a mi abuela sola, aunque dormía allí todas las noches sin ningún tipo de compañía -las visitas estaba restringidas-, así que esperé a que llegara mi padre del trabajo. No tardó demasiado, pero en cuanto recibí el mensaje de Yoongi sólo quería irme de allí y respirar un poco de la polución que contaminaba el aire de Seúl. Además, no me vendría mal dar un buen repaso a biología si no quería suspender el examen que estaba a la vuelta de la esquina. Mi padre llegó minutos después, con ese aire tranquilo a la par que apático tan suyo. Se acercó a mi abuela para darle un beso en la frente, y después de preguntarle qué tal se encontraba, se apoyó en la pared y sacó su teléfono para jugar a aquel estúpido juego de intercambiar figuritas al que era adicto. Resoplé. Primero advertí a mi padre con la mirada, no me parecía bien que ni siquiera hablara a mi abuela; luego le arrebaté el teléfono de las manos y señalé exageradamente a la mujer, recostada en la cama.
— ¡Papá! Has venido para hacer compañía a la abuela, no para aprovecharte del wifi de la cafetería. — le reñí. Resignado, mi padre guardó el teléfono en el bolsillo interior de la chaqueta de su traje. Le conté que la abuela había comido un poco y que se había tomado las pastillas sin ningún problema, orgullosa de mí misma. Y luego, le dije que me iría a la biblioteca a estudiar. — Volveré mañana por la tarde, y-
— ¿Vas con Yoongi? — me preguntó.
Las pupilas de mi abuela se dilataron y prestó atención en cuanto escuchó a mi padre pronunciar el nombre de mi amigo. Yo rodé los ojos, bufando. — Sí, pero Sojin también está allí. ¡Tranquilo! No pasará nada. Llevo spray de pimienta y mis Adidas. Puedo lanzárselas a la cara para que convulsione y huir, si es caso... Que sea un chico no significa que quiera tener algo conmigo.
— Sólo preguntaba. — mi padre se encogió de hombros. — Te regaló un libro, tú le invitas a casa... No sé, no sé... — tenía ese tono que siempre utilizaba para incomodarme. Me mostré escéptica, puse los brazos en jarras y miré a mi padre con una ceja enarcada. — ¿No tendréis citas a escondidas? Eso de ir a la biblioteca es una excusa que también se utilizaba en mi época.
— ¡Ugh, papá!
— ¿Aerin está saliendo con un chico? — mi abuela pareció sorprendida. Creía que su nieta de gafas era el único ser no sociable del planeta, así que todo aquello le parecía un milagro.
— No, no, no, abuela. No estoy saliendo con nadie, no tengo novio y no creo que lo tenga hasta que me case con un millonario, joder. — dije, claramente molesta. — Papá, ¿me oyes? ¡No estoy saliendo con Yoongi! ¡Hasta mañana, abuela! — me despedí, echándome al hombro mi bolso azul y saliendo de allí dando un buen portazo. Me abaniqué con las manos antes de llegar al ascensor, mientras recorría el enorme pasillo de la planta novena. Sabía que me había sonrojado, pero trataba de ocultarlo como mejor podía. Me pregunté a mí misma si era demasiado evidente que Yoongi empezaba a gustarme. ¿Y si mis padres se habían dado cuenta?
Salí del hospital y caminé hasta llegar a la primera parada de autobús que me llevara al conservatorio. La biblioteca no estaba a más de dos calles de allí, escondida entre unos cuantos edificios altos, así que no tendría que andar mucho más. Engañé a Yoongi y le dije que iría a estudiar con él a la biblioteca, pero me fui al hospital e hice que Sojin fuera en mi lugar. Quizá a Yoongi le molestó más de lo que había pensado. Los vi sentados en una mesa circular a lo lejos, nada más entrar en la enorme sala de estudio de la biblioteca , y a juzgar por la cara de Yoongi de ''voy a degollar hasta a un inofensivo gatito'', no estaba demasiado contento. Me acerqué a ellos con una sonrisilla, ajustando bien la montura de mis gafas, dejé mi bolso azul sobre la mesa y me senté enfrente de ellos.
— Ha llegado vuestra única esperanza, vuestra única salvación. — dije, abriendo los brazos en cruz. Yoongi puso los ojos en blanco con aire cansado y Sojin se limitó a reírse, como siempre. Ella deslizó el libro de biología hacia mí. — ¿Qué no entendéis?
— Todo. — contestó Yoongi.
La bajita le miró con ojos brillantes, entre decepcionada y preocupada. Luego, Sojin se dirigió a mi y señaló un par de apartados de una lección del libro. — Ah, ¡esto es muy fácil!
— Ya estamos. ¡Aerin, la mejor bióloga de todo Corea! — soltó Yoongi, sarcástico a rabiar.
Hice ademán de golpearle en la cabeza con el canto del tocho de biología. — ¡Cállate, inútil! ¡Ni siquiera sabes qué es una neurona! Ah, claro... No tienes.
— No tendré neuronas, pero al menos tengo dignidad y no suspendo matemáticas. — replicó.
— ¡Eso ha sido un golpe muy bajo! — protesté, y me incliné hacia delante para poder golpear a Yoongi en la frente. Él esquivó mi golpe y me dio un manotazo. Siempre que intentaba pegarme arrugaba la nariz o hacía un puchero. — ¿Sabes que no tienes? — hice un gesto con mi pulgar y mi índice, separándolos algo menos de dos centímetros. — ¡Es diminuta, casi inexistente!
Se rio, irónico. — ¿Y tú qué sabes?
— Ah... por favor, ¿podéis dejar de...? — intentó intervenir Sojin, poniendo sus pequeñas y femeninas manos entre nosotros.
— Yoongi, acepta la realidad. Sabes que es enana.
— Como tu media del curso, idiota.
— ¿¡Quieres dejar de golpear tan bajo!? Como se nota que te gusta jugar sucio, como con esa zorra...
— Chicos...Eh, parad... Por favor. — no supe si Sojin se reía porque era demasiado risueña o si se estaba riendo del puro nerviosismo. Debía de creer que Yoongi y yo nos peleábamos en serio cuando era todo lo contrario.
Me volví a sentar en la silla, dejándome caer en ella, y fulminando a Yoongi con la mirada. Él estaba tan serio que me hizo reír, y tuve que taparme la boca con la mano al ver la reacción de Sojin. Nos miró horrorizada, llena de miedo, pensando que Yoongi y yo nos íbamos a matar allí mismo. Abrí el libro de nuevo, me eché el pelo hacia atrás y expliqué a los otros dos la lección en menos de cinco minutos. Sojin lo pilló mucho antes, y entre las dos, tuvimos que repetirle todo el rollo a Yoongi un par de veces más, hasta que abrió la boca y se iluminó como si hubiera visto la aparición de una virgen -que podía ser perfectamente yo-. Asintió con convicción segundos más tarde, guardó su libro en la mochila lo más rápido que pudo y salió pitando de allí, dejándonos solas. Fruncí el ceño, extrañada. Me resultó raro que Yoongi no estuviera tan letárgico como el resto de días, pero me calmé al ver cómo se paraba metros antes de salir de la sala de estudio, cansado. Sólo quería irse de allí cuanto antes, como me había dicho.
Sojin y yo imitamos a Yoongi y nos levantamos de allí sin hacer mucho ruido. Caminamos hasta alcanzarle, bajamos la escalinata en completo silencio y nos llevamos la mano a los ojos cuando, al salir de la biblioteca, la luz anaranjada del atardecer nos cegó por completo. Sojin tomó la delantera y se encaminó hacia la enorme avenida que nos llevaba a casa, pero Yoongi se quedó quieto y cogió mi brazo para que yo no fuera con Sojin. Me giré para verle -aunque fue tarea imposible porque el sol volvió a dejarme sin córneas- y esperé a que dijera algo.
— Tenemos clase en el conservatorio. — mintió.
—Oh. No lo sabía. — Sojin arqueó la mano y la puso sobre su frente a modo de visera para poder vernos a contraluz. — Nos vemos mañana, entonces.
— Tranquila, Sojin, no tenemos cla- — Yoongi retorció mi brazo y lo puso detrás de mi cuerpo, pegado a mi espalda. Fingí una sonrisilla, me despedí de Sojin con la mano y me agité para que Yoongi me soltara en cuanto ella se dio la vuelta. — ¿Qué haces? — le empujé.
— Librarme de ella. — respondió, con toda la tranquilidad y naturalidad del mundo.
— ¿Por qué? ¡Es simpática, mona y totalmente inocente! ¡Pobrecita!
— Ya, ya. Lo que tú digas.
Nos pusimos en marcha, caminando en dirección contraria y lo más despacio posible. Suspiré. — No entiendo por qué quieres librarte de Sojin.
— Ni yo entiendo por qué te has empeñado en emparejarme con ella.
— Porque- — me detuve. Sojin y yo llegamos a un trato, pero no quería decírselo a Yoongi. Iba a creer que yo era una egoísta, una mala amiga y una aprovechada, así que prefería callarme y buscar una excusa que sonara decente. — Porque ella es bajita y es la única chica que vas a encontrar más bajita que tú. Hacéis una buena pareja. Soy como cupido, una casamentera...
— Ah, sí. Como la de Mulán. Tienes bigote y todo.
— Idiota. — me di cuenta de que estaba siguiendo a Yoongi, y él no llevaba el mismo camino de siempre. Dijo que íbamos al conservatorio, pero no iba por la calle correcta, y tampoco había tomado la avenida que nos llevaba de vuelta a casa. — ¿Dónde vamos...? — reconocí a lo lejos el parque que estaba detrás del edificio del conservatorio. Era famoso por tener un largo paseo con cerezos que, en aquella época, estaba en flor. Siempre estaba lleno de parejitas, y eso me hizo pensar en una sola cosa: — ¿Es una cita?
— ¿Qué coño dices? ¿Una cita en una tienda de conveniencia? — alzó las cejas. — ¿En qué clase de libro de mierda has leído eso?
Y entonces, me choqué contra la realidad. Yoongi iba a comprar café a la tienda de conveniencia, no al parque. Me quise morir de la vergüenza, pero mantuve la compostura y me quedé pululando por el pasillo de maquillaje de la tienda, evitando que Yoongi me viera.
*****
Aerin se compró media docena de latas de café frío. Dijo que beber tanto café no le iba a dejar dormir y que iba a tener dolor de cabeza después, pero se la sudó y se ventiló el café en menos de dos minutos. Yo me limité a beber mi café, despacio. No entendía como Aerin siempre tenía tanta sed. Los dos estábamos cansados, ella más que yo. Había pasado más de media tarde en el hospital. No me atrevía a preguntar qué tal estaba su abuela. Parecía ser reservada en cuanto esos temas y no había abierto la boca -milagro- en ningún momento. Evitaba tener que hablar de ello. A lo mejor algo iba mal.
Ella no puso pegas cuando le dije que prefería volver andando a casa. Era la única forma que podía estar más tiempo con Aerin. Fingiendo no tener ni puñetera idea de adónde iba, di un rodeo bastante absurdo para volver. Paseamos sin decir mucho por un camino con cerezos en flor y todas esas mierdas románticas que salían en los animes con filtro rosa. Vamos, yo no era de esos que veían animes para crías, pero había oído algo de eso... Aerin señaló una especie de claro entre los cerezos, y sin decir nada, fue directa hacia allí para tirarse en el césped recién cortado. La verdad es que me daba pereza tener que ir hasta el césped, pero fui igualmente.
Me quité la mochila y la lacé al suelo. Después me quité la chaqueta azul del uniforme e hice lo mismo, aunque la extendí para poder sentarme sobre ella.
— Mírate, si eres toda una señorita... — comentó Aerin, riéndose. Sacó otra lata de la bolsa negra de la tienda. La abrió con un ''clic''. — Poniendo su chaqueta en la hierba para no mancharse la ropa...
— Y tú debes de ser un cerdo o algo así, porque te importa una mierda tener que mancharte.
Bebió café con una mueca. — Hay una teoría que dice que si no te mueves sobre el césped, no te manchas. En secreto está en apoyar bien el culo y en no moverte demasiado para- Bueno, da igual. — hizo un gesto con la mano, agitándola. Sabía que Aerin iba a gritar como loca en cuanto viera su vestido manchado de verdín. — ¿Hay novedades sobre lo de la agencia?
Negué con la cabeza. — No.
— Oh. Estaba cien por cien segura de que iban a enviarte algún tipo de correo... Lo hiciste muy bien.
No dije nada. Me quedé en silencio, con la vista fija en algunos pétalos de cerezo que habían llegado hasta el césped. De reojo, vi cómo Aerin sacaba de un terrible bolso azul metalizado su teléfono móvil y unos auriculares. Suspiró, se los puso y dejó caer la cabeza sobre mi regazo. Estiró los brazos hacia arriba.
— Levántate, no soy un puto cojín.
— ¡Tú haces lo mismo! — lloriqueó. Apoyé las manos en el suelo mullido. Aerin me miró desde abajo, pero evité el contacto visual. — Has esperado a cumplir los dieciocho para entrar en alguna agencia, ¿verdad? — preguntó de repente. — Mi sexto sentido me lo dice.
Volví a guardar silencio. Al menos hasta que Aerin pellizcó mi costado y tuve que quejarme. — Para.
— Si no me respondes, me lo tomaré como un sí... — canturreó.
— Sí.
— ¡Lo sabía! Y... Eso es porque tus padres no quieren que estés aquí.
— Deja de ver tantas películas en un solo día, te dejan el cerebro seco y hacer teorías absurdas, como si fueras una fan loca.
— Sólo estoy intentando refutar mis teorías, así que dime, Yoongi. Porfa, cuéntamelo. No se lo diré a nadie.
— Porque no tienes a nadie a parte de mi para contárselo.
— Sí. Bueno, ¿me vas a decir si tengo razón o no? Y no vale darme la razón como a los tontos. — pellizcó mi costado otra vez. Me pensé la respuesta un par de segundos. Aerin era la única persona a la que podía contarle la verdad, pero no quería decírselo. ¿Qué más daba? — Si tienes la suficiente confianza como para tirarte en mi sofá todos los fines de semana y pasearte por mi cocina como si nada, creo que confías en mi lo suficiente como para contarme si es verdad lo que creo o no.
Supuse que tenía razón. — Ya te dije que mis padres no querían que yo estuviera aquí. Todo esto les parece una gilipollez.
Miré hacia abajo porque sentía la mirada de Aerin clavada en mí constantemente. Me miraba a través de sus gafas redondas como si estuviera conteniendo las lágrimas. Seguro que era por la alergia al polen. — Tío, no te preocupes, yo te apoyo en todo esto. Si quieres ser el nuevo Eminem, sé el puto Eminem, o sé mejor que él. — se quedó un buen rato sosteniendo mi mirada. Luego se dio cuenta de lo motivador que había sonado y se emocionó ella sola. — ¡Hala, qué bien ha quedado! Si quieres ser el nuevo Eminem... Woah, creía que no era capaz de decir frases tan inspiradoras.
— Tampoco es para tanto.
Pataleó. — ¡Siempre, siempre tienes que estar matando mi ilusión!
Me encogí de hombros. — Sólo soy realista.
— Y una mierda. Admite que te ha gustado mi frase, Yoongi.
— No.
— ¿No lo admites o-
Tapé su boca con fuerza aprovechado que Aerin todavía tenía la cabeza sobre mi regazo. — Cállate, por lo que más quieras. Me das dolor de cabeza. —Mordió mi mano, pero no la retiré. Farfulló algo. — Creo que estoy oyendo a alguien hablar... ¿quién será?
Consiguió retirar mi mano de su boca con las suyas. — ¡Me estaba ahogando!
— Eso era lo que intentaba.
Cruzamos una mirada rápida. Aerin se reincorporó tan de golpe que estuvo a punto de darme con la cabeza en la barbilla. Se sentó cerca de mí, pero guardando las distancias, y me ofreció el auricular derecho. Dudé un poco antes de cogerlo. Abracé mis piernas en cuanto la música de Epik High llenó mis oídos. Aerin siempre solía dejarme sus auriculares cuando escuchaba alguna canción de ellos.
Seguí con la mirada a algunas parejas que paseaban por el camino de cerezos. Me reí. — Es verdad. Esto parece una cita.
Ella también se rio, pero no comentó nada. Ni siquiera algo sarcástico.
**********
por si os quedasteis con la curiosidad, en el papel que Yoongi tira al suelo en el capitulo anterior no hay nada escrito ;) (sólo estaba jugando con vosotras)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro