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o n c e

Noté que algo caía sobre mí. Agité los brazos para quitármelo de encima, protestando y mirando hacia los lados para ver de qué se trataba. Era mi chaqueta gris, que había caído al suelo después de que yo pensara que tenía algún bicho gigantesco encima. La recogí.

ㅡ Ahí tienes tu chaqueta.

Yoongi la señaló con mucha apatía. Empujó mi silla hacia delante, pegándome contra mi pupitre, suspiró cansado y se dejó caer en su sitio. Me reí mientras doblaba la sudadera gris y la dejaba bien guardada en mi mochila. Yoongi solía llegar más temprano que yo -obviamente, necesitaba tomarme mi tiempo para que mi maquillaje estuviera perfecto por la mañana-, pero aquel día fue una excepción. Parecía algo más cansado que de costumbre.

ㅡ Sé que siempre estás cansado, pero-

ㅡ Estoy durmiendo. ㅡ me dijo, extendiendo los brazos sobre la mesa y hundiendo la cara en ellos.

ㅡ Te dije que estudiar por las noches es malo.

Yoongi no comentó nada, pero giró levemente la cabeza sin levantarla para fulminarme con la mirada. Inspiró y chasqueó la lengua. ㅡ Dormir está sobrevalorado... ㅡni siquiera se esforzó en imitar mi voz. Simplemente utilizó un tono con sorna. ㅡ Además, estuviste hablando conmigo hasta las dos de la mañana.

ㅡ Dos menos cuarto. ㅡ apuntillé. ㅡ Pero tú me estabas preguntando cosas sobre biología, y como buena persona que soy, yo estaba respondiendo todas tus dudas.

Rodó los ojos. Yoongi volvió a ignorarme durante el resto de los diez minutos que tardó la profesora de biología en llegar al aula... Y durante el resto de la clase. Se quedó dormido. Por alguna razón, me sentía incómoda cuando Yoongi se quedaba frito del sueño a mi lado. Tenía la sensación de que todos me miraban y de que me iban a echar la bronca a mí en vez de a Yoongi, así que saqué la chaqueta gris que él se había quedado por casi una semana y le tapé con ella. Además, hacía algo de frío, y no quería aguantar sus quejas. Cuando la profesora de biología pasó lista y nombró a Yoongi, me apresuré para decir que no estaba. Haneul, tan pelota con los profesores como siempre, alzó la mano y dijo que Yoongi sí estaba en clase.

ㅡ No, no está. ㅡ repetí, abriendo los ojos como platos, exageradamente, y frunciendo los labios para que Zorra Uno cerrara la bocaza. No pareció captar la indirecta y no me quedó otra que exclamar: ㅡ ¡Tiene fiebre! ¡Está en casa agonizando, profe! ¡Al borde de la muerte!

Gracias a Dios, si existía, la profesora de biología no puso pegas y comenzó con la lección. Era una mujer algo despistada. Me pregunto cuántos porros se habrá fumado antes de venir. Después de pensar un buen rato en qué tipo de droga o tranquilizante consumía la mujer, presté atención a la clase. Biología era una de las pocas asignaturas que me gustaban, así que agudicé el oído y apunté todo lo que la profesora escribía en la pizarra.

De vez en cuando, miraba hacia mi izquierda. Me atreví a levantar la tela de la sudadera para asegurarme de que Yoongi estaba con vida. Apenas se movía.

Sonreí enternecida al ver cómo dormía como un bebé, con la boca semiabierta y la mejilla aplastada. Sólo le faltaba babear. Volví a taparle, con cuidado de que no se despertara. Nadie quería aguantar a Min Yoongi cabreado, ¿verdad?

La clase terminó, pero Yoongi continuó dormido como un puñetero tronco. Me estiré hacia delante, intentando no tocar a ninguna de las Zorras. Hice una mueca de dolor cuando todas las articulaciones de mis brazos crujieron. Soy una vieja de diecisiete años, socorro. También hice una mueca cuando todos los insectos que se hacían llamar "compañeros" comenzaron a arrastrar sillas, hablar en alto, gritar, jugar con sus teléfonos móviles y enseñar vídeos sin gracia al resto a todo volumen... Pude sentir cómo la ira se iba acumulando en el cuerpecillo de Yoongi. Vi cómo se reincorporaba a cámara lenta, cómo la chaqueta gris se resbalaba de sus hombros y cómo clavaba la mirada en Minho, un chico que sacaba media cabeza a Yoongi y con el doble de embergadura que él. Mi compañero de pupitre no tardó ni dos segundos en alcanzar mi estuche cerrado y en apuntar al más alto, a Minho, sin duda el más ruidoso del instituto entero. No era de nuestra clase, pero siempre venía en los descansos porque también creía que tenía una oportunidad con cualquiera.

Seguí con la mirada mi estuche. Me levanté y alargué los brazos para intentar recuperarlo mientras describía una trayectoria recta hacia el careto de Minho. Abrí los ojos con horror cuando mi estuche plateado impactó contra su nariz. Eso significaba dos cosas: uno, Yoongi estaba muerto; y dos, yo ya no iba a tener la esperanza de poder aprobar armonía si él moría.

Minho se acercó rápidamente a nosotros. Era como un maldito oso pardo enfurecido, dispuesto a darnos un buen manotazo. En cuanto vi que Yoongi no se movía, que se quedaba en el sitio con su cara de pasiva neutra, lo único que se me ocurrió para salvarle de las garras de Minho fue abalanzarme sobre Yoongi y poner los brazos en cruz, delante de él. Minho se paró en seco, pensándose dos veces si bajar su puño cerrado o no. Sonreí con timidez, ocultando mi enfado.

ㅡ No irás a pegar a Yoongi, ¿verdad?

ㅡ Quita del medio. ㅡ bufó.

Negué con a cabeza. ㅡ ¿Cuáles son las palabras mágicas...?ㅡ canturreé. ㅡ De todas formas, no puedes pegar a Yoongi.

ㅡ No te metas en asuntos de tíos.

ㅡ ¡Sería como si pegaras a mí! ㅡ exclamé. ㅡ Además, Song... ㅡ me incliné hacia delante, apoyando las manos sobre el pupitre de Yoongi. Él se echó hacia atrás, molesto; estuve a punto de golpearle con la cadera en la cara. ㅡ No querrás que alguno de estos... ㅡ dije, con tono confidencial, tapándome la boca con la mano para que sólo Minho me viera. ㅡ se chive a algún profesor, ¿verdad? Todos son unos chismosos. Aman las peleas y el drama. Y tampoco querrás manchar tu historial académico... otra vez...

ㅡ Quita, jod-

ㅡ ¿Pegarías a una chica?

ㅡ No.

Me encogí de hombros. ㅡ Pues Yoongi es como una, así que, ¡pírate! ㅡ señalé la puerta abierta del aula con el índice e hice un gesto para despedirme de Song.

ㅡ Nos vemos a la salida, nenaza. ㅡ soltó a Yoongi, tan tranquilo como siempre. Observaba la escena con el codo hincado en el saliente de la ventana y la mejilla hundida en el puño, como si estuviera escuchando llover.

ㅡ No, ¡nos vemos en el purgatorio! ㅡ contesté yo, sonriendo ampliamente. Cuando Minho se marchó, me senté en mi silla y resoplé.ㅡ Menudo chulo. Que me espere en la salida a mí. Ya verás que gracia le hace tener una pierna rota.

ㅡ Venga ya, Aerin, ni siquiera eres capaz de pasar el nivel dos del Super Mario. ㅡ dijo Yoongi, evitando mi mirada.

ㅡ Bueno, quizá no le rompería una pierna pero... Es un idiota. Como la mayoría de gente de este instituto.

Yoongi se rio. Fue una de esas risillas suaves y rápidas. ㅡ Deberías ir a recuperar tu estuche.

ㅡ Qué pereza...

ㅡ Soyoung. ㅡ me sorprendió que Yoongi llamara a Zorra Dos. Ella estaba al otro lado de la clase, hablando con otras chicas, y al escuchar la voz de Yoongi, se giró como una dichosa ardilla asustada. Su expresión se suavizó al ver que se trataba de Yoongi. Él le indicó a Zorra Dos dónde estaba mi estuche plateado, tirado en el suelo cerca de la pizarra.

Como si fuera un maldito robot acatando la orden de un ordenador, Soyoung se bajó de la mesa donde estaba sentada y se abrió paso entre el resto de alumnos hasta llegar a mi estuche. Lo recogió del suelo, doblando el tronco y mostrando por enésima vez su ropa interior. Era consciente de que la miraban. Rodé los ojos. Soyoung se acercó a Yoongi y le tendió mi estuche plateado. El timbre que anunciaba el fin del descanso de cinco minutos tocó, así que a Zorra Dos no le quedó más remedio que sentarse en su sitio al lado de Zorra Uno -Haneul para algunos-.

Yoongi me dio mi estuche. ㅡ ¿No vas a darme las gracias?

ㅡ Si ni siquiera has movido tus piernecitas de pollo, tío. ㅡ protesté. Sacudí la suciedad del estuche. ㅡ Tú deberías agradecerme que te he salvado la vida.

ㅡ Uy, sí. ㅡ replicó, sarcástico.

ㅡ Al menos podrías tocar-

ㅡ ¿Dices que el resto son unas desesperadas y ya me estás pidiendo que te toque?

Le di un golpe bastante fuerte en el hombro. Yoongi se encogió del dolor y maldijo en bajo. ㅡ ¡Tío, no! ¿Sabes? Ojalá te encuentres a Song Minho a la salida, te cagues del miedo y luego no tengas papel para limpiarte.

Volvió a reírse. Aunque yo esperaba que Yoongi dijera algo irónico y ocurrente, pero se quedó callado. Y despierto.

Al parecer había aprendido la lección y nunca dormía en la clase de matemáticas.

*****

Quise poner a prueba mi puntería y lancé el balón de baloncesto hacia Aerin. Ella caminaba distraída por el instituto, mirando su teléfono sin mucho interés. Eran más de las seis de la tarde y la cancha de baloncesto había quedado libre. No me pregunté qué narices hacía Aerin en el instituto a aquella hora si en teoría tenía clases en el conservatorio... La cuestión es que el balón impactó de lleno contra ella. Le dio en el costado derecho. Me reí a costa de su reacción. Fue gracioso. Aerin se asustó por el golpe y lanzó su teléfono móvil al suelo. Se agachó para recogerlo. No parecía enfadada por el golpe, de hecho, nada más recuperar su móvil, retomó la marcha y pasó de largo.

Hasta que vio el balón a sus pies. Guardó el teléfono en el bolsillo de la chaqueta azul del uniforme y cogió el balón como si fuera un bebé.

Me vio. No me saludó.

ㅡ ¿Es tuyo?

Realmente no. Encontré el balón fuera del campo de baloncesto. ㅡ Sí.

ㅡ ¿Juegas al baloncesto? ¿Tú? ¿Midiendo un metro setenta y poco? Venga ya.

ㅡ ¿Vas a darme el balón o-

Lo dejó caer al suelo. ㅡ Quiero ver si encestas. ㅡ dijo, retándome, con esos aires de superioridad tan suyos. Empujó la montura de sus gafas hacia atrás e hizo un gesto apático después para señalar la canasta.

ㅡ ¿Quieres que apostemos algo?

ㅡ No.

Sonreí orgulloso. ㅡ Eso es porque sabes que voy a encestar.

Recogí el balón de suelo por enésima vez, caminé hacia la línea de tiros libres y lo boté un par de veces antes de apuntar y lanzar. El balón describió una trayectoria parabólica perfecta y entró en el aro sin ningún tipo de problemas. Me giré hacia Aerin. Ella se había cruzado de brazos y me miraba, escéptica, con las cejas enarcadas. Pestañeó.

ㅡ Ha sido suerte. ㅡ sentenció. Fue ella quien caminó para recuperar el balón. Me sorprendió que lo lanzara tan bien, como si hubiera jugado al baloncesto anteriormente. ㅡ Prueba otra vez. Si la metes tres veces... Uy, eso ha sonado muy mal.

ㅡ Bastante mal.

ㅡ Bueno, ¡que encestes la pelota tres veces!

ㅡ ¿Por qué?

ㅡ Porque me gusta dar órdenes. ¿Te crees filósofo? Deja de preguntar "por qué" y lanza.

Le devolví el balón. Ella fue bastante ágil y lo recibió. Quizá sólo fue un acto reflejo. ㅡ Prueba tú, listilla.

ㅡ Vale, vale. ㅡ me empujó para situarse en la línea donde yo estaba, botó el balón, suspiró, dio un brinquito al alzar los brazos y lanzó el balón... Hacia otro planeta. ㅡ Oh. Vaya. Eh... Es que... Tengo astigmatismo y las líneas... Bueno. Fallo técnico. ㅡ dijo, avergonzada. Soltó una risilla al no poder encontrar una excusa decente. ㅡ Hace mucho que no jugaba al baloncesto. He perdido mis aptitudes.

ㅡ ¿Jugabas al baloncesto?

ㅡ Mi padre quería sacar provecho a mi altura. ㅡ se alisó la tela de la falda.

Aerin era casi igual de alta que yo. Casi. Seguro que yo era más alto. Fijo. Tenía sentido que jugara al baloncesto. ㅡ ¿Y lo dejaste?

ㅡ No me gusta el deporte. Además, necesito tener los dedos sanos. ㅡ me detuvo antes de que hicera cualquier tipo de comentario. Se llevó el índice a los labios y me mandó callar con un aplastante "shhhh".ㅡ Lo digo porque soy flautista, ¿vale? No malpienses.

ㅡ No he malpensado. 

ㅡ Ya, ya. Eso dicen todos. ㅡ echó su melena castaña hacia atrás antes de desaparecer sin decir nada. Me quedé mirándola, perplejo, sin saber si debía detenerla o no.

Al rato, vi cómo el balón de baloncesto volaba por el aire, directo a mi cabeza. De no ser por mis actos reflejos, estaría muerto en el suelo. Al menos no tendría que volver al instituto. Aerin volvió dando brinquitos. Pensé que estaba cansada, pero resultó ser todo lo contrario.

ㅡ Si logro taponarte el lanzamiento, me das una clase de piano. ㅡ soltó. Se quitó la mochila y la dejó junto a la mía, sobre el suelo rojo de la cancha.

ㅡ Y una mierda.

ㅡ ¿Te da corte que vea cómo tocas el piano, señor de África Central?

Negué con la cabeza mientras ella se ponía en posición. Hasta se subió las medias.  ㅡ No doy clases gratis.

ㅡ Venga, si te da cosa puedo tocarte la flauta.

Dejé que el balón cayera al suelo de cemento y me acuclillé para taparme la cara con las manos y morirme cómodamente de la vergüenza ajena. Me reí por no llorar, y luego me reí porque encontré la gracia al asunto. ㅡ ¿Cómo puedes decir eso tan tranquilamente?

ㅡ Joder, ¡porque toco la puta flauta! ¡Estoy harta de que la gente saque las cosas fuera de contexto! ㅡ protestó, poniéndose roja como un tomate. Volvió a cruzarse de brazos. ㅡ No voy a volver a cubrirte las espaldas nunca más, Yoongi. ¡Ni siquiera voy a dejar que duermas ni un solo minuto en clase!

Me encogí de hombros, indiferente. ㅡ Como quieras. ㅡ dejé de doblar las rodillas después de coger el balón. Me acerqué a Aerin, aunque mantuve una distancia prudente, como de costumbre. Boté la pelota. ㅡ Si encesto...

ㅡ Si encestas no me darás clases de piano, perfecto. Guay.

ㅡ Si encesto, ㅡ señalé a Aerin ㅡ me compras de camino a casa un americano.

ㅡ ¿Un americano? ¿Y por qué no un europeo...?

Salté y lancé a canasta aprovechando que Aerin estaba ocupada contando su chiste malo. Cuando escuchó el ruido del balón pasando por las redes del aro, se giró bruscamente y se quedó mirando la canasta. Se volvió para encararme. Creí que iba a decir algo como una niña pequeña, que iba a patalear, pero sólo entornó los ojos, formado una fina línea oscura, y asintió despacio.

ㅡ Así que este es Min Yoongi, ¿eh? Un tramposo y demagogo...

Bufé. ㅡ Al menos admites que soy el rey del baloncesto.

ㅡ Ya, y yo soy Usain Bolt. ¿Quieres ver lo deprisa que corro?

No le dije que sí, pero aun así Aerin hizo ademán de salir corriendo como si fuera una atleta profesional. Al final terminó caminando hacia su mochila a medio kilómetro por hora, más despacio que una abuelita con agujetas. Me hizo reír; y no era mi intención.

Fui a por el balón. Decidí quedármelo. Pobrecito, estás huérfano. Deja que te adopte, bebé. Cuando volví a por mi mochila, Aerin ya me llevaba la delantera. Resignado, me puse la mochila y caminé hacia ella.

ㅡ ¡Vamos! ㅡ me gritó. ㅡ ¿Necesitas un empujoncito? ¡Vas a velocidad de caracol!

ㅡ No pienso malgastar mis pocas energías en ir hasta allí corriendo.

ㅡ Si fuera Soyoung enseñando las bragas seguro que venías volando.

Puse los ojos en blanco. ㅡSoyoung no me gusta. ㅡ Escuché la risilla de Aerin. Supuse que sólo lo decía para molestarme. ㅡ ¿Estás celosa?

ㅡ ¡Muchísimo! ㅡ dijo, fingiendo sí estarlo. Aerin escupía, lloraba, vomitaba y hasta lloraba sarcasmo. ㅡ Vamos, ㅡ alargó el brazo y agarró mi muñeca sin previo aviso para poder tirar de mí. ㅡ quiero llevarte a la mejor cafetería de todo Seúl.

Me soltó cuando ella misma se dio cuenta de que a ninguno de los dos nos gustaba demasiado el contacto físico. Los dos metimos las manos en los bolsillos de nuestras respectivas chaquetas enseguida.

ㅡ Pues se ha quedado un buen día.

**********

Los finales de mis capítulos siempre son tan abruptos y tan ¿¿¿???

Me meo con la multimedia y no tiene nada de gracia *lógica de Elsa pt. I*

En fin,

tengo sueño.

Sayonara 🗿

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