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d i e c i s i e t e (ii)

Aunque estuve a punto de asesinar a Yoongi, él accedió a acompañarme a Myeong-dong de compras después de salir del conservatorio. ¡Pero fue su culpa por hacerme creer que iba a irse con esa zorra! ¡Fue casi como un intento de asesinato en defensa propia! Aunque al final todo resultó ser una mala bromita, me afectó más de lo que pensé. Me jodió, más bien. Me cabreé tanto al pensar que Yoongi podría haber malgastado su vida en ir con esa tipa que estuve sin hablar con él hasta el final de la mañana, cuando el pelinegro también empezaba cabrearse conmigo. Prometimos vernos a la salida del conservatorio, en el hall de entrada, después de su clase de piano.

Esperé sentada en unos asientos de metal, fríos, cercanos a las escaleras blancas del conservatorio. Saqué mi teléfono y lo miré con desinterés, esperando a Yoongi e incapaz de dejar de darle vueltas al asunto de Soyoung. ¿En serio creía ese idiota que podía ponerse al bajísimo nivel de esa zorra? Me cabreaba que se fijara tanto en el físico de las chicas. Vale, era un adolescente hormonal y toda esa mierda, pero no tenía razones para no darse cuenta de lo mala que era Soyoung para él. Si fuera otra chica, me convertiría en la madrina de Yoongi para su boda.

Le vi de reojo, bajando las escaleras a su típica velocidad de tortuga lesionada. Llevaba la mochila colgada de un solo hombro y las manos metidas en el bolsillo del pantalón. Siempre tenía ese aire de desinterés y la misma cara de aburrimiento, como si todo le importara una mierda. Me levanté al verle más cerca, a un par de pasos de distancia, me coloqué a su lado izquierdo y caminamos en silencio hasta la calle. Suspiró nada más pisar los adoquines de la acera.

— ¿Sigues molesta? — me preguntó de repente. Evité su mirada; giré la cabeza hacia el otro lado de la calle. Me pareció que estaba algo preocupado, quizá curioso. — Estás demasiado callada.

— No estoy molesta, sólo un poco cansada. — dije, encogiéndome de hombros, queriendo restarle importancia al asunto. Cambié de tema lo más rápido posible, antes de que Yoongi indagara más. No era el tipo de chico o de persona que iniciaba un interrogatorio cuando a su amiga le ocurría algo, pero decidí ir a lo seguro y preguntarle sobre su clase. — ¿Qué tal en piano?

— Bien. Como siempre. Oye, si estás cansada, deberías irte a casa.

— Sé que lo dices porque no quieres acompañarme, Yoongi.

Chasqueó la lengua. — No, lo digo en serio. Deberías descansar. — insistió.

— Que no. Yo hago lo que sea por irme de compras. Un día me recorrí medio Seúl en dos horas sólo para comprar ropa y maquillaje y volver a casa antes de las ocho.

— ¿Casi me matas esta mañana y ahora tengo que acompañarte de tienda en tienda para que sólo te compres una mísera camiseta? — protestó, fingiendo llorar enrabietado como un niño de tres años.

— Es tu castigo por gastarme esa broma. Además, — añadí — vas a ayudarme a elegir la ropa.

— Ay, no.

— Y llevarás mis bolsas.

— No...

— Como si fueras mi puñetero novio.

— ¡No...! — lloriqueó. Se paró en seco y se limpió unas lagrimillas imaginarias. Después suspiró, volvió a tener su expresión de siempre, hincó las manos en los bolsillos y retomó el camino junto a mí. — Te acompañaré sólo si me compras un americano.

— Un americano frío y amargo como tu corazón, Yoongi.

Bufó para esconder una risilla. — ¿Hay trato o no hay trato?

— Sí. — nos estrechamos la mano rápidamente. Él volvió a guardarla enseguida en el bolsillo del pantalón, y yo en el de mi cárdigan de punto.

Caminamos un par de minutos hasta la primera parada de autobús y esperamos otros tantos para subirnos al primer bus que nos llevara al distrito comercial de Myeong-dong. Todas las tiendas de ropa, maquillaje, accesorios y demás estaban allí. Yoongi me preguntó por qué no íbamos a Hongdae. Él nunca había estado y quería visitarlo. Hongdae era mucho más famoso, más turístico, lo cual suponía más gente y más aglomeraciones. Estaba demasiado masificado para mi gusto. Además, los locales de fiesta y las discotecas estaban allí, y a mí no me iba demasiado ese rollo. Myeong-dong era mucho mejor: más tranquilo y con más cafeterías con tartas deliciosas.

No hablamos mucho en el trayecto en autobús. Bueno, realmente no hablaba mucho con Yoongi de por sí. Él se ponía sus auriculares en cuanto tenía oportunidad y yo me despistaba ojeando algunos mensajes en mi teléfono, así que las conversaciones entre nosotros no eran demasiado comunes cuando estábamos solos, sin zorras o gente idiota alrededor. Al principio, los silencios eran demasiado incómodos, pero se habían ido convirtiendo poco a poco en silencios a secas, silencios que ninguno de los dos quería romper. Jugué con el pompón suave de color rosa que decoraba la cremallera de mi mochila mientras hacía un esfuerzo por agudizar el oído e intentar escuchar la música que salía de los auriculares blancos de Yoongi. Él debió notar que me había acercado un poco más, así que giró la cabeza para mirarme interrogante.

— ¿Qué escuchas? — me llevé el índice a los labios y le detuve antes de que soltara algo sarcástico a la par que obvio.

A veces, Yoongi ponía el volumen tan alto que podía oír perfectamente la música, sin necesidad de ponerme uno de los auriculares o de pegar mi oreja a la suya, y otros días simplemente se colocaba los audífonos sólo para que yo no hablara . Él titubeó unos segundos. Al final, se quitó uno de los auriculares y me lo enseñó, como diciendo ''eh, mira, estoy dejando que escuches la misma música que yo''. Lo tomé con cuidado y lo coloqué en mi oído izquierdo.

Ahogué un gritito. — ¿¡Escuchas a Epik High!? — dije, con el tono de una niña de trece años loca por un grupo de tres raperos. Estuve a punto de aplaudir.

— No, no les escucho. — respondió él, sarcástico. Tardó un buen rato en contestar. Antes de que le hiciera, cruzamos una mirada cargada de ilusión, una mirada brillante, como esas que intercambiaban los protagonistas de una película romántica al darse cuenta de que compartían los mismo gustos. — ¿Tú... escuchas a Epik High?

— Duh, pues claro. — puse los ojos en blanco. ¿En serio me pregunta eso?

— ¿No escuchas grupos de idols prefabricados?

— Escucho de todo. T-o-d-o. — deletreé. — Menos rock del duro, de ese en el que gritan, música medieval... — Love, love, love de Epik High terminó y dejó paso a una de las mejores canciones de la historia. Estuve a punto de levantarme del asiento, de coger a Yoongi por los hombros y gritarle que debíamos estar conectados por algo como el destino porque su gusto musical era casi idéntico al mío. 2NE1 empezó a sonar en mi oído izquierdo, y no pude evitar ahogar otro grito de la emoción. El resto de pasajeros se creerían que estaba loca. — ¿¡Escuchas también a 2NE1!?

— ¿Por qué te emocionas tanto? Me estás dando vergüenza ajena.

— ¡Tío, me alegro de que seas mi amigo! — estuve a punto de abrazar a Yoongi, pero el frenazo brusco del autobús me detuvo. Cogí la manga de la chaqueta del uniforme de Yoongi y tiré de ella para que se levantara. — Vamos, es nuestra parada.

Bajé del autobús dando un saltito. Las calles anchas de Myeong-dong estaba algo más llenas de lo que había pensado. Era la primera vez que iba allí con alguien, acompañada. Siempre había ido a visitar las tiendas de ropa sola, o con mis padres, pero nunca con un amigo. Sentí algo similar a la adrenalina. Estaba tan ilusionada que ni siquiera recordé que el contacto físico con el resto me repugnaba bastante y entrelacé mi brazo con el de Yoongi, sin importarme la incomodidad entre nosotros. Al contrario que con el resto de la población humana, el contacto físico con Yoongi era mucho más natural. Ni siquiera me importaba coger su mano. Al menos no tanto como al principio, cuando no dejaba de pensar en comedir todas mis acciones. Sentía que por fin podía ser la Aerin sin filtros con alguien, y la alegría de eso sumada a la ilusión de poder ir de compras hizo que me pusiera a brincar como una cabra de tienda en tienda.

Yoongi se cansó de sostener mi brazo en el minuto uno. Se alejó considerablemente de mí, pero yo estaba tan ocupada mirando vestidos, camisetas, pantalones y demás prendas que no le di importancia. Mi amigo se sentó en el primer sillón que encontró libre en la sección de zapatería  una de mis tiendas favoritas. Yo iba y venía con jerséis o faldas, a veces hasta con conjuntos enteros, y se los enseñaba con aire orgulloso.

— ¿Este?

— Demasiado hortera. ¿Qué clase de persona se pone un vestido de flecos? ¿Alguna de los años veinte?

— Vale, ¿y qué te parece esta camisa? Es bonita.

— Sería bonita si no tuviera un puto estampado de pájaros.

— ¡Pero los pájaros son bonitos!

— Y sus cagadas también, no te jod-

— Joder, Yoongi, no te gusta absolutamente nada. Es normal que no tengas más amigos... — bufé.

Hizo ademán de lanzarme algo del bolso de su chaqueta, pero no lo hizo porque la tienda empezaba a llenarse. Me marché con las manos vacías y la cartera llena. Fuimos a otra tienda. Yoongi volvió a sentarse en la primera silla que vio. Yo volví a enseñarle algún conjunto. Él volvió a decir que mi gusto para la ropa y para todo en general era pésimo. Y yo volví a contestarle que su opinión me importaba una mierda cuando en realidad era mentira. Sí me importaba; y a él no le disgustaba tanto mi estilo. Si de verdad tuviera un mal gusto, no le hubiera elegido a él como mejor amigo.

Al final, después de recorrer otras seis tiendas más, compré unos pantalones negros y un par de camisetas con mensajes absurdos en inglés de los que me avergonzaría años más tarde. Aunque dije a Yoongi que le iba hacer cargar con las bolsas de mis compras, metí todo a presión en mi mochila y dejé sus manos libres. Unas manos tan bonitas tienen que protegerse para lucirse tocando las teclas del piano. Como también le prometí comprarle un café, paramos en una cafetería de camino a casa. Esa sí que era la mejor cafetería de Seúl: podías elegir cualquier libro y comprarlo, o mejor aún, leerlo mientras tomabas un capuccino. Era un oasis en medio de un desierto. El cielo en el infierno.

Abrí la puerta de cristal de la cafetería, decorada con colores cálidos pero oscuros. Había poca gente, y nada más entrar, noté un olor mucho mejor que el de cualquier perfume caro. Poder disfrutar del aroma a café, galletas, papel y tinta era lo mejor que me había pasado en mis cortos diecisiete años de vida. Pedí a Yoongi que se sentara en algún lugar mientras yo ordenaba nuestras bebidas. Compré el americano con hielo que le había prometido y un té negro para mí -más una porción de tarta que no debería comer-. Fui casi corriendo a la mesa donde se había sentado Yoongi para dejar la bandeja con las bebibas cuanto antes y poder irme a ojear las estanterías plagadas de libros. No encontré nada interesante para leer, aunque estaba convencida de que tenía que haber algo adecuado para mí. Supuse que era incapaz de concentrarme en buscar títulos que me llamaran la atención porque no dejaba de pensar en el tema Yoongi-Soyoung. Resoplé. Con la excusa de que el té se me estaba quedando frío, volví a la mesa y me senté enfrente de Yoongi.

Me fijé en sus manos mientras daba el primer sorbo al té negro.

ㅡ ¿Te gusta? ㅡ pregunté.

ㅡ ¿El café? Es mediocre. No está mal.

ㅡ Para ti todo es mediocre... ㅡ murmuré, más para el cuello de mi camisa que para Yoongi. ㅡ Quería decir que si de verdad te gusta Soyoung.

Yoongi soltó una risilla bastante irónica. ㅡ Te he dicho que no. Me da la sensación de que yo te g-

ㅡ Me alegro de que no sea más que una mera atracción. ㅡ a lo mejor soné más seria de lo normal. Yoongi se quedó mirandome algo sorprendido por un momento. Luego se hundió en la silla acolchada donde estaba sentado y empezó a escucharme con más atención. ㅡ Te mereces algo mucho mejor que ella. No digo que sea más guapa, sólo más inteligente y mejor persona que esa zorra. No la conoces bien.

Jugueteó con la pajita negra del vaso de plástico de su café. ㅡ ¿Y tú la conoces?

ㅡ Desde la secundaria. Vi cómo evolucionaba de una cachorrilla a una perra de primera clase.

ㅡ No me gusta Soyoung. ㅡ corroboró.

ㅡ Pues menos mal. ㅡ me reí. De repente estaba nerviosa. No era ese tipo de chica que hablaba con cualquiera sobre sus sentimientos, sobre lo que sentía a cada hora o minuto. Le había soltado a Yoongi lo que pensaba, algo que ya me había guardado para mí misma. ㅡ Sería una pena que dejáramos de ser amigos por una basura de persona como ella.

ㅡ Sería difícil dejarte.

ㅡ Aw, mírate, si cuando quieres dices cosas bien bonitas, Yoongi...

Me hizo sonreír y sentirme realizada o algo así. Por fin tenía un amigo de verdad, un amigo con el que el contacto físico era de lo más natural y con el que podía soltar todo lo que se me pasaba por la cabeza sin tener que avergonzarme. Realmente, a pesar de su coraza de chico frío y misterioso, Yoongi merecía la pena.

**********

Sólo quiero decir que amo el gif de Yoongi -aunque wattpad le ha bajado la calidad un montón, idk- porque se ven sus manos bonitas y lo bello que es

He caído en la cuenta de que FL no está ambientada en el tiempo que yo quería, pero no creo que edite nada (de momento). First Love debería estar ambientada en el 2010-11, más o menos, y la estoy escribiendo como si estuviera en la actualidad. De todas formas, quÉ MÁS DAAaAa?! (todo esto me pasa por tener una mente retorcida y perfeccionista lol)






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