c u a r e n t a y t r e s
yoonguita
dime que estás vivo y que tienes toooooda la tarde libre
18:30
Soy el espíritu de Yoongi.
20:47
bien, al menos contestas...
20:50
quería ir a Myeong-dong contigo, pero no has contestado y he llamado a Sojin
20:50
mis padres me dejan estar hasta tarde porque ya soy mayorcita ✌✌✨
20:50
así que el espíritu de Yoongi me podría acompañar a algún lado
20:50
El espíritu de Yoongi no está disponile.
20:53
yo invito 😉
20:55
Dónde?
20:55
HAS RESUCITAAAADOOOO😱😱
20:55
sushi?
20:55
No
20:56
eres toda una princesita
20:56
No me gusta el pescado crudo
20:57
a mí me gustan las cosas bien crudas
✔✔ leído a las 20:57
O SEA
20:57
bueno
20:57
da igual
20:57
voy hacia tu morada así que más te vale tener un pie fuera de ella porque como no salgas te arrastro hasta la calle!
20:58
Cómo de crudo?
20:59
más bien al punto, ya sabes
20:59
de qué estamos hablando???
20:59
De la carne
21:00
Estoy cansado
21:00
cuándo no estás cansado??
21:08
bueno, te lo perdono por ser un animal nocturno que entrena hasta en verano
21:08
estoy llegaaaaandoooo~~
21:08
Yoongi y yo llevábamos un par de semanas sin vernos, y casi sin hablar. Él estaba demasiado ocupado, y aunque yo fingía dormir a las cuatro de la mañana cuando en realidad estaba despierta para hablar con Yoongi, no conseguíamos contarnos mucho. Había estado pensando en verle días atrás, pero me marché con mis padres a casa de mis tíos un fin de semana entero. Cuando se enteraron de que me iba a Italia, todo el mundo quiso verme de repente. Así que tampoco estuve tan relajada como creía. Durante los viajes, y durante la ida y vuelta de casa de mis abuelos o de Sojin, me preguntaba si llamar a Yoongi por teléfono era una buena idea. También me preguntaba si la gente de la agencia era consciente del talento que tenían allí, si sabían el peso que podían tener las palabras de Yoongi. Me dolía que se fuera, pero en el fondo estaba deseando que debutara y tuviera éxito. Lo único que quería era el éxito para los dos. Quizá él debutaba y su carrera despegaba, quizá llegaría a estar en la Billboard, o dando conciertos por todo Asia. Y yo, a lo mejor triunfaba como neurocirujana, o quizá como la mujer que descubrió la cura para el Alzheimer, o como una mera profesora de guardería. Bueno, no quería éxito. Quería felicidad. Lo peor de todo es que no era sencillo, empezando por el hecho de que cada día que pasaba me sentía un poquito más triste. Me quedaban un par de semanas escasas para irme a Italia; era lo mejor, pero me entristecía. Sentía que la distancia entre Yoongi, mi único mejor amigo, aumentaba cada vez más, ¡y ni siquiera me había subido al avión!
Subí las escaleras de aquel viejo edificio de apartamentos despacio. Aún hacía calor, y aunque llevaba un vestido de tela fina, la humedad del aire hacía que se pegara a mi cuerpo, y me daba aún más calor. Llamé sólo una vez a la puerta y esperé pacientemente a que Yoongi abriera, saliera y caminara conmigo. Pasaron bastantes segundos, puede que minutos, así que lo que hice fue lo de siempre: aporrear la puerta y quemar el timbre hasta que un irritado Yoongi apareciera poniendo los ojos en blanco.
— ¿Qué quie-
Entré al apartamento sin decir nada, apartando a Yoongi de un empujón, y busqué con la mirada las llaves de la puerta y su teléfono móvil. — ¡Nos vamos!
— Aerin-
— ¿Qué?
Yoongi señaló de mala gana mis pies, con su típica cara de asco. — No lleves esas zapatillas a Italia. Por lo que más quieras. Deshazte de ellas de una jodida vez.
Bufé, volví a agarrar su muñeca y tiré de él hacia la puerta, obligándole a arrastrar los pies. Me encargar de cerrar la puerta con llave y de guardarlas antes de que Yoongi protestara y me las arrebatara. Era capaz de volver hacia atrás y dejarme sola. Otra vez. Bajamos las escaleras despacio, caminando casi hombro con hombro. Hice todo lo posible por ocultar lo feliz que estaba en aquel momento. Ni siquiera estábamos hablando, pero tener a Yoongi al lado era casi como tener todas las Adidas edición limitada de todos los colores más llamativos. Estaba perdida por varias razones: a) mis ideales se habían ido a la mierda porque b) Yoongi me gustaba bastante, y c) empezaba a ser una indecisa por eso. ¿Debía quedarme en Seúl, decirle que me gustaba y vivir una historia de amor que iba a durar aproximadamente dos meses? ¿O debía irme a Roma para fracasar en mis estudios como hacía con todo? No sabía muy bien qué hacer. Quería echarme atrás. No quería ir a Italia por culpa de Yoongi, pero... ¿y si ni siquiera era recíproco? Era incapaz de dejar de pensar en eso.
Recorrimos un par de calles sin rumbo hasta que mi cerebro, por medio de actos involuntarios, hizo que mi cuerpo se encaminara hacia una de mis cafeterías preferidas. Estaban a punto de cerrar, pero como era una cliente habitual, conseguí colarme y pedir dos cafés bien fríos.
Nos sentamos fuera, a la orilla del río, en un banco de piedra. Estaba bastante tranquilo, apenas había gente, y el atardecer rosado -casi anochecer- brindaba un aire romántico a una escena de lo más normal. De repente, empecé a sentirme nerviosa, y lo único que pude hacer fue sorber el caramel macchiato con hielo escondiendo mi cara detrás del vaso de plástico. Yoongi echó la espalda hacia atrás y se tumbó en el banco con aire tranquilo y despreocupado.
— Di algo. — soltó.
— Boniato. — dije yo, en bajo. Pude escuchar a Yoongi maldecir en bajo, así que protesté enseguida. — ¿¡Qué!? Es lo primero que me ha venido a la cabeza.
— ¿Por qué estás pensando en boniatos? — utilizó un bufido para ocultar una risilla.
Me encogí de hombros. — No sé. ¿Porque tengo hambre, a lo mejor? Y seguro que tú también. ¿Cuándo es la última vez que has comido algo?
Silencio. Rodé los ojos, inspiré con fuerza y me levanté rápido del banco para hacer que Yoongi se levantara. Si, parecía estar bastante cansado y hambriento. Agotado, más bien, así que decidí llevarle de vuelta a su apartamento. Sabía que no iba a tener ni arroz guardado en la alacena, y mucho menos comida de su madre, y por eso, nada más pisar el suelo de parqué, encargué una pizza a domicilio. La más grande, porque tanto él como yo nos merecíamos comer la pizza tamaño familiar más grande -y cara- de Seúl. Mientras tanto, me senté en su cama deshecha, como de costumbre, y me puse a contar las vetas del suelo.
Yoongi se dejó caer a mi lado con un suspiro. — Te vas a ir en trece días.
— Woah, llevas la cuenta mejor que yo. — intenté sonar sarcástica, pero sólo me salió una risilla amarga. Jugueteé con mis dedos y empujé un par de veces la montura de mis gafas hacia atrás. — Tengo que ir a comprar maquillaje. Me acompañarás.
— No.
— Era una afirmación. — imité su tono de voz de una forma patética, y cambié de tema antes de que las cosas se volvieran tristes, nostálgicas y pesadas. — Y, ¿ya has conocido a alguien en la agencia? ¿Ya tienes amigos? ¿Son guapos? ¿Puedo tener oportunidades con alguno de ellos? ¿Y podrían regalarme cosas? No sé, un disco firmado o algo, para revenderlo y comprarme unos zapatos nuevos.
— Sí, no, no, obviamente no y no. — respondió. Tuve que recordar mis propias preguntas para saber a cuáles había contestado.
— ¡Ah...! Podrías presentármelos.
— No van a querer conocerte.
— ¿Quién no va a querer conocerme...? Perdona, pero hay gente que se muere por hacerlo.
— Pues será una de cada tres millones y medio de personas. ㅡ replicó.
Yoongi se recostó y se apoyó contra la pared, como yo. Notaba su mirada clavada en mí, cómo sus ojos recorrían mi rostro como si lo estuvieran analizando para recordarlo durante el mayor tiempo posible. Agaché la cabeza, abrumada, e intenté encontrar algún tema de conversación recurrente. Sólo me venía a la cabeza el mismo tema, y era el que más quería evitar. No quería hablar sobre mi beca en Europa, pero lo hice, porque como siempre, lo mejor era soltar todo lo que estaba pensando antes de que se acumulara en mi cabeza y las consecuencias fueran fatales.
ㅡ ¿Crees que podremos seguir hablando aunque me marche? La diferencia horaria no será un problema. ㅡ dije.
ㅡ ¿Por qué no íbamos a no poder hablar?
ㅡ No sé. Estaremos ocupados.
ㅡ Existen los mensajes. Son unas cosas que puedes leer en cualquier momento del día, ¿sabes? ㅡ Yoongi sonaba bastante sarcástico, pero noté algo de nerviosismo en su voz. Puede que preocupación. Le miré de reojo; se mordía la yema del pulgar. Aparté la mirada enseguida.
ㅡ ¡Lo estaba pensando! ㅡ grité en un susurro. No quería romper esa especie de silencio entre nosotros. De repente, comenzamos a hablar en bajo, susurrando, como si todo lo que decíamos tuviera que estar sólo entre nosotros.
ㅡ Aunque no pienso llamarte. Las tarifas internacionales cuestan un riñón y medio hígado.
ㅡ Si me hubieras dejado llevarme tu apéndice, podría haberlo revendido y haber contratado una tarifa de teléfono internacional.
ㅡ El apéndice no sirve para nada. ㅡ objetó.
ㅡ Ya, pero es tu apéndice. El apéndice de Min Yoongi. Quién sabe, en unos años puede valer millones.
Fue él quién se rió con amargura. ㅡ Estás tan convencida de que voy a hacerme famoso que empiezo a creérmelo...
ㅡ Yoongi, ㅡ le regañé ㅡ esa no es la actitud.
ㅡ Oye, tú siempre están fingiendo estar feliz y luego tienes problemas de autoestima.
ㅡ Eso... Da igual. La cuestión es que estás a un pasito de cumplir tu sueño, y si ya estás viéndolo remoto, imagínate cuando las cosas vayan mal de verdad. No puedes tirar la toalla así de fácil.
Mi charla motivadora le dejó sin palabras durante unos cuantos minutos. Yoongi sólo abrió la boca para decir que el repartidor estaba tardando media vida en traer nuestra pizza hiper-grande. Yo resoplé, él chasqueó la lengua unas seis veces, y me di cuenta de que ya era de noche por completo.
Estábamos casi a oscuras. Las rayas de la persiana medio cerrada dejaban que se colara la luz suave del exterior, y de no ser por la farola de la calle, yo no podría ver cómo los ojos oscuros de Yoongi brillaban con cierta admiración. Él devolvió la mirada al suelo en el instante en el que yo alcé la cabeza.
Inspiré. ㅡ Dicen que cuando alguien muere realmente es cuando sus seres queridos dejan de recordarle. Entonces, cuando alguien que quieres te olvida, ¿es como si murieras para él?
ㅡ Supongo. ㅡ era la primera vez que Yoongi no contestaba con un "¿a qué viene eso ahora?" o similares, y por ese motivo me quedé un buen rato procesando aquella simple palabra.
ㅡ No quiero que tú me olvides, aunque esté en otro país comiendo pasta y pizza romana todos los días.
Esperaba que Yoongi fuera capaz de asimilar conceptos, captar indirectas y descifrar que aquello era prácticamente una confesión. Sí, yo quería a Yoongi, pero no como si fuera mi hermano o mi simple amigo. Era más que eso, aunque ninguno de los dos quisiéramos admitirlo. Estaba segura de que el muy idiota no había entendido nada más, de que no había leído entre líneas, pero, al parecer, mi confesión le había pillado por sorpresa -o eso, o le había entrado el sueño y estaba durmiendo con los ojos abiertos-. Cruzamos la mirada más duradera de toda nuestra amistad. Me perdí en sus orbes oscuros, viendo chispas de determimación, hasta de cariño, y me pregunté si Yoongi también era capaz de ver más allá de mi mirada rasgada.
Él dejó de apoyarse en la pared para calcar la mano en el colchón, cerca de mis piernas, y poder acercarse a mí. En una situación normal en la que yo no estuviera embelesada con su nariz pequeña, similar a la de un gato, o con el par de pecas casi imperceptibles de sus mejillas pálidas pero mullidas, o con sus labios rosados y probablemente suaves... Seguramente hubiera huido. Tragué en seco y no me aparté cuando le noté cerca, cuando pude oír su respiración pausada y hasta notar los latidos bastante más acelerados de su corazón. Todas mis terminaciones nerviosas de mi piel se pusieron alerta. Noté el ligero roce de la mano de Yoongi en mi brazo y me quedé paralizada por completo, esperando a que mi cuerpo respondiera de una maldita vez. El tiempo se me hacía eterno, como si todo fuera a cámara lenta cuando en realidad todo ocurría en cuestión de segundos.
Se acercó, poco a poco, rompiendo la pequeñísima distancia entre nosotros. Él ya había cerrado los ojos cuando yo, de la nada, solté la estupidez más grande que podría haber dicho en toda mi patética vida:
ㅡ Los amigos no se besan.
En realidad, no era nada más que otra indirecta. Yoongi podía interpretarla de dos maneras: o bien se apartaba porque sólo me consideraba su amiga... o bien me besaba porque le importaban una mierda las etiquetas.
Dudó, y se apartó unos centímetros que me parecieron metros. Me observó con cuidado, y de golpe, puso su mano en mi barbilla, para obligarme a girarme hacia él un poco más, y terminó de reducir la distancia.
Me besó. O sea, Min Yoongi me besó y yo no sabía cómo reaccionar. Lo había visto en películas, series, libros, pero nunca lo había vivido. Nunca había pasado del beso normal al beso que describían en las novelas. Nunca había sentido nada con un beso, pero aquella vez fue la primera. Tenía algo en el estómago, y no eran gases ni ardor. ¿Serían las típicas mariposas? Era una sensación extraña, pero me gustaba. Era reconfortante.
Aunque al principio fue un beso algo torpe, luego no fue nada malo. Yoongi se atrevió a mover sus labios sobre los míos, y después de que esa sensación recorriera toda mi columna y mi cuerpo entero, me dije a mí misma que no pasaba nada si continuaba el beso. Correspondí, despacio, con miedo.
Se nos acabó el aire cuando el tipo de la pizza llamó al timbre.
Pero seguimos besándonos. ¡Que le jodan a la pizza!
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