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c u a r e n t a y d o s

Arrastré los pies hasta llegar hasta donde se encontraba Sojin. Aunque ya no teníamos clase y todo el  mundo tenía su graduado en el bolsillo, seguíamos yendo a la biblioteca a estudiar. Todo por la imbécil de Aerin. No dejó de enviarme mensajes hasta que le dije que iría a la sala de estudio. Sojin y ella se pasaban horas en la biblioteca estudiando para su examen de acceso. Yo, entre el calor, el sol y las prácticas no tenía muchas ganas de estudiar. De hecho me planteé no hacer el examen. Mis padres no se enterarían. Aerin, con suerte, tampoco. Estaba demasiado ocupada como para reparar en mí. Además, apenas iba a tener tiempo para estar en la universidad. Quería dedicarme a la música, no a estudiar otros cinco jodidos años.

Sojin agitó la mano para saludarme. Me limité a caminar hacia el interior de la biblioteca.

— ¿No vas a esperar a Aerin? — me preguntó Sojin. La de gafas, como de costumbre, llegaba tarde. Seguro que estaba echándose veinte kilos de purpurina en la cara o llevando su delineado hasta la nuca.

— Que se joda.

Llevaba más de un par de días sin ver a Aerin. Ella desapareció después de besarme,  y yo desaparecí también porque tenía cosas que hacer. Subí las escaleras de la biblioteca con poco ánimo. Hacía calor. Estaba cansado. Apenas había comido. No me quejé, principalmente porque Aerin era la única que se quejaba, y porque hacerlo conllevaba un gasto enorme de energía. Busqué una mesa con tres sillas libres con la mirada. La biblioteca iba a explotar en cualquier momento. Había demasiada gente y apenas quedaban sitios vacíos. Resoplé y esperé a que Sojin se adelantara y buscara un sitio por mi. La bajita preguntó a un tío si se iba a marchar. No sé si echó de allí al tipo o si se piró por iniciativa propia. Sojin me hizo un gesto con la mano para que me acercara.

Me senté enfrente de ella. Dejé mi mochila medio vacía en la silla que tenía al lado por si Aerin tenía los huevos para presentarse. Sojin extendió sus cosas por la mesa, respetando el espacio de la gente que le rodeaba, y me miró. Enarqué una ceja.

— ¿Qué?

— ¿Te gusta Aerin? — soltó.

Alcé la otra ceja. — No.

Ni siquiera supe cómo conseguí contestar con tanta neutralidad. Sojin frunció el ceño. — ¿No?

— No me gusta.  — miré directamente a sus ojos, como si le quisiera convencer de que no estaba mintiendo. Ella analizó mi mirada. Bufé. — ¿Qué te hace pensar eso?

— Es obvio... — gesticuló con las manos. — Hay tensión. Sólo te ríes con ella, sólo hablas con ell-

Solté una risilla sarcástica. Fingida. Interrumpí a Sojin. — ¿Has venido para hablar o para estudiar?

Arrugó la nariz en algo parecido a un puchero y agachó la cabeza. Sojin no volvió a hablar hasta que su teléfono vibró en el interior de su mochila. Se levantó de repente. Agitó el brazo, como si saludara a alguien. Ni siquiera me giré para ver de quién se trataba. Supuse que sería Aerin. Y estaba en lo cierto. Ella llegó tan rápido que levantó una corriente de aire. Sólo vi que llevaba sus puñeteras zapatillas rosa chillón. Seguían pareciéndome una abominación. Aerin se sentó a mi lado. Dejó mi mochila en mi regazo.

— ¿Lleváis mucho tiempo esperando? — siempre preguntaba lo mismo cuando llegaba tarde.

— Horas.

— Cállate, Yoongi, no te he preguntado. — resopló. Cruzamos una mirada rápida.

— ''Lleváis'' es la segunda persona del plural, por lo tanto incluye a Sojin y me incluye a mí.

— Vale, lo pillo. — señaló mi mochila con la barbilla. — Estudia. Saca-

— ¿Aerin? — abrí la boca con supuesta sorpresa, como si estuviera escandalizado. Sólo lo hacía para fastidiarla.

Aerin puso los ojos en blanco. — Saca los libros, tío. No he dicho sá-ca-te-la. — vocalizó. — El calor te calienta el cerebro y lo que no es el cerebro. — colocó un par de libros sobre la mesa. Escondía una sonrisilla. La ignoré al ver que Sojin nos observaba. Medía nuestras acciones, hasta contaba cada pestañeo. Si ella no hubiera estado allí, seguiría jodiendo a Aerin. Pero no era el caso.

Hice como si estudiaba unos cuantos minutos. Perdí la cuenta. Entre el calor, el silencio y el puto coñazo que estaba ''leyendo'', el sueño empezó a ganar terreno. Puse el codo en la mesa y apoyé la cabeza en mi puño. Justo cuando iba a quedarme dormido, alguien dio un toquecito sobre la madera y agarró mi muñeca. Era Sojin.

— ¿Puedes acompañarme a por un libro? Yo no llego a los estantes más altos...

Iba a decir que no, pero supuse que todo era mentira. Sólo querría decirme algo. Me daba pereza levantarme. Aun así lo hice. Bostecé y seguí a Sojin hacia las estanterías del final oscuro de la biblioteca. Aerin estaba  inmersa estudiando como loca. Ni siquiera se dio cuenta de que nos fuimos. O simplemente hizo la vista gorda.

Sojin se paró entre dos estanterías de la zona de diccionarios. Suspiró sonoramente, frustrada. Yo me apoyé contra una de las estanterías y me dediqué a ver cómo daba vueltas de un lado a otro.

— ¿¡Por qué no se lo dices!? — gritó en un susurro.

— ¿Eh?

— ¡Dile a Aerin que te gusta!

Creía que Sojin era la tía más zen de todo el universo. Pero estaba perdiendo los nervios. Al menos le sacaba una cabeza y media. Si se ponía demasiado pesada conmigo, sólo que tenía que poner la mano en su frente y empujarla hacía atrás. Ni la yema de sus dedos llegaría a rozarme. Sojin agitó su flequillo y me señaló acusadoramente con el índice. Definitivamente, la personalidad de Aerin se le pegaba a cualquiera.

— Tienes que decírselo.

— No me gust-

— He visto cómo la mirabas. — no notaba celos en su voz. Y eso era de agradecer. — Vamos, Yoongi... — volvió a hablar con su tono normal, tranquilo. — cada vez que os veo sólo quiero que os beséis y os quedéis juntos para siempre jamás. — miró al suelo. — Antes solo iba con Aerin porque era tu amiga, pero ahora voy con ella porque quiero que sea tu novia.

— ¿Qué libro querías...? — intenté cambiar de tema. Estaba a punto de irme de allí. Me incomodaba el tema. Era como si me hiciera ver vulnerable. Y eso hería el orgullo de cualquier tío.

— Aerin dijo que ella me ayudaría a ser tu novia, pero tú ya... Bueno, no me gustas, porque creo que ella y tú hacéis muy buena pareja. Si Aerin no me hubiera dicho que no erais novios en Busan, ¡me lo habría creído! ㅡ sonrió. ㅡ Se nota que os gustáis.

ㅡ ¿Os? ㅡ volví a enarcar las cejas y a reírme con incredulidad. ㅡ No le gusto a Ae-

Sojin dio una sonora palmada. ㅡ ¡Lo has admitido! ¡Has admitido que te gusta!

Rodé los ojos. Me sujeté el puente de la nariz con el índice y el pulgar, resoplando. ㅡ Joder, ni siquiera has dejado que termine la puta frase.

ㅡ P-pero no has... No has dicho nada sobre Aerin... ¿Por qué no se lo dices ya?

Metí las manos en los bolsillos del pantalón y empecé a caminar hacia el pasillo principal. Empezaba a cansarme. Sojin fue rápida y me alcanzó.

ㅡ No me gusta. ㅡ repetí antes de que ella abriera la boca.

ㅡ Te ayudaré. Ya eres cercano a ella, ¡sólo tienes que decírselo!  ㅡ juntó las manos a la altura del pecho, como si estuviera rezando. ㅡ Te prometo que no diré nada a Aerin. Y si necesitas ayuda, haré lo que pueda.

Me paré en seco. ㅡ ¿Vas a saber tener la boca cerrada?

Asintió con energía. No me fiaba mucho de ella -y de nadie- después de que Aerin me dijera que su compañero de laboratorio era el títere de las dos zorras por excelencia. Así que no confiaba ni siquiera en Sojin. Ni en Aerin. ¿Cómo iba a confiar en ella si cada vez que me quedaba dormido planeaba ahogarme?

ㅡ No diré nada a nadie. ㅡ dijo, convencida. ㅡ ¿Eso significa que...?

ㅡ Sólo quiero que mantengas tu bocaza cerrada.

ㅡ Va-vale.

Caminamos un par de metros de vuelta a la mesa. Detuve a Sojin. ㅡ ¿Y cómo se lo digo?

Ella sonrió con ilusión. Le faltó muy poco para gritar y aplaudir como una foca retrasada allí mismo. Se calmó segundos después. ㅡ En algún sitio bonito, en un parque o-

ㅡ No, no. ㅡ agité la mano. ㅡ Mejor no hables.

ㅡ Si te da un poquito de vergüenza, ¿por qué no le envías un mensaje? O... puedes mandarle indirectas. Ella las pilla enseguida. La semana que viene va a llover. Olvida tu paraguas y acércate a Aerin, o... — se encogió de hombros. — Tengo muchas ideas.

El problema de las indirectas y Aerin era que ella entendía lo que le daba la gana. Era capaz de hacer un guión de película solo con un par de palabras. Inspiré por la nariz con fuerza. Quizá tenía que decírselo antes de que nos distanciáramos más. Yo había firmado un contrato y ella estaba a punto de hacer un examen de acceso para una universidad de cualquier punto de Corea. O de cualquier punto del mundo. No tenía ni idea, el tiempo se me acababa y no sabía si sería capaz de decirle que me gustaba. Además, mi cabeza decidía hacerse preguntas como ''¿y si te rechaza?'', ''¿y si realmente ella no te gusta?'' y gilipolleces por el estilo. No era el típico tío que daba mil vueltas a las cosas, pero era incapaz de dejar de pensar en las consecuencias. A lo mejor era recíproco. Pero, de todas formas, no iba a llegar a nada.

*****

Aerin

Creo que me gusta una chica
03:48
Pero no sé si debería decirle que me gusta
03:48

QUEE?
04:00
Y sí, sigo despierta porque estaba estudiando 
04:00
DÍSELO DÍSELO
04:00

Perderé mi dignidad porque me rechazará
04:01

PERO QUIÉN TE RECHAZARÍA A TI?!
04:01

Tú?
no enviado

de todas formas, la dignidad no es gran cosa. la perdiste hace tiempo tú también...
04:01
oye, deberías irte a dormir
04:01

Tú también estás despierta 😑
04:01

ese es el único emoji que utilizas?
04:02

😑😶🤔😙😗☺😘😆😀☺😉🕪♩🔕🎷📻🎵🗡🛢🐖🐂🍁🍀🍃🐇🏠🏗🏠🗻🏤🏗🏣🕑🕧🕝🚲♿⭕⚬💯🕄✡⛧🕀
04:03
Contenta?
04:03

seGURO QUE HAY ALGÚN MENSAJE OCULTO
04:03
significa "yoongi vete a la cama y duerme ya"
04:03
descansa!
04:03

Que tengas pesadillas con cucarachas
04:03
Suerte en tu examen
04:04

EWWWWW CUCARACHASSS
04:04
gracias yoongo💕
04:04
yoongu*
04:04
yoongi*****
✔✔ leído a las 04:05

*****

— ¡Aerin, ha llegado la carta!

Me paseé por media cocina con un polo de mango a punto de derretirse y me paré justo al lado de mi madre. Tenía un sobre alargado y blanco en la mano. Lo miraba como si fuera una especie de salvación, como si tuviera la cura para la estupidez en sus manos, con los ojos brillantes y chispeantes de la más pura emoción. Yo tenía las manos pegajosas por el polo, así que dejé que ella lo abriera y lo leyera primero. Fingí no estar para nada nerviosa, continué tomando aquel trozo de hielo con sabor a mango clavado en un palo de madera y observé a mi madre abrir el sobre con un abrecartas. Se deshizo de él lanzándolo a la encimera de mármol. Desdobló el papel.

— ¿Qué dice? — pregunté, entre asustada y curiosa.

Esa carta sólo podía significar dos cosas: una, que iba  tener que quedarme para siempre jamás en Corea porque mi nota no era suficiente y mis aptitudes eran pésimas; o dos, que podía hacer las maletas e irme a Europa.

La historia no era demasiado larga. Antes de que finalizara el curso, mi tutora tuvo una aburridísima charla con mis padres para intentar convencerles de que su hija podía hacer cualquier carrera que no fuera medicina, no porque Im Aerin fuera una criminal o porque no fuera apta, sino porque su nota era demasiado baja. Pero mi padre, el cabezón de la familia, se empeñó en que su hija debía hacer medicina. Yo podría hacer cualquier otra carrera, y después de hablar con Yoongi y con Sojin, me di cuenta de que había más salidas: enfermería, psicología, hasta fisioterapia. Pero el señor Im dijo que no. Que se negaba a que su hija no fuera una futura doctora. Y por eso, sin hablarlo mucho conmigo, mis padres me inscribieron en el programa de estudio en Europa. Sí, quería marcharme de allí, visitar nuevos países y calarme de otras culturas distintas a la coreana, pero estaba Yoongi. ¡No quería tener que distanciarme todavía más de él!

Sabía que iba a ser imposible vernos cada día. Él ya era trainee en una agencia y apenas nos veíamos. Yo estudiaba, él entrenaba. Hablábamos por las noches si teníamos la suerte de estar despiertos a más de las doce de la noche, cuando él volvía a casa y yo terminaba mi larga jornada de estudio para la prueba de acceso a la universidad. Los dos estábamos iniciando una nueva etapa... En el fondo me dolía, pero a base de helados y de polos, conseguí aceptarlo.

Como apenas hablábamos, Yoongi no sabía nada de lo de Europa. Sojin tampoco. Era algo entre mis padres y yo. Aún no estaba confirmado si iba a irme a estudiar allí o no -por eso hice también el examen de acceso, por si tenía que quedarme otros mil años en Corea-, así que preferí guardármelo hasta que llegara aquella carta del infierno.

Mi madre me tendió el papel en blanco para que lo leyera. Me limpié las manos en un paño de cocina y me ajusté bien la montura de las gafas antes de leer con atención lo que ponía en letra bien clara y grande:

« El próximo siete de Julio a Roma, Italia

El corazón me latía a dos mil por hora. Tragué en seco y releí la carta, con el ceño fruncido, musitando y recalcando cada palabra. Me habían admitido. Medicina y estudios musicales superiores. Cinco años en Europa. En Roma. Con una beca de millones de won que cubría todos los gastos educativos. Con posibilidad de volver a Seúl en las vacaciones. Y me iba en un mes.

— Woah. — fue lo único que dije después de minutos con la mente en blanco. Fue estúpido, pero mi cuerpo era incapaz de reaccionar.

Me dejé caer en el sofá durante el resto de la mañana y de la tarde. Estaba tan feliz que mi forma de celebrarlo fue ver un maratón de películas cerca del aire acondicionador, bebiendo zumos y comiendo helado.

— ¿Por qué no llamas a Yoongi? — me dijo mi madre cuando atardecía. Miré a mi mamá con suspicacia, sin saber por qué lo decía. — Ahora debe hacer bueno. Sal un poco a la calle, hija, vas a atrofiarte de estar tanto tiempo sentada.

Mi padre, sentado a mi lado, jugando con su iPad a alguno de sus absurdos jueguecitos de hacer filas, me miró por encima de la montura de sus gafas para la presbicia y asintió. — Es verdad. Te queda poco tiempo en Seúl. Da una vuelta por ahí.

— Mmmmh... ¿Me dais dinero para McDonald's?

No les quedó otro remedio que soltarme un billete para que me fuera de casa. Me calcé, ni siquiera me peiné y salí en busca de Yoongi. Llamé a su teléfono, pero no contestó. Supuse que estaría durmiendo en su apartamento, por eso me encaminé hacia allí con calma, disfrutando del atardecer rosado y de la agradable temperatura. Odiaba el calor húmedo, pero el clima a las ocho de la tarde de aquel lunes no me disgustaba.

Subí las escaleras del edificio de apartamentos y di saltitos para llegar antes a la  puerta del piso de Yoongi. Llamé al timbre con insistencia, pero no debía estar allí. Hacía días que no le veía. Algo me dijo que él ya no vivía allí... Me comentó algo de irse a vivir con un compañero de la agencia, nada más. No dio detalles ni explicó el por qué.

Resignada, esperé unos cuantos minutos, con la esperanza de que apareciera, volví a dejar unas cuantas llamadas perdidas en su teléfono y me senté en los escalones hasta que dieron las ocho y media. Sin pensármelo dos veces, me fui de allí y cogí el metro para presentarme cuanto antes en McDonald's. Comer aliviaba mis penas.

Elegí un menú extragrande y me senté a comer sola en una mesa apartada del resto, cerca de la ventana. En realidad no tenía demasiado hambre, pero aún así estuve a punto de terminar con todas las patatas fritas. Me atraganté con una en cuanto vi a Yoongi al otro lado de la calle, tras un cruce de peatones. Quizá estaba loca, o soñando, o bajo los efectos de una seta alucinógena, y por eso veía a Yoongi por todas partes. Cruzó el paso entre otras personas y observé cómo se encaminaba hacia el restaurante. Llevaba una camiseta de rayas y unas bermudas negras, y fue en ese exacto momento cuando quise intercambiar sus piernas por las mías. Le dije que iría a McDonald's, pero Yoongi ni siquiera había leído el mensaje.

Entró con aires de diva, se sentó enfrente de mí después de lanzar su mochila al otro extremo del asiento y cogió con todo el desparpajo del mundo la bolsa de patatas fritas.

— Gracias por dejarme esta miseria. — protestó.

— Pensé que te habían secuestrado.

— ¿Por qué me has llamado como unas quince veces? — Yoongi estaba el triple de desganado que otros días. Su apatía empezaba a molestarme, pero no le dije nada porque supuse que estaría cansado.

— Quiero decirte algo.

Mis palabras le hicieron levantar la mirada y prestar atención. Yoongi dejó de masticar de golpe. Alzó las cejas, expectante.

ㅡ Eh... Es que no sé por dónde empezar... ㅡ me reí con nerviosismo, y como de costumbre, empujé la montura de mis gafas unas seis veces hasta que la acomodé del todo. ㅡ Mis padres me inscribieron en el programa de estudio en Europa y-

ㅡ Te vas.

Era una afirmación, pero aún así asentí. ㅡ Sí. En julio. Quería decírtelo a ti el primero.

Yoongi miró hacia la ventana con un suspiro. ㅡ ¿Estás contenta?

ㅡ ¡Claro! ㅡ Exclamé. Yoongi se limitó a comer más patatas fritas, despacio, mirando a los coches que pasaban al otro lado del cristal, y no abrió la boca hasta que le pregunté: ㅡ ¿Y tú? ¿Te va bien en la agencia?

Esbozó una sonrisilla y asintió. ㅡ Sí.

ㅡ ¡Qué guay! ¿Puedo acompañarte algún día? Quiero ver las salas de ensayo, y quie-

Yoongi me interrumpió porque empezó a sorber sonoramente el poco refresco que quedaba. Puse los ojos en blanco.

ㅡ ¿Nos vamos? Estoy cansado. Quiero irme de aquí y dormir en mi cama.

ㅡ Qué remedio...

Recorrimos media avenida a paso de caracol con esguince, casi arrastrando los pies. Me entretuve en pensar una manera de decirle a Yoongi que le quería. Como amigo, y estaba segura que como algo más. Sabía que no íbamos a ser novios, que lo nuestro sólo iba a ser fingido porque él tenía un contrato restrictivo y yo tenía que viajar a otro continente. ¡Además me moriría de la vergüenza si se lo decía! Hasta prefería besar a Yoongi. Era menos bochornoso. De todas formas, iba a huir hiciera lo que hiciera. Eso de que había perdido la vergüenza era una mentira; la timidez seguía haciendo que me echara hacia atrás a cada instante.

Caminamos juntos, casi hombro con hombro. Me fijé en su mano, libre, y me pregunté que pasaría si la cogía de repente.

ㅡ ¿Qué día te vas? ㅡ me dijo, sacándome de mis pensamientos. Di un brinquito.

ㅡ El siete de julio. Todavía queda bastante. ㅡ eso era como decir "todavía tengo tiempo para intentar declararme". Fue algo así como un auto-ánimo.

ㅡ Te da tiempo a verte toda la cinematografía de los noventa.

ㅡ Ya... ㅡ solté una carcajada suave. ㅡ ¿Puedo...? ¿Puedo coger tu mano?

ㅡ ¿¡Por qué!? ㅡ medio chilló, arrugando la nariz. Luego se rió, sarcástico.

ㅡ Porque es... eh... suave.

Yoongi murmuró algo entre dientes. ㅡ No.

ㅡ ¿Po-por qué no?

ㅡ Porque... No.

ㅡ Vale. Lo entiendo. Es verdad. Mis manos son como papel de lija y no puedo estropear las tuyas. ㅡ hice un gesto, restándole importancia al asunto. En el fondo, quería que la tierra me tragara.

Apenas dimos tres pasos y vi cómo Yoongi me ofrecía su mano. Dudé, porque sólo vi la nuca de Yoongi, no su rostro, pero al final la cogí para sujetarla con delicadeza al principio. Sólo al principio. Cuando dejé de morirme de la vergüenza y me di cuenta de que caminábamos dados de la mano, no pude evitar llevar mi brazo hacia delante y hacia atrás, feliz, y con mi brazo, nuestras manos. Di brinquitos, Yoongi protestó como un padre harto pero enternecido por su hija, y, sorprendentemente, no soltó mi mano. ¡No soltó mi mano y no dejaba de sonreírme!

**********

jkdsldlkssood

no tengo mucho que decir, adiós.

Un saludito a todas aquellas bellas personas que entienden que esta pobre autora tiene una vida fuera de wattpad, os quiero 💕💕


Besis de fresi 🍓🍓

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