2. Capítulo 1.
Hi~ Seguimos por estos lares a pesar de todo, como les comenté, este fic se me hace muy lindo sobretodo por el desarrollo entre la relación de Ash y Eiji, en eso nos meteremos hoy,más un poquito la situación familiar de Ash porque es su entorno directo para una recuperación a fin de cuentas.
¡Mil gracias por leer, espero que les guste!
Hace tiempo Ash no conocía a nadie de su edad.
¿Cuánto ha pasado?, ¿dos?, ¿tres años?
Desde que dejó de hablar con Shorter aproximadamente, durante su última hospitalización por un intento. Sí. Ahí fue.
No es que sea un inadaptado social, al contrario, sabe navegar las relaciones con una exquisita astucia porque tuvo que aprender a hacerlo, el problema es que se siente como un impostor al actuarlo o peor: un retrasado. No sabe vivir la vida. Si bien, sus compañeros de clase no acaban todavía la carrera tienen lo más importante, esos componentes que deben consolidar una vida pero Ash no admitirá en voz alta. Amigos. Una pareja. Una carrera. Un trabajo. Poder ir de fiesta porque se supone que todos a su edad lo hacen. Enamorarse. Que le rompan el corazón. Tener un hobbie. Libertad. Estabilidad. Felicidad. Puede que él sea un genio certificado pero los otros están mucho más adelantados.
Ash vive encerrado en su cuarto y las pocas veces que sale es para acompañar a Griffin a algún lado, sin embargo, andar juntos lo hace profesarse como si fuera un niño pequeño vistiendo un traje de carne y la sensación de fracaso lo exacerba todo. Desearía despertar siendo un hombre normal. Desearía despertar siendo otra persona. Desearía despertar y ser quién sea menos él.
Y no obstante, este último tiempo ha estado desconectado de esa sensación gracias a alguien.
Eiji Okumura.
No ha podido sacárselo de la cabeza, ¿por qué? Fue soso. Aburrido. Simplón. Genérico. Jodido.
—¿En qué piensas, mocoso?
—No es de tu incumbencia. —Por supuesto, a veces tiene estos lapsus de ambivalencia donde intenta hacerle caso a su terapeuta y cambiar con cosas pequeñitas como desayunar con toda la familia, el problema es que Griff se fue a trabajar temprano y solo quedaba Max.
—Ah. —El adulto se afloja la corbata con incomodidad, la tostada que sostiene en su palma se halla embarrada de mantequilla que lleva tanto tiempo derretida que en vez de dorado luce un tono ambarino, es asqueroso—. Cierto, cierto. No me incumbe.
—No, ni un poco. —Es tan incómodo que preferiría saltar de la ventana a forzar la conversación.
—¿Cómo la pasaste en la fiesta de Griff?
—Pésimo.
—La comida estaba deliciosa, ¿no crees? —Ya cállate—. No es por presumir, pero la cociné yo.
—Por eso se me hizo pastosa.
—Ah. —Ash aprieta los párpados, regañándose a sí mismo, es difícil tratar mejor a Max si ya se le hizo un hábito marcar lejanía con cada oración, ¿por qué? Solía creer que lo culpaba, que si Griff no lo rescató antes fue por la presencia de ese hombre, más, su inconsciente no es simple y tiene la sospecha de que existe otra razón desconocida—. Griff se veía muy feliz, hace tiempo no se miraba tan resplandeciente, además, estuvo muy regaloneado, ¿qué le obsequiaste? De seguro el tuyo fue su favorito.
—Olvidé su cumpleaños. —El corazón le duele al mencionarlo—. No le di nada.
—¡Eso no es cierto! —Max es tan optimista que le dan ganas de montarle un circo para que sea el payaso principal—. Fuiste a pesar de todo.
—Porque me sentí mal por no tenerle nada preparado, fui por culpa.
—Pero fuiste. —Qué sea tan validante le retuerce las tripas, no necesita la compasión de nadie.
—¿Podemos comer en silencio?
—Sí, sí.
—Gracias.
Quiere tratar mejor a Max.
Pero es demasiado complicado, ha reflexionado en torno a la inserción del adulto en su historia y sucedió en el momento más traumático en donde vio sufrir a Griffin por su culpa, donde todos los centavos se fueron a terapias costosas y eventualmente a una ciudad que pudiera ayudarlo mejor que Cape Cod, donde aguantó sus crisis con una ternura que no merecía y donde lo miró llorar tantas veces que sus ojos de azules pasaban a transparentes, le aterroriza saber que solo dio problemas mientras que Max aparece como su héroe, si su hermano tuviera que elegir entre ambos no lo escogería y Ash no lo culparía. Son muchas cosas pequeñas. Ruedan y ruedan tal como una bola de nieve lo haría y de repente, son la avalancha entera.
—Hoy intentaré arreglar el lavabo. —El hombre no puede quedarse en silencio por más de diez minutos—. ¿Quieres ayudarme? Ya sabes, tiempo de calidad entre padre e hijo. —Ash deja caer la cuchara contra el platillo, la escucha girar como si fuera una moneda antes de desplomarse.
—¿Tiempo de padre e hijo?, ¿es en serio?
—Sí, tiempo para los dos.
—Te estás pasando de la línea, viejo.
—No es mi intención presionarte, pero me pregunto cuánto más te tomará aceptarme, llevo un poco más de diez años con ustedes y creo que es momento de llamarme por lo que soy.
—Nunca. —Gruñe—. Nunca te aceptaré, no tengo porqué.
—Mal timing. —Se queja para sí mismo—. Bueno, si cambias de parecer planeo desplegar mis habilidades de plomero cuando regrese de la universidad, debo entregarle algo a Shunichi.
—El vejete japonés. —Balbucea para sí mismo—. ¿Así conoce a Eiji?, ¿gracias a la universidad?
—Se podría decir que sí.
—Entonces dónde está el bigotón está Eiji. —Musita para sí mismo—. Te acompañaré para que no hagas tus trámites aburridos tú solo.
—¡¿Qué?! —Max escupe el café y es asqueroso—. ¿Me quieres acompañar? —Qué lo pregunte con sus ojos de cachorro pateado brillando lo hace sentir como una mala persona—. ¿Te estás ofreciendo porque quieres ver a Eiji? Es sospechoso el repentino interés.
—¡No! ¡No! —Su cara está roja—. Hay algo que quiero preguntarle al viejo bigotón y por eso iré.
—Pues vamos, en ese caso. —Max se levanta con entusiasmo—. Siempre quise caminar juntos por el campus.
—¿Por qué? —¿Qué clase de fantasía enfermiza es esa?
—Porque te amo.
—Oh. —Palidece—. Vaya.
—Lo siento, fue mucho ¿no es así? —Max se rasca el cuello, nervioso—. Solo olvida lo que dije.
Y Ash desearía poder olvidar sus palabras, pero no puede.
Max lo ama.
༺❀༻
Ya había olvidado lo que se sentía caminar por la universidad, durante sus años estudiando fue relativamente popular gracias a su desmesurado atractivo y a su inteligencia intangible, ocurrió antes de que se destapara la olla con sus traumas, por supuesto, porque una vez se rebalsó no solo se quemó con la espuma de manera irreversible sino que se deformó la tapa, las paredes y hasta las manillas, nada fue igual, se cuestiona si era más feliz en la ignorancia y sin embargo, siempre supo que había algo mal. Que no encajaba. Farsante. Impostor. Arrastró sus creencias flageladoras y evitó la facultad.
Sino tuvo infancia ¿con qué derecho tendría adolescencia? Así que se la arrebató, al menos ahí tuvo el control. La universidad fue un trámite impersonal.
Es linda viéndola desde otra perspectiva, tiene áreas lo suficientemente verdes y vibrantes para crear la ilusión de una pintura, es una delicia arquitectónica, las cafeterías abundan casi tanto como la diversidad, es un lugar agradable para pasar "los mejores años de su vida", tendría que estar contento por venir, no obstante, al lado de Max se siente como un bebé que no pertenece.
—¿El barbón trabaja de contador? —La carrera se sigue sintiendo mal para Eiji, ha repasado la idea una y otra vez, dejando que se derrita en su lengua antes de digerirla pero no. No tiene aire de contador.
—El barbón tiene nombre. —Max brama apretando una carpeta contra su pecho, asume que le dará el contenido al tal Ibe-san—. Y no, Shunichi es fotógrafo de deporte, no contador.
Ash frena en seco. Alto. Alto. Alto.
La mandíbula se le cae en un golpe de gravedad, no puede haber escuchado bien, ¿no? Por eso se lleva el dedo hacia la oreja para limpiarse la mugre, de seguro no se lavó los tímpanos puesto que las palabras Eiji y deportes no impresionan ir juntas.
—No te oí bien. —Ríe con nerviosismo—. ¿Qué me dijiste que era? Perdón, no me lavé bien, las orejas se me olvidan.
—Shunichi es un fotógrafo de deporte. —Max ladea la cabeza, divertido—. Y Eiji a veces modela para él. —Imposible—. Hacen un muy buen dúo.
—Ja. —El mundo oficialmente enloqueció—. ¿Ese sujeto? Por favor, tiene el rostro más común y corriente que he visto.
—¿Sí? Pues he visto sus fotos y no estoy de acuerdo.
—Lo dices para defenderlo.
—Lo digo porque tú estás prejuzgándolo. —Ash se mete las palmas en los bolsillos, retomando la marcha por los adoquines de piedra hacia la oficina de Ibe—. No conozco a Eiji, siempre que lo veo está con Shunichi, pero por lo que me ha comentado y por este otro lado suyo no parece tener nada de común ni de corriente. Por eso hablaste con él en la fiesta, ¿no es así?
—Yo no...
—Por eso quisiste venir ahora conmigo. —Los ojos de Max brillan con astucia—. Engrúpeme lo que quieras, pero al final del día te conozco, mocoso. Puedo leerte con facilidad.
—Ese comentario es tan presumido. —El adulto alza la mano sobre la mata de pelo dorada casi como si quisiera revolverlo, más, se contiene y termina apretándose el pecho, fingiendo que se está aflojando la corbata para no ponerlo incómodo. Muy tarde—. Digno de un periodista.
—¿Qué es esto? ¿Acaso me estás validando como profesional?
—Ni en tus sueños. —Ash le pega en el hombro a Max—. Además te iría mejor como columnista porque tus artículos en el diario son pura basura, no sé cómo no te han despedido todavía.
—Ah, gracias por la fe. —Ash se traga una risita al ver su aura sobreactuada—. ¿Qué tal te va a ti? No es para presionarte, pero quiero saber qué quieres hacer.
—¿Con qué cosa? Vivo encerrado.
—Con tu carrera.
—No tengo intenciones de buscar trabajo en eso. —La piel se le pone de gallina apenas evoca el ambiente, ni siquiera le gustan los negocios, lo estudió porque dijeron que así no se perdería.
—Eso está bien. —Max abraza con más fuerza los papeles—. Puedes trabajar en lo que quieras.
—Eres muy idealista.
—Tal vez. —El adulto mira el cielo—. Pero realmente creo que si alguien puede lograr lo que sea eres tú, Ash.
Max desea reconfortarlo y lo sabe, no obstante, su cerebro aprendió a tomar las cosas positivas como si fuera una especie de colador para tergiversarlas al punto de que le resultan tan lejanas con la realidad que lo hieren. Si pudiera "hacer lo que quisiera" estaría cuerdo, tendría una vida normal, sería feliz y no tendría este nudo en el pecho todo el tiempo, pero lo tiene y odia ser tan impredecible, sí, sabe que es parte del estrés post traumático, aun así es un dolor de culo tener que invertir tanto esfuerzo en algo que ni siquiera quiere hacer: estar.
Ash no quiere estar.
—Mocoso. —Max lo nota raro—. ¿Estás bien?
—Sí. —Ríe—. Me distraje, perdón.
Inútil de porquería que no puede hacer nada bien, sales pocas veces con él y las arruinas, vaya.
No, vino con Max a la universidad, esto no le ganará, así que mete los puños en los bolsillos de su chaqueta mientras intenta respirar y no ir más lejos, la mente es un laberinto cuyo mapa es inexistente, la gente se vuelve loca si pasa mucho tiempo adentro. Y él está aquí. En la facultad.
—¡Max! —El viejo bigotón alza la palma para saludarlo, la agita como si fuera un niño, su actitud no es propia para alguien de cuarenta o cincuenta años, luce demacrado—. ¿Viniste con Ash?
—Hola. —Es tosco. Indiferente. Arisco—. ¿Qué tal, anciano?
—¿Puedes dejar de llamarlo así? —Max entra en pánico—. Ibe es cinco años más joven que yo.
—¡¿Qué?! —Ash se atora con su propia saliva, tiene que golpearse el pecho una y otra vez para agarrar oxígeno—. Es broma ¿cierto? Porque parece que tiene el doble, está muy maltratado.
—Ah. —Ibe ha perdido color—. Ese no es un cumplido.
—No estaba tratando de halagarte. —Es cruelmente franco—. ¿No se supone que los asiáticos se ven de menor edad? —Excepto por Shorter, ese sujeto también se veía arruinado.
—Bueno, en el caso de Ei-chan supongo que esa regla se cumple.
—¿Perdón?
—Ei-chan. —Ibe repite—. Es dos años mayor que tú. —Y ahora Ash lo ha escuchado todo, debió haber hecho bien los cálculos considerando que por la brecha cultural Eiji se tendría que haber atrasado en la carrera, es evidente, aun así, su cerebro no fue capaz de procesarlo a su lado.
—Tiene cara de bebé. —Escupe—. No luce como un abuelo.
—No vayas a decirle eso o se enojará. —El tono que Ibe adquiere es casi paternal, se cuestiona qué clase de relación tendrán estos dos, primero creyó que eran tutor y estudiante, pero resulta ser un fotógrafo con un modelo que es contador y ¿deportista? Vaya caja de sorpresas—. No le gusta que resalten su rostro juvenil, le acompleja no verse como un hombre.
—¿Y cómo debería verse un hombre? —Pues los suéteres con pajarracos tampoco lo ayudan.
—No sé, cómo tú, supongo. —Interesante—. Eres más alto, tus facciones son maduras y por lo que puedo apreciar tienes buen estado físico, ¿cuántos años tienes?
—Voy para los treinta.
—Tiene veintidós. —Max rueda los ojos—. Déjalo, está sufriendo una crisis de edad.
—¿Entonces lo proyecta sobre nosotros?, ¿eso me quieres decir? —Le buscan la quinta pata a la silla—. ¿Una vejez internalizada?
—Así lo temo, Shunichi. —Ash siente cómo le sobresalen las venas en la frente al ser ignorado, no le gusta que hablen como si no estuviera presente—. Está proyectando con el bullying.
—¿Qué hará cuando llegue a los treinta en ese caso? —No planea vivir tanto o mejor dicho, Ash no se imagina durando tanto, quizás por eso es más fácil avejentarse, se siente tan desgastado.
—De seguro estará inscribiéndose en un asilo o algo así. —Max le acaricia el cabello, no lo toca con violencia, es un simple roce en las puntas como si quisiera reafirmar su punto y recordarle que es pequeño, odia esa sensación, si es grande puede defenderse—. Pero bueno, no vinimos a esto, sino a entregarte los documentos que se te quedaron en mi casa.
—Me salvaste la vida. —Ibe abraza la carpeta—. Acá tengo anotados mis avances del proyecto.
—Me debes una. —Max le guiñe un ojo—. Te la cobraré con una cerveza.
—Dalo por hecho.
—Ya vámonos, mocoso.
—¿Nos vamos? —Ash entra en pánico—. ¿Tan pronto?
—Sí, a menos que quieras preguntarle a Shunichi por alguien. —El bastardo tararea esbozando una sonrisita astuta y una mirada maliciosa, Ash tensa los puños y refunfuña entre dientes.
—Escuché que era fotógrafo de Eiji. —Dice de mala gana—. ¿Podríamos irlo a ver? Se me olvidó preguntarle algo cuando nos conocimos.
—Su número de teléfono. —El periodista carraspea—. Eso se te olvidó.
—¡Viejo! —Ash grita con la cara hirviendo—. ¡Ya basta! Deja de buscarme pelea. —Pero los dos adultos solo intercambian una sonrisa cómplice repleta de una ternura que no entiende ¿no es increíble que a pesar del tiempo le siga perturbando que existan hombres buenos?
—De seguro está entrenando. —Ibe explica—. Pero vamos, ya debe estar por salir de la cancha.
¿Por qué no se puede sacar a Eiji de la cabeza? Racionalmente comprende que incluso un lince necesita compañía de su edad, que aunque fue una ilusión los fugaces instantes que charlaron se sintió como más que un cúmulo de traumas. Es extraño. No es que él fingiera ser encantador como usualmente lo haría, tampoco pudo sobrepensar sus palabras como si las ampliara con una lupa para reprocharse de lo que hizo mal, de hecho, Eiji fue tan desastroso que no le dio ni una sola chance de alzar sus defensas. Es indefenso. Como un conejito que olisquea la cueva de un depredador, a pesar de estar invadiendo su territorio ¿cómo debe sentirse amenazado si la imagen es risible?
Sería facil dejarlo ahí, pero ciertamente Eiji lo dejó intrigado, no fue por una gran revelación que hiciera, fueron detalles cómo su boca tensa, su ceño rígido, sus ojos cristalinos, sus puños en los cubiertos y su nariz arrugada que lo hicieron sospechar del comportamiento de niño bueno.
No cree que esté mintiendo, porque Eiji es la clase de chico que lo tiene escrito todo en la cara.
Pero cree que hay más en Eiji de lo que ha visto.
O quizás está delirante.
O quizás también vio un poco de soledad en Eiji y ya no aguanta tanto, es patético, cayó dentro de un ciclo de violencia porque se aferró desesperado a la primera persona que le mostró amor.
—Ahí está. —¿Acaso no aprendió nada?—. ¡Ei-chan!
—¡Ibe-san!
Pero todos los pensamientos se pierden cuando lo ve sonreír y correr hacia las gradas, viste un uniforme ridículamente adorable que combina a la perfección con su cabello esponjado.
—¿Ash? —Qué pronuncie su nombre con una "u" al final—. ¿Qué haces acá? Pensé que no nos volveríamos a ver. —Es lindo, es malditamente lindo.
—El viejo me trajo. —Tira al agua a Max—. Él quería verte. —El japonés alza una ceja viendo con una mueca absolutamente constipada a su tutor—. Yo le estoy haciendo compañía.
—¿Por qué no solo admites la verdad? —Max suspira—. Eiji, no sé qué clase de hechizo pusiste para que este chico agarrara interés en otra cosa que no sean sus libros, pero funcionó.
—¿Eh? —El rojo se posa en sus mejillas como si se tratara de una mariposa—. ¿Querías verme?
—No. —Desvía la mirada hacia las canchas—. Sí.
—¿Si o no?
—¡No sé! —Se desespera—. No tengo idea pero no he podido dejar de pensar en ti porque eres tan ridículo e irracional que debiste matar algunas de mis neuronas. Tú con tu estúpido suéter de anciano, tus zapatos roñosos, tu camisita evangélica, tu acento adorable y tus ojos grandes.
—¿Me está halagando o insultando? —Eiji le pregunta a los adultos en un susurro.
—Ambas, no te lo tomes personal. —Max grita despacio—. Él es así.
Ash se disputa qué tan malo será hacer combustión espontánea porque cualquier otra opción impresiona más positiva en comparación a la humillación que está pasando, ¿por qué lo quería ver? Cuando sus miradas se entrelazan lo entiende. Se siente seguro con Eiji. Porque su mirada da cuenta de una inocencia tan pura e inmaculada que resulta hasta sanadora, es decir, actuó como un idiota desde el momento en que lo conoció y aun así se le acercó y lo acogió, le habló de cosas que no le ha hablado a nadie más, le prestó cosas que consideraba sagradas y le sacó una versión de sí mismo que antes de Eiji no existía. No con libertad.
Eso es lo que quiere.
Quiere volver a ser esa persona.
—Tengo mucho tiempo libre. —Entonces comienza—. Te dije, me estoy tomando mi año libre y a veces me aburro en casa. —Max se cubre la boca, conmocionado, es la primera vez que toma la iniciativa para dar un paso así de grande—. Y no sé, te ves interesante.
—¿Me estás pidiendo salir de vez en cuando?
—Tal vez. —Ash se encoge de hombros, no sabe cómo hacer esto, no hace amigos desde Wong y las cosas acabaron mal, te dejará cuando te conozca, dice la intrusión—. Si quieres, hasta te puedo ser de ayuda en tu carrera, soy muy inteligente.
—Quieres salir de vez en cuándo conmigo y pasar tiempo de calidad. —Se asegura—. ¿Quieres ser mi amigo?, ¿es eso?
—¡No! —Grita la defensa—. No sé. —Odia la ambivalencia—. Tal vez.
—Tal vez, sí. —Eiji mira a las canchas, hay un inmenso grupo de deportistas charlando y riendo entre ellos, dijo que le costaban las instancias sociales—. Eso es suficiente. —Quizás esté solo al igual que él o quizás solo le dio lástima—. Podemos intentar ser amigos, uno me caería bien.
—Griff se va a poner a llorar cuando se entere. —Max arruina el momento—. Su polluelo creció.
—¡Viejo! —Ash le pega en las costillas—. Solo porque parecemos ser compatibles.
—¿Lo parecemos? —No.
—Sí. —Miente—. Parecemos ser bastante similares.
Cuando Ash sabe que son de mundos diferentes.
¿Partimos de manera bien homosexual el siguiente capítulo? Hell yeah, porque necesito que estos dos se queden solos para que Ash vaya cachando porqué resuena tanto con Eiji, si bien, son de mundos diferentes desde el canon, hay ciertas similitudes y maneras de afrontamiento que ahí estarán removiendolos a los dos. Su servidora anda por el otro lado del mundo, literalmente me fui a Japón por un par de días, pero tengo capítulos del drive asjas entre mis ventanas les ire subiendo cositas de este fic bonito.
Mil gracias por leer chiquillos, se les quiere caleta.
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