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💝 Parte única 💝

Su mirada era lo más bonito que mis ojos podían ver, tenía unos hermosos irises color café que hacían que mi mente divagara de mil maneras con tan solo cruzarse con los míos.

El poder verle era lo que me impulsaba a levantarme cada mañana con ánimos para enfrentarme a un nuevo día en la escuela, era la razón por la cual me quedaba varios minutos pensando en la cama antes de irme a dormir y soñar miles de fantasías que sabía que no iban a hacerse realidad.

Desde que lo conocí no pude evitar sentirme atraída hacia él; todo sucedió tan rápido que no tuve oportunidad de darme cuenta en qué momento empecé a sentir todos estos sentimientos que ahora no me dejaban pensar en nada más.

Todo comenzó el primer día de clases, era la primera vez que me enfrentaba a un cambio de institución; estaba muy nerviosa porque no conocía a mis nuevos compañeros de curso, solo a mi mejor amiga, con la cual venía estudiando desde los seis años.

Ese día, cuando nos mostraron en qué salón íbamos a recibir las materias que correspondían al nuevo curso que estaba por comenzar, los estudiantes que compartirían clase a partir de ahora conmigo y yo, nos adentramos con rapidez al mismo con la intención de ocupar el mejor puesto y asegurar de esta forma nuestra comodidad en los próximos diez meses; algunos con la intención de sentarse lo más cerca posible del buró del profesor y así tener un mejor campo de visión, otros con una idea totalmente opuesta para poder hacer cualquier cosa menos atender a clase, y yo con la necesidad imperiosa de ocupar el lugar que se encontraba justo al lado de una de las ventanas del salón.

Después del alboroto que se armó al arrastrar los pupitres de un lado a otro, cada uno de nosotros quedó ubicado en su asiento para prestarle atención a los profesores que se iban presentando según la asignatura que les tocaría impartir y, como era de imaginar, nos hicieron pasar el embarazoso momento de pararnos y decir nuestros nombres uno por uno.

Justo en ese momento fue cuando me fijé en él, un chico alto, de postura esbelta y tez algo dorada por la exposición al sol en el ya casi finalizado verano, con un precioso cabello castaño oscuro que dejaba caer un corto flequillo en su frente; vestía correctamente el uniforme escolar y tenía una expresión tímida en su rostro que provocó en mí una curiosidad hacia su persona que nunca antes había experimentado con nadie.

Se presentó con un deje de vergüenza en su voz, esta era algo grave, pero lo suficientemente agradable a mis oídos. Además de decir su nombre -que era solo lo que solían decir los demás- mencionó también sus apellidos, lo que él no imaginaba al hacerlo es que yo no los olvidaría tan fácilmente.

Después de terminar con las presentaciones el día siguió su curso, a pesar de ser el comienzo de las clases, los profesores decidieron torturarnos con contenido nuevo que pensábamos que no se daría hasta el próximo encuentro; sin embargo, el timbre de la escuela sonó interrumpiendo abruptamente la explicación dada por el profesor de Inglés, al cual le correspondía el último turno de la jornada.

Al salir del salón, todos los que se conocían hacían pequeños grupos para conversar acerca de las nuevas experiencias que habían ganado a lo largo del día.

Por otro lado, yo solamente era capaz de prestarle atención desde la distancia al chico de intensa mirada, él se encontraba a pocos metros de mí y, por lo que podía ver desde mi posición, parecía estar pasando un tiempo ameno con sus amistades antes de irse a casa; este sonreía con cada comentario añadido por su grupo y yo parecía aprovechar la oportunidad para poder ver, por primera vez, sus perfectos dientes alineados y perderme en su amplia y brillante sonrisa.

(...)

Así como el comienzo del curso escolar hubo muchos días, la mayoría de ellos me dedicaba a mirarlo sin que este se diera cuenta de la enorme atención que llamaba en mí y en escasos momentos lograba ver que había un intercambio de miradas común como el que se tiene con cualquier persona.

Pero con el pasar del tiempo, a pesar de mi timidez, fue inevitable que llegara el día en el que hablara con él; no solo por los trabajos en equipo que acostumbraba a poner la profesora de Historia, sino también porque poco a poco me fui relacionando con mis compañeros de clase y eso incluía a su grupo de amigos que ahora también eran los míos.

Un día caminó hasta mí necesitando un favor, cargó su pupitre hasta colocarlo cerca de la ventana, justo al lado del mío. Ese acto fue realmente inesperado para mí, jamás imaginé que el chico de mis sueños fuera a tener dicho acercamiento, y mucho menos que tuviese la confianza de pedirme que le ayudara con algo que, a mi parecer, era personal.

Lo miré con clara sorpresa en mi rostro, mientras él solo fue capaz de sonreír al ver mi expresión, y en ese momento yo no pude evitar quedar embelesada con su belleza.

- ¿Me ayudas con algo? -Dijo manteniendo su sonrisa-.

- Claro, ¿qué necesitas? -Contesté aparentando no estar nerviosa-.

- Quiero hacerle una carta a la chica que me gusta, pero mi caligrafía no es la mejor; en cambio, tu letra es muy bonita y pensé que podrías ayudarme a escribirla... -Confesó agachando la mirada-.

- Ohh... Entiendo. -Dije con obvia decepción en mi voz-. Te ayudaré a escribir esa carta.

- ¿De verdad? ¡Muchas gracias! Te debo una.

(...)

Desde ese encuentro que tuvimos nuestra relación cambió drásticamente, pasó el tiempo y ya no éramos simples conocidos que se saludaban por educación al llegar a clases, sino que, sin darnos cuenta de cómo ocurrió, nos hicimos bastantes cercanos.

En los horarios de recreo nos juntábamos para merendar, buscábamos la forma de pertenecer al mismo equipo de trabajo en clase, estudiábamos en su casa y al finalizar el día nos íbamos juntos, ya que cogíamos el mismo camino de regreso a nuestro hogar.

La verdad es que nos habíamos convertido en buenos amigos, pero mis sentimientos hacia él no habían desaparecido, más bien todo lo contrario.

Cada día que pasaba a su lado era agradable, y a la vez doloroso. No puedo mentir, verdaderamente disfrutaba en demasía su compañía, pero al mismo tiempo era un recordatorio constante de que yo no tenía ninguna oportunidad con él, ya que sus sentimientos eran completamente diferentes a los míos y, para rematar, la chica de la que estaba enamorado era mi mejor amiga.

(...)

Recuerdo un día -ya en el último curso de la secundaria- que perdimos la mañana de clases debido a que el profesor de Matemáticas se ausentó.

Cuando ese tipo de cosas ocurría generalmente buscaban a otro que ocupara su lugar para que los alumnos no se pusieran a "hacer desastres", pero por suerte en esa ocasión no ocurrió; tuvimos esos dos turnos libres para entretenernos en lo que bien nos pareciera.

Yo simplemente opté por sentarme al lado de mi amiga, la cual desde que llegamos no dejaba de escuchar música en su móvil con aquellos cascos que impedían que cualquier sonido externo le interrumpiera su momento de tranquilidad. Me acerqué a ella despacio para que no se sobresaltara, segura estoy que no me escuchó avanzar hacia ella.

- Hola, compañerita. ¿Por qué no dejas descansar esos oídos un ratito y le dedicas algo de tiempo a tu amiga, eh? -Le dije mientras le quitaba los audífonos-.

- ¡Oye! Acabas de interrumpir mi parte favorita de la canción. -Reclamó con falsa molestia-.

- Después la sigues escuchando, por ahora necesito hablar contigo.

- ¿De qué? ¿Pasó algo?

- No, no es nada. Solo quería hacerte una pregunta...

Ana me miró como si fuera mi madre y estuviera a punto de decirle que estaba embarazada de 4 meses.

La verdad es que su asombro tenía justificación, yo no acostumbraba a darle tanta preparación a lo que sea que fuera a decir antes de soltarlo de una vez, pero en esta ocasión me sentía nerviosa porque no era cualquier cosa la que iba a preguntar, se trataba de un asunto importante para mí.

- Ana, puede que te parezca algo raro esto que voy a preguntarte, pero... ¿Qué crees acerca de Xaúl? -Pregunté bajando un poco la voz para que no pudieran escucharme las personas que se encontraban a mi alrededor-.

- Oye, te conozco. ¿Qué es lo que me preguntas exactamente? -Dijo alzando la ceja derecha de forma exagerada-.

No cabía duda de que me conocía lo suficiente como para darse cuenta de que mi interrogante no estaba siendo planteada en vano.

- Vale, lo siento. -Bajé mi mirada al suelo con vergüenza-. Te preguntaba porque él no deja de hablarme de ti cuando estamos solos y yo ya no quisiera seguir escuchando a diario las cosas lindas que tiene para decir de ti y a mí ni caso me hace.

Reconozco que pudo sonar algo dramático, pero le abrí mi corazón y le dije verdaderamente como me sentía y dejé en claro lo mal que la estaba pasando, a fin de cuentas teníamos forjada una amistad de años basada en la confianza y sinceridad que nos caracterizaba a ambas.

- A ver... Si lo que realmente te preocupa es que yo sienta algo por él más allá de lo que siento hacia cualquiera de mis amigos ya te puedes ir quedando tranquila. -Dijo tomando mis manos entre las suyas-.

- ¿De verdad que no sientes nada por él? -Le pregunté a la vez que dirigía mi mirada hacia el encantador chico-.

- Nada de nada, mujer. Tranquila que él es solo para ti. -Bromeó mientras me guiñaba un ojo-.

Después de tener esa pequeña, pero necesaria conversación me quedé más tranquila. Sabía que Ana era mi amiga y que podía confiar en ella desde siempre, simplemente sentí necesario tener ese momento con ella para aclarar las cosas y que no hubiesen futuros malos entendidos.

(...)

Seguí compartiendo los siguientes días con aquel que era mi amigo, pero al mismo tiempo mi amor platónico.
Estar a su lado me hacía sentir querida, mas no como me gustaría.

Él era muy atento y cariñoso conmigo, siempre estaba al pendiente de si necesitaba algo o si hacía falta estar cerca para brindarme su protección, sin embargo yo solo tenía necesidad de una cosa: su amor.

Tal vez suene muy cursi, lo sé, pero yo me enamoré de él como nunca lo haré de nadie más.

Cuando mi grupo de amigos -en el cual nos encontrábamos él y yo, por supuesto- se reunía en las noches para ver pelis de terror, yo siempre buscaba sentarme a su lado para disfrutar la oportunidad de refugiarme en su hombro. Al recostarme cerca de su cuello podía sentir el olor de aquella colonia que solía ponerse cada día y que a mí tanto me gustaba.

En esos momentos en los que su cercanía me abrigaba, las ganas de besar sus labios se hacían más y más fuertes que de costumbre.

No puedo explicar con palabras la sensación que causaba la combinación catastrófica de tener sus labios tan cerca y el delicioso aroma que emanaba de su piel; sin embargo nunca fui lo suficientemente valiente como para saciar mis más profundos deseos y mucho menos me sentí capaz de confesarle mis sentimientos abiertamente, porque segura estaba de que debía sospecharlo desde hace algún tiempo.

(...)

Pasado un par de meses de haber tenido aquella profunda conversación con mi compañera de años me sentí totalmente decepcionada y herida.

Se preguntarán de seguro, ¿qué puede haber ocurrido para que aquella persona en la que depositaba mi entera confianza me hiciera sentir de tal modo?

Pues la verdad es que no es nada difícil de explicar, es tan sencillo como decirles que encontré a ese que hacía latir fuertemente mi corazón con tan solo mirarme besando en los labios a la chica que pensé jamás me defraudaría.

(...)

Todo sucedió un día bastante fuera de lo común en el Instituto. Habían invitado a unos cantantes bastante conocidos y escuchados en mi país a la celebración por el Día del Estudiante.

El alboroto que se había armado en el patio de la edificación era indescriptible, la emoción de los que seguían al talentoso grupo conocido como "Los Ángeles" apenas te permitía escuchar tus propios pensamientos.

No paraban de gritar y asustar a los profesores, los cuales pensaban que podían escabullirse de la actividad sin que nadie los notara, cosa que era muy poco probable, ya que cuando ocurrían ese tipo de eventos solían cerrar las puertas para evitar el descontrol de la situación, lo cual también dificultaba el proceso de fuga de aquellos que no querían ser partícipes del pequeño concierto.

Por otro lado estaba yo, que me había demorado en incorporarme a donde se encontraba mi grupo y me encontraba perdida, por así decirlo.

Instintivamente comencé a buscar con la mirada a Ana, mis ojos recorrían todo el patio de la institución y no había rastro de ella, ni de mis compañeros.

Hasta que a lo lejos divisé el largo cabello rojo de mi amiga y me dispuse a caminar hacia su persona. La llamé por su nombre en más de una ocasión, pero producto a la algarabía no existía forma de que pudiera escucharme yo misma.

Cuando estaba apenas a unos pasos de la pelirroja me fijé que esta no se encontraba sola, de hecho, estaba muy bien acompañada. Xaúl se encontraba a su lado y no sé por qué el verlos juntos me pareció que no aportaría nada bueno a la tarde.

Llámenme rara, pero no pude evitar mantenerme a una distancia prudente para intentar escuchar -o leer en sus labios- lo que esos dos se secreteaban de forma tan particular.

Él se encontraba peligrosamente cerca de su rostro, mientras ella apartaba un mechón de pelo de su frente y lo llevaba detrás de su oreja, algo que solía hacer cuando estaba nerviosa o coqueteando con algún chico.

Sinceramente la escena que estaban viendo mis ojos no podía ser más extraña.

¿Por qué Ana y Xaúl se comportaban de esa forma tan peculiar?

¿Por qué de repente parecía como si sintiesen algo el uno por el otro?

¿Por qué incluso esa imagen no parecía sorprender a los que se encontraban a nuestro alrededor?

Miles de preguntas atravesaron mi mente de forma fugaz sin darme tiempo a intentar buscarles una respuesta coherente.

Lo que veían mis ojos no tenía sentido alguno para mí, debía ser una mala interpretación de los hechos debido a un repentino ataque de celos por ver a mi mejor amiga demasiado cerca del chico que me traía loca.

Sí, eso tenía que ser.

Al menos hubiese querido que fuera así...

Pero la bomba me explotó en la cara en el momento en el que pude presenciar como aquellos hermosos labios que siempre deseé besar se unían hábilmente a los de Ana, como si encajaran a la perfección tal cual un rompecabezas al ser colocada la última pieza en el lugar que parecía quedar en soledad.

Desde pequeña me sentía muy incómoda cuando veía a dos personas besándose de forma apasionada; me parecía, de cierta forma, una invasión a su privacidad. Pero confieso que esta vez no pude desviar mi mirada hacia otro lado, sentía mi pecho arder.

La sensación era similar a cientos de cuchillos enterrándose en lo más profundo de mi ser, como si ese acto estuviese preparado para darme una muerte segura, sin pase de retorno.

Mis ojos se humedecieron sin pedirme permiso y mi vista se nubló hasta obligarme a cerrar los párpados y derramar las lágrimas que se acumulaban sin cesar.

Me sentí traicionada y a la vez muy tonta por reaccionar de esa manera, a fin de cuentas ellos eran un par de adultos solteros que no tenían que darle explicaciones a nadie de sus actos.

No sé por qué se me ocurrió pensar que debían de haberme dicho algo antes de intercambiar saliva en medio de la escuela.

Lo peor de todo fue ver la reacción de aquellos que eran parte de mi grupo de amigos, todos sonreían y les decían frases como:

"¿En serio aquí también?" y "ahh, estos dos empalagosos besándose otra vez".

Yo no podía creer nada de lo que estaba pasando. Esto tenía que ser una pesadilla de esas que parecían muy reales y que ponías todo tu esfuerzo por despertar de una vez y no parecían acabar.

Mi amiga no solo besó al chico que prometió no interesarle en lo absoluto cuando de sentimientos amorosos se trataba, sino que además me estuvo ocultando su relación con él por sabe Dios cuánto tiempo. Porque indudablemente eso es lo que dejó entender la situación que media escuela pudo presenciar.

Al acabar la actividad decidí irme a mi casa sola, no los esperé porque honestamente no me apetecía compartir camino con ellos, que es lo que solía hacer a menudo.

Simplemente me abrí paso entre la gente para ser una de las primeras en salir y tratar de regresar a mi destino lo más rápido posible.

(...)

Los siguientes días me mantuve distante y comportándome de forma fría con ellos. Todo aquel que me conocía fácilmente podía percatarse que algo no andaba bien conmigo, yo no solía comportarme de esa manera.

Era inevitable expresar en mi rostro lo dolida y desencantada que me encontraba. De verdad que puse todo mi empeño en ocultar mi molestia, pero me di cuenta que no funcionó cuando la chica que llamé por años mi amiga se acercó a mí con la intención de pedir una explicación por mi mal semblante:

- Hey, ¿se puede saber por qué traes esa cara de pocos amigos? -Me dijo pasando su antebrazo por mi hombro-.

El contacto de su piel con la mía hizo que sintiera un calor semejante al que se siente cuando uno deja por un tiempo mantenido su mano cerca de las llamas del fuego, por lo tanto fue necesario librarme de esa molesta sensación aunque no fuera de la mejor manera posible.

- ¿Y a acaso se puede saber por qué eres tan zorra? -Escupí mis palabras sin una gota de escrúpulos mientras alejaba su brazo de mi cuerpo-.

La cara de Ana dejó a un lado la sonrisa que traía para dar paso a una expresión de asombro que me mostraba por primera vez desde que la conocí.

Las personas a nuestro alrededor no nos quitaban los ojos de encima, supongo que cualquiera que viera a dos personas que aparentaban ser inseparables comportándose de esa manera les pudiese causar cierto asombro.

La chica de cabellera lacia no parecía salir de su asombro, tenía los labios entreabiertos e intentaba articular palabras con dificultad.

Pude notar como su rostro había perdido un poco el color natural que lo caracterizaba para adquirir una tonalidad pálida relacionada con la presión del mal momento que estaba pasando.

- Yo... hmm, no entiendo por qué me tratas así. -Dijo aún con cara de sorpresa-.

- ¿No lo entiendes? ¿Qué es lo que no entiendes, Ana? -Le dije pasando la palma de mi mano por mi cara en señal de que me estaba impacientando a más no poder-.

De cierta forma entendía su reacción, mi comportamiento me tenía asombrada hasta a mí. Yo siempre fui una persona muy paciente y tolerante, dejaba pasar en muchas ocasiones actitudes que me desagradaban de las personas con tal de mantener la paz y la amistad, pero lo que había pasado era superior a cualquier malentendido o diferencia de opinión.

Una de las personas en las que más confiaba me apuñaló por la espalda de la manera más sucia y vil.

Cuando ella tomó su decisión no pensó en cómo yo podría sentirme al respecto, por lo tanto yo no tenía por qué preocuparme por la forma en la que me dirigí hacia ella.

- No entiendo por qué de repente estás hecha una furia y pareces odiarme con tu vida. -Dijo bajando el tono de su voz intentando darme ejemplo para que hiciera lo mismo-.

- Vamos a ver... ¿Qué parte es la que no entiendes? ¿No te pasa por la cabeza que pude ver cómo te besaste con Xaúl el otro día en medio del patio? ¿Es que acaso te pensaste que estando en la misma escuela no me enteraría de eso? -Le cuestioné alzando la voz y demostrando que no me importaba que nos estuviesen escuchando-.

La expresión en el rostro de Ana cambió una vez más, esta vez pasó de asombro a tristeza absoluta; cosa que no me importó ni un poco, al contrario, -por más cruel que pareciera- se podría decir que hasta me gustó verla así. Se sentía como una especie de venganza por lo que me había hecho.

-Yo... y-yo no sé por dónde empezar. -Dijo agachando la mirada con clara muestra de vergüenza-.

- Claaaaro, no sabes por dónde empezar. -Dije con tono burlesco-. ¿Por qué no empiezas por explicar por qué rayos me mentiste aquel día cuando te pregunté si sentías algo por él, eh? O por decirme ¿por qué todos en el grupo sabían de su relación y a mí me lo estuviste ocultando todo este tiempo? -Espeté ya con lágrimas en mis ojos amenazando con salir a recorrer mi rostro con urgencia-.

- L-lo siento, por favor. T-te ruego me perdones y me dejes explicarte bien cómo fue que sucedieron las cosas. -Rogó sin poder evitar los sollozos-.

Pero yo estaba demasiado lastimada como para escuchar explicaciones que, a mi entender, una vez hecho el daño ya no era necesario recibirlas.

- Perdóname tú a mí por hacerte creer que en mí siempre encontrarías a una amiga, porque a partir de este momento se rompe esa promesa.

Esta vez sí que no pude impedir que las lágrimas se deslizaran con rapidez por mis mejillas. Esa era la última vez que esas pequeñas gotas de agua salada iban a ser derramadas por aquella persona que pretendió ser de mi confianza por tanto tiempo.

(...)

Una semana después de esa última conversación llegaron las tan esperadas vacaciones. Durante los meses de Julio y Agosto intentó localizarme más de una vez, me dejaba mensajes en el móvil o intentaba acercarse a mí por medio de nuestro grupo de amigos.

Puede que parezca una actitud inmadura de mi parte, pero no estaba lista para hablar con ella, así que me negué a seguirle el juego e ignoré sus constantes intenciones de tratar conmigo.

No había pasado el tiempo suficiente para que mis heridas sanaran, aunque estaba consciente de que tarde o temprano pasaría página y la perdonaría.

Es cierto que jamás volveríamos a ser amigas como en un tiempo lo fuimos, pero no era necesario vivir con ese rencor acumulado en mi corazón, eso al final traería consigo raíces de amargura que tiempo después serían más difíciles de desarraigar.

Por otro lado Xaúl nunca se enteró de aquella conversación que tuvimos Ana y yo y, por lo que pude averiguar, tampoco se dio cuenta de mis sentimientos hacia él.

Ese curso nos separaríamos todos, ya que dejábamos la secundaria para dar paso a la preparatoria. Muchos nos íbamos a dejar de ver, en cambio otros nos seguiríamos comunicando por medio de las redes sociales.

A pesar de que cada uno tomaría diferentes caminos, las aventuras que vivimos y los buenos momentos que pasamos como grupo no se olvidarían fácilmente. Siempre íbamos a tener en nuestros recuerdos cada palabra dicha con cariño, cada sonrisa dedicada y cada abrazo recibido a lo largo de ese tiempo en el que compartimos juntos.

Es cierto que hubo situaciones que me marcaron para siempre, pero lo más importante es que abandonaría las malas experiencias que me dejaron un amargo sabor de boca y que de alguna forma me seguirían dañando en caso de permanecer ahí, para recibir con los brazos abiertos las nuevas oportunidades que vendrían una vez comenzara el nuevo curso escolar.

Puede que con el pasar de los años pierda, como es natural, algunas de los memorias que creé en mi tiempo de estudiante, pero algo estoy segura que no olvidaré, y es precisamente a aquel que en su momento llamé: mi primer amor.

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