Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo VI

Volver al palacio era extraño después de tanto tiempo, con toda esa atención centrada en nosotros. El cambio de trato fue inmediato, habíamos partido como niños y regresado como hombres. Podía opinar cuando mis mayores discutían y mi voz era escuchada.

Una vez culminada la fase dos pasamos a la tercera y última, consistía en aprender sobre estrategia, historia de Óreleo y todo ese rollo. Veíamos tutorías con los mejores maestros del reino, yo ya los conocía, pues me había educado con ellos desde pequeño, pero para Minho era una nueva experiencia. También nos convertimos en guardias de menor rango del castillo, todo esto antes de poder aprobar esa fase y ser juramentos por el rey, o sea mi padre, como miembros de la guardia real, eso llegaría cuando los cuatro alcanzáramos nuestro décimo octavo cumpleaños.

A estas alturas Changbin y Felix ya eran mayores de edad, yo cumpliría en dos días mis 18 y Minho dentro de un mes, así que el final de nuestro entrenamiento estaba por llegar a su fin.

—Esto es aburrido.—Me quejé, pateando una pequeña piedra. Minho y yo debíamos montar guardia en las puertas del palacio, se supone que nuestro relevo debía llegar hace una hora, sin embargo, aún estábamos allí. Mi panza rugió de hambre, era hora de la cena.

—Seguro llegan en unos minutos.— Respondió mi compañero con su expresión neutra de siempre.

—Tengo hambre.—Hice un puchero.

—Jisung, es la quinta vez que me lo dices.— Me observó de reojo.

—Tengo hambre, tengo hambre, tengo hambre.—Lloriqueé más fuerte.

—En la montaña no te quedabas así.— Argumentó.

—En la montaña no me estaba esperando un delicioso pavo bien sazonado y una jarra de vino.

—Buen punto.—Admitió.

—Además, se supone que será una cena especial por la proximidad de mi cumpleaños.— Le sonreí, él me devolvió una sonrisa de medio lado.

—¿Vendrán muchas personas al baile?— Preguntó.

Mi padre había organizado un baile en honor a mi décimo octavo cumpleaños, así como lo hizo con Hyunjin cuando llegó a la mayoría de edad. Estaba emocionado, a ese tipo de eventos venía toda la corte y las casas menores de Óreleo, se caracterizaban por ser bastante pomposos y mi padre no escatimaba en cuanto al oro se trataba, le gustaba presumir el poder y estatus de su casa cuando tenía la oportunidad.

—Probablemente sí, son eventos grandes.

La cena tenía un ambiente festivo, estaba toda la familia Han y el consejo de mi padre, hombres de poder tanto en Óreleo como en todo Andalat. Bebían y comían animadamente, entre el bullicio y las risas.

Mi padre se levantó de su asiento, en su mano extendida reposaba una copa de plata.

—Quiero ofrecer un brindis en honor a mi segundo hijo Han Jisung, príncipe de Óreleo y futuro general de la guardia de honor.— Todos me miraron, me obligué a sonreír y dar una reverencia, vitoreaban y aplaudían.

Se volvió a oír la voz del rey.

—También quiero brindar por las victorias de Óreleo y la caída de un imperio tirano, por Andalat, las nuevas alianzas y conquistas.— Aulló la euforia en el salón.

En el año en que estuvimos ausentes el imperio tambaleante de Emperador Supremo estaba a punto de llegar a su fin. La casa Han se había unido a la causa como desertora y una de las más influyentes. A pesar de que la guerra no había llegado a Óreleo y se mantenía a raya en el centro de Andalat, la tensión era notable, ¿Quién se quedaría en el trono luego del derrocamiento? La respuesta era sencilla, la casa Lee debía ser la sucesora, tanto por conquista como por sucesión. Era la misma casa de la persona que amaba.

Lo observé sentado a mi lado, comía con tranquilidad. Levantó la mirada haciendo contacto visual conmigo.

—En un tiempo más tendré que llamarte "su majestad"— Susurré bromeando.

—Tonterías, ese título jamás llegará a mí.— Respondió. Minho era el último hijo de tres de los Lee, por ende, jamás podría aspirar al trono.

Seguí devorando mi pavo, pensativo. Las cosas cambiarían mucho si la casa Lee tomara el mando.

Sentí su mano deslizar por mi muslo y tomar la mía. Di un respingo, alarmado. Los miré, pero él siguió como si nada hubiera sucedido.

Allí estábamos, tomados de la mano debajo de la mesa, en una gran reunión con personas que nos podían ejecutar por ese simple gesto. Pero no lo aparté, su tacto era reconfortante. Traté de relajarme y disfrutar de esos pequeños momentos furtivos, momentos que denotaban nuestro amor.

Miré la creación del sastre en el gran espejo de mi alcoba. El traje era blanco con el jubón adornado de pequeñas guirnaldas bañadas de oro, todo esto acompañado de una larga capa roja y una delgada corona de oro que repasaba en mi cabeza. Así lucía yo, el príncipe de Óreleo.

—Luces muy bien.—Miré a Minho a través del espejo entrar a la pieza.

—Gracias.— Respondí sincero.

—Tú no te ves nada mal.— Llevaba un sencillo traje negro, sin adornos ni nada, ni siquiera una capa, su cabello peinado de manera un poco descuidada hacia un lado. Pero se veía hermoso, porque Lee Minho no necesitaba de mucho para hacer mi corazón latir desesperadamente.

—Vamos, todos están esperando por ti.

El salón se encontraba repleto de gente, mujeres con hermosos vestidos llamativos y hombres con trajes de gala. El salón de la casa Han era realmente hermoso, los grandes atriles adornaban las paredes, el techo tenía un aspecto similar al de una capilla, todo era elegante y hermoso.

Me conduje hasta donde se encontraban mis padres y mis hermanos, sentados en tronos de ébano. Una vez dado la apertura del baile y hablando con los hombres más importantes volví con Minho y los chicos.

—Feliz cumpleaños, príncipe Han.— Changbin hizo una reverencia burlona.

—Muy gracioso, mejor ve a bailar con una de las cortesanas.

—¿Sabes bailar?—Preguntó Felix a Changbin, curioso.

—No.

—¡Claro que sí sabe, es el mejor bailarín de la familia!— Seguí exponiéndolo.

—¿Y tú bailas?— Me preguntó Minho con la ceja alzada.

—Yo...

No pude responder porque mi madre se acercó a nosotros junto a una chica con un gran vestido azul.

—Hola, caballeros.— Saludo a los chicos formalmente.— Jisung, te quiero presentar a Yuna, hija mayor de la casa Shin.— La miré sorprendido, la casa Shin quedaba en a las afueras de Óreleo, también llamada la casa del Cruce, pues conectaba al norte con el sur, y la casa comerciante, pues los Shin eran poderosos en el intercambió terrestre de especies y telas.

—Un gustó, señorita Shin.—Hice una reverencia.

—Llámame Yuna.— Sonrió amablemente.

—Sería magnífico si sacaras a bailar a Yuna, cariño.—Sugirió mi madre, la miré desorientado, y luego mi vista se enfocó en Minho, que parecía sereno.

—Yo no...

—Vamos cariño, no seas grosero con Yuna.— Traté de leer la expresión en el rostro de Lee Minho, pero no pude descifrarla, aún inseguro y cargado de dudas tomé la mano de la chica y me dirigí al centro de la pista.

Un baile no era la gran cosa, ¿O sí?

Me posicioné frente a ella y le rodeé la cintura con mi brazo, con el otro tomé su mano. La música empezó a fluir, sin darme cuenta la gente se fue alejando de nosotros hasta crear un pequeño círculo al rededor, donde los protagonistas éramos Yuna y yo.

Dábamos vueltas de manera grácil, la chica tenía una exquisita técnica de baile, no se podía negar.

—La gente nos mira como fenómenos.— Comentó bajito Yuna.

Observé a mi alrededor y así era. Estábamos dándoles un buen espectáculo; la hija de una gran casa comerciante y el hijo de una de las casas más influyentes de Andalat bailando juntos. Las señoras de la corte no iban a parar de cuchichear. Mejor así, de esa manera me alejarían mucho de cualquier rumor que hubiera de mí y de Minho que nos pudiera delatar, aunque sabía que no existía ninguno, estábamos siendo cuidadosos.

Eché un vistazo en su dirección, nos miraba atentamente, pero yo seguía sin poder descifrar su expresión.

—Príncipe Jisung.— Llamó Yuna ocasionando que mi atención volviera a ella.— ¿Tengo algo en la cara? Es que me siento muy incómoda de que todos me vean.

—Deberías estar acostumbrada, eres la hija primogénita de un señor bien posicionado.— Comenté sin poder creerlo.

—Oh, aunque parezca raro a mi padre no le gusta que esté mucho tiempo en público, dice que lo avergüenzo porque soy muy descortés y vulgar.—Confesó.

—Pues hasta ahora pareces bastante decente.

—¿No me cree?-Alzó una ceja.— Una vez... Estaba con un grupo de señoras importantes y sus hijas sumamente malcriadas, detesto la gente así. El caso es qué, criticaban mi cabello, mi vestimenta, yo estaba harta. La noche anterior había comido frijoles y mi estómago no estaba nada bien, usé eso a mi favor y corrí a fuerza de flatulencias a todas.

No pude aguantarme la risa y eché una carcajada, imaginarme a esa chica tan delicada y bonita en una situación parecida me causaba gracia. Seguramente todos se habían escandalizado en sobremanera.

—Creo que se fueron por el mal viento.— Bromeé, ella se rió conmigo.

En ese instante supe que Yuna y yo íbamos a ser buenos amigos.

Busqué de nuevo a Minho con la mirada, probablemente a él también le agradara Yuna, pero ya no se encontraba en mi campo de visión.

Dos bailes más y la chica y yo ya nos encontramos criticando la vestimenta de todos en la fiesta.

Más tarde, después de una semana de salidas a días de campo, me di cuenta de que todo era un plan de mi madre para que yo me acercara a Yuna, no es que me molestara la compañía de la chica, era muy divertida y amigable, pero eso me estaba ocasionando problemas, específicamente con Minho.

—¡MINHO!— Lo perseguí por las calles abarrotadas, el bullicio de la gente regateando, ofreciendo sus productos y conversando era característico del mercado de Óreleo.

Habíamos salido en una comisión de guardias para mantener a la raya las pequeñas revueltas que se estaban formando por la tensión de la próxima caída del imperio. Las personas que se oponían a esto eran llevadas frente a mi padre.

Pero en ese momento yo solo quería enfocar mi atención en el muchacho castaño, era mi oportunidad perfecta. Desde hace una semana me ignoraba.

Lo alcancé, tomé su hombro para que se diera la vuelta hacia mí.

—Minho, necesitamos hablar.—Dije casi rogando.

—No tengo nada de que hablar contigo.— Frunció el ceño, apartado mi mano de él para seguir caminando.

Me pare frente a él para evitar que siguiera avanzando.

—Por favor Minho, te estás comportando muy infantil.— Estaba a punto de derramar lágrimas, no me gustaba cuando era frío, no conmigo.

—¿Infantil?— Río irónicamente.— Déjame solo, Jisung.

Pasó a mi lado chocando con mi hombro. Me mordí fuertemente el labio para no llorar, seguro se le pasaría pronto y podríamos hablar.

—Me encantaría ser un ave, quisiera poder volar libre. Quisiera poder irme lejos de todo y todos.— Comentó Yuna sacando la cabeza por el carruaje, su cabello ondeando por el viento.

Sonreí, en el poco tiempo que la llevaba conociendo, pude deducir que era una chica que siempre soñaba despierta.

—¿No te gustaría ser uno, Jisung? — Sonrió.

—Podría ser una águila, como el blasón de los Han.— Ella asintió con aprobación.

—A mí me gustaría ser un cuervo.

El carruaje la dejó en la mansión dónde se alojaban temporalmente los Shin, prometimos quedar nuevamente para pasear por la ciudad, luego seguimos hasta el palacio.

Miré por la ventana, observando los pájaros regresar a sus nidos.

Una vez en casa, moría por tomar un baño, mientras caminaba con paso apresurado buscando en el ala de la servidumbre a una doncella que me preparara el baño, sentí como era tomado por el brazo y bruscamente metido en una habitación oscura.

Me puse alerta inmediatamente, dispuesto a enfrentarme a la persona que me había retenido, pero antes de soltar cualquier puñetazo, su olor me invadió las fosas nasales, estábamos muy cerca, Minho...

Me acorraló con brusquedad, mi espalda impactó dolorosamente con la pared. Pero no tuve tiempo de quejarme porque comenzó una batalla con nuestros labios.

Su beso era salvaje, duro y cargado de necesidad. Yo simplemente me dejé llevar, sintiendo como metía su lengua en mi boca, como mordisqueaba mi labio inferior. Tomó mis muñecas presionando, ambos estábamos ardiendo.

Nos despegamos jadeando por la falta de aire y el fogoso momento.

Mis ojos aún sin acoplarse del todo a la oscuridad, pero podía ver su silueta.

—Reíste con ella.— Dijo con voz ronca.

—¿Qué?—Pregunté perdido.

—Reíste con ella en la pista de baile.

—¿Con Yuna?, Minho...

No me dejó continuar.

—La miras de manera diferente, sales con ella a lugares que nunca has salido conmigo, tus padres la adoran. ¿Te gusta ella, Han Jisung?

Lo observé, ya mucho más acostumbrado a la oscuridad, sus ojos tenían una chispa suspicaz. Traté de procesar lo que me decía, incrédulo.

—¿Estás loco? Por supuesto que no me gusta, es solo una buena amiga.— Expliqué.

Era cierto, Yuna podía ser una chica muy hermosa, un buen partido, pero yo solo tenía ojos para él, que dudara así de mí me parecía tan absurdo.

—No quiero que la beses como me besas a mí, no quiero que la mires de la forma en la que me miras a mí. Estoy celoso de que puedas bailar con ella y conmigo no, porque yo soy el que debería estar sosteniendo tu mano, no ella.

Entonces entendí que Minho estaba dolido por todo aquello, en primera instancia no lo percibí como algo malo, pero seguramente verme siendo tan cercano con una chica despertaba sus inseguridades.

—Sabes que nunca haría eso, yo te amo a ti Lee Minho, no a ella.— Tomé su rostro entre mis manos y lo volví a besar.

Dimos tropiezos por la pequeña habitación hasta caer en una cama, nos encontramos en una alcoba de alguien del servicio.

Minho se puso encima de mí y empezó a desabrochar mi jubón, repetí la misma acción con el suyo.

Sus labios se posaron en mi cuello dejando un camino de besos húmedos hasta mi abdomen, mi cuerpo se estremeció de placer al sentir la calidez de su toque. Tiró de mis pantalones y ropa interior, dejándome completamente expuesto ante él, me admiró unos segundos.

—Dime que solo yo te veré así, Han.

Hundí mis dedos en su espeso cabello castaño.

—Solo tú lo harás.

Y era verdad, porque no quería que nadie más estuviera en una situación similar conmigo, porque mi corazón solamente le pertenecía a él.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro