Capítulo V
Mi plan era arriesgado, pero por el momento era lo mejor que teníamos.
Los chicos al principio se mostraron ansiosos, pero Magnus nunca había especificado con esa actitud cómo debíamos vencerlo. Tal vez nuestro intento fallara, pero tendríamos más ventaja que enfrentándolo uno a uno.
—Creo que deberíamos establecer posiciones, así no nos aventamos todos de una vez.— Habló Changbin. Estuvimos de acuerdo.
—Minho debería ser el que ataque primero, es el mejor de nosotros con la espada.— Felix hizo la observación.
—No, eso es exactamente lo que él pensará que haremos, debemos ser impredecibles, ir un paso delante de él.— Dije.
—¿Qué propones?
Lo pensé, llevaba toda la tarde elaborando una estrategia que fuera lo suficientemente buena para poder igualar a nuestro contrincante. Carecíamos de la fuerza y la destreza, pero teníamos un punto a nuestro favor: nos subestimaba.
—Creo que Changbin debería ser quien ataque primero, Felix y yo lo distraemos y luego tú atacas por la retaguardia.— Plantee, Minho lo meditó unos segundos.
—Supongo que puede funcionar, pero entonces sabría que estamos tratando de sorprenderlo. Creo que está bien tu plan, pero deberíamos rotar intermitentemente las posiciones, así lo confundimos más.— Lo que Minho decía tenía sentido, le di un asentimiento de aprobación para que continuara.— Empezaremos de la manera en la que dijiste, pero luego de unos minutos yo me voy a posicionar adelante y lucharé contra él, tú y Changbin lo distraerán y luego Felix será quien lo acorrale.
—¿Yo?... No creo que pueda...— Empezó diciendo el rubio.
— Sí puedes.—Le cortó Changbin.— Sí puedes hacerlo Felix.
—Pienso lo mismo.— Le sonreí. Él bajó la cabeza, estaba nervioso. ¿Pero quién de nosotros no lo estaba? Perder esta oportunidad sería lo peor que podía pasar, no había manera de vencerlo solos.
Llegó el momento de enfrentar la situación, me encontraba ansioso. Podía salir muy mal o muy bien, todo dependería de cómo iba a reaccionar él. Puse mis lastimadas manos en la filosa roca de la cornisa, miré a ambos lados, los chicos repitieron mi acción. Minho me dio un asentimiento de cabeza y empecé mi escalada.
Las piernas me temblaban, contaba los números de tres en tres para calmarme, pero el peso de mi espada amarrada a la espalda me recordaba lo que haríamos. Deseaba volver a la cabaña, al pequeño río, un lugar solo de Minho y mío. Descansar en el pecho de la persona que amaba, imaginando un futuro juntos, mientras observamos las estrellas. Quería de vuelta todo eso.
Changbin fue el primero en llegar a la cima, escuchamos como desenfundó su espada, en guardia. El próximo fue Minho, seguido por Felix y por mí. El hombre nos miró confundido saliendo de la caverna.
—¿Qué pasa aquí?—Frunció el ceño. Luego de unos segundos captó la situación.— Oh, ya veo. ¡Qué interesante, rompiendo las reglas!—Carcajeó. De manera sutil tomamos las posiciones rodeándolo. Me puse a uno de sus costados, bastante cerca del abismo para mi gusto, pero podía manejarlo.— Bien, acepto el reto. Los voy a derribar en un par de minutos, mocosos.
Se aproximó a nosotros, Changbin se abalanzo sobre él siguiendo el plan, pero este solo lo esquivó. Su atención se centró peligrosamente en mí, arremetió con todas sus fuerzas. Reaccioné levantando mi espada, ambas hojas chocaron con fuerzas, apreté los dientes tratando de mantener la postura. Lanzó otro ataque y luego otro, en un movimiento ágil con su espada logró desarmarme. Los chicos trataron de defenderme, pero él giraba sobre sus talones y paraba sus ataques.
Sentí el filo de la hoja en mi brazo cortando la piel, luego en el muslo rasgando mis pantalones, luego cerca de mi cuello. Estaba desarmado y solo podía retroceder.
—¡DÉJALO, MALDITO IDIOTA!— Bramó con enojo Minho, pasando su espada muy cerca de la cabeza del hombre. Entonces la pelea se centró en ellos.
Minho era bueno, mejor que cualquiera de nosotros, pero delante de Magnus se mostraba como un principiante. Sin embargo, le estaba dando pelea. El rostro del chico se encontraba rojizo del enojo y esfuerzo, sus tajos era decididos, letales, como si tuviera intenciones verdaderas de herir al hombretón.
Daban vueltas en una peligrosa danza de espadas, Seo Changbin trató de entrometerse una vez más, logrando hacer un corte en un bíceps, pero este lo atacó en un acto reflejo propinando una patada que lanzo al chico al piso quitándole el aire.
Minho seguía luchando contra él. El plan se había ido al carajo.
Busqué a tientas mi espada, se encontraba al borde de abismo. Traté de levantarme, mi brazo y mi pierna estaba empapados en sangre, tal vez por el shock del momento no dolían tanto, pero estaba seguro de que en un rato más me desmayaría del dolor o por la perdida de sangre.
—¡Ahgs!
Me di vuelta y vi a Minho en el suelo. Estábamos perdidos, quise llorar de la impotencia, habíamos desperdiciado está oportunidad.
—Me sorprende que hayan tenido la osadía de enfrentarse a mí en grupo, gran esfuerzo, pero yo gano. Siguen siendo débiles.— Dijo con superioridad.
Después de todo aquí el experto era él, era el guerrero, el que había estado en incontables batallas y vencido, era imposible que unos aprendices lo pudieran vencer.
Magnus perdió en equilibrio por la patada propinada en la parte trasera de sus piernas, aulló de dolor. En menos de un segundo ya se encontraba en el suelo con una espada en la garganta.
—Debería saber que nunca es bueno subestimar al enemigo, ni mucho menos darle la espalda.—Dijo Felix mirándolo fijamente desde arriba.
Abrió mucho sus ojos e intentó pararse, pero el pie de Lee Minho, que ya se había incorporado, lo detuvo.
—Ganamos.— Comentó con superioridad colocando su propia espada junto a la de Felix en la garganta de su oponente vencido. Me miró con una sonrisa victoriosa en su rostro, se la devolví.
Minho apartó su espada del cuello del hombre y empezó a hacer cortadas, una en el brazo, otra en la pierna y otra cerca del cuello. Justo en los puntos que él me había dado.
—¡Maldito cerdo!—Mi chico escupió a un lado de él. Se aproximó hasta mí.— ¿Estás bien?— Preguntó tomando mi cara entre sus manos, inspeccionó mis heridas.
—Creo que son un poco profundas, pero nada que Felix no pueda arreglar.— Sonreí débilmente, la pérdida de sangre empezaba a marearme.
Magnus seguía en su estado de sorpresa, tambaleándose se puso en pie. Nos observó con incredulidad. Luego de unos segundos empezó a reír fuertemente.
Estaba loco.
—Bien, admito que me sorprendieron. Tienes razón Felix, jamás debes darle la espalda a tu oponente, ni mucho menos subestimarlo.
—¿Sabe su nombre?— Preguntó Changbin.
—Por supuesto que lo sé, el tuyo también, Seo Changbin.— Miró a cada uno de nosotros he hizo una reverencia con la cabeza. Me quedé estupefacto.— Ya no necesito obviar su identidad, no son más mis aprendices. Volveremos a la cabaña a hacer los preparativos para formalizar todo. Han completado su segunda fase, ¡felicidades, guerreros!
Minho y yo nos encontrábamos en la fragua, en invierno era reconfortante estar en un lugar caliente. A una semana de volver de la montaña, me quité el abrigo para inspeccionar como iba la cicatriz que sanaba bajo en vendaje.
—¿Aún se ve mal?— Preguntó. La herida se me había infectado hace unos días, pero ya estaba mejor. Negué.— Ese idiota...
—Minho, ya le diste su merecido.— Magnus también tenía cortes profundos que sanaban bastante lento, incluso más que los míos. Él se atendía solo, a mí me atendía Felix.
El castaño se me acercó y depositó un casto beso en mis labios.
—Alguien puede venir.— Me moví inquieto en mi asiento, él se sentó de rodillas ante mí.
—Nadie vendrá a esta hora Jisung, tranquilo.
Aun así no paré de echarle un ojo a la entrada, cuando escuché silencio afuera me permití relajarme.
—Gracias.—Dijo, sus ojos brillaban.
—¿Por qué?
— Si no hubiera sido por tu plan aún seguiríamos atrapados en esa montaña.— Asentí. Aún me sorprendía que todo eso lo hubiera ideado yo.
Minho tomó mi mano entre la suya, jugueteando con nuestros dedos. Su tacto era cálido, él era cálido. Sonreí viéndolo allí arrodillado, mostrando su lado vulnerable que solo era para mí. Extendió nuestras palmas.
— Son casi del mismo tamaño.—Hice la observación.
Él me miró directamente a los ojos, colocó mi mano en su pecho, justo encima de su corazón.
— Te amo, Han Jisung.
Me quedé helado, hasta ahora no nos habíamos confesado de esta manera. Dentro de mí existía una gran bola de sentimientos encontrados cada vez que estaba a su lado, cuando lo besada o sentía su tersa piel. Y a diferencia del consejo vago que le había dado a Felix, realmente no estaba seguro de poder poner en palabras lo que sentía por el chico de mirada misteriosa, con una sonrisa que podía hacerte enloquecer. Quería llorar, reír, besarlo, prometerle que no importaba lo que nos dijera el mundo, lo nuestro no podía ser algo malo, no cuando se sentía así.
—Te amo.—Logré articular, por el momento estaban bien esas simples palabras.
Me incliné hacía él y nos envolvimos en un abrazo. Sentía mi cuerpo físicamente agotado, pero tenerlo allí conmigo hacía más fácil todo. Los días de hambre y próximamente los de frío, acabarían.
Nos separamos lentamente.
—En unos días nos iremos, extrañaré este bosque.—Comentó.
—Yo también —Respondí. Aquel bosque guardaría nuestro secreto, por siempre.— ¿Estás nervioso por el juramento?— Le pregunté.
—No lo sé, con Kim Magnus nunca se sabe.
Me quedé en silencio, volveríamos al palacio, esperaba que las cosas no cambiaran demasiado para nosotros.
—Ven, volvamos. Deben estar preguntándose dónde estamos.—Me levanté, él me imitó. Juntos salimos de la fragua.
Al día siguiente volvimos a la fragua junto a los chicos y Magnus, nos miramos con intriga.
—Servir al Reino de Óreleo es un gran honor para cualquier guerrero, ustedes servirán al alto rango, a la élite de la casa Han. Por eso deben otorgar su vida a la seguridad y el bienestar de su pueblo y de su casa.— Comenzó recitando.—Está es una tradición que ha pasado a través de nuestras generaciones más antiguas hasta llegar a ustedes, futuros caballeros. Con este juramento el Dios Wuo, Dios de la guerra y la batalla estratégica, los bendecirá y los guiará en su travesía. Uno por uno pasará y repetirá mis palabras, luego será marcado con el blasón de la casa Han, así identificarán su labor con la misma.
Una vez dicho esto tomó una vara de hierro con el blasón de mi casa estampado, una águila con una rama de laurel en el pico.
—Changbin, tú irás primero.
Changbin se acercó y se puso de rodillas como lo indicó Magnus.
—Repite conmigo: Yo, Seo Changbin. Juro servir y dar mi vida por el reino de Óreleo y la casa Han, elevar su nombre y ser leal a mis deberes y principios, brindaré honor a mi señor, mi sangre será derramada en nombre de la paz. ¡Óreleo tierra de hombres inmortales!
Mi amigo repetía todo esto. Magnus calentó la vara en la fragua y luego se la estampó en el omóplato derecho a Changbin. Emitió un grito de dolor. Me estremecí.
Yo era el siguiente.
Hice exactamente lo mismo que Changbin, cuando llegó el turno de estamparme el blasón ardiendo en la piel, sentí que mi garganta se iba a desgarrar por el grito. Dolía como el demonio, pero a pesar de eso me encontraba feliz, en mi mente me hice una promesa de honrar a mi casa de la mejor manera posible. Yo jamás sería rey, eso lo heredaría mi hermano Hyunjin, pero trataría de ser un pilar para el reino.
Luego pasó Minho, una vez terminado su juramento volvió junto a mí. Su rostro a diferencia del de Changbin y el mío no mostraba alegría.
—¿Pasa algo?—Pregunté, pero él solo negó.
Más tarde, antes de ir a dormir volví a hacerle la misma pregunta.
—Minho, ¿Pasa algo?, No pareces estar muy feliz de convertirte en guerrero.
—No es eso, es solo que...no me esperaba ser marcado con el blasón de los Han.
—¿Qué hay de malo en eso?, Ahora serviremos a Óreleo.—Respondí con una sonrisa.
Hubo silencio de su parte, pero al final terminó respondiendo: — Sí, supongo que está bien eso.—Me dio una sonrisa que no llegó a ser lo suficientemente sincera.
No, para Lee Minho no estaba bien. Sabía que para él eso simbolizaba una traición a su casa, la gran casa Lee, reyes del norte. Nosotros le habíamos arrebatado esa lealtad, por un momento me sentí mal por él, por no haber considerado eso desde un principio. Pero ya el daño estaba hecho, Lee Minho se convertiría en un caballero de la guardia real de mi familia, al igual que yo.
Un día después de aquel acontecimiento, cuando estaba preparando el desayuno, entre los altos árboles vi como se asomaba el estandarte de los Han. Soldados que nos servían aparecieron con sus caballos, una comisión venía por nosotros, íbamos a regresar a casa.
Una vez empacadas las cosas, inspeccione aquel bosque con algo de nostalgia. Allí había vivido tantas cosas, me sentía mucho más maduro, más capaz. Había conseguido buenos amigos y sobre todo, había descubierto el amor junto a la persona menos esperada. Sí, definitivamente extrañaría las luciérnagas y los lugares secretos que eran pequeños paraísos.
Pero mirarlo a él a mi lado, montando su caballo con esa expresión neutra que lo caracterizaba, me daba seguridad, todo estaría bien.
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Holi, espero que les haya gustado este cap, no olviden votar y decirme si les va gustando la historia, besitos.
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