Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo III

No dormí nada esa noche, creo que ninguno de nosotros lo hizo.

Reprimir las lágrimas fue difícil, tenía miedo de que algo malo le sucediera a Minho. El bosque podía ser peligroso y más cuando no tenía ni siquiera una lámpara para ver a dónde se dirigía.

—Seguramente se las ingenia para volver a salvo. —Me susurró Felix a media noche. No respondí.

Era mi culpa, yo debería ser el que caminara solo por allí, no Minho. ¿Por qué había dejado que se arriesgara por mí? Jamás podría perdonarme si algo le sucedía.

Me imaginaba los peores escenarios y muchas veces estuve a punto de salir a media noche a buscarlo, pero sé que no serviría de nada. Cuando el amanecer se asomó por el horizonte, yo era un manojo de nervios y ansiedad. Si Minho no regresaba pronto definitivamente saldría en su búsqueda.

Me obligué a distraer mi mente preparando el desayuno junto a Felix, pero mi mirada se desviaba constante e inquieta hacia el camino por donde se había ido, el hilo rojo aún estaba amarrado y tensado al árbol. Comimos en silencio.

Cuando estaba retirando los platos de barro para limpiarlos, escuché como gritó Changbin.

—¡MINHO VOLVIÓ!

Me giré y efectivamente allí estaba él, saliendo de entre los árboles. El suspiro de alivio que estaba conteniendo desde que se fue salió de mí. Estaba vivo. Aunque su aspecto no era el mejor.

Iba desnudo, su blanca piel estaba sucia, con moretones y muchos rasguños. Tuve que reprimir el correr hasta él y abalanzarme. En cambio, caminé tranquilo.

—Me alegra que estés vivo.— Le dije tratando de contener las lágrimas, solo quería estar entre sus brazos y besarlo. Irónicamente Minho me dio una hermosa sonrisa.

—Yo también.

—¿No te topaste a ningún lobo?— Preguntó Felix. Se rió.

—Por suerte, no.

—Date un baño.—Le sugerí.—Felix, ¿puedes limpiar sus heridas?—El chico asintió.

Cuando Magnus llegó, horas después, actúo como si nada hubiera sucedido. Eso me molestó, quería estamparle mi puño en la cara a ese idiota.

En cuanto la noche cayó y nos fuimos a dormir, lloré, por el miedo de pensar que pude haber perdido a Minho y el alivio de que eso no había sucedido. Lloré porque solo quería acurrucarme a su lado y recostar mi cara en su pecho.

Al día siguiente fui a recoger agua al río, Lee Minho me sorprendió cuando apareció a mi lado. Me tomó de un brazo y aló, quedé acorralado contra un árbol. Acunó mi cara entre sus manos tibias, la acarició con los pulgares lentamente. Sus profundos ojos me miraron. Me rompí, gotas saladas deslizaron por mis mejillas, él las limpió con suavidad.

—¡No vuelvas a hacer eso nunca más, no vuelvas a arriesgarte así por mí!— Dije entre sollozos. Lo envolví en un abrazo. La respiración de Minho era tranquila y podía escuchar los latidos constantes de su corazón.

—Lo siento Han, no podía dejar que te castigaran, no a ti.

—¡Eres un tonto! ¿Y si te hubiera pasado algo malo por mi culpa?—Lo empujé, pero él no se apartó.

—Pero no me sucedió nada, aquí estoy, contigo.—Besó mi mejilla empapada.

—¡Promete que no volverás a ponerte en esa situación!

—Han, solo quiero protegerte.—Dijo.

—¡Puedo protegerme solo Minho, no soy un niño!— Le di una mirada desafiante, suspiró.

—Solo si tú prometes no ponerte en este tipo de situaciones.—Se alejó de mí dándome espacio.

—Fue un accidente.—Me limpié la cara y me crucé de brazos.

—Eres demasiado torpe y distraído, Han Jisung.

—¡Claro que no!— Pero Minho tenía razón en lo que decía.

Me dirigí a la orilla del río con las cubetas. El chico me quitó una de ellas y me ayudó a llenarla.

—Sé que no es el momento para mencionarte esto, pero...—Levanté mi cabeza con curiosidad.— Anoche descubrí un lugar al que me encantaría llevarte, esta noche.

Analicé sus palabras, luego fruncí el ceño.

—¿Estás demente?, Acabas de ser castigado por Magnus, ¡por suerte has sobrevivido!—Su cara era una expresión que no podía descifrar.— No puedo creer que quieras volver a ponerte en peligro.

—Lo sé, pero realmente quiero mostrarte ese lugar.—Insistió.

—No cuentes conmigo.— Me levanté tomando la cubeta.

—Por favor, Jisung...

—¿Sabes lo asustado que estaba por ti? Tú mismo dijiste hace un momento que no nos volviéramos a meter en problemas.

—Lo sé, pero seremos cuidadosos, ya hemos salido en la noche.

—Minho, basta.—Dije en tono de advertencia. Caminé de vuelta a la cabaña, él me siguió. Tomamos el sendero en silencio hasta que él habló.

—¿No confías en mí?—Giré sobre mis talones para encararlo.

—¡Por supuesto que confío en ti!

—¿Entonces?—No respondí.— Por favor...—Hizo un puchero, suspiré.

—No quiero volver a experimentar que te pierdo.

—No pasará nada, lo prometo.— En su mirar había súplica. Me vi obligado a ceder, pero gran parte de mí se negaba a su loca idea.

—Bueno, pero tú te vas a encargar de decirle a los chicos.—Respondí.

—En realidad, es un lugar al que solo quiero llevarte a ti.

Esa noche intentamos ser sumamente cuidadosos para no despertar a los chicos, Felix se revolvió y habló dormido, tuve que esperar unos minutos antes de que volviera a caer en su sueño. Una vez a fuera, Minho me dejó un momento solo, cuando volvió tenía un saco en la mano.

—Tuve que esconderlo afuera de la habitación para que no sospecharan—Asentí. Encendió las lámparas.

Caminamos con la oscuridad del bosque que nos envolvía, me entró un escalofrío al imaginar a Minho vagando por allí sin nada que lo alumbrara o siquiera compañía. A diferencia del prado de luciérnagas, este lugar estaba muy alejado de la cabaña. Mis pies dolían, llevábamos como una hora de camino.

—¿Estamos cerca del río?-—Pregunté confundido al escuchar el sonido del agua. El chico me respondió con una sonrisa sin detener su andar.

Bajamos por una cornisa, delante de nosotros apareció una pequeña cascada.

El lugar parecía sacado de un cuento de fantasía. El agua fluía de manera constante, las luciérnagas volaban sobre el pasto y los árboles, la luz de la luna iluminaba el pequeño paraíso.

—¿Te gusta? —Preguntó.

—Es...— No pude encontrar palabras para describirlo.

—Es nuestro lugar.—Tomó mi mano y me guío a la orilla del río.

Nos quitamos los zapatos y sumergimos nuestros pies.

—¡Está helada!—Arrugue el entrecejo, Minho se rio.

—Ven, vamos a darnos un chapuzón.—Se quitó la camisa y los pantalones, quedando en calzoncillos, yo repetí su acción. El chico se echó un chapuzón.

—¡JODER, ME CONGELO!—Gritó. Me zambullí. Cuando salí a la superficie el aire me azotó mandando temblores por todo mi cuerpo. Minho se acercó a mí y me tomó de la cintura, enrollé mis brazos en su cuello.

—Tus labios están morados del frío.—Mencionó.

—Los tuyos también.—Respondí. Me acerqué a su boca y lentamente deposité un beso

Empezó suave, una danza lenta de nuestros labios, traté de transmitir todo lo que sentía por él, lo amaba, realmente lo amaba. Sin importar lo mal que estuviera aquello, era mi secreto, era mi mundo junto a él. Intensificó el beso, me tomó de los muslos levantándome y caminó tambaleándose fuera del río. Una vez tendidos en el pasto, busqué desesperadamente el calor de su cuerpo, el vaivén de nuestros labios y caderas era mi perdición.

Minho gimió al sentir el creciente bulto en mi ropa interior.

—Jisung.—Dijo con en suspiro ahogado.

—Está bien, creo que es el momento— Respondí calmado. Él y yo no habíamos cruzado jamás esa línea, más allá de los besos y toqueteos.

—Yo...¿Estás seguro?— Preguntó arriba de mí, su cabello goteaba, sus mejillas estaban sonrojadas, y sus ojos me inspeccionaron cuidadosamente, poseía una belleza afilada y misteriosa.

—Sí.

—No sé qué debo hacer, nunca he hecho algo como esto... Yo...—Se notaba nervioso.

—Yo tampoco, pero podemos averiguarlo.—Acaricié su rostro y sonreí para calmarlo. Él asintió.

Volvimos a acortar la distancia que nos separaba y esta vez nos dejamos llevar.

Un par de horas después nos encontrábamos echados en la grama, con algunas luciérnagas brillando intermitentemente alrededor y el cielo estrellado sobre nosotros.

—¿Qué haces?—Dije recostado en su pecho, al ver que levantaba la mano al cielo y hacía figuras con su dedo índice.

—En el norte hay una leyenda que asegura que si escribes tus deseos en las estrellas estos se cumplirán.—Alcé una ceja con curiosidad, observé como trazó líneas imaginarias.

—Uhmmm, ¿Y qué escribes?

—Qué tú y yo estemos juntos, siempre.

Reí.

—Nunca pensé que fueras así de cursi, Lee Minho.—El rubor subió a sus mejillas.—¿Cómo es el norte?— Pregunté. Tardó tanto tiempo en responder que pensé que no lo haría.

—Siempre hace frío, incluso en verano.

Fue lo único que respondió, siempre se mantenía reservado cuando se trataba de hablar de su familia y de su reino, tenía curiosidad de saber más del lugar donde se había criado, pero parecía un tema delicado para el castaño.

—¿Allá también es un pecado lo que tenemos?—Y aunque conocía la respuesta a su pregunta, igual quería preguntar por si existía alguna posibilidad pasaba por alto.

—Lo es.

Se hizo un silencio entre ambos. Las estrellas brillaban más que nunca.

—Si fuéramos una pareja normal, ¿Cómo crees que serían nuestros hijos?—Giré mi cabeza para ver su reacción. Una sonrisa se dibujó en sus labios.

—No lo sé, pero me encantaría que tuvieran tus mejillas.

—A mí me gustaría que tuvieran tus facciones y tus ojos misteriosos.

—¿Ah sí?— Movió sus cejas de forma graciosa.— Serían muy atractivos si se parecieran a mí.—Sentenció, yo rodeé los ojos.

—No lo niego. Si fuéramos pareja tendrías que casarte y vivir conmigo en el palacio.

—O tu vivir conmigo en el Norte. Cambiarías tu apellido a Lee, Lee Jisung.

—Sería una buena alianza para nuestras familias.—Afirmé.

Así nos quedamos hasta poco antes del amanecer, imaginando como serían nuestras vidas si las cosas fueran diferentes, cómo serían los hijos que nunca tendríamos y cómo sería la vida si pudiéramos gritarle a todos nuestro amor.

Felix era como una mañana de verano, resplandecía como el sol, incluso sus cabellos eran dorados, como si la Diosa Yuo le hubiera otorgado el don de la calidez. Sus pecas adornaban tiernamente su rostro andrógino, con labios en forma de corazón, que cuando extendían en una sonrisa le quitaba el aliento.

Los dedos de Changbin picaron por las ganas de tocar las bellas facciones del chico tendido a su lado. Pero se resistió, en cambio, se dio la vuelta topándose con el rostro babeado de Lee Minho.

Se había dado cuenta de que tenía sentimientos por Felix hace unos meses, cuando estaban estudiando botánica, le parecía sumamente interesante como el chico captaba rápido las distintas especies de plantas y arbustos, llamándolas por sus nombres científicos, sus manos se movían ágilmente cuando preparaba ungüentos y jarabes. Pero lo que sintió por él lo azotó como una ráfaga de viento furiosa una mañana en la que su brazo fue perforado sin querer por la hoja del hacha con la que cortaba leña.

—¡Estás sangrando!— Exclamó el rubio preocupado. Changbin alzó el brazo y vio que efectivamente, la sangre le resbalaba manchando el suelo.

—Oh, fue un accidente.— Comentó despreocupado, casi ni había sentido el corte.

El chico corrió dentro de la cabaña, un rato después traía sus materiales en mano.

—Siéntate.—le indicó, él tomó asiento en un tronco. Felix se arrodilló delante de él y extendió los materiales en sus piernas.

Tomó ron blanco y lo echó en la herida. Changbin gimió del dolor.

—Lo siento.—Dijo el chico. Posteriormente empezó a limpiar con delicadeza y a poner ungüento.

El sol se reflejaba en su cabello dorado, sus ojos con la luz solar eran de un color café claro, miraba concentrado su trabajo, pero Changbin no podía apartar la vista de su cara. En un momento ya había terminado, no se dio cuenta del paso del tiempo.

—Listo, ten más cuidado.—Le dio una sonrisa amplia que embargó el corazón de Changbin de emociones desconocidas. Felix se había hecho un espacio en su corazón en ese instante.

Pero por supuesto, todo eso se mantendría con él, porque jamás sería capaz de confesar algo así en voz alta.

A pesar de saber que todo aquello estaba absolutamente mal, Changbin no se sentía suficiente para admitirle al chico lo que sentía. Mientras Felix era hermoso y etéreo, él era feo y varonil, sus rasgos demasiado marcados para su gusto y más bajito que todos sus amigos. Pensaba que la belleza física no era su fuerte. Pero además de eso, se consideraba tonto, no era especialmente bueno en la botánica y medicina como el rubio, sus destrezas eran medianamente decente con la espada, pero no destacaba. Él no era merecedor de alguien como Lee Felix.

Se levantó al ver por la ventana que el amanecer apareció por completo. Sus manos estaban envueltas en guantes, dormía con una franela de lana y un abrigo de piel de oso. Al suspirar, vaho salió de su boca. El invierno había llegado a Óreleo y al bosque de las luciérnagas. Se encontraban en la primera semana después del solsticio de invierno, estaba casi seguro de que nevaría pues la temperatura bajó más que otros días.

—Vayamos por leña, se me congela el culo.—La voz rasposa de Minho resonó por la habitación. Se incorporó frotándose los ojos.

El bosque estaba inundado de neblina, cortar leña hacía que la temperatura corporal se regulara. Cuando volvieron cargando los pedazos de tronco Magnus ya estaba afuera con Han y Felix.

—Tu bajito, ve al río a pescar truchas, que sean grandes. Tu rubio, empaca las pertenencias de todos. Y ustedes dos.
— Señaló a Minho y Jisung.—Cazarán algunas liebres.

—¿Almorzaremos liebre y truchas?— Preguntó Minho curioso.

—No, imbécil. Vamos a escalar la montaña del trueno.— Señaló a la distancia una montaña que se perdía en la distancia.— Allí podrán cumplir la parte final de su entrenamiento.

Eso significaba solo una cosa: empezaría realmente la fase dos de su preparación como caballeros.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro